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Encuentro a muchas millas de casa

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Tengo 30 años y ella 31. Después de un tiempo pude costearme unas últimas vacaciones con amigos, bien lejos a una zona costera, donde te olvidas de toda ocupación posible y el calor que hace sirve para tostarse en la playa y poder disfrutar de él. Me la encontré caminando un día en la playa, tomando sol boca abajo y la verdad que mis ojos se fueron para todos lados, pero cuando levantó la cabeza, me doy con una sorpresa. Vivíamos cerca y se levantó a saludarme, agregando que era mucha coincidencia el mismo destino. La verdad que me era difícil no mirarla de arriba a abajo miles de veces mientras teníamos nuestra primera charla. Por suerte, ella había llevado su teléfono, así que pude darle mi número.

Ya por la noche, en el departamento estaba un poco tomado de más y sorpresivamente, me llegó un mensaje suyo diciendo que la agende. Aproveché que las inhibiciones se fueron de lado y empecé con un par de confesiones suaves, diciendo que estaba hermosa cuando la vi y sólo mandaba ‘emojis’ sonrientes. Al menos pude conseguir que su grupo con el mío pase el día de playa completo, así que tendría terreno para hablar más con ella.

Fuimos todos a la playa pasando el mediodía, pero nos cortamos hablando de todo un poco y el feeling era notorio. No sé con qué excusa le pedí que me acompañe a donde paramos, pero me salió redondo: ella vino sola conmigo, las amigas ni se metieron y los chicos me guiñaron discretamente el ojo.

Una vez adentro, dejé la llave puesta en la puerta para asegurarme que no nos sorprenderían, como si por instinto supiera que algo pasaría. Lo mejor es que no se había puesto ni el pareo. Estaba con una bikini rosa que le quedaba divino y calentaba demasiado mi vista. Me sorprendió un poco los pequeños nervios de ella, ya que me mostró de su celular los mensajes que no recordaba haberle mandado, diciéndole todo lo que le haría. Lejos de que me rete o reclame, me dijo que lo intente. Ni lo dude.

Me acerqué y le di un beso bien largo, nos tiramos al sillón y continuamos, la senté de frente mío y le besaba en todos los lados posibles, mientras le desprendía el corpiño, para saborearle las tetas, tras haberla hecho disfrutar yo, tocaba al revés. Me paré y ella se puso de rodillas, mordiéndome el miembro con los labios despacio, bien ansiosa. Una vez que me bajé todo empezó lo suyo, lubricándomela bien con los labios, haciéndome ver las estrellas, luego llevándosela a la boca lo más que podía, dándole lamidas adentro, así sacándola y poniéndola dentro de su boca varías veces y chupándole la punta cada vez que podía.

Una vez terminado, la puse de espaldas a mí y admirando esa hermosa cola que tenía, le lamí las nalgas, le bajé la bombacha y le chupaba la cola y la vagina, pero como si estuviera comiéndola, una vez bien húmedo todo, empezó la penetración, por adelante, pero dándome ella la espalda y de parado, mientras la tiraba del pelo y me daba alguna palmadita cada tanto, no importaba si los vecinos escuchaban, lo lamento por ellos.

Ya antes de cambiar de posición, se la sacó y se la llevó a su boca nuevamente, para sentir sus propios jugos, luego me senté en el sillón, se subió y comenzó a cabalgar salvajemente, con una mano mía en su cintura y la otra en su cabeza, la acercaba para besarla, mientras hacía fuerza para que pueda gozar. Luego, cambió para cabalgarme de espaldas, pero esta vez más salvaje, dejándome casi sin aire unos minutos.

Tras sentir que hice un buen trabajo, me volví a parar y la hice que me la vuelva a chupar, pero que lo moje lo más que pueda. Lo hizo nuevamente con las ganas que la caracterizaba, después yo le lubriqué bien la cola y lentamente la empecé a penetrar por ahí. No sentía dolor, según ella, pero su cara de gozo, que yo contemplaba por el espejo, era excepcional. Luego de unos minutos, se la saqué despacio, la acosté en el sillón y se la volví a poner por el mismo lado, pero mirándola de frente, tras saber que ya ninguno daba más, volvió al oral, pero con ganas casi de comerla, hasta hacerme acabar, pidiéndome que le decore el cuello con la leche, lo que se lo concedí, mientras que yo sentía el corazón saliendo del pecho, ella se la pasaba por todos lados y probando un poco, diciendo que ya tenía lo que había ido a buscar.

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