Nuevos relatos publicados: 13

El severo castigo de mi vecina

  • 15
  • 14.160
  • 8,93 (43 Val.)
  • 0

Subí las escaleras a trompicones, apenas me tenía en pie, estaba demasiado borracho para mantener el equilibrio. Subía cantando en voz alta una vieja canción que habla de sexo, drogas y rock and roll. Me agarraba a la barandilla con una mano e intentaba subir las escaleras sin caerme, algo que resultaba realmente difícil. Había estado toda la noche bebiendo, bailando y fumando más de lo que el cuerpo puede aguantar. la resaca del día siguiente iba a ser bestial pero que me quiten lo bailado como dice el refrán. A duras penas llegué al tercer piso, hice una pausa y comencé a reírme a carcajadas delante de la puerta de mi insoportable vecina. ¡¡Que diría si me viese en este estado!!!, se escandalizaría y comenzaría a gritarme. Me paré frente a su puerta y en un momento de rebeldía y más bien por los efectos del alcohol se me ocurrió la brillante idea de aporrear su puerta y comenzar a reírme de ella llamándola de cualquier forma inapropiada que se me ocurría en el momento.

—vieja foca, bola de billar, vieja bruja. ... —Seguía aporreando su puerta y riéndome a carcajadas yo solo.

La puerta no tardó mucho en abrirse. En el umbral apareció mi vecina. Una mujer de más de cincuenta años, rellenita, ancha de caderas y de carácter realmente terrible que se pasaba la vida criticándome y refunfuñando cualquier cosa que hiciese que fuese contra sus principios. En fin, una vecina que cualquiera de nosotros puede tener en su vecindad y que nos detesta con toda su alma intentándonos hacer la vida imposible. Apareció en la puerta vestida con un camisón blanco y con sus enormes rulos puestos en la cabeza.  Comencé a reírme sin parar al contemplarla vestida de aquella guisa, era una perfecta ”maruja”. Continué para mi diversión faltándola al respeto delante de sus narices mientras ella me contemplaba de forma pasiva con una mirada laser de odio que casi me atravesaba.

Agoté toda la paciencia que pudiese tener mi detestable vecina, despertándola a altas horas de la noche y burlándome a carcajada suelta de ella completamente borracho. La señora me agarró de la muñeca de mi mano con cara de pocos amigos y me empujó al interior de su casa.  Casi me caigo de bruces debido al repentino empujón y al estado de embriaguez en el que me encontraba. Me dejé llevar por la situación, era conducido y agarrado por mi muñeca al interior de su casa, me tropezaba con todo sin parar de reírme, era una situación muy divertida. Estaba deseando conocer cuál sería el desenlace de esta pequeña aventura en el interior de su casa. ¿me llevaría al interior de la ducha con agua fría? ¿me regañaría como si todavía fuese un adolescente? jajaja.

Era completamente divertido ver a mi vecina tan enfadada y enrabietada mostrando su odio hacia mí. No podía parar de reírme de mi vecina y lanzarla cualquier improperio que se me ocurría con mi legua suelta.

Me condujo agarrado por mi muñeca hasta el salón de su casa y solo recuerdo que me tumbó sobre algo duro, creo recordar que era una mesa y en apenas unos segundos me quede dormido debido a mi estado ebrio. Estaba tan cansado y borracho que me quedé completamente dormido roncando a pierna suelta sobre aquella superficie dura.

El tiempo transcurrió sin darme cuenta de nada, Caí dormido profundamente ajeno a todo cuanto sucediese a mi alrededor. Mi cuerpo ya no aguantaba más el exceso de alcohol y quede casi inconsciente. Los rayos de luz cegadores que entraban por la ventana me despertaron. La cabeza me dolía horrores debido a la resaca. Tras un momento de confusión empecé a recordar todo, la noche anterior había bebido demasiado. Fui a incorporarme realizando un gran esfuerzo debido a mi lamentable estado y comprobé que no podía moverme. Abrí los ojos de sopetón y comprobé como me encontraba tumbado bocabajo sobre una mesa baja de madera de salón. Mis muñecas estaban atadas cada una a una pata de la mesa y mis tobillos corrían la misma suerte. Un momento, me encontraba completamente desnudo. ¿Quién me había atado y desnudado? Mi sorpresa fue en aumento cuando descubrí que llevaba un collar grueso de perro alrededor de mi cuello y este estaba sujeto con un candado a una pequeña argolla de la mesa.  ¿Cómo había llegado a esta situación? Comencé a recordar todo, esto había sido obra de mi detestable vecina.

Intenté desatarme con todas mis fuerzas, pero fue inútil, las cuerdas apretaban bruscamente mis manos y pies a las cuatro patas de la mesa. La presión de las cuerdas era intensa, apretaban y mordían mi piel sin piedad. El collar estaba firmemente sujeto a la argolla y me impedía ladear o mover la cara.  Transcurridos unos minutos desistí de intentar desatarme, era imposible, había sido atado a conciencia. Los nudos no cedían y la cuerda me producía un fuerte dolor que aumentaba según me iba despertando. ”Aaaahhhhh”" Aaaaaaahhhh” me quejé airadamente por la fuerza con que estaba atado e inmovilizado.

La culpable de mi situación hizo acto de presencia en el salón de la casa donde me encontraba atado.  El collar que rodeaba mi cuello sujeto a la mesa me impedía levantar la mirada. El perverso invento de la argolla y el collar solo podía ser obra de mi detestable vecina. Hice un gran esfuerzo levantando la barbilla y comprobé como mi vecina me miraba de forma impasible con el rostro muy serio. Su cara delataba un terrible enfado y odio hacia mí.

—Veo que por fin has despertado —Ironizó la señora.

—Suéltame inmediatamente —La reproché furioso.

—No estás en condiciones de exigir nada. Si no te has dado cuenta quien manda aquí soy yo. Veremos si ahora eres tan valiente y te atreves a insultarme y faltarme al respeto como hiciste anoche —Contesto la señora subiendo el tono de voz ante mis continuas exigencias para que me soltara.

—vieja foca, bola de billar, vieja bruja. ... —Repetí de forma muy chulesca todos los improperios que la dediqué la noche anterior. No iba a doblegarme o asustarme ante aquella mujer.

—Vas a lamentar haberme faltado al respeto, te prometo que nunca más volverás a hacerlo.  Vas a arrepentirte de haberlo hecho -.  Me respondió con un tono de voz muy amenazante.

La señora plantada frente a mí enormemente enfadada dio la vuelta y se marchó de la habitación. Contemple mientras se marchaba sus robustas piernas y pantorrillas que asomaban por debajo de su camisón.  Regresó al instante y pude observar que seguía con sus rulos puestos en la cabeza. ¡¡¡Era una autentica maruja sin ningún tipo de glamur!! Se detuvo a unos pasos de la mesa donde me encontraba inmovilizado y me llamo mucho la atención algo que agarraba en una de sus manos. Sujetaba por el extremo unos sucios y apestosos guantes de goma de fregar. Eran los guantes con los que cada mañana fregaba y tiraba la basura. ¡¡¡que pretendía hacer con ellos!!! Alcé la vista con dificultad debido a mi molesto collar para observar que pretendía y me asusté al comprobar cómo se estaba enfundando en las manos sus guantes de goma amarillos domésticos hasta el codo. Me miraba fijamente esbozando una pequeña sonrisa en su rostro al ver mi cara de sorpresa y oler mi miedo. Pausadamente se ajustó los guantes a ambas manos, la quedaban muy ceñidos en sus robustos brazos y con dificultad logró enfundárselos en ambas manos hasta quedar bien ajustados. ¡¡¡que pretendía, estaba aterrado!!! Si deseaba provocarme miedo enfundándose los guantes lo había conseguido sobradamente.

Se acercó a mí con sus manos enguantadas y me soltó dos tremendas bofetadas en la cara, plaaaaaffff plaffff.  La goma de su guante chocó fuertemente en mi cara, dejando bien rojo mi rostro y completamente humillado. Me ardía el rostro debido a sus tremendas bofetadas.

—Vas a lamentar haberme insultado. Voy a hacértelo pagar muy caro.  Te advertí que un día recibirías tu merecido y siempre cumplo lo que prometo —Me replicó la señora mientras se ajustaba de nuevo sus guantes y se preparaba para abofetearme de nuevo. plaaaaffff plaaffff.  Volvió a humillarme estampando su guante en mi cara y dejando mi cara con un fuerte escozor.

—ahhhhhh ahhhh —Me queje airadamente por el dolor de sus bofetadas.

Metió su mano por debajo de su falda bajo mi mirada y se bajó sus bragas por las rodillas hasta sacarlas por los tobillos. Se acercó hasta colocarse frente a mi cara y agarrando sus bragas echas un ovillo en su mano enguantada dirigió su tono de voz amenazante hacia mí:

—Te prometo que no vas a volver a insultarme ni faltarme al respeto nunca más.  vas a permanecer calladito y con la boca cerrada mientras te enseño como debes tratarme — Su tono de voz me causó un gran pánico, estaba muy asustando sin saber que pretendía.

Su mano izquierda enguantada atenazó fuertemente mi nariz sin poder oponer resistencia alguna por mi parte. Al instante me faltaba el aire y la goma de sus dedos continuaba cerrando mis fosas nasales, no podía respirar provocando astutamente de esta perversa forma que abriese la boca para coger aire. Su mano derecha agarraba echas un ovillo sus sucias bragas. Abrí la boca y encontré su mano forzando sus bragas al interior de mi boca. Empujó con sus dedos sus apestosas bragas sin cesar en su empeño hasta que entraron por completo inflando mi boca. Un sabor rancio inundo mi boca, sabían de forma detestable, aquello era realmente humillante y deshonesto. Indefenso y humillado contemplé como agarró un rollo de cinta americana y pegó el extremo en mi boca, comenzó a dar vueltas con el rollo sobre mi boca y cabeza asegurándose que no pudiese escupir su mordaza. Rodeó mi boca y cabeza una y otra vez con la cinta americana hasta quedar satisfecha. Pasó su mano sobre la cinta para que pegase por completo a mi boca quedando así fuertemente amordazado.

Intenté escupir la mordaza, pero era imposible, estaba bien sujeta y no lograría quitármela por más que lo intentase. El detestable sabor de sus sucias bragas era repugnante y nada podía hacer para evitarlo, no dejaba de saborearlo una y otra vez. Traté de gritar y pedir ayuda, pero al igual que repugnante era eficaz su mordaza, no se escuchó ni un murmullo. Me sentía completamente humillado e impotente, no podía escapar de sus garras, era un muñeco bajo su control absoluto.

—plaaaaaafffff, plaaaaffffff, plaaaaafffff —Me abofeteó duramente sin compasión.

—Ves¡¡ ahora está mucho mejor, no tengo que aguantar más tus quejas —plaaaaaafffff. Volvió a abofetéame como un auténtico pelele.

Mi vecina se acercó a un lado de la estancia y agarró algo que en un principio no sabía que era, solo escuche un zumbido. Volví a levantar la mirada con gran esfuerzo y comprobé como la señora agarraba con su mano enguantada una fina vara de madera. Blandía al aire la vara produciendo así un sonido semejante al zumbido de una avispa. Quedé aterrado al comprobar cómo se acercaba hacia mí con ella en la mano.

—Ahora te voy a castigar duramente como te mereces, te aseguro que cuando termine me suplicaras perdón desesperadamente. — Se regocijó observando el miedo reflejado en mis ojos. ¡¡¡Quería azotarme con la vara!!! Intente de nuevo liberarme, pero era incapaz, gritar también era imposible. Tuve que aceptar que nada ni nadie podría salvarme de su castigo.

Levantó su mano y escuché un fino zumbido antes de descargar la vara de madera sobre mi culo. Zaaassssss.  Sentí un fuerte aguijonazo sobre mi piel. Vi las estrellas literalmente y sentí un fuerte dolor y escozor.  Mi grito quedó silenciado por mi mordaza, ni siquiera disponía de la voluntad de quejarme o gritar, solo aguantar mi dolor silenciosamente entre mi mordaza.

Zaaaaassss. Zaaaasssss volvió a azotarme con dureza sobre mi trasero. Eran terriblemente dolorosos sus azotes. Me ardía el culo como un brasero ardiente. Sentía unas ganas incontrolables de gritar, llorar y sobre todo suplicar piedad.

Zaaasssss, zaaaaasssss, zaaaassss. Mi vecina no cesaba de azotarme duramente una y otra vez sin cesar el ritmo.  La azotaina era insoportable, me azotaba cruelmente con su vara de madera de forma estricta sin ningún tipo de compasión. Sus azotes seguidos y con ritmo me provocaban un dolor intenso.  Por favor que paré ya pensaba en mi interior, pero la señora no dejaba de azotarme una y otra vez. Zaaassss zaaassss.

No tardé en echarme a llorar debido al dolor que me producía su vara. Mi llanto hizo sonreír a mi vecina, sintió una gran satisfacción viendo como sufría su castigo. Se detuvo y su guante tiró fuertemente de mi pelo:

—Ahora no eres tan chulo verdad?, solo eres una llorona.  Aprenderás la lección te lo aseguro, te azotaré hasta que lo crea conveniente. De hoy en adelante me trataras con mucho respeto y me obedecerás sin rechistar en todo cuanto te ordene — Soltó mi pelo, tiró del extremo de sus guantes ajustándoselos a sus dedos y continuó su labor azotándome.

¿Cuánto tiempo transcurrió? Para mí fue una eternidad. No paró de azotarme una y otra vez hasta dejarme el culo ardiendo y bien marcado. Mi llanto no la detuvo, no sintió ningún tipo de compasión hacia mí, su odio era infinito. Nunca había imaginado que podía detestarme tanto. Ella llevaba razón de ahora en adelante las cosas serían distintas, me había dejado bien claro quién mandaba. Su azotaina duró 15 o 30 minutos, perdí la noción del tiempo. La resaca se me quito por completo, fue un método infalible. No volvería a faltarla al respeto nunca más, me había dado razones de peso.

Tras una larga azotaina dio por concluido mi castigo, pero solo momentáneamente. Dejó su vara en un lado de la sala y me hablo con un tono muy estricto:

—Ahora te quedarás así hasta que a mí me apetezca, cuando esto suceda regresaré y me suplicaras perdón, por tu bien que sea sincero de lo contrario no tendré ningún inconveniente en volver a empezar a azotarte — Me asustó de forma contundente. No estaba dispuesto a soportar otra azotaina. Había sido un suplicio y no deseaba que volviese a suceder.

Se quitó sus guantes ceñidos a sus manos y se los guardó en el bolsillo de su falda por si volvía a necesitarlos. Antes de marcharse me dirigió unas palabras : 

—reflexiona sobre tu comportamiento y cómo vas a suplicarme perdón. Espero que cuando regrese te disculpes antes mi por tu comportamiento de lo contrario tendré que seguir castigándote —Tragué saliva por el miedo que me produjo.

Se marchó de la habitación y me quedé en la sala inmovilizado sin poder mover un solo musculo de mi cuerpo y con mi repugnante mordaza.  Rápidamente me puse a pensar como suplicaría perdón y que palabras usaría. Mi trasero dolorido me incentivaba a pensar sobre mis palabras de disculpa. Mi vecina llevaba razón aprendería modales. Estaba deseando suplicarla piedad y humillarme ante ella para que me perdonara.

Me dejó en aquella situación mucho tiempo. Se tomó su tiempo, no tenía ninguna prisa, era consciente que estaba pasándolo realmente mal en aquella posición tan incómoda.  Tenía dolorido todo mi cuerpo y mi cabeza no dejaba de pensar una y otra vez como iba a suplicar a la señora su perdón. Permanecí encerrado, atado y amordazado varias horas hasta que mi vecina regreso de nuevo a la habitación. Portaba un vaso de agua en su mano y se acercó hasta mi:

—Tienes sed ¿verdad? —Contesté afirmativamente con la cabeza.

La cruel señora me quitó mi mordaza y acercó el vaso de agua a mi boca. Bebí rápidamente debido a mi sed y agradeciendo su gesto de generosidad.

Pluuuufffffffff. Escupí el agua que me ofreció. ¡¡¡¡Era agua salada!!! Mi vecina comenzó a reírse a carcajadas observando mi cara.

—Si quieres agua tienes que ganártelo. ¡¡Pídeme perdón!! —Me recriminó burlándose de mi con el vaso de agua en su mano y una sonrisa en su rostro.

—Por favor señora suplica su perdón. No volveré nunca jamás a faltarla al respeto. Haré cuanto me pida. No la desobedeceré nunca ma. Por favor suélteme, no lo haré más —Me humillé y la supliqué perdón desesperadamente. Sus promesas se habían cumplido, la suplicaba perdón y me rendía a sus pies. Ella había vencido haría cuanto quisiera, no volvería a faltarla al respeto nunca más.

—Todo eso ya lo sé que lo harás, no hace falta que me lo digas. Se perfectamente que a partir de ahora me obedecerás sin rechistar en todo. Tus suplicas no me convencen, son fingidas y no sinceras. Tendré que seguir castigándote hasta convencerme —Mi estricta vecina sacó sus guantes de goma del bolsillo de su falda y comenzó a ajustárselos de nuevo en ambas manos. Una vez terminó de enfundarse sus guantes se acercó a mí y agarró de nuevo la repugnante mordaza.  Cerró mi nariz con una mano y nuevamente volvió a introducir sus apestosas bragas en mi boca quedando nuevamente amordazado. Agarró de nuevo su vara de madera y me habló de forma muy estricta:

—Bien, Tendré que seguir insistiendo en tu castigo hasta que me supliques perdón como me merezco. Te prometo que esta vez seré mucho más dura, lo de antes solo eran caricias —Levanto su mano y de nuevo volvió a azotarme una y otra vez sin tener ningún tipo de piedad. Lamenté verdaderamente mi falta de respeto hacia mi vecina. Nunca más volvería a hacerlo lo prometo. Os aseguro que no pude sentarme durante una buena temporada.

Zaaaaasssss.

FIN.

Para cualquier comentario [email protected]

(8,93)