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Llegaron las rebajas

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¿Quién era aquel chico que me sonaba tanto?

Esa fue la pregunta que me hice cuando lo vi entrar en la tienda donde yo estaba.

Pronto derivé mis pensamientos en otras cosas.

Compré un par de prendas de ropa que me hacían falta y cambié de tienda.

Había tomado rumbo a casa cuando recordé que tenía que hacer un último recado.

Entré en la última tienda.

Iba mirando el móvil y sin querer choqué con una persona.

El olor me resultaba demasiado familiar asique alcé la mirada para ver de quién se trataba y por supuesto pedir disculpas.

Resultó ser el chico que había visto en el primer local pero que en mi mente no acababa de ubicar.

Me sonrojé completamente y pedí disculpas.

Detrás de él podía ver una chica que no quitaba ojo de nosotros y tenía el presentimiento, nada errado de que no era por buen motivo.

Presentí al momento que podía tratarse de su novia y no tardé en certificar dicha suposición.

Volví a mis pensamientos y dejé pasar el asunto.

Me llevé unas prendas al probador.

Mientras me desnudaba pude oír en el probador de al lado de la voz de una chica seguida de la de un chico.

Llamé a la dependiente para que me ayudase con la ropa y de paso me trajese alguna prenda más.

Salí tímidamente del probador. Sólo llevaba puesto una camiseta y unas braguitas de Bob Esponja.

Cuando miré hacia el lado vi al chico en cuestión, me sonrojé de forma exagerada y corrí a meterme de nuevo en el probador.

La dependiente no tardó en volver, me trajo un vestido muy ajustado que había visto en el escaparate.

Mientras me desnudaba por completo para probármelo, me vino la inspiración.

Ya sabía porque la presencia de aquel chico me ponía tan nerviosa.

Sentía una mezcla de vergüenza y ganas irrefrenables de hacer una locura.

Se trataba del chico con el que compartiera aquel viaje de vuelta a casa tan peculiar.

Ahora que todo se agolpaba en mi cabeza, las ganas pasaron de ser irrefrenables a ser imperiosas.

Escuché que la dependienta estaba en el probador con ellos dos.

Es cierto que se me pasó por la cabeza, ayudada por el amparo de la pesada cortina, jugar un poquito yo sola, pero el tiempo corría en mi contra y no podía permitirme el lujo que conlleva ciertas distracciones.

Llamé por última vez a la dependienta para que se llevase la ropa que iba a comprar y recogiese la que no.

Cuando se fue empecé a vestirme.

A través de la “pared” que nos separaba podía oír una especie de conversación entre ellos dos.

Cada vez se animaban más hasta que por fin acabaron otorgándose placer el uno al otro. Eso sí, de forma muy discreta para no llamar la atención de la dependiente ni la mía.

Me quedé un rato escuchándolos. Me excitaba mucho el hacerlo.

Unos pasos me sacaron de mi deleite.

Era la dependienta que venía a ver si se me olvidara algo ya que me demoraba en demasía.

Me recompuse completamente.

Cuando salía camino a pagar, oí, o, mejor dicho, unas palabras que nada tenían que ver con el romanticismo de hacía medio minuto.

Los dos se habían, increíblemente, enzarzado en una discusión nada alentadora.

Me fui de allí intentando olvidar todo y centrarme en lo que tenía que hacer para aquella noche, que no era poco.

Decidida ya a irme para casa…pasé por un escaparate y vi un conjunto que me llamó la atención.

Entré para curiosear. Pensándolo bien quizás no me vendría del todo mal algo formal para la cena de compromiso.

No paraba de mirar el reloj. Parecía que el tiempo cada vez corría más y más deprisa.

Fui directa al probador, dejándole ver a la dependiente que no necesitaba de su ayuda.

Enredaría más de la cuenta de aceptarla.

Me desnudé como había hecho la otra vez.

Estaba de espaldas a la cortina negra que me asilaba de las miradas furtivas de otra gente, pero aun así pude ver como se movía.

Ya estaba maldiciendo para mis adentros pensando en que sería la dependiente que intentaba adularme para que me llevase el conjunto, cuando vi que no era así.

Se trataba de una figura esbelta, masculina, con el halo de un profesor que intenta enseñar a una alumna aventajada y poco común.

De nuevo estaba frente a él. Las ideas se me agolpaban en la cabeza… no sabía por dónde empezar. A la par una retahíla de preguntas competía con ellas por acaparar mi mente.

Todo dio igual.

No tuve tiempo de hacer nada ni de decir nada.

Prontamente el me tapó la boca, me arrinconó contra la pared del fondo y se aprovechó de mi parcial desnudez.

Estaba completamente excitada y húmeda.

Me había quedado con las ganas después de oírlos y ahora podía aprovechar para desfogarme sin prisas.

La novia no rondaba por allí por lo tanto era mío exclusivamente en ese momento.

Dejé caer mis braguitas al suelo.

Él aprovechó para escupir en la mano y masturbarse.

Con un pie acerqué el taburete que había para poder apoyar el mismo en él.

Pronto captó la idea y se arrodilló para poder llegar mejor a mi coño y lamerlo con mayores ganas con las que nunca me lo habían hecho.

No quería que se repitiese la situación que viviéramos en el viaje de camino a casa y ser la única complacida, asique me apuré a desnudarlo.

En ese momento los formalismos eran lo de menos. Sólo importaba el tiempo que nos podía quedar para hacer o no hacer.

Por lo tanto, decidí adoptar un papel de ama dominante.

Lo giré completamente, quedando él de cara a la pared.

Apoyándome en sus hombros conseguí que se sentase en el taburete.

En la pared lateral había un espejo.

Fuera el gentío de los clientes me otorgaba la tranquilidad de que la dependienta no se entrometería.

Me arrodillé para comerle la polla.

Estaba muy excitado, y apenas si lo había tocado.

Pero no era de extrañar, yo también lo estaba. Se oía gente entrar y salir de los probadores contiguos, mientras que en el nuestro teníamos que hacer un esfuerzo por que no nos escuchasen y descubriesen.

Yo estaba muy entretenida con aquella polla en la boca, concentrada solo en ella.

La estaba bañando con un montón de saliva.

Por momentos miraba a los ojos de mi “intruso” pero no me miraba, no miraba hacia la cortina por si alguien entraba sin querer, y tampoco los tenía cerrados.

Miraba fijamente al espejo, como si se tratase de un mero espectador que disfruta de una escena de sexo explícito.

Tengo que decir que la idea era del todo excitante y yo también me puse a observarme mientras disfrutaba de que me follasen la boca.

Estábamos muy excitados, tanto que no sabía cuánto más iba a aguantar.

Gire un poco el taburete, haciendo ruido a propósito de forma que nadie tuviese intención de entrar en ese probador.

Ahora el quedaba frente a frente del espejo.

Me senté encima de él rodeándolo con las piernas.

Cumpliendo con mi papel de dominante me acerqué lentamente a sus labios.

Él también lo hizo para poder besarme mejor, pero lo que hice fue mordisquearle de forma traviesa.

Apartó un poco la cara, pensé que para que no lo hiciese más, pero al igual que antes, se puso a jugar con el espejo.

Nos miraba, miraba el reflejo que aparecía en el espejo; miraba como mi culo rebotaba sobre su polla.

Para acabar de ambientar la situación me empezó a tirar del pelo. Lo dejé, dejé que tomase el rol de dominante.

Yo estaba a nada de correrme y él también.

Mientras se corría dentro de mí una voz familiar sonó al otro lado de la pared que separa los probadores.

Su cuerpo se tensó. Le susurré que pasaba. Era su novia, la que estaba en el probador de al lado.

Se había acabado de nuevo la aventura, pero esta vez no sólo yo iba a salir de allí con cara de satisfacción.

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