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El deseo

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Paula, la dieciochoañera de la que estaba locamente enamorado... Su físico despampanante me absorbía, no podía pensar en otra cosa que no fuese en darla placer, que gimiese conmigo hasta que llegase el momento del profundo orgasmo y gritase.... Ooooooh ooooooh. 

Acababa de llegar a la playa en Valencia, ella estaba ahí, en el apartamento de enfrente, me esperaba. Llegó la noche y lo único que pudimos hacer fue besarnos. Sentí la frescura de sus labios, pero lo más sensual y que me puso cachondo fue sentir la fricción de nuestros labios y nuestra lengua. Al día siguiente teníamos la casa para nosotros solos, había que aprovecharla.

Subió, la besé, parecía que nos queríamos comer. La desabroché la blusa y vi entonces ese sujetador de encaje, lo desabroché y pude observar sus pechos. Los pezones estaban erectos, solo quería tenerlos en mi boca, los lamí con extremada delicadeza, parece que la gustaba. Pasé a desabrochar el botón de su pantalón, lo bajé y allí me encontré su tanga húmedo a la zona de su sexo. Cuando vi ese tanga mi erección era máxima, entonces Paula decidió quitarme todo. Estábamos desnudos el uno frente al otro. Me tumbé y la empecé a lamer el clítoris, cada vez gemía más alto hasta que llegó a ese orgasmo. Mi pene estaba erecto, lo cogió y lo chupó hasta que notó que venía mi orgasmo me masajeó el pene con sus tetas, mi corrida fue tremenda. 

Cogió el condón y me lo puso. La puse a cuatro patas y no paré de darla. El polvo estaba siendo magnífico, espléndido, sobrecogedor. Estábamos fundidos los dos en uno y llegamos a ese orgasmo, nuestros gemidos lo decían todo. Oooooh, oooooh, oooooooooooh. Caímos redondos sobre la cama y nos besamos... 

—Paula, me ha encantado, no sabes las pajas que me he hecho durante este tiempo pensando en ti —la dije.

—Bueno, yo anoche también me toqué, necesitaba tenerte dentro —contestó.

Se me estaba poniendo tiesa otra vez así que me la volvió chupar. Frotaba su lengua con mi glande mientras se la metía entera. ¡Que placer! Me corrí en su boca. Pasamos al cunnilingus, sus labios y su clítoris estaban tan apetecibles que no hice otra cosa que lamer hasta que ella se corrió. 

Me volví a poner un condón, pero esta vez la dije que, si por el ano y ella dudaba, pero finalmente accedió. No estaba a cuatro patas, estaba tumbada boca abajo con las piernas abiertas, es más, se podía apreciar una ligera distancia entre los labios de su sexo. Mientras tanto, mi pene erecto apuntaba hacia allá, la penetración era inminente... Al principio la dolió un poco pero luego nos volvimos a fundir en uno y gozamos. Mi pene estaba en su ano, pero mis dedos masajeaban su estrechito, pero abierto coño. Al rato, el orgasmo llegó, ooooooh. Nos dimos un beso eterno, y decidimos que eso habría que hacerlo otro día, acabamos reventados. 

Gracias y espero seguir contando más historias mías con Paula.

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