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Haciendo travesuras

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Un día más vienes a recogerme para ir a casa de tus padres a comer.

Por la tarde tengo que estudiar porque al final de la semana hay un examen importante.

Después de comer nos vamos a tu habitación como de costumbre a descansar antes de llevarme a la biblioteca.

Hace mucho calor por lo que llevo una falda muy corta.

El hecho de rozarte en mi cuanto quieres y el estar tus padres dos habitaciones más allá propició que tu polla empezase a crecer como nunca a pesar de que yo no había hecho nada para ayudar.

Me apetecía dormir un rato antes de irme a romper la cabeza con problemas de automatismos, pero aun así preferí ser buena niña y regalarte una de las mejores mamadas de tu vida.

La saliva recorría toda tu polla de arriba a abajo y cada vez que me la metías en la boca más caía sobre ti.

Con la excitación que tenías me cogiste del pelo y me llevaste contra la puerta.

Me colocaste mirando hacia ella obligándome a hacer fuerza por si alguien entraba, puesto que en tu casa cada diez minutos entra alguien con alguna tontería solo para observar qué pasa.

No me habías masturbado ni con un par de dedos, pero decidiste meter la polla de golpe igualmente.

Aunque visiblemente excitada me dolió cuando lo hiciste por que la tenías muy dura y grande.

Estuvimos un buen rato así hasta que oímos voces por el pasillo.

Tu padre se metió en su habitación, la cual está entre el baño y la tuya.

Me mandaste vestir y nos fuimos al baño.

Una vez allí me pusiste otra vez de espaldas a ti y me empezaste a follar.

Girabas mi cabeza para obligarme a verme en el espejo de la mampara.

Me sentía como las chicas de todas aquellas pelis porno que vemos juntos, con la falda subida hasta la cintura, unas sandalias con mucho tacón  y el tanga por los tobillos.

Cada poco tiempo me cambiabas de postura aprovechando la visión que te daban los dos espejos, siempre obligándome a mirar directamente o a través de ellos como entraba tu polla en mi coño.

Entraba y salía sin esfuerzo alguno, cada vez más dura y más llena de mis fluidos.

Cuando más excitada estaba paraste.

Yo protesté, pero me cogiste de la garganta para callarme.

Exigiste que me quitase el tanga y que te lo diese, puesto que seguía en mis tobillos.

Cuando te lo di me obligaste a abrir la boca y me lo introdujiste en ella para así volver a follarme.

Con cada embestida apretaba más el tanga entre los dientes, pudiendo saborear el flujo que había en él.

Te veía reflejado en el espejo cogiéndome del pelo con una mano y con la otra apretando el tanga dentro de mi boca.

Estaba encharcada y a punto de correrme cuando paraste.

Me arrodillaste ante ti y empezaste a masturbarte.

Me dijiste que abriese la boca y te corriste sobre el tanga.

Cuando terminaste lo cogiste y me lo pusiste.

Recogimos nuestras cosas y me dejaste en la biblioteca donde estoy escribiendo este relato recordando lo que paso hace unas horas y las ganas que aún tengo de correrme.

En unos minutos tengo clase con el profesor particular de automatismos.

Estoy pensando en guardarme el tanga en la mochila e ir sin el a clase.

Me hare una foto para que veas que voy sin nada.

Salgo a las 8 de clase, esperame en el ascensor del edificio, está lleno de espejos...

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