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Metamorfosis FemDom (5)

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La primera vez que vi a la Señora M fue en mi despacho, abrió súbitamente la puerta y se sentó frente a mi escritorio sin que le invitara si quiera a pasar, arrojo frente a mi un papel doblado al tiempo que colocaba su bolso sobre el escritorio.

Su inesperada actitud y grosería me enfado así que dije con voz cruda mientras me ponía de pie y en guardia

-Que se le ofrece?

Simplemente respondió sin sonrojarse, demostrando que conocía mi vida secreta fuera del despacho:

”no te hagas, si lees el papel que te envía  Wanda entenderás”

Prácticamente me desplome en el asiento nuevamente, desdoble el papel y baje la mirada con la turbación que la situación producía, era una invasión a la poca privacidad que me quedaba, me preocupaba los asuntos laborales, último bastión de mi masculinidad. Era solo un papel manuscrito doblado por la mitad, por lo su contenido obviamente ya era conocido por mi visitante:

Idiota, te he prestado a la Señora M, arrójate a su pies  e implora misericordia, deberás acataras sus ordenes como si fuera yo. Tu dueña Wanda.

Me levantè sin decir nada, evidentemente nervioso, le di la vuelta al escritorio parándome frente a la silla de mi visitante que por momentos pareció confundida, me arrodille frente a Ella  y comencé a besar su enorme y feo pie, mas sucio y maloliente que los de mi Ama Wanda.

Pude notar cierto alivio de la visitante y una sarcástica sonrisa, me dejo unos segundos en el afán de besar y descalzarla para interrumpirme secamente

-primero te desnudas y luego me limpias bien los pies”

Obedecí, mientras me quitaba con cuidado la camisa, dejando entrever el collar de sumisión bajo ella y las pinzas en mis tetillas, oí un “vaya quien lo hubiera creído”.  Mientras me quitaba el pantalón le comunique por el teléfono a mi secretaria, “por favor no me pases llamadas ni me interrumpas que estoy en una junta muy importante”

La Señora M se reía mientras sacaba del bolso un pene de plástico y lo lubricaba con gel.

Me hizo dar varias vueltas por el despacho para admirar las cicatrices de las azotainas recientes y examinó las prisiones unidas con candaditos en mis tobillos y muñecas; de alguna forma su admiración me hizo sentirme muy orgulloso y le dio sentido a ese cuadro kafskiano que se estaba desarrollado en un despacho de ese importante lugar.

Así que me afane y puse lo mejor de mi en lamerle uno a uno los dedos de su pie, en recorrer sus entre dedos quitándole la tierra acumulada, en recorrer su empeine y talón con mi lengua una y otra vez hasta que las zonas mugrientas y negras se volvieron grises y luego desaparecieron, en absorber y tragar todo el sucio pegajoso y en casi tragarme entero aquel pie enorme, arrancándoles suspiros a la Dama que me visitaba.

Estaba echado en el piso bajo ella, de vez en vez advertía que se mordía los labios y que aquello le excitaba lo bastante como para masturbarse frente a mi con el falo plástico que llevaba (creo que quería usar uno de verdad, pero se percato que el mió estaba cerrado con el cinturón de castidad). A mi me resultaba también excitante por lo degradante y humillante de la situación, y porque aquellos enormes pies sucios continuamente me pisaban el rostro.

Ya había dejado lustroso uno de los pies de la Señora M, cuando ella alcanzó su frenesí. Y aun faltaba el otro, continué con esa tarea y escuche

-“le estoy agradecida a la Señora Wanda por prestarte, le llevaras este regalo de mi parte”

Y súbitamente sentí como apartaba la tirilla del cinturón de castidad de entre mis nalgas, me retiraba el pequeño vibrador que llevaba puesto y me introducía aquel enorme falo de plástico en mi culo, lamí entonces su pie con mayor frenesí y ella prosiguió metiendo y sacando rítmicamente hasta que vio que tenia ambos pies relucientes. Yo tenía la lengua cansada, la garganta seca y mi culo seguramente roto, a juzgar por el intenso dolor de la violación de la que había sido objeto.

La Señora M se paro, pisando mi cara con ambos pies y sacó una fotografía. Luego de lo cual se retiro dejándome en el despacho, cansado, humillado, violado y aturdido. Comprendí entonces que si mi Ama Wanda podía prestarme entonces era no solo su esclavo y sirviente sino también su objeto.

Al entrar de visita alguna amiga de mi señora Wanda, debía inclinarme y besar sus pies o sus zapatos. Traerles algo de tomar y permanecer en una esquina de rodillas con las manos atrás y el mentón pegado del pecho, cabizbajo en señal de sumisión en espera que me llamaran, con órdenes cortas y precisas de Wanda o del resto de las señoras.

-“cigarrillo”, suponía acudir pronto en cuatro patas hasta la mesa de centro, tomar un cigarrillo y presentárselo de rodillas a la señora que lo pidió y encendérselo, cosa que usualmente agradecian bien con una caricia en mi rostro en forma de bofetada o con una patada como era el caso de la Señora M y de mi ama Wanda.

-“Cenicero” significaba  que acercarme y abrir la boca para recibir las cenizas y esperar a su lado hasta que culminara de fumar. Durante las visitas, era liberado de la mordaza y del cinturón de castidad para que las Señoras jugaran a su antojo con  la boca, el pene o el culo del esclavo.

Mas difícil era la orden de “servicio!” que de ordinario era a gritos, en ese caso acudía presto en cuatro patas hasta el servicio, para lamer los restos de orina de las señoras y en ocasiones darles placer allí mismo en el lavabo con mi lengua.

Si la llamada era de “lameculos” o “comemierda” se trataba de limpiar su ano y la raja de su culo.  Tarea a veces muy desagradable pues no se trataban de bellas doncellas y esbeltas figuras, mas bien de glúteos fofos y regordetas que casi me ahogaban haciéndome tragar su caca.

La presencia de una o mas amigas de Wanda era excusa para azotarme, donde se turnaban para usarme bien lamiendo sus culos, sus pies o su entrepiernas, mientras la acompañante me fustigaba con el látigo. Esos ejercicios servían para reafirmar la supremacía femenina.

Cuando no me utilizaban, igualmente me hacían participe de la escena, bien acurrucado bajo alguna de ellas como sillón, como taburete o como centro de mesa, y de cuando en cuando pisaban mis manos, mis pies o introducían cualquier objeto en mi culo o en la boca de su lamepies.

Era inevitable, que mi pene, sin el cinturón de castidad, mostrara cierta erección o goteó de semen por la excitante situación de ver aquellas dAmas medio desnudas, jugando entre ellas o excitándome con sus pies.

Aquello se consideraba una falta, que nunca he podido dominar. Así que inevitablemente siempre era castigado por ello. Una veces se turnaban entre si para fustigarme el trasero hasta que el dolor descendiera la erección, o me tendían en el piso amarrado y derramaban cera caliente directamente en mis genitales, entre espasmos y mis gritos rápidamente ahogados con algún zapato o pie introducido hasta el fondo de mi garganta. Otras veces simplemente me azotaban el miembro con el “látigo de 9 colas” que para soportarlo me ataban al poste y me amordazaban. Ese tormento deja un dolor intenso por varios días y evita la erección durante un tiempo similar.

En muy raras ocasiones fui usado como pene masturbador por alguna de las dAMAS, obviamente no se me permitía correrme y cuando estaba muy excitado, entonces flagelaban el miembro erecto. En todos los casos bien que fuera una boca o un pene masturbador, se recompensaba mi faena con mi violación. Para ello una por una me violaba a punta de látigo con vibradores diversos incluso eléctricos mientras lamía  sus pies o sus culos. Incluso mientras otro falo artificial colocado en la cintura de alguna de Ellas me  atragantaba en un interminable mete-saca.

Cierto día en mi despacho recibí por teléfono la orden de Wanda, como siempre, con la brevedad y la crudeza que acentúa la dominación sobre mí:

-“Esclavo: vas limpiar los pies de la Señora G… a las 6.00 en la rambla… número 4-D.” clik

Al llegar al sitio me encontré con un señor de aspecto jovial y unos treinta y mas años quien me abrió la puerta, afortunadamente no se me dijo que fuera como esclavo por lo que mi aspecto trajeado era normal.

Cuando le dije que venia a limpiar para la señora G, se sonrió y me hizo pasar. Allí estaba la señora G, de aspecto angelical y de edad similar, me miro de arriba a bajo y sin más me expetò:

-“Sácate la ropa y arrodíllate en el rincón mirando a la pared”

Fue tan directa como mi Ama Wanda así que no vacile en obedecer pese a la presencia del hombre.

Se acercó y me vendó los ojos, atando mis muñecas entre si y uniendo las prisiones de mis tobillos. Me acaricio la entrepierna y con una llave, que evidentemente se la suministro  mi Ama Wanda me saco el cinturón de castidad dejando mi miembro erecto chocar con la pared. También retiro de mi culo el vibrador y me lo introdujo en la boca. Palpo mi espalda clavando las uñas en diversas partes, haciéndome estremecer hasta erizarme como  la “carne de gallina” . Sentí de vez en vez un clic y percibí el resplandor de algún flash fotográfico.

Luego la señora G comenzó a azotarme y arrastrándome hasta el centro de la habitación me colocó una mordaza de doble falo, firmemente ceñida por detrás de la cabeza, de modo que tenia metido una especie de falo casi hasta la garganta y a la vez sobresalía de mi boca una prominencia fálica, típica de los vibradores dobles usados por las lesbianas.

Me puso de rodillas y hube de penetrarla con aquel instrumento, el olor y los líquidos lubricante de su sexo entraban a raudales por mi nariz, casi ahogándome y bañaban mi cara de con esa gelatinosa mezcla de efluvios vaginales y gel lubricante. Ya me había olvidado de su acompañante, quien tomaba fotos de todo.

Entonces paso lo peor, fui literalmente obligado por los golpes de la fusta de la señora G sobre mi espalda, a penetrar también con ese instrumento el ano del hombre que me recibió en la víspera. Estaba siendo usado como un vibrador!, como un objeto personalísimo de la Señora Wanda, que podía facilitarlo a quien quisiera. Y era así porque mi pene, de tamaño y grosor nada despreciable no había sido empleado en absoluto, en suerte de castidad forzada por el arné de cintas de cuero que permanentemente lo amarraba.

Luego de ese preludio, me dejaron atado en el rincón  mirando hacia la sala, arrodillado. Y fui testigo del frenesí amatorio entre ambos, de suspiros y jadeos, con mi pene que goteaba cual grifo dañado.

Finalmente ceso toda actividad en la habitación y al rato notaron que aun estaba allí, arrinconado como vibrador apagado y actuaron en consecuencia.

La señora G fue la primera en hablar:

-“Tu Ama Wanda quiere una bellas fotos a cambio de tu uso como vibrador humano”

Y acto seguido fui amarrado a una silla, donde Ama G me violo por la boca y por el ano repetidas veces, tantas como poses fotográficas fueran posibles.

Estaba exhausto cuando dijo:

-“Esta bien pero aun no mes limpiado mis pies”

Y haciendome tender en el piso, acerco sus pies a mi rostro, ordenándome que los lamiera y me masturbara mientras tanto.

Me disponía a hacerlo cundo me detuvo

-“espera hay que ponerle salsa, para que te sepan mejor”

Y tomando un preservativo, recientemente usado por su pareja fotógrafa, se embadurno de semen ambos pies, y comenzó a introducirlos en mi boca.

Acostumbrarse a tragar su semen propio es una cosa, pero el de otro hombre me resultaba repulsivo. Debió notar mi resistencia porque añadió

-“Si no los lames con placer te cojera êl directamente”

La sola posibilidad de ser sodomizado por otro tipo venció mi resistencia y acabe saboreando con disgusto aquellos bellos pies embarrados en semen ajeno, de veras su sabor no era distinto al mió, quizás más fluido y menos salado. Cuando eyacule la Señora G me soltó un sonoro latigazo y comenzó a restregar sus pies en mi semen, para luego hacer que se los limpiara nuevamente hasta la última gota.

Me arrojador la ropa encima y casi a empujones la Señora G me llevó hasta la puerta, aun desnudo y con la ropa en la mano, además del cinturón de castidad, mi vibrador anal y el arné.

-“Puedes irte putita, ya le pagamos a tu Dueña”

Estas jornadas de supremacía femenina fueron el preludio de una completa sumisión a mi Ama Wanda, cuya imaginación desbordaba mis las lujuriosos sueños y fantasías.

Tal es el caso de la señora C, con la que mi Ama Wanda compartía ciertas intimidades, luego de aquella jornada en la que tuve que lamer sus sandalias y que narre al comienza de la jornada segunda.

Es el caso que visito a Wanda varias veces y en un ocason se quedaron juntas en casa.  Obviamente eso no era obstáculo para que mi Señora Wanda rompiera su rutina conmigo, asi que no solo presenciaba sino que ayudaba en las ya conocidas rutinas diarias a saber

5:45 llegada del esclavo de sus labores económicas diarias para su Ama Wanda, recibimiento con algunos pocos azotes y lamida de sus pies   

6.00 colocación de enema del esclavo, baño con manguera, cepillado  y tiempo para que se depile  

7:00 atender sus visitas, como en este caso y juguetear con  la Mascota  lamepies

8:00 Hacer y servir la cena, y degustar las sobras en un  rincón, en este caso la sopa de esclavo fue elaborada con el orine de la Señora C       

9:00 Atender a la Señora en el lavabo y distraerla  antes de la hora de dormir bien como lameculos o como mamador. 

11:00 Azotaina e inmovilización nocturna en la mazmorra

6:00 Despertar con los azotes de la Señoras

 

 (continuara: jornada tercera )

 

¿Fantasía o realidad?  El FemDom y el BDSM es creativo e inteligente, juzga Tu amigo lector, donde comienza en esta historia la primera y donde acaba la segunda.

 

(9,50)