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Las confesiones de Jorgito (5)

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-¿Cómo los consiguió, señor Manuel? –le pregunté.

-Son clientes de mi local… Estuve tanteando con prudencia a los que son cincuentones, que son los que te gustan, Jorgito… -y otra vez esa risita que me fascina porque tiene algo de perverso. Y después continuó: -Y así aparecieron estos tres, que están muy interesados. Los tres quisieron asegurarse de que no sos un menor y se los garanticé, pero aclarándoles que, aunque tenés dieciocho años parecés de quince o dieciséis y eso les gustó.

-¿Y… y cuándo le parece que podremos tener el primer encuentro, señor Manuel? –pregunté sintiendo que la ansiedad me desbordaba.

-Tenés muchas ganas, ¿eh, lindo?...

-Claro que sí… y espero que usted y el señor Enrique y esos señores también tengan ganas…

-Te aseguró que sí, Jorgito, quedé con los nuevos en confirmarles si es mañana a la noche en mi casa a eso de las diez, después de la cena. ¿Vos podés?

-Sí, señor Manuel, ningún problema...

-Bueno, lindo, en cuanto confirme con ellos te llamo… Ahora abrí la boquita que te mando un beso con lengua…

-Ay, sí… ya lo recibí, señor Manuel…

-Hasta mañana, Jorgito… -se despidió y en cuanto terminamos la comunicación corrí a mi cuarto, tomé el vibrador y fui a masturbarme echado en la bañera con el juguete metido en el culo.

A partir de ese momento me lo pasé contando cada hora que me separaba del encuentro con los cinco hombres a los que me iba a entregar y que me usarían a su antojo. Me masturbé varias veces y al día siguiente, mientras estaba en un break en la Universidad recibí el tan ansiado sms: te espero a las diez de la noche Jorgito vamos a estar todos.

Tuve que respirar hondo varias veces para tranquilizarme y que mis manos dejaran de temblar para poder contestar el mensaje: “ahí estaré señor Manuel tengo la boca abierta para recibir su beso con lengua”.

“jejeje ahí te lo mando que putito sos”

“sisisisisisi muy putito soy”

“te vamos a dar con todo esta noche… ¿te vas a bancar a los cinco?”

“¡Siiiiiiiiiiiiiiiii!”

Después de semejante intercambio de mensaje me sentía arder de calentura y me costó mucho prestarle atención a las dos clases que siguieron. Apenas llegué a casa volví a masturbarme sin la menor idea de cuántas puñetas me había hecho desde el día anterior, cuando supe que mi culo y mi boca iban a estar a disposición de cinco hombres.

Esa noche, antes de la cena, tomé una buena ducha, me higienicé prolijamente el interior del culo hasta comprobar que mi dedo salía bien limpito de esas profundidades, me lavé la cabeza y me perfumé las sienes, el lado interior de las muñecas y el cuello y después de cenar me despedí de mis padres con besos ligeros en la mejilla: -Hasta luego mamá… hasta luego papá… Me voy a estudiar a la casa de un compañero que tiene los apuntes. Si no vuelvo hasta mañana no se asusten, es una asignatura complicada.

-Bueno, Jorgito, cuidate… -me recomendó mamá y yo salí poco menos que volando hacia la casa del señor Manuel.

Cuando oprimí el portero eléctrico temblaba de pies a cabeza y debía respirar por la boca de lo nervioso que estaba.

Segundos después el dueño de casa bajó a recibirme y una vez en el hall de entrada del edificio nos saludamos con un beso en la boca mientras él me tenía abrazado por la cintura.

Cuando subíamos en el ascensor hasta el séptimo piso me preguntó:

-¿Preparado, Jorgito?

-Sí, señor Manuel, nervioso pero preparado… ¿Ellos ya llegaron?...

-Sí, hace un rato, están ansiosos por conocerte, lindo… Y el muy guarro de Enrique les ha dicho que cuando te vean no lo van a poder creer…

-Ay… ¿y si no les gusto? –dije tontamente.

El Señor Manuel lanzó una carcajada: -¿Te volviste loco, Jorgito?

-No, perdón, es que… es que estoy muy nervioso… -me justifiqué.

Por fin entramos al apartamento “A” de la séptima planta y una vez en el living el temblor de mis piernas se acentuó al ver a esos tres señores desconocidos que iban a disponer sexualmente de mí. Todos bien trajeados conversaban con Enrique, pero el señor Manuel interrumpió la charla: -Señores, aquí tenemos al chico… -y enseguida se dirigió a mí y me tomó de la mano: -Vamos, lindo, que voy a presentarte a los amigos; a Enrique ya lo conocés muy bien… -dijo con su conocida risita.

Me condujo primero hasta el señor Enrique, quien tomó mi cara entre sus manos y me besó en la boca: -Bienvenido, Jorgito… Vamos a pasarlo muy bien.

Mi nerviosidad me impidió responderle y el señor Manuel me llevó hasta un hombre de estatura media, calvo, de mejillas rubicundas y mirada penetrante.

-Él es el señor Miguel Ángel… -me dijo el dueño de casa y yo saludé en un tono casi inaudible:

-Hola, señor Miguel Ángel…

-Es muy tímido y está muy nervioso… -explicó el señor Manuel. El señor Miguel Ángel sonrió mientras yo seguía temblando y dijo:

-Además de tímido es muuuuuy lindo… Usted no exageró, Manuel…

-Si le parece muy lindo ahora, ya me va a decir cuando lo vea desnudito… -comentó el señor Manuel y yo sentí que las mejillas se me incendiaban de la vergüenza.

Después siguieron las presentaciones en un tono similar de encendidos elogios hacia mí. Le tocó el turno al señor Antonio, alto y muy delgado, pelirrojo con algunas canas, y por último al señor Javier, de baja estatura, cabellos grises y cara redonda.

El señor Manuel, que seguía tomándome de la mano les preguntó a los visitantes: -¿Algún comentario, señores, o prefieren que pasemos a la acción?

Yo cobré coraje y venciendo mi timidez pude mirarlos a la cara y así gozar más de la situación. Advertí que se miraron entre ellos, como buscando una respuesta en común.

-Manuel nos comentó que tenés dieciocho años, Jorgito, ¿es cierto?, porque yo no te daría más de quince. –se adelantó el señor Javier.

-No, señor, tengo dieciocho…

-Es que no quiero tener nada con un menor, ¿se entiende, Jorgito?

-Sí, señor Javier, pero si quiere puedo… puedo mostrarle mi carnet de identidad… -le dije mientras llevaba la mano derecha hacia el bolsillo trasero de mi pantalón.

-No, no es necesario, Jorgito. –intervino el señor Manuel. –Yo vi su carnet de identidad, mi estimado amigo, porque de entrada tuve el mismo recelo que usted, así que puedo garantizarle que este hermoso chico tiene dieciocho años.

-Bien, Manuel, si usted lo garantiza… -se tranquilizó el señor Javier y entonces fue el señor Miguel Ángel quien dijo:

-Bueno, amigos, aclarado el tema yo sugiero que pasemos a la acción…

-Coincido… -dijo el señor Antonio. –Y, para empezar, que el chico nos muestre qué hay debajo de esa ropita.

-Me parece perfecto. –acordó el señor Manuel y dispuso que todos se sentarán para apreciar el espectáculo que yo debía ofrecerles.

Quedé entonces en el centro de una especie de círculo que formaba ellos, ya sentados y evidentemente ansiosos.

-Adelante, Jorgito. –me animó el señor Manuel.

-Vamos, lindo… -sumó el señor Enrique. –y yo, aunque avergonzadísimo, empecé a desvestirme. Llevaba zapatillas sin medias, chomba celeste y un jean azul bajo el cual no me había puesto nada. Me quité el calzado, después la chomba y por último el jean, todo en medio de murmullos que fueron creciendo en intensidad hasta explotar en gritos cuando quedé con todo a la vista. 

-¡Increíble!

-¡Un manjar!

-¡Qué cuerpo tiene!

-¡No se puede creer!

-¡Me lo como crudo!

-¡Les dije, amigos, les dije!

-¡Date vuelta, nene, queremos verte el culo!

Y ante esa orden giré sobre mí mismo, excitadísimo por el clima erótico que yo había desatado y les exhibí mi retaguardia.

-¡Hay que cogerlo ya! –escuché decir a quien me pareció era el señor Antonio.

-¡Sí, sí, a cogerlo! –coincidió otro de los señores y luego todo fue un aquelarre de voces exaltadas y un venírseme encima por parte de los tres señores invitados a los que a duras penas pudo controlar el señor Manuel ayudado por el señor Enrique.

-¡Calma, amigos, calma! Claro que vamos a cogerlo, pero no acá sino en el dormitorio, así que tranquilícense y en camino. Por acá, síganme.

Yo ardía en medio de ese conglomerado de cuerpos y de manos que me sobaban por todas partes mientras el señor Manuel encabezaba el grupo.

Una vez en el dormitorio vi cómo los tres señores invitados se desvestían con tanta rapidez como torpeza motivada por los nervios mientras me devoraban con los ojos y el señor Manuel y el señor Enrique observaban la escena con expresión divertida y excitada a la vez.

Por fin los tres visitantes estuvieron desnudos y entonces el señor Manuel, que al parecer no estaba dispuesto a que la situación se desmadrara, dijo:

-Bueno, amigos, el chico tiene dos agujeros, el culo y la boca, de manera que lo usaremos de a dos. Elijan quiénes empiezan y vos, Jorgito, a la cama.

Ya ubicado miré a los tres señores y se me hizo agua la boca al ver los penes ya bien erectos del señor Javier y el señor Antonio.

-A mí todavía no se me paró del todo… -reconoció con tono dolorido el señor Miguel Ángel. –así que empiecen ustedes.

Y empezaron, claro. Yo me había puesto en cuatro patas, porque me encanta esa posición que me hace sentir una perrita cuando me entrego.

-¿Qué prefiere, Antonio? ¿la boca o el culito? –le escuché preguntar al señor Javier.

-Le agradezco que me deje elegir, amigo. Prefiero darle por el culo.

-Bueno, yo le uso la boquita entonces.

Inmediatamente subieron a la cama y empezaron a gozarme y hacerme gozar.

Los dos tenían penes bastante grandes, así que me dolió mucho el del señor Antonio y me costó tragar el del señor Javier y empezar a chuparlo. Pero el dolor del culo, como yo ya sabía, se transformó muy pronto en placer, en un goce intenso sumado al que me producía esa mamada que le estaba haciendo al señor Javier, que no dejaba de gemir y jadear. Por su parte el señor Antonio mientras seguía bombeando se puso a darme palmaditas en las nalgas… ¡ay, ay, ay! ¡qué rico eso que yo desconocía y me puso a mil!

Por fin ambos llegaron al orgasmo y me llenaron de semen mientras rugían como animales y se derrumbaban en la cama. Yo tragué toda la leche del señor Javier y cuando empezaba a desear más penes escuché al señor Miguel Ángel: -¡Ya estoy listo! ¡mirame, Jorgito! ¡mirá cómo tengo la verga!

Hermosamente parada la tenía y entonces el señor Manuel dijo: -Adelante, amigo, forme dúo con Enrique y denle con todo.

-¿Y vos, che?

-Yo esta vez quiero cogérmelo solo. Toda la noche conmigo cuando ustedes se vayan.

-Vale. Oiga, amigo, ¿la boquita o el culo? -preguntó el señor Enrique y el señor Javier, después de dudar durante algunos segundos y quemarme con los ojos eligió mi boca y dijo: -El culito lo dejo para la segunda vuelta, porque me imagino que habrá un bis, ¿cierto?

-Claro que sí, Miguel Ángel… -confirmó el señor Manuel y a mí se me hizo agua la boca.

El señor Javier y el señor Antonio salieron con esfuerzo de la cama y subieron a ella el señor Enrique y el señor Miguel Ángel, que se ubicó ante mi: -A ver bien abierta esa boquita, lindo… -yo por supuesto obedecí y el señor Miguel Ángel me metió su pene hasta la garganta, aunque cuando yo empezaba a sentirme asfixiado lo retiró en medio de una carcajada: -Te asustaste, ¿eh, Jorgito?

-Sí, señor Miguel Ángel… un poco… -pero no le dije que además del susto y la sensación de estar ahogándome había sentido también una oscura excitación. En ese momento me ocurrió ese habitual dolor intenso cuando me usan el culo, como había empezado a usarlo el señor Enrique que me tenía aferrado por las caderas mientras bombeaba a ritmo lento y bien a fondo.

-No me la chupes de entrada, primero quiero lamidas, Jorgito, desde los huevos hasta la punta, a ver qué tal sos con la lengüita…

-Sí, señor Miguel Ángel, como usted diga… -y me apliqué a cumplir la orden. Sus huevos olían bien y estuve lamiéndolos un ratito, contento de oír como gemía y me alentaba: -Ahhh… ahhhhh… así, Jorgito, ¡así!... aaahhhhhh…

Orgulloso y muy caliente empecé el ascenso del tronco duro y palpitante, alternando lamidas lentas con otras rápidas y repetidas en el mismo lugar hasta que por fin llegué al glande y después de lamerlo un poco oí una nueva orden: -Ahora tragala, nene… tragala y chupá…

Tragué y chupé sintiéndome loco de placer con ese pene en mi boca y el del señor Enrique dándome y dándome por el culo. Después los orgasmos casi al mismo tiempo y yo otra vez lleno de semen en esa noche maravillosa que estaba lejos de terminar.

(continuará)

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