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Supertanque: Una historia verdadera

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Mirad, lo más sencillo es contar que me la tire como una perra... De hecho, aún a día de hoy todavía no logro entender cómo diablos me metí en ese lío. No es tan sencillo de contar, lo único que sabe la gente de mi entorno es que hubo algo muy turbio con una chica a la que di clases particulares y nunca paso de ahí, y tampoco pienso pasar de... Bueno, ya veremos de donde narices no paso. Anda, que ser las chicas las que queréis escuchar esto... De un tío lo entendería, pero de vosotras, la leche.

Todo empezó a mediados del segundo cuatrimestre en la universidad de mi segunda carrera y teníamos que realizar un trabajo solos o en parejas...

– ¿Hola? ¿Te importa si me siento aquí?

¿Qué me iba a importar? Maldita sea, era un jodido bombón. Alta, con curvas donde tenía que tenerlas, ojos azules, pelo largo y castaño. Una joven capaz de provocar a cualquier hombre tres infartos con sólo verla

– ¿Hay algún chico que rechace tu compañía?

Me sorprendió que no estuviera acostumbrada a los halagos.

– No, no es eso. Es por si consideras que tengo mucha cara si te pido que a partir de hoy hagamos esto juntos.

– ¿Te ha abandonado la compañera y no te ves capaz de sacarlo sola? Nah, no te preocupes, lo tengo dominao...

– Gracias a Dios.

– Dios no tiene nada que ver en esto.

– Dios tiene que ver en todo.

Se besó un crucifijo pequeño de plata que llevaba al cuello.

– Ey, un momento. ¿Eres creyente? No espera, que gilipollez de pregunta... ¿Cómo cuánto de creyente eres?

– ¿Tienes algún problema con ello?

– No, ninguno, salvo que soy un ateo de la hostia, así que a Dios lo vamos a dejar fuera de esto.

– Él no hace las cosas sin una buena razón.

– Él lo único que sabe hacer es una chapuza detrás de otra... en caso de que exista, claro.

– ¿Te ha hecho algo malo? ¿Tienes algún problema con él?

– ¿Qué? No ninguno. No es que le odie, es que no creo en él, y desde luego mucho menos en iglesia. – Y ahora vamos al trabajo, a ver por qué no te ves capaz de sacarlo sola.

– ¿Y qué problema tienes con la iglesia?

Mire incrédulo a sus preciosos ojos. La chica hablaba completamente en serio.

– No quieres seguir por ese camino.

– Estoy preguntando, cuéntame.

– No me deja masturbarme ni tener sexo hasta el matrimonio.

– ¿¡Qué!? ¿¡Eso!?

– Como si fuera poco... Ahora mismo estoy deseando que esto acabe para ir a cascármela, y esta noche de nuevo... pensando en ti, por supuesto.

– Y me lo dice así – afirmó indignada.

– Ey, no mentiras, nada de mentiras... ¿Sigue siendo uno de vuestros mandamientos, no? – Ella simplemente me miraba incrédula. – Si tienes algún problema con ello, las quejas a Dios. Yo lo hago por respeto a ti.

– Pero no puedes utilizar los mandamientos de Dios para decirle a una chica... Para decirle a una chica...

– Que me la voy a cascar pensando en ella. Pues esa es la verdad.

– Exacto, no puedes hacerlo – afirmó rotundamente, como si toda la razón universo estuviera apoyándola.

– Acabo de hacerlo. Y si no te gusta, ahí tienes la puerta. Total, yo voy a aprobar – asegure con suficiencia.

– ¿Cómo puedes ser tan desagradable?

– Gracias a Dios, por supuesto...

– Te estás aprovechando de que no tenga más opciones.

Deje de mirarla a los ojos y me fije en el cuerpazo que se gastaba la chica.

– Bueno es saberlo. Pensaba cobrarte una pasta, pero pensándolo bien, creo que me lo vas a pagar en especias.

Sus bonitos ojos se llenaron de odio.

– ¿Pensabas cobrarme? ¿Piensas...?

– ¿Pensabas que el simple placer de tu compañía me bastaba? – Pregunté con sorna. – No preciosa, el mundo no funciona así. Ya deberías de saberlo. Y si no te gusta, pregúntale a Dios por tus otras opciones. Quizá te responda.

La dejé sumida en sus pensamientos y volví a mis cosas.

– ¿Cuánto piensas cobrarme?

– Pensaba, en pasado. Ahora sólo acepto favores sexuales.

– No puedes estar hablando en serio.

Volví a mirarla. La tenía punto, podía notarlo. No estaba muy seguro de porqué, pero estaba completamente desesperada. O quizás...

– ¿A cuántas asignaturas estás de que te expulsen? – Ella no contestó. – Así que es eso.

– Necesito aprobar.

– Y yo que alguien me ayude con mi erección. Podemos ayudarnos mutuamente, dar gracias a Dios por ello y alabar su infinita sabiduría. No estoy pensando en nada demasiado perturbador ni en desvirgarte, eso se lo dejo a tu futuro maridito. Pero de hacerme una mamada en cuanto terminemos las clases no te salva nadie.

La joven no se movió. Seguía pensativa. 

– Eres de lo más desagradable que he conocido en mi vida.

Así que había escogido la vía del ataque personal. Bien, pensaba divertirme de lo lindo.

– Que poquitos tíos has conocido en tu vida, nena

– Eso no es cierto... Tengo hermanos, primos, amigos... Hasta un novio... Todos mucho más agradables que tú.

– ¿Novio? ¿Desde cuándo?

– Vamos a cumplir nuestro primer aniversario dentro de poco.

– ¿Un año entero junto a una tía de ensueño sin sexo? No me lo creo.

– Claro, no todos piensan con la... con la...

– Polla. Esa es la palabra que estás buscando.

– Si, eso... no todos piensan con eso como tú.

– Es gay – afirme. Nunca había estado más seguro de algo en mi vida.

– ¿Qué? No... Eso es antinatural.

– Estar un año contigo sin follarte si es que antinatural.

– No tienes ni puñetera idea. Para que te enteres, es el hermano del marido de mi hermana, que es muy macho.

– Aja...

– Y no es gay... Su abuelo es General, su padre es General...

– Y eso da un escudo anti mariconería de la hostia, claro – En seguida me arrepentí de lo que acaba de decir, pero ya estaba dicho. Ella me miraba asombrada.

– Pero que impertinente eres. Mi novio no es gay – remarcó.

La mire de nuevo directamente a los ojos.

– Júrame por tu señor Jesucristo que no accediste a salir con él por tener fantasías con mujeres o peor, con tu perro.

– ¿Qué? No – se escandalizó – Lo hago porque...

–  Que lo hagas de una puta vez.

No me pudo aguantar la mirada.

– Con el perro, no – afirmó en un susurro.

– Estos católicos, siempre sacándoles la verdad a hostias. ¿De verdad pensabas que me iba a tragar lo de las presiones familiares?

– No soy lesbiana.

– Claro que no, tener fantasías con mujeres es lo más normal del mundo... yo las tengo continuamente.

– Y mi novio no es gay.

– Claro que no, solo un putero.

– Si aún no ha cumplido los 18 años – me confesó indignada.

– Madre del amor hermoso...

– Es muy maduro para su edad – dijo ella convencida.

– Y el hijo de no sé qué general... ¿Mucho mando?

– Si claro... Imagínate, amigo íntimo de Pinochet.

– Me da miedo preguntar, pero tú, ¿Exactamente quién eres?

– Bueno, pues soy...

Hija de general y nieta de general de los chungos chungos, pero chungos... En esta parte de la historia andaba yo acojonao perdió. No es lo mismo chulear a una chavala que te necesita, que chulear a una chavala hija de no sé qué general, amigo íntimo de Franco y Pinochet. Vamos, que estaba yo pensando en que follón de cojones me estaba metiendo mi puñetera bocaza, cuando me salta...

– ¿De verdad crees que es gay?

Me di cuenta de que empezaba a tomarse la posibilidad en serio.

– No, creo que es un hombre de verdad y un verdadero católico de los de esperar a la boda y que no tengo ni puñetera idea de tu vida privada.

– Has acertado con mis fantasías con las mujeres.

– Todas las mujeres de esta sala han tenido fantasías con otras mujeres, seguramente contigo como principal protagonista. Y eso no las convierte en lesbianas.

– ¿Los hombres tenéis fantasías con otros hombres?

Ahora fui yo quien no pudo aguantar su mirada.

– Yo no – confesé – No puedo hablar por los demás, pero yo no.

– ¿Y cómo lo sé? ¿Cómo se si lo es o no?

– Lleváis un año juntos, si no lo sabes a estas alturas.

– Vale, pero...

– Bien, cuéntame, que hacéis juntos.

– Bueno, vamos al cine, al parque, a la iglesia, a la discoteca...

– Ves, no es gay, nada gay.

– No ha intentado besarme ni una sola vez...

– Claro, sois católicos... Y ahora vamos a concentrarnos en el trabajo, y luego discutiremos el precio de las clases.

– ¿Precio? ¿Nada de mamadas al salir de clase?

No supe si estaba contenta o decepcionada.

– Nada de mamadas – prometí entre dientes. – Nada de mamadas. Y ahora cuéntame, ¿Cuál es tu problema? – pregunte intentando sonar profesional.

– Que no me entero de nada.

– ¿De nada?

– De nada – me reconoció avergonzada.

– De nada – repetí con desesperación.

Estaba preciosa y adorable. Y estaba completamente seguro de que si le volvía a pedir que me la chupara lo haría encantada...

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