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Socios

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Aquel día sería especial para mí, firmaría en casa de Juan, un chalet en la sierra de Madrid, mi entrada como socio en el negocio. Me había costado varios años de trabajo conseguirlo, era mi meta y por fin se hacía realidad.

La Sociedad iba muy bien económicamente y el trabajo me gustaba, aunque era muy duro y en ocasiones mi mujer y yo teníamos que soportar situaciones difíciles, yo llegaba tarde a casa o estaba de viaje, pero el dinero y los pequeños lujos que nos permitíamos lo recompensaba. Juan y Luis, los dueños, me propusieron hacerme socio, aunque eso sí, me dijeron que tenía que pagar un precio "especial", que me dijeron se haría efectivo esa misma noche, durante la firma.

Al llegar a su casa vimos dos lujosos coches en la entrada, Susana, mi mujer, me sonrió. Los dos comentamos que dentro de poco tendríamos un coche así. Susana estaba impecable, su pelo moreno y rizado, sus ojazos, sus labios sensuales, llevaba un vestido para la ocasión que permitía ver toda su espalda y que escondía duras penas sus tetas por delante, sin sujetador, claro, el vestido lo requería. Y debajo... bueno yo sabía que debajo sólo llevaba un minúsculo tanga negro, unas medias de encaje rematadas por unos zapatos negros de tacón, alto, muy alto, estaba deliciosa.

Al llegar nos abrió la puerta Juan, tenía 45 años, muy bien físicamente, hacía mucho deporte. Entramos al salón y nos saludaron Irina, Sonia y Luis. Todos íbamos de etiqueta, la ocasión lo requería. Sonia era la mujer de Luis, iba de pelirroja y a sus 40 años estaba muy buena. Irina, era la mujer de Juan, era de algún país del este, no recuerdo cuál, y se conocieron en un pase de modelos, ella era mucho más joven que su marido y bueno, siendo modelo, era preciosa, rubita, delgada pero con un par de buenas.

Después de las presentaciones y un breve aperitivo nos sentamos a cenar, una cena deliciosa, que el servicio de Juan había preparado para la ocasión. Después de cenar pasamos a otro salón donde Luis sirvió unas copas después de despedir al servicio.

Entonces Juan tomó la iniciativa:

- Tomás, ha llegado el momento de que entres a formar parte de nuestra sociedad, que seas uno de nuestros socios y que disfrutes de los beneficios que esta nueva posición te proporcionará...

Susana y yo nos miramos con una sonrisa a cómplice, por fin había llegado el momento.

- ...Pero claro, -siguió Juan- también tendrás tus obligaciones y la primera de ellas tendrás que cumplirla esta noche.

Le sonreí y le dije:

- Por supuesto, dime qué debo hacer...

- Esta noche debes entender que tanto tú como Susana debéis entregaros a la Sociedad. Que la sociedad es lo más importante para todos, como hacemos Luis y yo con nuestras respectivas mujeres...

Juan hizo una seña a Sonia para que se acercara, Sonia era la mujer de Luis. Esta se acercó a él y Juan le dio un beso en los labios y con una de sus manos la empezó a acariciar la espalda, bajando su mano hasta su culo, en el cual se entretuvo un buen rato mientras nos miraba a Susana y a mí.

- Ahora Tomas -seguía hablando Juan- debes entregarnos a tu mujer...

- ¿Qué? -contesté yo...

- Sí -siguió Tomas- esa es nuestra condición para entrar en la Sociedad, debéis entrar a formar parte en cuerpo y alma, sin esconder nada para nosotros y compartiéndolo todo con nosotros, igual que hacemos Luis y yo, ¿ves?

Giré la cabeza y vi cómo Luis estaba tocando las tetas de Irina por encima del vestido, Irina era la mujer de Juan, y ella seguía de pie a su lado, sonriendo. Luego le desabrochó la blusa y empezó a besar sus enormes tetas por encima del sujetador.

Miré a Susana, estaba embobada, creo que el vino de la cena le estaba afectando porque en otras circunstancias se hubiera levantado y se hubiera marchado. Yo estaba alucinado, me estaban pidiendo que les entregara a mi mujer para sus caprichos sexuales a cambio de ser socio, lo que siempre había querido, una oportunidad única para vivir con desahogo el resto de nuestras vidas. Pero aquello era una humillación, un chantaje, por un momento volví a la realidad y me dirigí a Juan dispuesto a decirle cuatro cosas.

- ¿Y bien? -dijo Juan al verme acercarme a la vez que desplazaba los tirantes del vestido de Sonia hacia sus hombros y los dejaba caer, el peso del vestido hizo el resto. El vestido cayó al suelo y Sonia quedó a escasamente un metro de mi sólo con su sujetador y braguitas de encaje de negro.

- Esto -seguía hablando Juan- sería parte de tu remuneración. ¿Te gusta?

Y según decía esto le quitó el sujetador a Sonia dejando libres sus tetas, dejó caer el sujetador al lado del vestido y amasó con sus manos las tetas de Sonia.

Me quedé helado, aquello no tenía sentido. Disfrutar de aquellas dos mujeres era una tentación irresistible, pero a cambio tenía que permitir que aquellos dos hombres, mis jefes, disfrutaran de ella y además, delante de mí.

No sabía qué decir ni que hacer, tenía dos tetas delante de mí pidiéndome que me las comiera, miré al otro lado y vi a Luis con la mujer de Juan en situación parecida, con la blusa desabotonada y abierta y las tetas por encima del sujetador, veía cómo Luis apretaba y pellizcaba los pezones de Irina, y ésta me miraba con una sonrisa lujuriosa.

Susana seguía sentada mirando a Luis e Irina, con la boca abierta. Yo no sabía qué hacer, pero me decidí, me lo iba a jugar todo, al fin y al cabo Susana no decía nada y yo quería ser socio a toda costa y encima podía disfrutar de aquellas dos preciosidades.

Me dirigí al sitio de Susana y la cogí de la mano, me dirigí con ella hacia donde estaba Juan y le dije:

- De acuerdo, pero...

- No hay "peros"- dijo Juan- con todas las consecuencias, ¿aceptas?

- Acepto -contesté.

Susana no dijo nada, aquella situación de morbo y excitación pareció embrujarla. Simplemente se dejó llevar hasta donde estaba Juan y cuando extendí mi brazo para entregarla a Juan sólo me miró un momento a los ojos, y se giró. Me sentí muy mal cuando hice aquello pero la sensación desapareció cuando Sonia se acercó a mí cogió una de mis manos y la llevó a sus tetas, la puso encima de una de ellas y me pidió que la tocara.

Yo estaba todavía pendiente de lo que sucedía con Susana, Juan la cogió por la cintura y la hizo girar, contempló despacio todo su cuerpo de arriba a abajo y llamó a Luis.

- Luis acércate, vamos a estrenar a esta putita.

Luego se dirigió a mí y me dijo:

- Mira cómo va a disfrutar tu mujer...

Susana, seguía sin decir nada, sin duda si alguien la hubiera llamado "putita" en otras circunstancias le hubiera dado un guantazo pero aquella noche no, simplemente se dejaba hacer.

Juan estaba de pie enfrente de ella sujetándola por la cintura, Luis se acercó por detrás y la empezó a besar en el cuello, yo sabía que aquello excitaba mucho a mi mujer, los besos y las caricias en el cuello la volvían loca. Mientras la besaba el cuello Luis desabrochó el nudo que ataba el vestido de Susana a su cuello y lo dejó caer, cayó hasta el suelo y casi semidesnuda delante de ellos. Juan subió sus manos hasta sus pechos y los empezó a acariciar, mientras Luis seguía besando su cuello mientras acariciaba su culito con ambas manos.

Mientras yo seguía con una mano en una de las tetas de Sonia e Irina se había acercado a nosotros, sentí como Sonia cogía mi otra mano y la ponía encima de su otra teta y me ayudaba a masajearlas:

- Olvídate de ella -me decía Sonia- y disfruta del momento, ella lo va a pasar genial, igual que tú.

Irina mientras tanto había empezado a desabrocharme la camisa, pero no podía Apartar los ojos de Susana Juan ahora estaba comiéndole los pezones y Luis se había agachado para quitarle el tanga, vi cómo lo deslizó por sus muslos, bajándolo hasta los pies, le levantó los pies sucesivamente hasta que se lo quitó por completo y después lo olió. Olió el perfume más íntimo de mi mujer, que hasta ese momento era solo mía.

Tuve que cambiar la atención porque Irina ya me había quitado los pantalones y estaba tocándome la polla, ya la tenía erecta, me desnudó por completo y me apoyaron de pie con mi espalda contra la pared. Irina se agachó y empezó a chuparme la polla, Sonia también se agachó y la acompañó en la mamada, por unos instantes perdí la noción de dónde estaba.

Tenía dos mujeres chupándome la polla mientras dos hombres estaban comiéndose a mi mujer. Sonia e Irina estaban haciendo un excelente trabajo, me estaban poniendo a cien con sus bocas y yo estaba a punto de correrme, aquello no era normal para mí, demasiada excitación.

Levanté la vista y vi a Susana tumbada encima de una mesa, abierta de piernas, con la cabeza de Juan entre sus piernas, sin duda comiéndole su coñito mientras Luis se dedicaba por entero a sus tetas, tenía una de ellas metida en su boca y la otra agarrada con una mano.

Aquella visión fue demasiado para mí y empecé a correrme en la boca de Irina, sin duda ella estaba acostumbrada porque no hizo nada por apartarse, al contrario, se metió más mi polla en su boca y empezó a pajearme con una mano, mientras con la otra, me tocaba los huevos. Sonia estaba a su lado viendo cómo Irina hacía aquel excepcional trabajo.

Descargué todo lo que tenía dentro de mí en su boca y cuando acabé vi lo que me temía, habían puesto a Susana al borde de la mesa, Juan estaba de pie en el borde mientras Luis tenía su polla a la altura de la cabeza de Susana que esta giraba para recibir aquel miembro erecto en su boca. Primero Luis metió su polla en la boca de mi mujer, aunque realmente fue ella la que se tragó aquel miembro y después Juan empezó a follarse a mi mujer, mientras Irina se dedicaba a limpiarme con esmero la polla y Sonia estaba lamiendo los restos de semen que Irina no había podido tragar y que le caían por la barbilla y las tetas.

Juan empezó a embestir a Susana de forma frenética por detrás, a cada embestida podía ver cómo las tetas de Susana botaban adelante y atrás y cómo tenía que hacer enormes esfuerzos para impedir que la polla de Luis se le saliera de la boca, yo pese a haberme corrido seguía empalmado, cosa no habitual en mí, que tardo bastante en recuperarme, pero desde luego nunca había estado en una situación así de excitante y mi polla erecta era testimonio de ello.

No sabía qué me excitaba más, si ver a mi mujer siendo follada por otro hombre mientras ella la chupaba la polla otro o ver a dos mujeres comiéndome la polla. Decidí centrarme en las dos mujeres, aunque no me dieron mucha opción, se levantaron y me cogieron cada una de una mano, fuimos andando con mi polla todavía erecta hasta un sofá, donde Irina y Sonia se quitaron simultáneamente las bragas, el coñito de Irina estaba depilado casi en su totalidad, dejando sólo un pequeño triangulo rubio mientras que el de Sonia era moreno y sin depilar era un contraste delicioso.

Irina, se sentó en el sofá y se abrió de piernas, Sonia no se hizo rogar y se puso de rodillas entre sus piernas poniendo su cabeza a la altura de su coño, a la vez que sacaba su lengua y empezaba a comerse aquel delicioso coñito.

En ese momento unos gemidos que me resultaban familiares me hicieron girarme y vi cómo Juan estaba dándole muy fuerte a Susana, parecía que la iba a romper, Susana se había sacado la polla de Luis de la boca y la agarraba con una mano, mientras que con la otra se pellizcaba los pezones, sin duda se estaba corriendo la muy zorra. Mi mujercita en manos de dos hombres estaba consiguiendo un orgasmo escandaloso, conmigo desde luego no era tan fogosa.

Entonces oí decir a Juan que llegaba su turno, aceleró todavía más sus embestidas y empezó a gritar, se estaba corriendo dentro del coño de mi mujer, me quedé mirando, atontado pensando lo que estaba sucediendo pero una mano que se agarró a mi polla me hizo volver a mi situación, era Sonia que levantando su boca del coño de Irina me dijo:

- Ayúdame a darle placer...

No pude negarme, bajé mi boca hasta el coño de Irina y empecé a comérmelo, estaba ya todo húmedo debido al excelente trabajo de Sonia, que se sentó al lado de Irina, levantó su pierna izquierda y la pasó por encima de la de Irina, quedando completamente abierta de piernas. Levanté la vista y cómo la mano de Irina empezaba a jugar con el coño de Sonia. Tenía delante de mi dos coñitos, uno moreno sin depilar y otro rubio depilado, era un sueño hecho realidad.

Continué dándole placer a Irina, devolviéndole los maravillosos momentos que me había hecho pasar y sentí cómo sus manos se agarraban a mi cabeza y no me dejaba casi respirar, se estaba corriendo, sentí sus contracciones en los músculos de sus muslos, cómo me apretaba, cómo me agarraba del pelo y apretaba a la vez mi cabeza contra su coño hasta que empezó a relajarse y otra mano me agarró la cabeza y me dirigió directamente contra el velludo coño de Sonia, empecé a comérselo mientras un dedo de Irina jugaba con su clítoris, en ese momento volví a escuchar los gemidos de Susana, levanté la cabeza un segundo y vi que había cambiado de posición. Ahora estaba de pie doblada hacia delante contra la mesa, en la cual se había tumbado Juan, y le estaba comiendo la polla con la boca mientras que con sus brazos apoyados en la mesa intentaba sujetarse de las embestidas que Luis le estaba dando por detrás. Bueno, realmente no estaba comiéndose la polla de Juan, porque éste le estaba sujetando la cabeza y estaba bombeando su polla dentro de la bocaede mi mujer, se la estaba follando literalmente por la boca, que dado el tamaño de la polla de Juan y viendo cómo desaparecía dentro de la boquita de mi esposa le debía estar llegando hasta la garganta, aunque aún así sus ahogados gemidos de placer se oían.

Mientras tanto Sonia me recordó que tenía un coño que comerme y volví al ataque, cuando levanté la vista vi a Irina encaramada encima poniéndole el coño a la altura de Sonia que se dedicaba a comérselo mientras que le metía un dedo por el culo.

Así estuvimos un buen rato hasta que noté cómo Sonia se corría en mi boca, era delicioso saborear sus jugos, cuando acabó me levanté y miré otra vez hacia donde estaba Susana, me acerqué para ver mejor lo que ocurría y me volvió a sorprender lo zorra que era mi mujer y lo callado que se lo tenía. Estaba relamiendo y chupando la corrida de Juan en su boca y tenía las comisuras de los labios llenos de semen, aparte de que en su barbilla quedaban también restos de la corrida de Juan, cuando me acerqué Luis empezó a correrse, también dentro de ella y Susana le acompañó, era una imagen indescriptible ver a tu mujer correrse con la polla de otro hombre y restos de semen en su boca.

Decidí que lo mejor era que mi polla también conociera otro coño y me fui a por Irina, la puse a cuatro patas sobre el sofá y se la introduje entera de un fuerte golpe, la muy zorra gimió cuando se le metí y me pedía más y más, que le diera más fuerte. Mientras Sonia de rodillas en el suelo, jugaba con nosotros, tocaba las tetas de Irina con una mano y con la otra o bien metía un dedo en el culo a Irina o me tocaba los huevos a mí, después de unos minutos en esa posición Sonia se puso también a cuatro patas al lado de Irina y me pidió que me la follara a ella, estuve cambiando de coñito unas cuantas veces hasta que Irina y Sonia se corrieron un par de veces cada una, yo decidí correrme en el coño rubio de Irina y así lo hice, quedamos los tres sentados en el sofá jugando con mis dedos en los coños humedos de Sonia e Irina.

Mientras Luis y Juan seguían acariciando el cuerpo de Susana que estaba agotada y llena de semen.

Así fue como entre a formar parte de aquella Sociedad que despertó en nosotros una fuente inagotable de sensaciones inéditas hasta entonces para nosotros.

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