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Objeto

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Hoy me encuentro en la casa de los horrores placenteros, atada a un pilar con mi cuerpo desnudo, entregando mi culo al que quiera someterme. Es la noche de los juegos, y yo soy la víctima del placer, entregándome al 100% a lo que deseen hacer conmigo. No me siento una persona, me siento un objeto expuesto a su criterio.

Al criterio de hombres desvergonzados, perversos, que pagan por tener a una chica que se deje follar un montón. En esta perfecta guarida, con mi mejor cara de puta, he decidido jugar a ser un montón de nada, no deseo que tengan compasión conmigo, porque hoy soy la “Perra” de todos. Muchos hombres sentados, de todas las edades, la mayoría mayores, me contemplan, me piden girar, me piden que me agache, uno que otro se acerca a palpar mi fina vagina, que con solo la expectación comienza a mojarse compulsivamente.  

Soy conocida en el rubro por mojarme con facilidad, derramar mis jugos, eso logra que sea un “Plato más apetitoso”. Esperando impaciente, la ansiedad en mí se hacía cada vez más potente, me vendaron los ojos, me golpearon las nalgas, me lamieron el sexo, saborearon mis ganas, internaron sus dedos, apretaron con fuerza mis senos, ingresaron objetos fálicos, y yo comencé a gemir como endemoniada.  Sentí que alguien me tiraba con rudeza el pelo, y me obligaba a abrir la boca, chupe como experta, lo metí todo en mi boca, hasta no poder respirar bien, todo era con una brusquedad que me anonadaba, era el perfecto objeto de sus deseos, perversión, sentía que habían vergas muy hinchadas, y otras ancianas, me gustaba sentirme así de sucia, así de usada, quería que me metieran pronto una de ellas, pero solo se dedicaban a golpear mis nalgas, y meter distintas cosas en mi sexo, hasta que algo entro en mi trasero, una bola, otra bola, otra más.  

Sentía arder mi trasero, me soltaron y me dejaron tirada en el piso, amarraron cada uno de mis tobillos, y mis manos, quedé suspendida en el aire, con mi sexo abierto para todo el público, mi respiración se agitaba, sentí que entraba un gran pene que me mutilaba, follaba rápido como un conejo, y enterraba sus pocas uñas en mi trasero, intentando abrirlo, mientras pequeños golpes me llegaban en los senos y en la cara.  Sentí que un líquido que me manchaba la boca. Eran bestias desesperadas por follarme, y yo dispuesta dejando que arrancaran un pedazo de mi lujuria, haciéndome caer en un trance candente, posesa por sus movimientos bruscos, su poca delicadeza, el objeto maravilloso de sus deseos, internándome en un espiral sin ganas de salir jamás, acabando llena de semen, azotada, mordida, divina, eterna para estos hermosos caballeros.

Juguete sexual de sus ensoñaciones, la fantasía disponible, quería hacer real todo lo que intentaban.  Porque ser un objeto nunca ha sido una mala idea, porque todos podemos ser usados alguna vez, y es una de las sensaciones más placenteras, ser la muñeca de trapo, que estropean.

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