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Final abierto. Sexo en el trabajo con el jefe

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Al momento de escribir este relato aún conservo el calor de la cama compartida y su perfume de la noche anterior. Hoy desperté, totalmente al palo, con el choto recontra duro por la excitación de solo pensar que en la tarde nos encontraremos, con Daniela, para repetir la experiencia de ayer.

Voy a intentar ordenar la secuencia de los hechos para hacerlos entendibles, no es fácil, son tantas las emociones y nuevas las sensaciones que cuesta asentarse en el estado de cosas tal como se presentaron. Como dicen los viejos, empecemos por el principio.

Soy dueño de un depósito de materiales eléctricos, por estos días sin actividad por el balance e inventario semestral, que se acaba de concluir, el personal afectado a la tarea, retirado, eso creía. Estaba recorriendo el primer piso, mirando sin mirar, café en mano, sin apuros.

Al pasar delante de la oficina, la veo a Daniela, degustando un café, también mirando a la nada. Golpeo la puerta abierta para llamar su atención, giró la cabeza y dijo:

—Adelante, pase. 

—Puedo compartir el silencio con vos?

—Ja, ja, podés —por primera vez nos tuteamos.

En los casi seis meses que trabaja era la primera vez que nos encontramos en soledad como ahora, sentados frente a frente, escritorio por medio, y tuteándonos como viejos camaradas.

—Puedo ser indiscreto?

—Puede —mirando a la tapa del escritorio, descorriendo el velo de sus íntimos pensamientos.

—Qué está pasando, puedo ayudar en algo?... Aquí estoy…

Tenía gracia natural, transmitía vida y alegría por todos sus poros, pechos con la caída natural, pezones paraditos y apuntándome, buena silueta, destacándose del conjunto las torneadas piernas y la cola firme y parada, fue el detalle que me decidió a tomarla cuando se presentó como postulante a empleada. Hoy, no era la misma, los ojos sin el brillo de otros días, la boca sin la mejor de sus sonrisas.

Esperaba esa pregunta para dejar fluir las emociones contenidas, compartirlas con un corazón sensible, buscaba un referente, quizás un contenedor.

Roto el dique, dejó libre sus emociones. Ocultando sus ojos, comenzó diciendo que a cada minuto que pasaba se destruía lo que había compartido con Luis: Su matrimonio, su hijo, la relación entre ellos, su confianza, las relaciones, nada era lo que fue. Hablaba en tiempo pasado, hechos consumados, sin retorno. Es difícil, creo que estamos en las últimas, pero él no quiere admitirlo.

Apoyé mi mano sobre las suyas, comprendiendo su sentir. Le levanté el mentón para mirarme en sus ojos y expresarle, que estaba con ella para lo que necesitara... Fue un diálogo sin palabras, solo con el lenguaje que las miradas pueden expresar, con toda la elocuencia y comunicación establecida en un instante tan especial.

—Gracias. —se levantó para besarme en la mejilla.

Tomé de la mano y llevé a una dependencia, detrás de mi oficina, amplio sillón, para dormir alguna siestita. Serví unas copas, consumimos sentados juntos. Ya en la segunda vuelta de licor, entramos en las intimidades. Ella y su marido no tenían relaciones, unos meses de abstinencia, situación insoportable.

Hora de confiar, dije, que en algún punto coincidíamos, sin tener una satisfactoria relación marital, mi esposa sin deseo sexual, forzada por obligación.

Sin darnos cuenta acercamos cuerpos e insatisfacciones acumuladas. Sin saber cuándo ni cómo se me paró, todo era rápido, urgencia incontrolable. Notándome turbado, me sonreía, como en sus buenos momentos, se acercó, sentí su calor.

Nuestras bocas próximas, sin resistencia de su parte, terminaron en un contacto de labios afiebrados, buscando alivio en la humedad del otro. Sorpresivamente fundimos en un beso lleno de intensidad, los ojos cerrados para sentirlo en toda su emoción.

Sin voluntad, irrefrenable necesidad de sexo, sin control sobre mis actos, encima de ella, me la cogí desesperado. No se resistió, se dejó como esperando una acción de este tenor, aguantó los embates del miembro rígido necesitado de concha donde expresarse. 

Sin desvestirnos, aparté la bombacha y se la enchufé con todo. La dureza de la verga y escasa lubricación vaginal le produjo algo de dolor. Todo urgente, necesidad sexual urgía el desahogo del macho, los tiempos acortaron el placer, fue un “rapidito”, el caliente semen vertido con premura en el interior de Daniela. La repentina e intensa acabada me sorprendió, sentía pudor de adolescente calentón. La pija se mantenía como al inicio, la concha tan caliente y mojada por su calentura y mi leche.

Seguí moviendo la poronga en ella, removiendo los jugos. Antes que pudiera disculparme, ella dijo que me comprendía, que estaba todo bien. La calentura se adueñó de nosotros, éramos un solo cuerpo, un solo deseo.

Daniela empezó a moverse, poseída por la vehemencia de una calentura atroz que la consumía. Nos cogíamos como si fuera nuestra primera vez, tal vez lo era, de esta manera al menos. Cuando llegó a su orgasmo tan temido, me abrazó, tan fuerte que aún lo siento, y besó para acallar los gemidos que salían de la garganta. En el trance del orgasmo de ella acabé, otra vez.

A medio reponer, nos levantamos, ella se sacó la bombacha, con parte de la acabada en ella. Nos recompusimos, nos agradecimos el desahogo mutuo, nos besamos nuevamente.

Salimos, ella sin ponerse la enlechada bombacha, acordamos un encuentro más cómodo para la salida del día siguiente.

Esta vez fue más ordenada, pero igual de caliente. Durante el día nos costó estar concentrados en el trabajo, aún más disimular cuando nos cruzábamos delante de extraños. Nos encontramos en un apartamento que tengo para estos menesteres. Ahora era ella la más calentona, nos desvestimos incitándonos en cada movimiento. Nos cogimos desnudos, ella encima sacudiendo su humanidad enchufada en el falo enhiesto.

Subiendo y bajando de mí, daba rienda suelta a la satisfacción sexual, se descontrolaba y gozaba a más no poder, dueña de la situación estaba disfrutando con todo. Paró, acarició su clítoris, y con los ojos en blanco, en silencio, tan solo una vibración interior estaba manifestando su orgasmo.

La tenía asida de las caderas, enchufada a tope. Ahora agitándose y con sonoros gemidos de placer indicaba la seguidilla de orgasmos, a cuál más intenso.

Breve, pausa, siempre empalada. Cambiamos de postura, para ponerla de bruces, y enchufarla por la concha, desde atrás. Nos movimos, se la ponía con la fuerza del hambre atrasad que la motiva, quería reventarle la concha, entraba hasta hacérsela sentir en el fondo del útero. 

Aguanté todo lo posible, para devolver atenciones y darle oportunidad de otro orgasmo antes del mío. Pregunté como la llevaba. Cuando indicó que estaba próxima, apuré mis tiempos tratando de arribar juntos a la culminación del polvo. 

Nos avisamos la cercanía, ella poco antes estalló en gemido orgasmo y al instante yo le enchufé la leche en el fondo de la vagina. Nos sacudimos sacando lo último del polvo.

Relajadora ducha, nos ponía en carrera, nos chupamos en nuestro primer 69, terminando en la boca de su compañero. Calmadas las ganas, de momento, quedamos en repetirlo al día siguiente, el deseo de tenernos va en incremento.

Este fue el comienzo, el tiempo dirá de la evolución de los acontecimientos. Una historia con final abierto.

Quedo esperando tus comentarios en [email protected] que responderé con sumo agrado. Quedo esperándote.

Nazareno Cruz

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