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Una esclava inesperada V

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Al día siguiente estaba nervioso. Había perdido mi virginidad con una tipa de catálogo y no solo eso, ella era mi puta personal. Estaba nervioso por verla y saber que pasaría. Hacía unas horas que la había maltratado, que la había manoseado, que había hecho tantas porquerías con ella... Mi nerviosismo se debía a que íbamos a convivir con demasiada gente y no sabía cómo comportarme, sin mencionar el hecho de que nuestra relación era algo… inusual.

En lo personal, me encanta caminar y para ir a la escuela, prefiero ir a pie que llevarme el coche y ese lunes estaba ya en el camino que muchos de los compañeros estudiantes utilizan para llegar al CCH, conocido como Boulevard de la Luz. Boulevard de la Luz es un tramo de aproximadamente 2 km con un camellón bastante amplio y lleno, en tramos, por muchos árboles.

Caminaba como uno más, cuando, sin previo aviso sentí que alguien agarró mi trasero. Esperaba, al voltear, ver la pícara cara de la mujer con la que había pasado el fin de semana y cuál fue mi sorpresa al encontrarme con Elisa.

Elisa era una chica de mi salón. Cabello rubio y rizado; ojos verdes y, sin duda alguna, ella pudiera haber sido una gran modelo de no ser por su altura (1.58), ya que su físico era impresionante. 80 – 53 – 100. Desde que entré a la preparatoria, había llamado mi atención, pero, al conocerla a fondo, me di cuenta de que no era lo que yo esperaba. Era una mujer infiel a más no poder. Parecía que eso le excitaba y en ese entonces, pensaba que eso era desagradable. Sin embargo, dadas las circunstancias que había vivido los días pasados, la veía de otra forma.

Nos fuimos platicando alegremente al CCH y no cejó en el intenso coqueteo que siempre y sin falta obtenía de ella, y nunca, hasta ese día, fue que aceptaba e incluso también correspondía aquello. Ella se sorprendió, pero lo tomó de buena manera. Todo esto continúo hasta después de nuestra primera clase. Salíamos de ésta, cuando llego Ga.

Inmediatamente las miradas de estas dos impactantes féminas se cruzaron con un desdén implícito. Elisa ya me había dicho que ella no me convenía y bla, bla, bla; sin embargo, el hecho de que Ga estuviera ahí y me plantara un beso era, quizá, demasiado para ella. Elisa se fue, echa una furia.

El día transcurrió sin alteraciones hasta la noche. Al final del día, quedé con Ga en la cafetería para regresar juntos a casa. Sin embargo estaba excitada.

- ¿Te gusta Elisa? – me preguntó

- ¿Por qué la pregunta? – le dije nervioso, aunque sería un tonto si no me sintiera atraído por Elisa.

- Sólo preguntaba… pero… oye… me la pasé muy bien el fin de semana. Gracias…

- A ti… ¿Cómo está tu culo y tus tetas?

- Aún duelen, sobre todo cuando me siento, pero ya están mejor. Me puse una pomada, pero además sano rápido. La próxima vez, hazlo más fuerte, y aunque te diga que pares, tu sigue hasta que quieras. O.k.? – me propuso Ga sonriendo.

- No sé… es raro azotarte… aunque debo reconocer que me gusta mucho… – dije pensativo.

- Ahí está… prométemelo, por favor – imploró Ga con un pequeño puchero.

- Lo intentaré – respondí con una sonrisa.

- Eso espero… pero, estaba pensando en algo… aunque no te lo tendría que pedir…

- Dime, sabes que me puedes decir lo que quieras.

- Quiero que me humilles…

- ¿Otra vez? – pregunté incrédulo.

No sabía que pensar con esta mujer. En verdad que estaba enferma y lo peor es que yo también me estaba enfermando. Lo que platicamos me dejó mucho en que pensar, pues era algo que, aunque me excitaba, era aún difícil de cumplir.

Me dijo que quería que la humillara constantemente. Que ella se excitaba de esa manera y le encantaba. Me recordó que era su puta, su zorra y que podía hacer lo que yo quisiera con ella y que además era su amo y los amos hacen ese tipo de cosas.

A pesar de lo que había vivido durante todo ese fin de semana, siempre que ella me decía algo así, me sentía raro. Me excitaba, tengo que admitirlo, pero otra parte de mi sentía que no debería de hacer ese tipo de cosas y menos con una mujer. Siempre me enseñaron que a la mujer se le tiene que tratar como “al vaso de cristal más frágil”, pero, los gritos, los golpes y varios tipos de asquerosidades me excitaban en sobre manera.

Así que, imponiendo el lado oscuro a los principios y remordimientos, comencé a pensar en alguna forma de hacerlo. Debo reconocer que el que ella se haya desnudado en el estacionamiento de aquel centro comercial y todo lo que paso en el baño del mismo, me excito muchísimo y el hacer algo nuevo o, incluso, repetir la experiencia, sería tremendamente morboso…

Martes y hacía un día nublado. Caía una lluvia fina y la mayoría de los estudiantes caminaban con sus pantalones empapados hasta las espinillas, producto del suelo mojado. Todo el mundo iban bien abrigado y el ambiente era pesado.

A las tres de la tarde estaba platicando de manera muy seria con Elisa, a la cual necesitaba para llevar a cabo cierta situación que tenía ganas de experimentar y  misma que serviría para humillar a Ga, así como, al mismo tiempo, satisfacer las exigencias de Elisa de tener sexo conmigo.

Yo iba con la firme decisión de alcanzar un objetivo: humillar a Gabriela. Lo que tenía pensado incluía a Elisa y el plan dependía enteramente de su disposición.

Resumidas cuentas, quería un trío y precisamente elegí a Elisa porque sabía que, entre ambas, había cierta discordia. No conocía muy bien a Elisa, pero sabía que era algo perversa, así que podría acceder a mi idea. Sin embargo, tenía que contarle ciertas cosas y eso me causaba algo de problemas. No quería que nadie se enterara de cómo era mi relación con Ga, pero si yo quería lograr mi cometido, tendría que ser de esa manera. El problema estaba en cómo lo tomaría Elisa…

- Prepárate putita, que ahora si te voy a humillar – le dije a Ga unos días después de hablar con Elisa

- ¿En serio? – me respondió contenta dándome un beso indecente – ¿Qué es lo que me vas a hacer?

- Paciencia, lo sabrás a su momento, pero te aseguro que no te va a gustar.

- Yo creo que si…

- Eso ya lo sé… si no más de planteártelo ya estas mojada – y le toqué su coño para comprobarlo. Estaba húmeda. – Estas empapada.

- Vamos a coger ahorita… ya extraño tu verga… – me imploró en un suspiro.

- Ni lo pienses, estamos en la cafetería de la escuela.

- No me importa, quiero que todos sepan que soy tu puta

- No. – dije tajantemente. – Paciencia Ga, que este sábado, prometo que te voy a hacer llorar.

Elisa había tomado, aunque con cierto recelo, bastante bien el asunto de Ga. No me creía que estuviera en una situación así y mucho menos con Gabriela, quien, a pesar de que intuía que era mi novia, no lograba entender que ella fuera así y mucho menos me creía que hubiera perdido mi virginidad y aceptó la idea, sólo porque incluía estar conmigo y comprobar si eso era cierto o no.

Elisa era (y aún es) una chica con carácter fuerte y un corazón bastante frío. A pesar de ser linda y tierna, le gustaba tener el control de las cosas. Una mujer de mundo. Dura, calculadora y, a groso modo, me recuerda mucho a la esposa del rey Leónidas, de la película de 300. Ella es ese tipo de mujer. Me compadezco si el hombre que termina con ella no es suficiente hombre… pero si lo es… ¡Qué afortunado!

Llegó el sábado y estaba crudo. El viernes hubo una gran fiesta, cerca de Six Flags México y terminé ahogado en alcohol. Me levanté, listo para mi cita con Eli. Había quedado con ella de salir y hasta la noche “comprobar” mi estado de no virginidad. Llegué a su casa a eso de las 12 y me recibió con un beso de lengua. Me comentó que tenía la casa sola hasta el domingo por la tarde y que quería ver si me rifaba o no. Seguía sin creer lo de Gabriela, así que intenté algo para comprobárselo.

- Hola Ga

- Hola – respondió Ga al otro lado de la línea – ¿Cómo estás?

- Bien. Espera un momento… – puse el altavoz para que Elisa escuchara nuestra conversación. – Listo. ¿Te desperté?

- No, para nada. ¿Cuándo te voy a ver? Estoy en ayunas de tu pedazo de carne

- Jajajajaja – a Elisa se le saltaban los ojos, mientras yo reía. – Paciencia, que a eso de las 6 paso por ti.

- ¿En serio? ¡Qué bien! – dijo emocionada – Ya no puedo esperar. ¿Alguna petición?

- Me leíste la mente – le contesté. Elisa no salía de su asombro. – Quiero que te pongas un vestido primaveral, sin ropa interior.

- ¿Nada más? Hace frío y son días nublados…

- Lo demás lo sabrás a su momento. Te dejo. Te veo a las 6 en tu casa.

- No puedo esperar.

Elisa seguía asombrada. Colgué el teléfono y le pregunté si en realidad estaba dispuesta a lo que le había propuesto.

- ¿Sí o nel?

- No lo sé Cold – (ella siempre me dice así) y después agregó – la neta pensé que me estabas choreando…

- ¿Ella te cae mal, verdad? – ella asintió – es tu oportunidad de hacerle todo lo que quieras…

- No mames, como crees…

- Es en serio, puedes hacerle lo que quieras – le aseguré – sea lo que sea.

- ¿Es en serio?

- Si no fuera cierto, ni siquiera estaría aquí. Sabes que no me gusta ser infiel ni nada, pero estoy experimentando nuevas cosas…

- Eso me parece perverso… perdón perfecto. Estás seguro que lo que sea, ¿verdad?

Elisa y yo salimos aunque no pasó nada de momento, solo algunos besos. Ella es un poco fría, pero aun así sabe cómo provocarme.

Ella tiene, lo que yo llamaría, un trasero perfecto. Si bien Gabriela no está nada mal, Elisa la supera. Eso siempre me atrajo de ella y por supuesto, lo sabe, así que no perdía oportunidad de contonearse en frente de mí y provocarme con su culo.

Llevaba puesta una blusa negra escotada que dejaba ver algo de sus pequeños, pero bien formados pechos. Cabellera suelta, pantalón de mezclilla muy ajustado y sus eternos “puma” de color café.

Salimos al cine y después fuimos a un restaurante de mariscos (muy bueno, debo agregar) que está en la Santa Úrsula Coapa (los que vivan en el D. F. saben que es la colonia donde se encuentra el E. Azteca) ya que por ahí vivía Ga. Eran las 5: 30 cuando terminamos de comer, pero nos quedaban 30 minutos libres, así que platiqué un poco con Elisa para “medirle el agua a los tamales” y saber, más o menos, como actuar.

- En serio aún no creo como es que llegaste a esto Cold – me dijo mientras nos acercábamos a la casa de Ga.

- ¿Por qué? – le contesté algo contrariado – ¿No crees que yo pueda ser un buen amante o todo un semental?

- No, no es eso, pero… por tu manera de ser y como eres con las viejas (mujeres), es difícil de creer que hayas hecho todo lo que me contaste y definitivamente no te creo lo de santa fe. Eso ya es mucho…

- Vas a ver que no te miento, pero quiero preguntarte algo

- Dime

- Yo sé que te has besado a mujeres e incluso te llegue a ver besándote con Lorena ayer en la fiesta…

- ¡Ah, no! Ni loca Cold. No voy a besarme con esa vieja…

- ¿Por qué no? – le dije suplicante, pero con una sonrisa. – Vamos a hacer un trío…

- Estas pero si bien pendejo, me caga la madre, además ella te desvirgó

- Venga Eli, yo te he visto hacerlo y no parecía desagradarte – le atajé.

- Pero eso era diferente, Lorena me cae muy bien y además es mi amiga, pero esa vieja no.

- Ándale Eli… hazlo por mí…

- ¿Por qué me pides eso Cold? – suspiró después de verme la cara y agregó – bueno… ya veremos.

- Esa es la actitud caray, ya verás que te va a gustar la experiencia, aunque es la primera vez que hago un trío…

- Yo también – me dijo riendo.

- Espero no decepcionarlas…

- Yo también… – contestó riendo aún más.

Llegamos a las seis menos cinco y Ga ya estaba afuera de su casa esperando verme llegar. Bajé del auto con una venda y le tapé los ojos. Le di un beso de lengua mirando fijamente a Elisa y alcancé a notar ciertos celos en su rostro. Para rematar el cuadro y fijándome bien que no hubiera nadie cerca, me pasé por detrás de Ga y le masajé los pechos. “¿Me extrañaste puta?” le susurré a Ga, la cual asintió. La subí a la camioneta en la parte de atrás y le hice con señas a Eli que no dijera nada. Me subí yo también en la parte de atrás y le dije a Elisa que observara.

Ga iba vestida con un bonito y corto vestido rojo con flores. Un gran escote dejaba poco que imaginar con sus grandes tetas y su cabello caía sobre sus hombros y espalda desnuda. Rápidamente metí mano y le saque las tetas, comprobando que no llevaba bra. “Muy bien”, le dije. Metí mi mano entre sus piernas para comprobar si tampoco llevaba ropa interior y cuál fue mi sorpresa al encontrar que llevaba algo puesto. Elisa estaba bastante asombrada y en ocasiones no quería ver, pero su curiosidad la obligaba a voltear constantemente.

- ¿No te dije que no trajeras nada de ropa interior? – le dije enojado al comprobar que traía una minúscula tanga roja. La verdad se veía muy sexy. – Esto merece un castigo bastante severo.

- Lo hice por eso, para que me castigaras – me dijo con una leve sonrisa – pero esta vez por favor no te midas, es más hazlo ahora, necesito que… me pegues… por favor… ya no aguanto.

- De verdad que estas enferma… – le dije volteando a ver a Elisa que tenía la boca abierta – pero tendrás que esperar. Ahora, no te quites la venda y no pienses moverte de tu asiento. Hay otro pasajero y no quiero que lo molestes hasta que lleguemos a nuestro destino. ¿Entendido?

- Si amo.

- Muy bien – le azoté las tetas y le dije – déjalas fuera. Se ven muy bien cuando están rojas, además quiero que mi acompañante te vea bien – y les volví a pegar.

Nos pusimos en marcha a casa de Elisa, la cual me miraba con unos ojos difíciles de interpretar. No sé si eran de odio, celos o pasión y calentura. La cosa fue que 20 minutos después estábamos ya en el garaje de Elisa. Y ahí fue donde comenzó la diversión.

Elisa bajó del coche y, a pesar de que llevaba mezclilla, se le notaba mojada la entrepierna. Ga seguía con los ojos vendados y las tetas de fuera un poco rojas, puesto que había aprovechado cualquier momento en que el trafico me lo permitiera para, ya sea pellizcarle fuertemente los pezones o, golpearle esos melones que se cargaba y, además, ella se deleitaba con ese trato. Bajé del coche y bajé a Ga, aun con los pechos al aire y unos pezones amenazantes que apuntaban al cielo.

Elisa le dio la vuelta a la camioneta y justo cuando Ga terminaba de bajar del coche me alcanzó con un riquísimo beso de lengua y me agarró el paquete. Yo aproveché para agarrarle ese colosal y hermoso culo. Ufff!!!! Ese culo era mucho mejor que el de Ga… Me moría por darle unas buenas nalgadas… Ga permanecía callada, pero consciente de que algo perverso pasaba junto a ella. “Todavía no te quites la venda de los ojos. Arrodíllate y comienza a mamar”, le ordené.

Ga obedeció al instante. Se hincó a mi costado y a tientas encontró mi miembro ya erecto sobre el pantalón, del cual me despojó en tan sólo un instante. Yo mientras tanto seguía besando apasionadamente a Elisa mientras la masturbaba con una mano y con la otra me dedicaba a uno de sus pequeños pechos. Ella no se rasuraba la concha y estaba completamente peluda en la parte de abajo. No me importaba, igual me moría por mamarle ese coño y penetrarlo. Elisa ya no aguantó más y comenzó a gemir como una loca.

En ese momento Ga se detuvo en su labor de felación y volteo hacia arriba, ya sin la venda en los ojos. Lo primero que noté en sus ojos al verme masturbando a Elisa fue un odio muy intenso, pero no se movió. Sólo alcance a ver que cerraba uno de sus puños con mucha fuerza, hasta el punto de que su mano se puso blanca. “Más te vale que obedezcas la siguiente orden puta, si no, te va a ir muy mal. Comienza a mamarle la concha”, le ordené a Ga, mientras seguía masturbando a Elisa, quien tenía los ojos en blanco y seguía gimiendo como toda una golfa.

Como no obedecía, le solté una cachetada bastante fuerte y de inmediato se acercó a Elisa, le bajó el pantalón por completo y comenzó a mamar. Elisa, al sentir el cambio de unos dedos a una boca, se sorprendió, pero increíblemente (dados sus sentimientos) no hizo nada por moverse o quitar a Ga, incluso, al contrario, abrió más sus piernas y tomó su cabeza para meterla más entre sus piernas. Yo me desnudé y en ese instante me di cuenta de que hacía demasiado frío, pues estábamos aún en el garaje de Elisa.

Ga seguía mamando la concha de Elisa, cuando esta reparo en mí; me sonrió y me hizo señas de que me acercara. Se inclinó y ella comenzó a mamarme la verga. Ya necesitaba nuevamente de estos placeres. Elisa no era tan buena como Ga, pero sabía hacer su trabajo. Llevábamos un rato así cuando Elisa se despegó y comenzó a gemir más fuerte, señal de que estaba a punto de venirse y lo hizo instantes después de que dejo de mamarme y me sorprendió, ya que parecía que se estuviera orinando. La cantidad de flujo fue tal, que Ga quedó empapada y todavía se formó un pequeño charco debajo de ella. Cayó al suelo mientras Ga se relamía.

- ¡Oh, Dios mío!

- Y esto solo ha hecho más que comenzar – dije agarrando a Ga del cabello y obligándola a mamar mi erecto miembro – aunque tenemos que meternos, porque hace bastante frío aquí.

- Vamos. – dijo Elisa

Elisa se quitó lo que le quedaba de ropa y nos indicó que la siguiéramos. Ella caminaba muy raro, presa de aún de los efectos de su torrencial orgasmo. Ga se levantó y al andar le solté una tremenda nalgada. Elisa volteo y sonrió y le dijo a Ga: “yo también quiero hacer eso”. Dicho esto, se regresó hasta donde estaba y también nalgueó a Ga, pero no tan fuerte como yo lo había hecho. “Así, más duro” le dije ejemplificándolo con otra fuerte nalgada y Eli, sonriendo le soltó otra tan fuerte como yo. Ga estaba entre enojada y extasiada, aunque su entrepierna delataba que se trataba más de lo segundo.

Entramos a la casa e inmediatamente Elisa se dirigió a la cocina y trajo una botella de tequila un poco empezada y tres caballitos. En lo personal, físicamente me gustaba más Elisa que Gabriela. Elisa era delgada y sin una marca de grasa en su cuerpo, mientras que Ga era lo que en México denominamos “gordibuena”… también era muy antojable y sé que genera miradas lascivas cuando va por la calle a pesar de su corta edad.

Elisa estaba desnuda y reparé en Ga, quien todavía tenía puesto el vestido, aunque éste ya estaba algo mojado por los jugos de Elisa. Le ordené que se desnudara y después se sentara junto a mí, en la sala.

Mientras Ga hacía esto, Elisa servía los tres caballos. Los dejó en la mesa de centro de la sala y regresó a la cocina por limones y sal. La situación era extraña, pues los tres estábamos en completo silencio, aunque ya nos habíamos echado tres caballitos cada quien. Así que decidí romper el silencio, tocando un tema bastante complicado, pero que si lo sabía tratar, podría mejorar un poco más la situación que se estaba desarrollando.

- ¿Te gustó mamarle la concha a Elisa, Ga? – pregunté después de tomarme el cuarto caballo.

- La verdad me hiciste llegar al cielo –dijo animadamente Elisa a Ga después de un rato, al ver que no contestaba – espero que lo vuelvas a hacer…

- Mira Ga, tu dijiste que serías mi esclava y harías todo lo que yo te dijera. Así que te ordeno que contestes. No te preocupes, que te voy a dejar morado ese culo, por haber traído tanga. – le dije, adivinando que no contestaba para ganarse un castigo… en realidad esta chica estaba enferma, pero me estaba agradando esto – Además, quiero dejar en claro que, en este momento, Elisa también tiene autoridad sobre ti.

- ¿En serio? – dijo Elisa sonriendo de oreja a oreja, aunque perpleja.

- Si, también tienes que obedecerla. ¿Entendido puta? – le dije manoseando su pecho derecho.

Ella se tomó el quinto caballo y después de sacudir su cabeza me miró con un odio tremendo y después me dijo: “si amo, lo que usted diga” e inmediatamente su expresión cambió, tal y como aquel fin de semana, de una expresión de odio, a esa niña pícara y pervertida que tanto me excitaba. Elisa abrió sus piernas y le ordenó a Ga que le mamara de nuevo el coño. Yo me levanté y le puse mi carajo a la altura de la cara a Elisa, la cual no dudó un instante y se lo tragó golosamente.

Era increíble ver como Elisa disfrutaba que una mujer le mamara el coño. No sé porque, pero a muchos hombres les llama la atención y les excita ver escenas lésbicas. Yo soy uno de ellos. Es tremendamente excitante ver que dos mujeres se besan y hacen cochinadas; y no me podía creer que estaba viviendo algo así, apenas una semana después de haber perdido mi virginidad. Vaya que era un tipo con suerte… mucha suerte… (era…)

Otra cosa que también me sorprendió es como habían ido tomando el asunto estas dos mujeres. En un principio, sabía que Elisa tenía ciertas tendencias lésbicas y no habría mucho problema (el único pudo haber sido su cierta enemistad, pero a estas alturas, parecía que lo habían vencido). El verdadero problema era Ga, de la cual no sabía mucho a cerca de sus tendencias, pero intuí que por lo enferma que estaba, no tendría de que preocuparme y lo estaba comprobando. Elisa me estaba llevando a la gloria con su mamada, aunque de vez en cuando se la sacaba para gemir como una loca. Ga se estaba masturbando mientras mamaba la vagina de Elisa y de vez en cuando aprovechaba para nalguearla y en otros momentos me dedicaba a las tetas de Elisa, la cual agradecía mi tratamiento.

Estuvimos así como unos diez minutos y yo ya no pude más. Le avisé a Elisa que estaba por venirme y ella se apartó aunque siguió masturbándome. Adiviné, por consiguiente que no le agradaba el semen. Así que le ordené a Ga que ella continuara mamando mi verga hasta que me viniera. Elisa se masturbaba y me reclamó por haberle quitado a Ga, pero le respondí que me gustaba que se tragaran mi leche.

Acto seguido, empujó a Ga y le ordenó que siguiera con su labor en su coño y Elisa comenzó a mamar mi verga de una manera frenética. Fue el golpe definitivo. Me vine dentro de la boca de Elisa, quien se tragó todo. Segundos después, sus gemidos indicaron que ella se estaba viniendo una vez más. Así lo hizo y nuevamente salió un chorro de flujo. Esta vez no fue tanta la cantidad, pero si una considerable. Elisa aprisionaba a Ga contra su pucha aunque seguía chorreando. Temí que la ahogara, pero después hizo algo que le devolvió un poco de vigor a mi flácido instrumento: levantó a Ga y después de decirle “ven pendeja, me has hiciste llegar al cielo”, le dio un beso de lengua, saboreando ella misma sus propios jugos de la boca de Ga, la cual correspondió ávidamente mientras dirigía sus manos a los pequeños pechos de Elisa.

A pesar de que estaba terriblemente excitado, mi verga no respondía. Estaba entre flácida y  dura, pero no parecía recuperarse del todo, aunque sabía que era cuestión de unos minutos. Elisa y Ga voltearon a verme con una cara de excitación tremenda y entendí que tenía que recuperarme pronto, porque esas dos mujeres reclamaban sus agujeros llenos.

Quería culear a Elisa, quería probar sus dos hoyos, quería nalguearla, quería cogérmela, pero no podía por el momento. Ordené a Ga que se pusiera como perro y mamara mi verga de nuevo hasta que se volviera a parar. Le dije a Elisa, que por favor nalgueara a Ga, que eso también me excitaría, porque quería penetrarla a ella. Sonrió, al igual que Ga, por lo que ordenaba y proponía. Ga se dedicó a mi verga y Elisa, aunque con un poco de timidez, hizo lo que le pedí mientras me miraba a los ojos con una sonrisa.

Estaba deseando que me la cogiera. Elisa comenzó a nalguearla, pero sus nalgadas eran muy suaves para lo que a Ga le gustaba y le animé a hacerlo más fuerte, a lo que Ga asentía y le decía que lo hiciera sin piedad, con odio y con saña. Elisa, sonreía cada vez más, pero aún no aumentaba su fuerza en las nalgadas y Ga se estaba enojando. No pasaron más de diez minutos, cuando mi verga ya estaba parada de nuevo.

Le ordené a Ga que se volteara para mostrarle a Elisa como es que debía de hacerse, lo cual me agradeció y le dije que esta vez me iba a sobrepasar, pues se le debía de castigar por desobedecerme al traer una tanga, cuando le había ordenado no hacerlo. “Por favor, llevo esperando todo el día por esto” me dijo Ga con una cara de suplicio. Elisa por otra parte, se comía con los ojos mi inhiesto aparato, y le dije que ya era tiempo de coger. No me podía creer, estaba viviendo un trío y con dos viejas bastante perversas. Elisa me abrió sus piernas desfachatadamente mientras se masturbaba lentamente. Me dirigí a ella, quien estaba junto de Ga, la cual estaba ya en la posición perfecta para nalguearla.

Sin miramientos, penetré a Elisa, la cual emitió un gran gemido ante la súbita invasión de su agujero, pero no de dolor, si no de placer y sorpresa. Inmediatamente cruzó sus piernas alrededor de mí y comencé con un ritmo semi lento, pero firme que le arrancaba fuertes gemidos.

Vaya que Elisa era bastante escandalosa, pero me excitaba. Estaba descubriendo muchas cosas en cuanto al sexo y me faltaba todo un mundo por conocer. Sin embargo, estaba tan concentrado en mi cogida con Elisa, que me olvidé por completo de Ga, la cual esperaba pacientemente por sus nalgadas. Le dije que se masturbara, que en un momento la atendía.

Es que la concha de Elisa estaba realmente deliciosa. Apretada, pero suave. Mojada y a la vez dura. No sé cómo expresarlo. Tiene tiempo que me cojo un coño como aquel.

Elisa me estaba llevando a la gloria y cada vez aumentaba más el ritmo. Elisa gritaba como poseída, pero notaba su sonrisa. Tenía los ojos cerrados y comencé a estrujarle esos pequeños pechos. Fue el golpe definitivo para ella. De repente sentí un chorro de flujos que salió disparado hacia mi vientre, mientras yo seguía con un frenético mete y saca.

Es raro sentir que, además de la presión que ejercen las paredes vaginales cuando se está dentro, una presión adicional, la cual es de fluidos vaginales, los cuales, debido a la misma presión salen disparados a diferentes partes. Que loco… Mientras tanto, Ga se sintió ofendida (aunque eso me valió…) pero lo tomó bastante bien, pues en lugar de enojarse, se dedicó a besar a Elisa y cuando notó que ésta se corrió comenzó a recoger los flujos de Elisa que habían caído en mi vientre y llevárselo a la boca con la mano. Le solté tres cachetadas que agradeció. Yo estaba a punto de venirme así que, levante a Ga de los cabellos y comencé a retorcer sus pezones de una manera brutal, pero era tal mi excitación que poco me importó hacerle daño; además ella me lo agradeció una vez más.

Me corrí con un gran grito y Elisa me dijo: “ya te estabas tardando”. Según yo fueron como diez minutos nada más, pero igual lo había disfrutado enormemente. Sin embargo, quería catar su culo y sobre todo azotarlo… me pregunté en ese momento si Elisa se prestaría para eso…

Desgraciadamente, no sucedió lo mismo que mi primera vez y no pude empalmarme en el acto, aunque lo hubiera deseado para seguirme con el culo de Eli. Sin embargo, seguía tremendamente excitado por la situación, aunque mi herramienta estaba en “descanso”. La mirada de Ga era suplicante, pero quería hacerla sufrir un poco más. Antes de separarme, le di un largo beso de lengua a Elisa cuando terminamos y un tierno apretón a sus pechos. Le pregunté a Elisa si podíamos subir a alguno de los cuartos, para poder descansar un poco, pero ellas seguían en pie de guerra (sobre todo Ga, quien no había recibido nada en sus agujeros y seguía en ayunas).

Elisa seguía rendida en el sofá gimiendo y respirando agitadamente. Se masturba lentamente con una mano y con la otra estaba masajeándose un pecho. Ga estaba a su lado haciendo lo mismo, pero ella estaba de cañon. Aproveche eso para soltarle una fortísima nalgada que al parecer, no sintió, porque ni siquiera un leve gemido salió de sus labios. “¿no te estás pasando de lanza Cold?” Me preguntó Elisa, al ver como nalgueaba una y otra vez a Ga, la cual comenzaba a gemir, pero no se movía, pero un sólido pedido de “más fuerte” de Ga aclaró el asunto. Elisa se seguía masturbando cada vez más rápido y comenzaba a gemir sonoramente una vez más mientras yo seguía atizando el culo de Ga de manera, casi, bestial.

Cuando el trasero de mi esclava estaba más rojo que un tomate mi verga ya estaba apuntando al cielo a punto de explotar y quise poner por obra, algo que una vez había leído. Le ordené a Gabriela que le mamara el ojete a Elisa, quien no dejaba de gemir al masturbarse y ver lo que le estaba haciendo a Ga.

Ella ni presta ni perezosa se dispuso a su tarea y Elisa se vino una vez más. Sus fluidos fueron a empapar el cabello de mi puta. “Métele dos dedos” le ordené y lo hizo, aunque con cierta reticencia de parte de Elisa. Por mi parte, yo comencé a trabajarle el culo a Ga. Mamé ese ojete como si se me fuera la vida en ello y traté de prepararlo lo más que me fue posible. Hubo un momento en que cuatro de mis dedos se perdieron en su ojete y ella me pedía que le metiera más dedos y hasta incluso la mano. Si no fuera porque Elisa chilló de dolor cuando sintió el tercer dedo de Ga en su culo, hubiera realizado mi fantasía (fisting) en el culo de Ga. (fantasía que aún sigo sin poder realizar…)

Elisa se enojó y dijo que eso había dolido demasiado y que mejor ya paramos, además estaba bastante cansada (claro, después de tanto orgasmo…) pero yo quería culearla, quería darle por detrás.

En un arrebato de excitación le ordené a Elisa que se pusiera en cuatro y se abriera las nalgas. Ella, se sorprendió y al principio se negó, alegando que nunca lo había hecho por ahí y que si tres dedos le dolían un horror, mi verga la mataría (no es que fuera muy grande, ni muy gruesa, pero los dedos de Ga son pequeños).

Con un poco de verbo la convencí y se puso como le había dicho, mientras que le ordené a Ga lo mismo y que se colocara junto a ella. Tenía esos dos culos a mi merced. Le ordené a las dos que se masturbaran (la orden fue más para Eli, porque Ga ya lo estaba haciendo) y dirigí mi carajo a la entrada de ese culito tan perfecto. Ga había hecho un excelente trabajo y, aunque me costó un poco, logre penetrar lentamente a Elisa por el culo. “Ay, me duele mucho, sácalo por favor” me decía Elisa, pero yo ya estaba bombeando. Lo hice lentamente para que se fuera acostumbrando y, a pesar de que Elisa se resistió un poco, lentamente fue cediendo y sus quejas se fueron convirtiendo en gemidos. Poco a poco fui aumentando el ritmo, pero sin llegar a algo frenético; de vez en cuando atizaba el culo de Ga, para que no se sintiera.

Cuando comenzaban a hacerse más fuertes los gemidos de Eli, se la saque súbitamente y me pasé al culo de Ga, la cual se vino en el momento que la penetré. Gritó casi como Elisa, pero ella casi no soltaba leche, al menos no como Elisa.

Con Ga ya tenía experiencia, y no me fijé si le dolía o no. Solo taladré sin piedad ese culo que ya estaba muy rojo y lo seguí azotando a placer. Elisa nos observaba atónita, pero ya consciente del placer que causaba el sexo anal. Yo estaba en la gloria. No sé porque, pero cuando lo hago por el culo, siento que mi resistencia baja, pues es más estrecho que un coño. Cuando juzgué que era suficiente, volví a cambiar de culo y esta vez Elisa me animó a que lo hiciera como a Ga. No me lo tuvo que decir dos veces, porque ya estaba imprimiendo un ritmo bastante rápido y por puro reflejo, le solté una nalgada a Elisa.

Lo había hecho, a pesar de que no sabría la reacción que tendría, lo hice y no pareció molestarle, aunque fue una fuerte. Solo alcancé a escuchar un “Ay”, pero muy leve. Me aventuré a nalguearla otra vez y el mismo resultado. Le solté una tercera y nada. Así que le solté otras tres y comenzó a gemir como loca. Cuando sentí que estaba a por venirse, se la volví a sacar y se la volví a meter a Ga (aunque con una lluvia de insultos de Elisa).

Ya dentro de Ga, solté golpes con todas mis fuerzas. Ella gemía como Elisa y me animaba a golpearla más y más fuerte. En eso Elisa se para y me suelta una nalgada a mí. Me sorprendí, pero no me desagrado. Volvió a hacerlo y también le soltó una fuerte a Ga, “Ya Cold, me toca a mí”, me decía Elisa. Se la saqué a Ga y Elisa se puso nuevamente en posición. Yo ya estaba por venirme y no duré ni 2 minutos bombeando a Elisa. Me vine al momento de soltarle nuevamente una nalgada a Eli. Sin embargo ella todavía no llegaba al orgasmo y se había molestado porque no duré tanto y ella estaba disfrutando ampliamente de su primer polvo anal. Así que le ordené Ga, que le mamara de nuevo el ojete y también el coño hasta que se viniera y que la seguiría azotando mientras tanto.

No duró mucho el tratamiento oral de Gabriela, porque en menos de cinco minutos, Elisa se vino copiosamente y también expulso algo de mi semen por el orto, el cual Ga tragó gustosa. Para esas alturas del partido, los tres estábamos rendidos (bueno, Ga no tanto, porque no la trabajé como a Elisa, pero servía para humillarla, según yo…). Nos tomamos los tres un último caballo y subimos a descansar a su cuarto.

Nos acostamos (yo en medio de las dos) y platicamos, pues estábamos demasiado despiertos para dormir. Fue una buena plática, la cual me reveló muchas cosas sobre Ga y sobre Elisa que no conocía y al término de ésta, la fiesta siguió su curso, sin embargo, lo que procedió, lo contaré en mi siguiente relato…

Gracias por seguir leyendo mi historia, la cual, reitero, es completamente real… Por favor, de ser posible comenten el relato.

(9,50)