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54.2 Sin complejos ni obsesiones y Fin

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Me despertaron los golpes de uno de los niños montado a horcajadas en mi espalda. El pequeño Daniel me espoleaba como si yo fuera un caballo. Giré la cabeza hacia las risas que venían de Gonzalo y el mayor, querían jugar un rato y les dimos gusto pasando unos minutos lúdicos, permitiéndoles que montaran sobre nuestros abdómenes, soñando con ser vaqueros. Wes resolvió la situación cuando entró y después de saludar nos anunció que Nicolás estaba desayunando con la abuela.

Los niños saltaron queriendo ir a su encuentro, se lo impedí colocándome delante de ellos y los llevé a su baño para prepararles y vestirles. Leonor estaba en la habitación y después de salir del baño se los dejé para que los vistiera mientras yo me preparaba.

Gonzalo estaba terminando y comencé a afeitarme y lavar la boca.

-Tienes que delegar más en Leonor.

-Sabes que me gusta estar con ellos y ser yo quien les enseñe los pocos días que puedo hacerlo.  –me miró a través del espejo sacándome la lengua en un gesto burlón, él deseaba que dejara mi trabajo durante un tiempo y yo no cedía, ya no me lo pedía recurría a burlarse cuando protestaba por algo.

Llegaron al comedor antes que nosotros y cuando entramos los dos estaban en los brazos de Nico. Me senté al lado de la abuela después de besarla para levantarme otra vez e ir preparando los desayunos. Tegan había abandonado el comedor para ir a buscar alguna cosa a la cocina.

-¿Qué te sucede Nico?, ¿no podías dormir?  -dejó de atender a los niños para fijarse en mí que le miraba ceñudo.

-Quería verlos desayunar… -se quedó unos instantes dudando. –Solo es un juego de arquitectura, no te enfades, les ha gustado y puede que así despierte su vocación.

Nicolás sabía mi aversión a que en todo momento estuviera regalando juguetes a los niños, iba a conseguir que le quisieran por lo que les traía únicamente, y ya le había pedido en varias ocasiones que no lo hiciera, y ya veía como me obedecía.

Los quería demasiado y los mimaba más que Gonzalo o yo mismo.

Los veía correr por el verde, llevando cada uno de ellos a uno de los niños sobre sus hombros, intentando ser el primero en llegar donde jugarían al futbol.

Pasamos la mañana en el parque, como hacíamos muchas veces si el tiempo lo permitía y estaba sin llover, donde me tocaba hacer de portero cuando nunca había jugado al fútbol, causando su risa con los goles que me metían aunque yo no quisiera, y ese rato Nico no se lo perdía si estaba ese día en Londres, así ya era un asiduo de las comidas de los sábados, donde la abuela lo invitaba como mero gesto protocolario.

Se despidió y quedamos en pasar a recogerle, para a la noche ir a cenar fuera. Hacía meses que cuando Nicolás venía a Londres utilizaba el estudio de Gonzalo, éste se lo había pedido y entregado una llave.

-Le he notado preocupado y no ha dicho el motivo, ¿sabes algo?  -me dio un pequeño azote en el culo al pasar detrás de mí.

-¿Por qué no le has preguntado? Solamente te has enfadado con él por el regalo de los niños.  –me quería hacer culpable y no se lo iba a permitir.

-No tiene nada que ver una cosa con la otra, tú sabes lo que le sucede y al final me lo tendréis que decir.

Pasamos por la habitación de los niños, dormían ya y bajé la intensidad de la luz.

-Leonor, ahora son tuyos, cuídalos, Pablo sigue con las pesadillas y es fácil que se despierte.  –estaba con la abuela y las dos me miraban indulgentes.

Subimos directamente desde el garaje hasta el apartamento, Gonzalo sacó su llave para abrir la puerta, no me gustaba que lo hiciera así, Nico estaba dentro y debía de tocar el timbre, pero esto era otro de los temas donde había renunciado a discutirlo, dándome por vencido.

Nico no estaba en el salón ni en la cocina, me quité los zapatos y avancé hacía la habitación mientras Gonzalo se quitaba la chaqueta y tomaba asiento delante de la televisión, estaba vacía con su ropa sobre uno de los sillones y la puerta del baño abierta, escuchaba el agua caer y me acerqué, golpeé la puerta para que supiera que habíamos llegado.

Me saludó con la mano y continuó bajo la ducha mientras le miraba, su espléndido y potente cuerpo se estiraba al levantar los brazos para frotarse la cabeza, las pasaba por el vello de sus pectorales, bajándolas hasta su pene y sus huevos, pasándolas por ellos para aclarar las burbujas de jabón.

Cerré un segundo los ojos con fuerza, había sentido un repentino respingo en la polla, aún me excitaba con solo verlo. Desplegué una toalla grande para acogerlo en ella y ayudarle a que se secara.

-Ahora no tienes prisa y has tenido toda la tarde libre para ti.  –se volvió, tenía la toalla abierta, era una tentación para cualquier mirada y levanté la mano para pasarla con suavidad por su tetilla izquierda acariciándolo.

Soltó la toalla para abrazarme la cintura y ésta cayó a sus pies, unió su pecho al mío y bajó la cabeza para colocar sus labios sobre los mío, saqué la lengua para lamerlos un par de veces.

-He encargado una cena ligera para hacerla aquí y si no queréis no tenemos que salir, en eso he empleado el tiempo. –le hubiera abrazado en ese mismo instante pero me solté de su agarre.

-Termina de secarte, te esperamos en la sala.  –Gonzalo miraba con atención la televisión y fui hasta la cocina, en el frigorífico tenía dos bandejas cubiertas de papel de aluminio, una botella de vino español sobre el mostrador y una cajita de galletas de pan.

Me senté al lado de Gonzalo, estaba viendo un partido de fútbol que no me interesaba.

-Comeremos lo que Nico ha comprado y si queréis salimos después.  -me colocó la mano sobre el cuello para girarme la cabeza y me dio un rápido beso.

-¿Has visto que jugada?

-¡Ohh! Sí, increíble, me ha emocionado. –seguía pendiente de la pantalla hasta que se dio cuenta de la ironía y soltó una carcajada.

-No sé por qué te hago comentarios.  –seguía riendo pero ahora me besaba sin dejar de observar la pantalla.

Nicolás se sentó a mi lado después de chocar la mano con Gonzalo que no le prestaba atención, solamente un rápido vistazo fue suficiente saludo. Tenía la misma toalla que le entregué enroscada en la cintura, con el torso desnudo y me quité la cacheta imitando a Gonzalo, las dejé sobre el respaldo de una silla y volvía al sofá donde ahora los dos miraban el partido.

Me senté sobe las piernas de Nico y él me abrazó, comencé a acariciarle el pecho y jugar con los pelos que tenía tan bien puestos y a besarle pasándole la lengua por la piel.

-¿Qué sucede? ¿Es tan grave?  -besé tiernamente su boca mientras seguía acariciándole el pecho.

-Pues nada, que tengo que irme a Dubái.

-Pero eso está muy lejos, ¿a qué vas allí? No tenéis trabajos que hacer, ¿o sí?

-Mi padre ha firmado un convenio con una empresa americana y nuestro estudio de Londres para montar un complejo de desalinizadoras.

-Volverás en poco tiempo, eso es trabajo para ingenieros.

-Te olvidas de los edificios, alguno no serán simples naves industriales.  –le notaba preocupado realmente, como ya me había dado cuenta cuando le vi a la mañana.

-Será poco tiempo y podrás venir, también podemos ir nosotros.  –miré a Gonzalo que había bajado el volumen de la televisión y ahora nos miraba a nosotros.

-Deja de pensar en el trabajo y bésame.  –abracé su cuello y me elevé para unir nuestros labios y exigirle con mi lengua que abriera la boca, cerré los ojos para gustar las sensaciones que sus labios me transmitían. Sentía en mi trasero la humedad de la toalla mojada y las manos de Gonzalo quitándome los calcetines y tirando de mi pantalón.

Le ayudé en su labor retorciendo el cuerpo, me quitó también el slip y al bajar el culo tenía la verga de Nico debajo, caliente y suave como un nido que acogía mis nalgas posadas sobre su polla y los pelos de su pubis.

Adivinaba como Gonzalo se iba desnudando y se arrodillaba al pie del sofá para cogerme la polla y meterla en la boca. No perdía el contacto de mi boca con la de Nico. Y un minuto más tarde eran tres las que nos disputábamos el placer de atrapar una lengua para lamerla.

Después de una sesión de besos, donde recibía más que daba, se sentaron los dos uno al lado del otro, y mientras ellos se besaban, arrodillado mamaba alternando las dos vergas de mis hombres, a veces acariciaban mi cabello, y la espalda y al que no chupaba el pene se inclinaba para llegar con su mano entre mis nalgas y poder acariciarme el ano.

Para ellos dos no había sido fácil besarse o acariciarse, pero al fin el deseo sexual los había llevado a hacerlo.

Gonzalo se levantó y me cogió en sus brazos para llevarme al dormitorio, me dejó sobre la cama y se tumbaron a mi lado, comenzó a desabotonarme la camisa mientras Nico me abría las piernas, las elevaba y comenzaba a lamerme el culo.

Su primera lamida hizo que temblara y Gonzalo sacó una risita.

-Se ve que sabe muy bien como comerte el culito.  –le ayudé para sacar los brazos de las mangas y antes de caer sobre la cama abracé su cuello para arrastrarle conmigo.

-Gonzalo, mi amor bésame y sí, Nico la chupa muy bien.  –me lamía la lengua y cogía mi polla pasando su mano por los huevos.

Fue bajando  y besaba mis tetillas y el abdomen hasta llegar a mi pene, se dio la vuelta para que yo atendiera el suyo haciendo un sesenta y nueve, colocados de costado para que Nicolás pudiera seguir con mi culo.

Sentía estimulada mi verga por la boca de Gonzalo y el ano por la de Nico, yo me ocupaba de seguirle mamando la polla y lamer los huevos a Gonzalo.

Nico me elevó la pierna y se colocó arrodillado metiendo los dedos en mi ano, y Gonzalo le ayudaba elevando más mi pierna para que el trabajara con facilidad en mi ano. Sentía como entraban ya tres dedos cuando colocó la verga a la entrada y empujo moviendo mi cuerpo y haciendo que metiera más mi polla en la boca de Gonzalo.

Éste la sacó de la boca y me la besaba, mirando en primer plano como Nico me penetraba el culo. La situación le excitaba y notaba en mi boca como vibraba su polla por la excitación. Nico se inclinó para apoyar las manos en mi cintura y volvió a empujar para meter la verga entera.

Entre los dos me mataban de placer, era una situación que no se producía habitualmente y deberíamos hacerlo con más frecuencia. Sentía el morbo que nos invadía a los tres. Nico entrando y saliendo de mi, Gonzalo mirando la escena a escasos centímetros que le permitía alguna vez acariciar mi ano mientras Nico lo follaba, y yo mamando con ganas la enorme polla de Gonzalo.

Nicolás me follaba sin descanso, su pene resbalaba en mi culo ayudado por la saliva que Gonzalo dejaba al lamer la entrada de mi culo y la polla de Nico, en esa posición parte de la verga se perdía sin entrar en mi culo y retraje la cadera para que las nalgas sobresalieran y se abrieran más.

Era delicioso y no podría aguantar mucho tiempo sin correrme.

-Me corro Gonzalo. –al escucharme volvió a meterla en la boca y Nico a moverse más rápido, grité y el semen de mis huevos llenaron la boca de Gonzalo, Nico siguió unos momentos metiendo con fuerza la polla hasta que tembló y comenzó a llenarme el culo.

Gonzalo se levantó y tuve que dejar de mamarle la polla, me besó pasándome algo de mi semen y se colocó al lado de Nico, pidiendo su parte del festín. Nico retiró su polla de mi ano y Gonzalo me colocó tumbado para que le mirase, pasó mis piernas por sus hombros y abracé con ellas su cuello.

-Ahora voy yo putito, prepárate.  –mi culito estaba abierto por la labor que Nico había hecho y bien lleno del semen que había eyaculado. La polla de Gonzalo entró sin que la sintiera al principio hasta que llegó al final, ahora sí que podía sentirla toda ella profundamente incrustada en mis entrañas, y comenzó a moverse como él sabe hacer.

Consiguió que volviera a eyacular ayudado por Nico que me masturbaba lentamente, y se mantuvo con la verga dura más tiempo que la noche pasada dando placer a mí ano hasta llegó el clímax y eyaculó en mi culo.

Resultaba increíble lo que me hacían gozar entre mis dos viriles sementales.

Terminamos abrazados, con mi culo lleno del semen de los dos y tuve que levantarme para ir al baño y expulsarlo.

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Tres meses antes de que los niños llegaran a nuestra casa, o sea, en Octubre, habíamos tomado la decisión de compartir parte de nuestra felicidad incluyendo a Nico en nuestros juegos sexuales.

Sin intentar justificar nada ni buscar excusas innecesarias, porque es nuestra libre elección, un día lo hablamos Gonzalo y yo. Desde Agosto que Nico llegó de París parecía un alma en pena. Volvió a su antiguo trabajo en Bristol y todos los fines de semana se desplazaba a Londres para estar con nosotros, según Gonzalo sería para verme a mí.

Me pidió que le atendiera e hiciera el amor con él, no están muy claras las motivaciones verdaderas. Lo hablamos y meditamos sobre sus posibles consecuencias antes de proponérselo a Nicolás.

¿No íbamos a convertir en una pareja de tres?, no, la pareja la formábamos Gonzalo y yo y Nico participaría de alguna ocasional sesión sexual, él pensaba continuar con una chica que había conocido y que le agradaba.

Nicolás aceptó y fui yo el que se lo propuse, no resultó fácil para ninguno de los tres, nuestra conciencia y costumbrismos nos limitaba hasta que se dio la primera vez.

Después todo fue fácil, yo asumo el rol de pasivo que es el que más me va y ellos son los activos. Cuando hacemos el amor a tres solamente soy yo el penetrado y ellos como mucho, se besan, acarician y pueden llegar a mamarse la verga. Hasta ahora solo se es esto. Mi sueño de aquella noche se había hecho realidad en parte.

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Junio 2015, día 14

A las 8 de la tarde tomábamos tierra en el aeropuerto de Miami Florida, nos estaban esperando dos enormes coches negros para llevarnos a nosotros y nuestro equipaje, dejaba que los acontecimientos se sucedieran sin preguntar, me contentaba con disfrutar el tiempo libre que Gonzalo me brindaba.

Pensaba que iríamos a un hotel y en su lugar nos llevaron a la residencia de unos amigos de la familia de Gonzalo, exiliados cubanos que llevaban muchos años en U.S.A.

Junio 2015, día 15

George y el sobrecargo regresaron a Inglaterra, Borja los necesitaría durante estas semanas y nuestros anfitriones nos facilitarían los medios para nuestros traslados.

Nos alojaron en su casa donde nos recibieron como si fuéramos sus nietos, ofrecieron una fiesta a la que acudieron todos sus familiares y amigos de la comunidad cubano-americana.

Conocimos a Alejandro, uno de los hijos de esos señores de unos cuarenta y cinco años y que debía acompañarnos en nuestro viaje a Cuba y a multitud de personas imposible de recordar.

Unos días más tarde viajamos a La Habana. Además de Alejandro venían dos de sus hijos, según dijeron para hacerme compañía cuando Gonzalo y Alejandro estuvieran en sus reuniones de trabajo. Me pareció una estupidez pero al final estaría mejor con alguien conocido que solo en el hotel.

Eran dos jóvenes alegres y más jóvenes que yo, al final tendría que ser yo, pensé en un primer momento, el que cuidara de ellos. Gustavo de veintidós años resultó un chico dominante y algo soberbio, distinto totalmente de su hermano Adolfo de diecisiete, tímido y apocado. Ambos eran hermosos de verdad y cada uno en su distinta forma de ser agradables en el trato conmigo.

El aire de aquellas tierras mantenía a Gonzalo en un continuo y frenético deseo de sexo que me traía loco haciéndome gozar continuamente cuando podíamos follar.

Llevamos dos días en una hermosa residencia de apariencia colonial y esa noche noté algo raro en su comportamiento, ya en la cena esquivaba mi mirada  y eso me mantenía perplejo.

Cuando nos retiramos a nuestra habitación, después de una larga permanencia en la cena de rigor, con fiesta incluida hasta altas horas de la madrugada, comenzó a besarme como si estuviera poseído desde el momento de traspasar la puerta.

En un primer momento me dejé llevar por sus ganas y comencé a reír haciendo lo mismo que él y respondiendo del mismo modo con besos y abrazos llenos de fiebre.

Me llevó en sus brazos a la cama y comenzó a arrancarme, literalmente, la ropa. Su excitación me incitaba a mí también hasta que sin más preámbulos se sacó la verga sin quitarse la ropa, bajó mi pantalón hasta las rodillas e intentaba meterla sin más dilación en mi culo.

-Gonzalo, ¿no vas muy rápido?  -entre risas intentaba contenerle y él insistía en meterla sin la más mínima lubricación ni preparación de mi culo, en ese momento me pareció que había bebido algo que le inducía en ese comportamiento.

-Por favor, por favor, espera.  -mojé mis dedos en saliva para lubricar la entrada de mi culo y luego a su dura verga pasando mi mano en toda su largura y me relajé para recibirle.

Entró precipitadamente y creo que se dañó él más en su pene que el que causó en mi ano. Me folló de una forma desconocida, salvaje, donde no faltó el placer ni el dolor. Se corrió entre estertores y terminó sofocado con su rostro en mi cuello gimiendo, casi llorando.

-¿Qué se creerá que es ese hijo de puta?, ¡perdóname!  -susurró agotado en mi oído.

Acaricié su espalda mojada de sudor y besé dulcemente su hombro.

-No pasa nada Gonzalo, amor tranquilízate.  –fue reponiéndose y le llevé al baño para meterle bajo la ducha donde terminó de relajarse dominado por mis besos y caricias.

-Te envía sus mejores deseos…   -estábamos tumbados sobre la cama, había conseguido ponerle un pantalón corto de dormir y observaba su nerviosismo que no terminaba de vencer.

-¿De quién hablas cariño?  -acariciaba su mejilla y besé suavemente sus labios.

-De Cheng-Gong, ¡el puto chino!, ¿no lo recuerdas de aquella fiesta en Londres con Borja? Si hubiera sabido que él estaba en esto no hubiera comenzado a hablar y menos a comprometerme y hacerlo en nombre del abuelo.

Le dejé que fuera hablándome del problema que él veía tan transcendental hasta el punto de cambiar su carácter y forma de ser habitual.

-Es necesario que ahora aporte el veinticinco por cierto de la inversión comprometida, nuestros recursos son insuficientes, es una inmensidad de dinero.  –sus asuntos financieros nunca has sido un tema que me interese y no he prestado atención a lo que sobre esos temas hablaba con Borja y el abuelo, ahora no entendía lo que me quería decir.

-Lo encontrarás en otra parte, tú lo harás mi amor, ¿pero qué problema hay conmigo y ese señor?  -no llegaba a entender mi vinculación con sus problemas financieros.

-Te quiere a ti, tú eres la condición para que entre con sus fondos a cubrir ese porcentaje.  –tenía la mirada terriblemente alterada.

-Gonzalo, ese señor y yo no nos conocemos, tienes que haber entendido mal.  –le hablaba intentando comprender lo que para mí no tenía significado a la vez que me abrazaba a él pasando mis manos por su húmeda espalda.

-¿No viste como te miraba aquella noche? ¡Te desea!  -hablaba con profunda rabia.

-Vamos cariño, son imaginaciones tuyas, ¿en realidad que te ha pedido?, cuéntamelo todo para que entienda.  –su mirada se veía dolorida y me abraza con profunda fuerza.

-Nos invita a una fiesta mañana en su casa, en realidad tú eres el invitado y quien le interesa, el resto vamos de relleno, quiere verte y hablar contigo.  –le vuelvo la cabeza para que me mire y paso mi mano por sus ojos tan hermosos ahora nublados.

-Iremos a la fiesta y le escucharemos, no vamos a sacar conclusiones sobre lo que quiere antes de tiempo, no te preocupes hasta entonces.

Esa noche pasamos mucho tiempo despiertos sin hablar, se que él no duerme porque a veces aprieta nervioso mi mano y yo le devuelvo mi respuesta. No recuerdo muy bien al personaje del que me habla, lo cierto es que no le presté mucha atención en aquel momento y fue muy poco lo que hablamos.

Al día siguiente Alejandro y Gonzalo tuvieron varias reuniones con personas de algún ministerio y entes del gobierno cubano y no pueden acompañarnos en la comida. Gustavo y Adolfo intentaron entretenerme con sus juegos de piscina con chicas chicos de los que se han hecho amigos. Su sana despreocupación les hace vivir y disfrutar el momento presente de sus jóvenes años.

Cuando regresan a media tarde Gonzalo sigue preocupado y lo leo en su rostro al verle, de la misma forma lo expresa Alejandro aunque no le conozco para evaluarle tan profundamente.

-Me alarmas Gonzalo, ¿puede ser tan importante como para que estés así de preocupado?  -me abraza mientras le coloco la negra corbata con hilos dorados haciendo la labor de Wes que no se halla presente.

-¿Sabes la cantidad de millones de libras que se está tratando?  -lo cierto es que me daba lo mismo que me dijera que un millón o los que fueran, se escapan de mi cabeza lo que puede significar.

Los hijos de Alejandro vienen también a la fiesta, vamos en diferentes coches y tardamos en llegar a la residencia donde está el señor Cheng-Gong más de veinte minutos, en el momento de verle le recuerdo perfectamente, como en aquella ocasión está rodeado de un séquito que imagino son guardaespaldas y compañeros de su equipo.

Cuando nos saludamos no observo nada extraño en él salvo que retiene con suavidad mi mano unos segundos más de lo necesario, esboza una ancha sonrisa que en su rostro parece más grande.

-Espero que podamos hablar a lo largo de la fiesta.  –su mirada es profunda, dura y acostumbrada a dirigir y mandar pero amable.

-Cuando usted lo desee, estoy a su disposición. –lo mismo que al encontrarnos me dirige una rápida mirada antes de saludar a otros invitados que llegan.

Creo que Wes ha conseguido impresionarle con la ropa que me ha vestido, que le expresamente le pedí que fuera sobria y elegante.

La fiesta va discurriendo y en un momento en que acompaño a Alejandro a escoger algo frío para que él coma, se nos acerca un camarero.

-El señor Cheng-Gong quiere hablarle.  –me señala hacia un extremo del salón donde nos encontramos, ante un gran ventanal abierto está él hablando con un grupo de personas, su personal de seguridad no le pierde de vista.

Busco con la mirada a Gonzalo y voy donde él se encuentra.

-Parece que nuestro hombre quiere hablarme, no te preocupes, no le veo peligroso y vamos a ver lo que quiere.  –no espero su respuesta y voy decidido hasta el gran ventanal.

Cuando el señor Cheng-Gong  me ve avanzar hacia él hace un gesto y los que están a su lado se alejan unos pasos.

-Señor Irala, por favor.  –sabe mi apellido, seguro que conoce toda mi historia por el tono tan familiar aunque formal que emplea.

-Daniel, prefiero mi nombre para los que son mis amigos.  –sonríe como hace él y veo brillar su mirada a través de las ranuras de sus párpados.

-Entonces indudablemente puedo permitirme llamarle por su nombre, Daniel deseo ser amigo suyo.  –me indica con un gesto que le siga y sale a la terraza a detrás del gran ventanal.

Es una inmensa terraza, comunicada al salón por otras puertas que permanecen cerradas, en cada una de ellas hay un hombre como si hicieran guardia y dos de los que estaban con él en el salón se desplacen detrás de nosotros.

El señor Cheng-Gong camina hasta la barandilla de piedra labrada y blanca que separa la terraza del jardín varios escalones más abajo. Se ve el mar a lo lejos y el ruido de las olas queda perdido por los murmullos de voces que llegan del salón y la música que suena. Hay varias lámparas que iluminan en exceso la terraza y la transmite un aire impersonal y neutro.

-En mi país también hay noches tan hermosas como esta.  –se ha apoyado en la piedra superior de la barandilla y me mira con la vista pasando sobre mí, como si mirara el lejano litoral.

-No lo dudo, en un país tan grandioso tiene que haber lugares bellísimos señor Cheng-Gong.  -hago lo mismo que él y miro la lejanía iluminada por la rutilante luna.

-Me gustaría podérselos mostrar Daniel, que me acompañara en un viaje turístico que le enseñara nuestra grandeza y poder.  –me adelanté dos pasos para situarme al lado de la balaustrada y depositar mi mano izquierda sobre ella.

-Sería un auténtico placer realizar un viaje que siempre he soñado, aunque sería malgastar su precioso tiempo hacer de guía para un ciego.

-Nada más lejos de la realidad querido Daniel, para mí sería un gozo servirle y enseñarle lo que ya he visto muchas veces.  –es tan amable en su charla que debo buscar la verdad de lo que pretende y me arriesgo.

-Sinceramente y ahora que ya hemos hablado, señor Cheng-Gong, me gustaría que fuera sincero y me dijera que busca en mi.  –nuestras miradas se cruzan y se quedan fijas sosteniéndose como la espadas de dos guerreros cruzadas ante sus rostros, esperando que el oponente sea vencido.  La tensión se resuelve cuando se escucha su risa, veo a los de seguridad que retroceden unos pasos.

-Ser su amigo, de momento nada más que eso, desde que le vi en Londres me gustó y ahora se mucho sobre usted y cada vez me va gustando más. No espere nada de tipo sexual, por favor, usted es más inteligente que todo eso, me decepcionaría si cree que mi interés va por ese camino, aunque pudiera ser que también haya otros intereses.  –vuelve a reír y tengo que acompañarle con una sonrisa, me comienza a gustar el asiático señor que no pretende lo que Gonzalo ha imaginado.

Hace un gesto a uno de los que le guardan y este se dirige al salón.

-Me gustaría que se lo pensara Daniel, si lo desea puede hacer el viaje acompañado de su amigo o amigos, aunque preferiría que fuera usted solo. –el de seguridad ha vuelto a la terraza y le precede un joven camarero vestido de blanco con una bandeja de copas de champán en su mano izquierda.

El señor Cheng-Gong recoge una de las copas y me la ofrece, luego alcanza otra para él, eleva la suya y voy a imitarle con la intención de realizar el brindis que él desea proponer.

El tenue tintineo de las copas que aún quedan en la bandeja me distrae y miro hacia el camarero, su mano izquierda tiembla y veo el brillo de un objeto metálico en su mano derecha, en un gesto instintivo lanzo el líquido de mi copa al rostro del camarero e inmediatamente escucho un estampido.

A partir de ese momento son flases de recuerdos imprecisos los que tengo, ruido de cristales rotos, un golpe que me hizo caer al suelo, sangre en mi muñeca derecha, olor a pólvora, el rostro del señor Cheng-Gong a unos centímetros del mío, su chaqueta blanca que se va volviendo roja y varios nuevos estampidos, todo ello sucedido en décimas de segundos.

Cuando abro los ojos me deslumbra la claridad que penetra por un gran ventanal que me obliga a cerrarlos de nuevo, alguien oprime mi mano izquierda con las suyas y noto cierto dolor en la mano derecha, poco a poco voy controlando mi cuerpo y me fuerzo a abrir de nuevo los ojos.

Gonzalo está sentado a mi lado agarrando con fuerza mi mano y cuando muestras miradas se encuentran la lleva a sus labios para besarla.

Han pasado algunos días y estamos de vuelta en Miami, estoy repuesto del todo y aparte de un pequeño vendaje en mi muñeca derecha no queda otra marca que recuerde lo sucedido en Cuba.

Gonzalo ha continuado su programa de trabajo visitando alguna ciudad del país en la costa Este, ahora que se le ha despejado el horizonte le veo más tranquilo y sosegado.

El señor Cheng-Gong sufrió un atentado y recibió una bala en su hombro derecho sin causar daños importantes en su organismo, el camarero fue abatido por los de seguridad y yo sufrí una pequeña herida en mi muñeca al clavarme algún cristal de las copas que se habían roto.

Hace dos días llegó a nuestra residencia un gran ramo de rosas blancas con una tarjeta del señor Cheng-Gong.

Estimado señor Irala / Apreciado amigo Daniel.

Permita que me tome la libertad de considerarle mi amigo ahora que le debo mi vida. Nuestro brindis fue interrumpido y deseo expresarlo ahora. ¡Por nuestro encuentro en mi gran país que le encantará conocer!

Puede transmitir a su amigo mi disposición a participar en el negocio que le interesa y espero sus noticias para tratar sobre sus términos.

Suyo, con afecto,

Cheng-Gong

De nuestro viaje poco más hay que resaltar, este acontecimiento de Cuba fue el más importante, pero el más emotivo resultó cuando emprendimos el vuelo hacia el centro de Canadá, tenía que estar en Calgary para tratar sus intereses petrolíferos en la zona.

Cuando escuché por el altavoz a George, el piloto de su avión, habían vuelto para estar con nosotros y recogernos, decir que tomábamos tierra en Montreal, creía que moría de gozo.

Gonzalo hacia un rato que había salido de la cabina y se había sentado a mi lado, miraba detalladamente la pantalla de su portátil, yo permanecía escuchando música sin querer molestarle y soñando con los ojos cerrados.

Me sonreía de una manera deliciosa y me abrazó para limpiar con sus labios las lágrimas que corrían por mi cara. Sabía que íbamos mal de tiempo, que su programa iba retrasado por la incidencia del atentado y se había desviado para que yo pudiera abrazar a mi familia canadiense.

En la comida de su casa estuvo también Dominique, Eloane no iba a consentir que marchara sin verle y le sacó de su trabajo y de su casa donde vivía ahora con su nueva pareja. A Eveline y Daniel los veía cambiados a pesar de que hacía unos meses que los visité en Versalles acompañado de Lorian. Por cierto Daniel iba a comenzar este curso en París y a vivir con su abuela paterna. No pudo ser mucho tiempo el que estuvimos pero estuvo pleno de emociones.

María y Raúl se casaron en Mayo, y llevé a los niños para que mis padres disfrutaran con ellos unos días.

La existencia de mis  hijos me tiene lleno de dicha y no olvido que deseo más. La relación con Gonzalo no peligra y nos amamos con locura permitiendo que Nicolás participe de nuestra vida lo que se pueda.

Se acabó.

Fin

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