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Pasión de Mundial (Capítulo 5)

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Llegamos finalmente al hotel pasadas las 9 de la noche, y Javi me dijo que no tenía muchas ganas de bajar al restaurante, por lo que pedimos al servicio de habitaciones que nos subiera unas hamburguesas a la suite. Tras una rápida y excitante pero casta ducha juntos, unos besos en el salón privado que teníamos calentaron el ambiente la media hora que debíamos esperar a la cena. Ambos estábamos en boxers, ya que no habíamos querido poner el aire acondicionado en el salón, y habíamos preferido abrir la cristalera que daba a la terraza con vistas al mar. Yo estaba especialmente excitado, ya que a la tensión acumulada en las horas de reunión, con el órdago que me estaba echando con la Sociedad 47, y el hecho de haberme quedado a medias en el avión, se le sumaba la realidad de que Javi hacía falta que hiciera muy poco para ponerme muy burro.

Cuando sonó el aviso del servicio de habitaciones, me escondí rápidamente en la habitación, y Javi se puso la bata de cortesía del hotel, y colocándose la erección para que fuera disimulada, se encargó de indicarles que debían servir la cena en la terraza. Una vez les dio la propina a unos chicos bastante mayores que él, me dijo que ya podía salir. Se quitó nuevamente la bata, y en boxers ambos salimos a disfrutar de la cena.

Una vez dimos cuenta de las hamburguesas, y antes de empezar con la fruta, viendo que aún quedaba gente paseando por la playa, Javi se levantó y corrió las cortinas para ocultar la terraza del exterior. Acto seguido, y bajo mi atenta y lasciva mirada, retiró todos los objetos de encima de la mesa, se despojó del boxer exhibiendo su imponente polla de 23 centímetros, y se sentó encima de la mesa, justo al alcance de mis manos, dejando a su espalda el frutero con daditos de mango y de pera. Intenté acercar mi cabeza a su entrepierna, pero me detuvo con una mano, echándome para atrás e indicándome con esa misma mano que esperara.

Aún no hemos terminado de comer…falta la fruta – dijo mientras se colocaba en lo alto de su polla un dadito de pera.

Eres un cerdo – dije sonriendo ante su ocurrencia.

Ahora sí, ¡cómemela!.

Incliné la cabeza hacia delante y me aproxime hasta su polla, abrí mi boca, y metí dentro de ella toda la longitud que alcanzaba a tragar, para luego ir subiendo lentamente, hasta arrancar con un suave abrazo de mis labios en el capullo de Javi el pedazo de fruta que se me antojaba delicioso.

Javi me sirvió de plato durante un rato, colocándose daditos en varias partes de su cuerpo, como los labios, el cuello, los pezones, el ombligo, su entrepierna en todas sus variedades, alternando la pera con el mango. Cuando repetíamos alguna figura yo le daba a Javi el dadito directamente con mi boca, con lo que de esta forma peculiar nos terminamos toda la fruta que nos habían traído a la habitación. Finalmente, y de una manera casi acrobática, Javi se puso con parte de la espalda a la mesa, con las piernas hacia arriba, de manera que su rosado ano, limpio de bello alguno, quedó a la altura de mi cara. Era una clara invitación a continuar con la lujuria, por lo que tomé el recipiente que había contenido las frutas, y vacié sus restos sobre el ano de Javi, quien exclamó un gemido apagado, producido por el frío del líquido que le había chorreado.

Acerqué mi lengua a su escondite, y comencé a repasar sus pliegues de manera pausada, recreándome en las sensaciones que debía estar experimentando Javi. Tenía alguna experiencia en chupar un coño, y esto no era muy distinto... o sí, era bastante distinto, pero la técnica seguía valiendo. Cuando ya se hubo pasado todo el sabor del jugo de las frutas, ensalivé el dedo índice de mi mano derecha para comenzar a hurgar en el interior del adolescente, y seguí alternando dedo y lengua hasta que lo evidente se plasmó en caída de Javi al perder el equilibrio. La postura era muy incómoda. Gracias a que tenía un dedo dentro suyo y me percaté de lo que ocurría al sentir la contracción de su ano en primera persona, ya que así pude evitar que se cayera desde la mesa hasta el suelo.

Sin decir una sola palabra, pero con una amplia sonrisa en la cara, a causa de la situación, le cogí de la mano levantándolo de la mesa, y llevándolo de manera "forzada" a la habitación principal, donde una cama king size nos esperaba para comenzar a dar rienda suelta a nuestros instintos.

Tumbé a Javi en ella, y cuando me iba a poner a comerle nuevamente el culo, el se revolvió y me hizo quedar debajo suyo. Le gustaba dominarme en el terreno sexual y ser él quien llevara la voz cantante. Acercó hasta mi cara su ano, y se sentó encima de mi boca. De vez en cuando se levantaba para dejarme respirar, y una de esas veces en que se levantó, se dio la vuelta, comenzando así en un 69 que prolongamos durante algunos minutos. El vicio que sentía dentro de mí era descomunal, y cuando por fin pude lograr que se diera la vuelta y se sentara en mi polla, creí que me faltaba hasta el aire. El ritmo cardiaco era frenético, y el calor muy agobiante. De hecho, llegué a echar de menos haber encendido el climatizador de la habitación, pero ni me proponía por lo más remoto la idea de levantarme de la cama.

Nuevamente, no costó mucho que su ano cediera ante la solicitud de entrada de mi verga en su culo. La lubricación a base de saliva que tenían ano y polla hacía que la fricción fuera lo suficientemente húmeda como para no hacernos daño. Centímetro a centímetro, fue bajando hasta lograr estar ensartado completamente. Se inclinó para besarme durante unos instantes, y comenzó a cabalgarme una vez se volvió a incorporar.

Para variar un poco después de un rato de bombeo, le empujé desplazándolo de manera que quedáramos tumbados sobre un costado, de manera que me era más fácil el conseguir un ritmo de bombeo alto. En ese ritmo permanecimos durante unos diez minutos, cuando Javi debió cansarse de recibir en esa postura, y desembarazándose de mi polla, se dirigió hasta el otro extremo de la cama, colocando las rodillas en el suelo, y la cadera en el borde de la cama. Despacio me acerqué hasta su espalda, y arrodillándome, le volví a ensartar en esta nueva postura a la vez que le mordía el cuello. Era un poco más incómoda, pero muy excitante. Su ano al haber caminado unos pasos, se había cerrado un poco, no mucho, pero lo suficiente como para que volvieran a aumentar las sensaciones en la primera penetración. Aguantamos en esa postura unos cinco o seis minutos, y volvimos a subirnos en la cama.

Javi se colocó tumbado boca arriba, y cuando llegué a su altura, comencé a hacerle una mamada lenta. No llevábamos ninguna prisa, y tenía ganas de disfrutarle con calma. Repasé cada vena de su polla, cada centímetro de sus huevos, y acariciaba con mi lengua su capullo, llevándolo de manera pausada a alcanzar un nivel de excitación parecido al que yo tenía. Con dos dedos de mi mano izquierda comencé a acompañar la mamada con perforaciones lentas y profundas en su dilatado ano. Seguí así un rato, hasta que en voz muy baja, como perdido en otra dimensión, me dijo que se la volviera a meter.

Sin hacerme mucho de rogar, subí sus caderas, de manera que sus talones quedaban sobre mis hombros, tanteé con la punta de mi polla su agujero, y una vez estuvo correctamente ubicada, presioné de manera constante hasta que nuevamente estaba dentro de él por completo. En esta nueva postura, podía distinguir su cara imberbe, su nariz afilada, su barbilla perfecta, y cómo no, esos labios lujuriosos que me llamaban desde los infiernos para que fuera a perderme de manera definitiva entre ellos.

Javi respiraba de una forma acompasada al movimiento que le imprimían mis caderas a la follada. Cada vez estaba más a gusto dentro de él. Su culo era como un coñito, pero mucho más apretado, menos babeante, y sobre todo, mucho más morboso. Pasé la mano que no tenía de apoyo por su cara, y me la mordió de manera discreta, como queriendo susurrarle a ella cuanto estaba disfrutando con lo que estábamos haciendo. Después la llevé a su pelo completamente despeinado, para finalmente bajarla hasta su erección.

Los movimientos ganaban en potencia, y las embestidas eran rápidas y profundas. No podía seguir conteniéndome mucho más tiempo. Cuando Javi notó que estaba a punto de correrme, apretó su ano en una contracción, lo que me provocó una última subida de tensión antes de comenzar a derramarme eternamente sobre él entre grandes espasmos. Un escalofrío me indicó que el orgasmo había llegado a su fin. Esto, el escalofrío, tan sólo me ocurría cuando ya llevaba un rato largo follando, y los últimos polvos presurosos con Sofía, y los anteriores fugaces con Javi, no habían hecho que alcanzara tal grado de satisfacción.

Lo malo del orgasmo fue que me dejó sin fuerzas, y Javi no se había corrido aún, por lo que echándole más valor y honor que fuerzas, le agarré la polla con la mano derecha, la hábil, y comencé a pajearle de manera rítmica. Pocos minutos después, eyaculaba en no mucha cantidad sobre su pecho, apenas dos chorros no muy abundantes, como consecuencia de la mamada que le había hecho en el avión, y lo poco excitante que habían sido las horas en la Sociedad 47.

Nos tumbamos juntos y sin limpiarnos sobre las sábanas de la enorme cama, y tras unos minutos de relajante silencio, pasó un brazo sobre mi pecho, colocándose muy cerca de mi, tocando con uno de sus pezones mi costado. Yo no tenía fuerzas para moverme, por lo que simplemente me dejé hacer. Con unos besos discretos en mi mejilla, y sintiendo en mi cuerpo el frescor del haber puesto fin a tan frenética actividad sexual, caí finalmente rendido.

Un rato después desperté, miré el reloj y me di cuenta de que estaba sólo. ¿Dónde coño estaba Javi?. Eran las tres de la madrugada y no había ni rastro de él. Me levanté de la cama en dirección al servicio, meé, me lavé las manos, y fui en su búsqueda a lo largo de todas las estancias de la suite. No estaba en la otra habitación, ni en su baño, por lo que cogí el móvil y un cigarro del saloncito, y me salí a la terraza a llamarle.

El silencio y la calma de la noche sólo se rompieron con la piedra de mi mechero, y un móvil que sonaba a cierta distancia, en la playa, instantes después de que yo hubiera marcado el número desde mi agenda. Agudicé la vista, y vi que había un montón de ropa en una hamaca de la playa, desierta a esas horas, y que un cuerpo al parecer desnudo se zambullía de manera armoniosa con las frías aguas de la Ría. Colgué, pues no quería despertar a los huéspedes del hotel y que el ángel que se estaba bañando llamara la atención.

La luna iluminaba su cuerpo mojado mientras se dirigía hacia su ropa, dándole un efecto perlado que obligaba a no mirar a ningún otro lado. Apuré mi cigarro dándole una última calada, y me fui nuevamente a la cama. No había perdido por completo el sueño, por lo que con el recuerdo de esa maravillosa visión de la playa que acababa de presenciar desde la distancia, me quedé, desnudo sobre la cama, nuevamente dormido.

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A las 6 de la mañana abrí los ojos repentinamente… ¡No tenía ropa para ponerme!. Me incorporé con la misma sensación que me levantaba las mañanas que tenía examen a primera hora en Oxford, donde no tenía a mis padres para que me despertasen, y me dormía siempre con la absurda sensación de que llegaría tarde al examen. Pero aquella vez era una sensación real…no estaba preparado para estar a las 8 de la mañana, tal y como había quedado con el Sr. Pérez, en las instalaciones de la Sociedad 47.

Miré hacia Javi y vi que dormía placidamente en el otro extremo de la cama. Con todo el sigilo del que fui capaz, me levanté de la cama y me fui al baño de la otra habitación a prepararme un poco. Una nueva ducha, un cepillado de dientes con el cepillo de cortesía, un afeitado con la cuchilla del mismo hotel, y un peinado despeinado con el cepillo del mismo proveedor de todo lo anterior fue suficiente para que me enfundara la misma ropa que me había quitado el día anterior, incluidos los bóxer que estaban en la terraza, y bajara a la recepción del hotel para exponer mi problema de casi indigencia total.

La chica que estaba en la recepción llamó al Guardián de la Noche, como llamaban al empleado que se quedaba de encargado de huéspedes en las horas nocturnas, y me indicó que siendo las 6:30 como eran, y no teniendo en la tienda del hotel otra cosa que no fuera una camisa y alguna corbata, otra cosa no podían hacer. Le rogué que me abriera la tienda para, por lo menos, poder ir con una camisa y corbata nuevas a primera hora de la mañana. Juan, el guardián, aceptó sin mayores problemas el abrirme la tienda, y para mi desgracia, sólo tenían cuatro o cinco modelos de corbatas, ninguno liso y todas en exceso anchas y duras para la época de verano en que nos encontrábamos, y las camisas eran todas con doble puño. En definitiva, nada para el verano... Pensando para mí mismo que estaba gilipollas, y rompiendo una anterior promesa a mi mismo de no volver a comprar nunca nada en una tienda de hotel, pasé 1.900 euros por la tarjeta de la empresa para comprar dos camisas, tres corbatas, unos gemelos, un cinturón y dos polos. No había pantalones, por lo que Javi vestiría hoy con los chinos de ayer y un polo, y yo con el mismo traje de ayer, algo que jamás había hecho con anterioridad, y que por absurdo que pudiera parecer, me daba pánico al estar en verano, y una camisa y corbata nuevas.

  Pensé que te habías ido sin mi, ¿dónde coño estabas? – me dijo Javi muy serio y ya vestido, en cuanto me vio entrar al recibidor de la habitación.

  Ropa – contesté señalando la única bolsa que portaba.

  Va – dijo asintiendo, ya que el se había dado cuenta y se estaba señalando la camisa. - ¿dónde está la tienda, que yo también me tendré que comprar algo?.

  Te he comprado dos polos, hoy vas así, y a mediodía o por la tarde nos acercamos al centro a comprarnos algo más decente – le informé mientras sacaba las prendas y las ponía encima de un banco que había en esa estancia.

  Teníamos que haber ido ayer…- comenzó a decir Javi.

  Pero las ganas de follar eran más fuertes – sentencié con media sonrisa, lo que hizo que Javi soltara una pequeña carcajada.

A las 7:15 ya estábamos vestidos y desayunando, y a las 7:45, nuestro conductor de aquellos días estaba esperándonos en la puerta del hotel para llevarnos a las instalaciones.

Una vez allí, transcurrió la mañana con una visita a la zona de procesos y las oficinas administrativas. Por la tarde quería acercarme a echar un vistazo a la oficina del puerto, para controlar de primera mano el proceso de desembarco de materias primas y mercaderías. La operación estaba bastante complicada, teniendo en cuenta la limitación presupuestaria que me había puesto mi abuelo, ya que la Sociedad 47 tenía muy buena pinta. Procesos productivos correctos, limpios y aparentemente beneficiosos. Instalaciones en perfecto estado y relativamente modernas. Según iba conociendo más de la sociedad, más complicado veía rebajar la oferta de los 13 o 14 millones. Si lograba cerrar el acuerdo en esa cifra ya estaríamos en beneficios, pero no los suficientes para mi insaciable abuelo.

Subimos al coche sobre la una del mediodía y le indiqué al conductor que nos llevara al centro, que quería pasar antes de comer por una tienda para comprar algo más de ropa, ya que me temía que quizá, en efecto, la operación se alargaría más de lo que yo había previsto.

Encontramos las cortinas del escaparate de Charme a medio cerrar, pero cuando vio que nos acercábamos a la puerta la mujer que nos había atendido otras veces, cuando iba acompañado de mi padre, nos hizo un gesto para que pasáramos. Tras unas breves palabras y recuerdos para mi padre y mi abuelo, comenzamos a elegir la ropa que me llevaría. Quedaban aún varias cosas de la temporada de verano, y prácticamente me las llevé todas. Tres trajes de marca que recogería el chofer por la tarde, siete camisas con sus siete corbatas, dos pares de zapatos, calzoncillos y calcetines, un reloj…las cosas más básicas que se necesitaban para sobrevivir teniendo en cuenta mi situación. Por su parte, Javi miraba cosas por encima, y no me dejó que le comprara nada, ya que a cada etiqueta que daba la vuelta, o cada precio que preguntaba, sólo sonreía y callaba. Terminé de comprar cerca de las tres, y la cuenta era ciertamente alta, por que decidí pasar la tarjeta de crédito personal, que estaba asociada a una cuenta que sólo yo tenía constancia de su existencia, y que disponía de una cantidad para imprevistos de este tipo, de los que no tenía por qué tener constancia mi mujer ni mi madre. Salí de Charme con 45.000 euros de menos que con los que había entrado, y con un par de bolsas que dejé en el maletero del coche.

  Eres asquerosa y rematadamente pijo – me dijo Javi con cara de disgusto una vez que estabamos en el coche de camino al restaurante.

  ¿Por? – pregunté extrañado de su reacción.

  Porque te has comprado más de lo que necesitas, y en menos de dos horas te has gastado lo que mucha gente gana en un año o dos... – me dijo muy serio.

  El gasto siempre va en proporción a los ingresos Javi.

  Sí, pero esto es un alarde de poder que no viene a cuento.

  Javi, ten en cuenta que el dinero, para que la economía funcione, debe estar en circulación. El dinero que acabo de poner en circulación sólo nos estaba haciendo ganar más dinero al banco y a mí, por lo que de vez en cuando es necesario soltar dinero por el bien de todos – le intenté convencer – ese dinero saldrá de esa empresa en dirección a proveedores, transportistas, marchantes, representantes y decenas de personas, que a su vez harán que se distribuya.

  Todo lo que dices es muy bonito, pero me sigue pareciendo absurdo que te hayas comprado tantas cosas que vas a disfrutar muy poco tiempo. ¿Cuántos trajes tienes? – preguntó riéndose con sorna.

  No sé… pero no te importa – cuando me atacaban me defendía, era mi instinto.

  Vale – me cortó – por favor, ¿podría dejarme en algún centro comercial de camino al puerto? – se dirigió al conductor.

  Sin problema. Si quiere vamos a uno moderno que hay al lado del puerto.

  Si por favor – dijo Javi sin dirigirme la mirada.

  ¿Qué quieres hacer en un centro comercial muchacho? – le pregunté esperando la respuesta.

  Creo que no te importa – me dijo mirándome y levantando las cejas en un gesto, que de no ser por la tensión de la situación, era bastante gracioso.

  Haz lo que te de la gana. A las cuatro tienes que estás en la oficina del puerto de la Sociedad 47, y el coche se viene conmigo al restaurante – le reté.

  No hay problema – dijo convencido, aunque le vi que ponía una cara de preocupación durante una fracción de segundo.

Durante un rato, hasta que llegamos al centro comercial, permanecimos todos en silencio. Justo cuando Javi abrió la puerta, me di cuenta de que iba en serio con su mosqueo. ¿Y a él qué coño le importaba lo que hacía o dejaba de hacer con mi dinero?. ¡Como si su madre o su hermano no fueran unos manirrotos!. De hecho, eran bastante bien conocidas nuestras madres en la milla de Oro de Madrid, debido al ritual que tenían de visitar todas y cada una de las tiendas que en ella están al menos una vez al mes, en compañía de alguna otra amiga.

  A las 4 estoy allí – dijo justo antes de salir por la puerta del coche.

  Si te retrasas te despido – le dije rápidamente para intentar joderle un rato.

  Gilipollas – dijo arrastrando la palabra mientras bajaba del coche y cerraba la puerta sin darle opción a réplica.

Lo que hizo o dejó de hacer en el Centro Comercial me la trae al fresco. Yo comí sólo en una marisquería y tranquilamente, tras café y cigarro, me puse en dirección al coche. Ya eran las 4:25 cuando finalmente bajé del coche en la puerta de la oficina portuaria de la Sociedad 47, y me extrañé de no ver a Javi por allí. Le había dado una orden y esperaba que la cumpliera, sin más. Además, le había dado cierto margen de llegada, casi 30 minutos, comprendiendo que sea lo que sea que quisiera hacer en el centro comercial, ya lo habría podido hacer y le hubiera dado tiempo a coger un taxi. Y fue entonces cuando caí… Javi no tenía tarjeta de crédito y probablemente no llevara mucho dinero encima. Joder… ¡que cagada había cometido!. Si se llega a enterar mi madre me cruje.

Saqué el móvil y le llamé, y salía una locución indicándome que estaba apagado o fuera de cobertura. ¡Lo que me faltaba!. Dudé unos instantes sobre qué hacer: volver con el coche al centro comercial a ver si lo encontraba, o entrar en la oficina y esperarle. Me decidí por lo segundo. No me gustaría estar en su posición, ya que tendría casi media hora andando desde el centro comercial hasta la oficina, y hacía bastante calor, de hecho, demasiado calor para la ciudad en la que estábamos. Pero los negocios son más importantes que un niñato con aspiraciones de Robin Hood, y que se mosquea únicamente por cuánto dinero he gastado o dejado de gastar.

Para mí la libertad de hacer o deshacer es lo más importante, y no me ha gustado nunca que me regañen por algo que he hecho, si creo que no he hecho nada malo. ¿Quién coño se habría creído ese mocoso que era para reprocharme nada?. Nadie. No es nadie. Sólo es una tontería que te ha entrado por los ojos, y que se te pasará cuando te lo folles un par de veces más. Sí.

Cuando entré en las oficinas, lo primero que vi fue a Javi en la distancia, y ahí lo comprendí. ¿Dónde iba yo, un hombre felizmente casado hasta hace unos días, a complicarme la existencia con un niñato consentido?. A ningún sitio. Por lo tanto esta historia tenía que terminar. A la vuelta de Vigo se lo dejaría claro, que debíamos volver al punto anterior al mundial. Yo tenía un viaje a Brasil inminente, y me serviría para aclararme un poco antes de ir a visitar a Sofía a Venecia.

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