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Las circunstancias obligan a mi hijo a conocer mis hemorroides

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Era jueves se acercaba el fin de semana y me preparaba para salir de compras, como todos los días voy temprano al baño para hacer mis necesidades como casi todo el mundo, antes de ducharme. Me siento en el inodoro y como muchas mujeres, espero y espero, hasta que termino, ustedes me entienden y más si son mujeres. Ese día sentí como una puntada dentro del recto casi llegando al ano, pero me limpie y no le di importancia, luego entre a ducharme y como es habitual seguí con mi rutina. Me sequé, luego me vestí y me dispuse a salir como todos los días con total normalidad.

Antes de avanzar con el relato quiero describir mi situación tanto física como emocional, tan sólo para que tengan una referencia y le pongan un marco a esta historia, para poder imaginar con mayor detalle a sus personajes.

Soy Agustina, tengo 37 años, de talla media, morena y delgada, lo que se podría decir una mujer normal. Mi familia se compone de tres miembros además de mí, mi esposo Jorge (42), mi hijo Agustín (19) y mi pequeña hija Soledad (8), somos una familia promedio. Mi marido trabaja embarcado así que puede ausentarse unos meses cuando su empresa necesita transportar mercadería al otro lado del mundo, mi hijo comenzó la universidad, pero todavía no trabaja, así que su vida es el estudio, es alto como el padre, pero en mejor estado físico, ya sea por su edad y por practicar deportes con asiduidad, mi pequeña Soledad es una niña, todavía viviendo en su mundo de juguetes y fantasías.

Comenzaba el verano, eran épocas de vacaciones para la más chica y mi hijo, una rutina anual que casi siempre coincidía con las vacaciones de mi marido, esta vez no pudo ser, debería ausentarse por casi tres meses por trabajo, un embarque a Japón se interponía en nuestra rutina, pero esto no dejaba ser algo que no esperaba, sabía cómo era su trabajo y que más adelante lo tendría unos meses en casa.

Como ya dije era jueves, y después del baño mi marido me comenta del repentino viaje de trabajo, que partiría el sábado a la mañana y quería llevarme a la noche a comer algo y como siempre hacíamos me despediría esa noche en algún hotel alejados de nuestros hijos, donde haríamos el amor toda la noche. Dejamos a la más pequeña al cuidado de mi hijo, sabiendo que ellos se llevan bien, casi no pelean. Jorge siempre me quiere sorprender y yo no me quiero negar a sus ocurrencias, le quiero dar el gusto y que me lo de. Se le ocurre pasar la noche en un hotel en cuya planta baja hay un restorán de comida étnica hindú, yo no quise preocuparlo en nada, no le comenté el dolor que sentí a la mañana en el recto, tampoco lo consideré un problema por eso no le di mucha importancia, ya casi no sentía nada.

Llegamos al restorán y nos sentamos, tomamos la carta y elegimos, Jorge recorrió el mundo por su trabajo, así que eligió un plato de la lista sin problema, yo en cambio recorría la lista de abajo hacia arriba sin entender nada, casi era un jeroglífico para mí, pero no quería distraerlo con mi ignorancia, así que el azar hizo que detuviera el dedo sobre un plato y lo eligiera.

Comenzamos a comer y noté lo picante que era el mío, rico pero muy picante, no quise dejar nada, no quería quedar como que no sabía lo que había comido frente al conocedor de mi marido. Cuando ya terminamos con la comida, Jorge se agacha sobre la mesa y me dice en voz baja.

-vamos arriba, hoy te quiero romper el culo.

No me sorprendió con su pedido, aunque en realidad pocas veces practicamos sexo anal, seguro quería demostrar las cualidades de la comida afrodisiaca del lugar, o por lo menos era como me lo había vendido.

-tan apurado estás.

-dale, dale vamos.

-bueno, vamos.

-¿Por qué tanto apuro, es la comida?

-no es Viagra y ya está haciendo efecto.

-jajaja, vamos.

No digo que es habitual que tome la pastilla milagrosa, pero debes en cuando se daba un gusto. Llegamos a la habitación, la que era muy linda, casi todo era blanco. Ya en el pasillo metió su mano en mi pantalón y trata de alcanzar mi ano con el dedo, cuando entramos comienza a sacarme la ropa y me tira sobre la cama, se baja sus pantalones y slip y salta su pene erecto entre una espesa mata de pelos, no es exactamente un miembro gigante el que tiene, pero cuando está duro cumple su función. Trato de arrodillarme para succionarlo, pero no me deja estaba muy excitado, ese día tenía la idea fija con mi culo. Las mujeres necesitamos tiempo, los hombres buscan el agujero y cuando lo ven tratan de ensartarlo lo más rápido posible.

Recostada, desnuda sobre la cama me inclina y pone debajo de mi estómago una almohada para levantar mi culo, quedo expuesta, ya no podía explicar, sólo me quedaba esperar la embestida, sabría que sólo serían unos segundos. Escupe sobre mi agujero y comienza a penetrarme, o casi, la cabeza de su miembro roza mi arrugado agujero haciendo presión y logra penetrar muy poco, pero lo suficiente para que acabe y me lubrique con su semen. Suerte para mí que él se sintió satisfecho casi de forma inmediata, de igual forma yo sentí un ardor que nunca había experimentado, molesto, pero quería demostrarle que era un dolor de placer para no preocuparlo. Nos incorporamos y comenzamos a hablar, los que les cuento no es muy erótico, pero forma casi de una rutina, donde la casi penetración anal puede ser la excepción. Dormimos y no los levantamos para volver a casa por la mañana.

Llego a casa y me siento muy incómoda, voy al baño y me siento en el inodoro, comienzo a hacer fuerza y me detengo, siento un intenso calor emanar de mis intestinos, sentía salir una espada caliente desgarrándome desde adentro. Me detengo casi con miedo, en silencio mi cabeza busca una respuesta en la gran biblioteca de mi memoria, la respuesta era obvia, la exótica comida de la noche. Así como ardía al entrar ahora arde al salir, el placer se convirtió en dolor, pero yo era la única culpable. No me quedaba otra alternativa que tomar coraje y continuar con la descarga, cuando hay mala suerte hay que encontrar el lado bueno, la comida picante me provocó diarrea, entonces sólo escurría líquido que por el ardor parecía lava. Termine y quede sentada un largo rato en el bidet, era un alivio, el agua fría era una bendición.

Me levanto y ante mi curiosidad voy a mi habitación a buscar un espejo de mano, quería ver mi hornalla. En el baño me bajo las bragas y observo, el ano tenía las medidas habituales, solo notaba un cambio en el color, pasó de un marrón claro a un morado muy intenso, me asusté. Tendría que visitar a mi ginecóloga. Ya era casi el mediodía, mi marido estaba con los preparativos para partir de viaje al día siguiente, mi hijo creo que se había ibo a jugar futbol con sus amigos y mi pequeña hija se estaba preparando para partir a casa de mi hermana que tiene dos niñas pequeñas de casi su edad y pasaría dos semanas con ellas, yo se la debería alcanzar por la tarde, vive a unos kilómetros de casa, pero ellos pasarían esas semanas en una casa de campo a las afueras de la ciudad, yo estaba obligada a alcanzarla hasta la casa de mi hermana y no quería retrasarla por este tema, me daba mucha vergüenza de que se enterasen, no tanto mi hermana, pero sé que es muy suelta de lengua con mi cuñado y yo no quiero que su mirada me juzgara, aunque no me diga nada.

Antes de que se me haga tarde quería concertar una cita con mi ginecóloga y la llamo.

-Hola Miriam (así se llamaba mi doctora).

-Hola Agustina, cuanto tiempo ¿Cómo andas?

-bueno perdona que te moleste, tengo un problema y quería pasar a visitarte.

-antes de que sigas te aviso que no me encuentro en la ciudad por lo menos por dos semanas, ¿Qué es lo que te pasa?, cuéntame por ahí te puedo ayudar.

-¡Que lastima! Me pasa algo que quiero que me atiendas vos, me daría vergüenza otra persona que no conozco.

-pero cuenta, cuenta.

-mira tengo un fuerte ardor en el recto cuando defeco, pero se mantiene todo el día, es muy molesto, casi se confunde con dolor. Hasta tuve puntadas en un principio.

-No tengas miedo, ¿te sangra?

-no, no.

-mira pueden ser hemorroides, algo muy común por lo que cuentas no es grave, ¿te sobresale algo por el ano?

-no por suerte, no, pero lo tengo casi morado.

-no te preocupes puede ser de grado uno, algo normal en las mujeres, con unas cremas te puedes curar, pero necesitas que te revisen, prueba con baños de agua fría, pero no te pongas ninguna pomada sin tener un diagnóstico, si ves que no se soluciona o se agrava el dolor o el ardor, te recomiendo que pases por la clínica donde trabajo, me está cubriendo en el puesto la doctora Carmen García.

-¿Quién doña Carmen?

-si ella, es un poco bruta con los pacientes, pero tiene mucha experiencia.

-Bueno si no queda otra voy por la clínica, que lastima que tú no puedes. Igualmente muchas gracias por el consejo.

-no es nada, suerte.

Hacía calor en la casa, decido ponerme un biquini y tirarme un rato en la pileta que tenemos en el fondo de casa. Siento alivio por el agua fría, casi un páramo donde el olvido del dolor se hace realidad. Paso como una hora flotando y salgo y me recuesto un rato en el sol cansada por el trajín de la noche anterior, me quedo dormida.

Después de no sé qué tiempo me despierto, miro el reloj y habían pasado dos horas en el sol, soy una estúpida, al ardor de mi culo ahora le sumaba el de mi brazos, espalda y piernas. Voy al baño me bajo el biquini y veo en el espejo mi culo blanco y las marcas del sujetador, lo demás rojo. Sé que mi piel morena pronto tomaría un color caribe, eso no me molestaba. Me agacho, tomo el espejo y miro mi ano, su color no había cambiado, pero sentía menos ardor. Luego me cambio para llevar a mi hija.

El automóvil se lo había llevado mi marido al trabajo así que decido llevarla en autobús hasta lo de mi hermana. Me pongo un vestido suelto y unas bragas bastantes sueltas no quería que algo apretado me molestara. Por suerte en el viaje de ida siento una leve molestia una picazón soportable. Llego para dejarle a mi hija, hablamos un rato en la entrada, pero estaban preparando todo para el viaje así que me despedí y deseé suerte.

A dos cuadras de ahí espero el bus en una esquina, pasan unos 15 minutos que empiezan a hacerse horas, la picazón se empieza a tornar intensa pero debo seguir. El bus estaba colmado de gente por lo que debo viajar parada. Transpiraba y esto parecía que acentuaba el ardor y la picazón, no sabía cómo estar parada, cruzaba las piernas las estiraba, levantaba una y después la otra. Una señora que estaba sentada a mi lado me miraba, yo no aguante y disimulando me llevo la mano a mi culo y gracias al vestido suelto que llevaba puedo sacar las bragas de entre mis nalgas. Pienso que sólo la señora que me miraba se dio cuenta de la maniobra, hasta esbozó una sonrisa cómplice, supongo que entendía o imaginaba la situación.

Llego a casa era como una llamarada que emanaba de mi culo, entro al baño y me siento en el bidet donde quedo medio hora en remojo, estaba sola en casa.

Llega la noche y preparo la comida, sería la última noche con Jorge antes de su viaje, llega mi hijo y se suma a la mesa. Yo me mantenía al margen de la conversación entre ellos, no quería demostrar mi flaqueza demostrando dolor o queja, menos frente a mi hijo y tampoco era justo que preocupara a mi marido a horas de salir de viaje. Terminamos con la comida y mi marido se despide para ir a dormir, sabe que mañana sale a eso de la 5 de la mañana y creo que su intención era no molestarme a esa hora.

Me quedo con mi hijo mirando televisión antes de ir a dormir, me cuenta que hizo en el día, y me mira como sorprendido por mi silencio.

-¿te pasa algo?

-no, nada hijo.

-no se nota, tu cara dice otra cosa.

-estoy bien, mañana tengo que dar una vuelta por la clínica para visitar a mi ginecóloga, o mejor dicho a otra que atendía hace mucho.

-¿pero que tienes algo malo?

-no hijo, cosas de mujeres, unos dolores medio molestos pero no es nada.

-¿segura? ¿Te va a acompañar alguien?

 -no pero estoy bien.

-sino te puedo llevar, en la moto.

-deja, mañana tomo el automóvil y voy.

-como quieras.

Después de unas horas nos fuimos a dormir. Esperé a que el fuera primero, yo al estar tanto tiempo sentada, necesitaba levantarme despacio e ir al baño para pasar un rato en el bidet calmando el dolor y la picazón. Me fui a acostar esperando a que mi marido se levante a la mañana y que mi culo mejorara. A eso de las 4:30 escucho el despertador y mi marido se levanta, hago el amague de levantarme también, pero me dice que no hace falta, lo despido y sigo acostada.

A eso de la 9 de la mañana me levanto con la esperanza de haber mejorado, voy al baño como todos los días me siento y el ardor era insoportable, hago fuerza puedo cagar pero sentía que necesitaba ayuda, entonces tomo coraje me baño y me preparo para ir a la clínica. Cuando me estoy cambiando quiero ponerme uno jean y no puedo sentarme por el ardor, me doy cuenta que no puedo manejar en estas condiciones. Pienso en ayuda y la única en que puedo pensar es en la de mi hijo, mi hermana se había ido de vacaciones. Voy a su habitación para despertarlo con las noticias.

-¡Agustín! Agustín, Agus

-si ma, que quieres.

-perdona que te despierte pero necesito que me lleves a la clínica.

-¿Qué pasa, te sentís mal?

-bueno es largo para contar, pero no puedo manejar bien.

-¿Por qué?

-es que me siento incomoda cuando estoy sentada, cosas de mujeres.

-ha, bueno, pero es grave.

-no, no es grave ¿puedes?

-sí, ahora me cambio y te llevo, pero mira que vamos en moto, no tengo registro para el auto.

-sí, está bien, mejor.

Termino de vestirme, aunque para la moto es algo incómodo me pongo una falda holgada, no por gusto sino por necesidad, me molestaba llevar prendas apretadas y no quería empeorar las cosas. Espero a mi hijo en el living, él siguiendo la moda decidió dejarse la barba y el pelo corto, parecía unos años mayor de los que realmente tenía. Para los ojos no entrenados éramos como una pareja, yo para mi edad parecía mucho más joven, o eso es lo que todos mis amigos me decían.

-Ya estoy. ¿Así vas a ir, con esa pollera?

-si me siento más cómoda.

-bueno como quieras.

Ya cerca de la moto él se sube y yo me pongo detrás, arqueo la espalda para alejar el ano del asiento. Él no se da cuenta de mi posición pero siente mis tetas apoyadas en su espalda. Después de rato llegamos a la clínica y voy a recepción para pedir por la doctora. Me dicen que la tenía que esperar porque estaba atendiendo a otros pacientes.

Quedamos en el pasillo esperando, mi hijo me pide que me siente, yo daba vueltas pero para que no sospeche decido hacerle caso y me siento. En ese instante mi único pensamiento era el deseo de meterme la mano en el culo y rascarme el ano, pero era algo imposible, debía aguantar la tortura.

Después de unos 45 minutos me llama la doctora.

-Agustina.

-Si doctora.

-pase, pase.

Me levanto y mi hijo, tal vez de forma inocente, se levanta para acompañarme. Yo lo freno con la mano. Pero la doctora me pregunta:

-¿vienen juntos?

-sí, sí, él es…

-está bien pasen.

Yo sorprendida le hago caso y mi hijo me acompaña, yo no entendía para que necesitaba su presencia, pero no quería contradecirla, sabía que era mal llevada con los pacientes, así que no la quería tener en mi contra.

-yo te conozco.

-si se acuerda usted me atendía hace varios años.

-si ya me acuerdo, veo que estas en pareja.

Yo no relacione su afirmación con mi hijo, pensaba que sabía que él era mi hijo.

-si llevo algunos años de casada.

-que bien, que linda pareja hacen.

Lo dice mirándolo, a lo que mi hijo responde:

-sí

Tal vez él pensó que como yo le seguía la corriente él debería hacer lo mismo.

-Bueno ¿cuéntame que es lo que te pasa?

-pero él…

- jajaja, son pareja no creo que se sorprenda por lo que vas a contar, ya somos grandes, vamos, dale cuenta.

En ese momento sentí que me desmayaba de la vergüenza, pero estaba en un callejón sin salida, sería mejor tomar coraje y empezar a contar.

-bueno es que tengo un ardor atrás.

-¿Dónde en la espalda?

-no, en el recto.

-ha, eso ¿te duele? ¿Te arde o pica?

-si me arde mucho, casi siento calor y no me puedo sentar bien.

-¿puedes cagar bien o sientes dolor?

Yo pensaba en la cara de mi hijo y por lo que estaría pasando, no lo podía mirar. 

-lo hago con dificultad.

-¿pero duro o blando?

-en realidad siempre me costaba mucho, ayer fuimos a comer y comimos comida hindú.

-jajaja estos hombres siempre calientes, afrodisiacos que te hacen cagar fuego, jajaja.

Miro a mi hijo de reojo y veo que esboza una sonrisa en complicidad con esta vieja zafada.

-bueno hija es posible por lo que cuentas que tengas hemorroides y por lo que dices no muy graves, pero molestas o algún tipo de infección en el recto que haya producido una inflamación en la zona rectal, son cosas que pasan, pero te tengo que examinar para recetarte algo.

Nos miramos de reojo con mi hijo y quedamos congelados. En eso se levanta mi hijo y le dice:

-doctora ¿quiere que me retire?

- no niño no hace falta, no vas a ver algo que no hayas visto o no hayas chupado.

Ella del cajón del escritorio retira unos guantes de látex y se los coloca ante la nuestra atenta mirada, parecía como si tardara años, mirábamos todos los detalles.

-Bueno Agustina sube a la camilla y déjame ver el ano, tengo que hacer un tacto.

Mi hijo miraba desde la silla mis movimientos, estaba a no más de un metro de distancia y por mi posición tendría un primer plano de mis agujeros. Yo desde casi desde mi adolescencia me depilo todo, hasta no dejo un pelo alrededor del ano, una costumbre que tome de una amiga que después estudio para realizar depilación en forma profesional, cosa que conmigo hace gratis. Cerré los ojos y subí a la camilla, de rodillas me subo la falda hasta la cintura y tomo coraje y me bajo la braga hasta las rodillas, apoyo los codos en la camilla y en esa posición me entrego a los dedos de Doña Carmen, como la nombrábamos de forma despectiva con mi ginecóloga y a los ojos de mi hijo. Separa mis cachetes para mirar el agujero.

-bueno tienes muy irritado el ano, pero no veo signos de hemorroides, sólo inflamado, ahora te tengo que palpar por dentro.

Toma un pote de vaselina y se unta el dedo que queda de un blanco brillante por el guante de látex. Comienza a hacer presión y va entrando despacio.

-hija lo tienes muy apretado, casi me cortas la circulación del dedo.

En eso voltea y le pregunta a mi hijo.

-¿practican sexo anal?

-si.

Responde mi hijo y me sorprende.

-se nota que muy poco o lo tienes muy pequeñín.

A lo que rápidamente responde como ofendido mi hijo.

-es que no le gusta.

-jajaja, de lo que te pierdes niña, eres una tonta, yo con mi José, que en paz descanse, teníamos una adicción, mi José me hizo bajar dos tonos el sonido de mis pedos, que tiempos.

Mientras hablaba metía el dedo bien profundo en mi culo lo movía para todos lados, estuvo como cinco minutos, luego saca el dedo y me dice:

-mira hija, no siento nada, puede ser inflamación, pero no lo voy a saber hasta que hagamos otra exploración, tengo que hacer una anoscopia. No es doloroso, pero primero tendremos que limpiar esto.

Y nos muestra el dedo que acaba de sacar, brilloso de un marrón claro, yo no podía más de vergüenza mi hijo era un espectador de primera fila mirando mi mierda.

-bien, primero tengo que hacer una enema para que puedas expulsar lo que no salió hoy a la mañana, luego la anoscopia para poder ver con detalle el interior.

Por fin se retira para buscar los elementos, y quedo sola con mi hijo, con el culo al aire, chorreado de mierda. Él se levanta y se pone a mi lado para hablar en voz baja.

-perdona hijo no quise ponerte en esta posición, perdona.

-yo le quise seguir la corriente a la vieja, pero no pensaba que era tan bruta.

- no te preocupes seguro termina rápido.

En eso entra y ve a mi hijo parado a un costado mío, entonces le propone que haga una mirada de cerca.

-ven mira, no se ve nada extraño, si fuera alguna hemorroide grave sobresaldrían bultos por aquí y por aquí.

Señala los sectores de mi ano, enseñándole los pormenores, yo siento la presencia muy cercana de mi hijo mirando y comienzo a excitarme, aunque me quería sacar esas ideas era algo más fuerte. En eso hace un comentario Carmen.

-jaja, ya veo porque no te gusta el sexo anal, tienes miedo.

La miro y veo que señala la entrepierna de mi hijo, tenía una erección descomunal, se notaba algo grande y pesado, nunca lo hubiera imaginado, no era normal.

-niña tienes que aprovechar esto, no todas tenemos la suerte, practica todos los días que se agranda como el ojal de una camisa, no sean tontos la vida es una sola.

Sorprendida por los consejos de repente siento que mete un tubo largo y delgado como 15 centímetros, luego eleva una bolsa como de suero, supongo preparada con líquido para el enema, y comienzo a sentir como este empieza a completar mis intestinos. En eso escucho que de golpe se abre la puerta y asoma la cabeza de una enfermera.

-Doctora, es urgente la necesitan en sala de guardia.

-bueno, ahora voy.

Ahora se dirige a mi hijo.

-mira tienes que terminar mi trabajo, cuando se vacíe esta bolsa, la sacas y colocas esta, van a presión en el pico, es fácil, cuando se termine de vaciar, le sacas la cánula y le haces presión con esta toalla sobre el ano para que aguante lo más posible. Cuando ya no pueda más que lo expulse en este recipiente. Yo enseguida vuelvo.

Nuevamente quedamos solos, pero ahora con una tarea, perecíamos niños y la doctora nuestra maestra.

-¿Lo hago?

-si hijo ya no queda otra, espero que puedas olvidar por lo que te hago pasar y no me juzgues.

Como un obediente soldado comienza su trabajo en la zona de guerra, sigue los pasos sin olvidar detalle, luego termina haciendo presión con la toalla. Me sentía pesada, sentía que un animal quería escapar de mi culo.

-no aguanto mas.

-espera que saco la toalla y bajas para expulsar todo.

Al liberar la presión de la toalla no calculamos o por lo menos yo, que el líquido de mis intestinos al no sentir resistencia tratarían de escapar a mucha presión y eso paso, fueron unos segundo donde mi culo parecía una fuente del Louvre, tal fue la fuerza del chorro que golpeo en la pared, bajo corriendo y me siento en el recipiente donde el chorro continuo se corta con la caída de pequeños pedazos de excremento, para terminar en una verdadera oda al pedo, cortos, chicos, largos, secos pero todos ruidosos. En eso mi hijo acota.

-no nos pueden dejar solos, jaja.

En eso nos tentamos de la risa mientras el limpiaba las paredes con las toallas o lo que encontraba a mano, queríamos ocultar las evidencias de una obra de Jackson Pollock. Mientras tanto me había limpiado y con la pollera baja esperaba el regreso de Carmen. Ya no sentía vergüenza de mi hijo, estaba excitada, pensaba en su pene, era algo que no me podía sacar de la mente. Escucho el movimiento del picaporte de la puerta, es Carmen.

-bueno, chicos perdonen la tardanza, pudieron con el trabajo.

-si ya estoy limpia, si no fuera por mi marido, otro se hubiera escapado.

-veo que te quiere, a ver, este aparato es para la anoscopia, parece grande pero con vaselina entra y podemos ver cómo está el recto.

Sostiene en su mano una especie de jeringa de unos 4 cm de diámetro, con su extremo abierto por donde introduce una especie de cámara de fibra óptica con luz para mirar el interior en un monitor.

-bueno hija, sube a la camilla y te meto esto, va a costar un poco porque eres muy estrecha, espero que no se rompa nada, pero es la única forma.

Ya en posición siento como me penetra despacio con algo que nunca había sentido, el dolor no lo sentía era mayor el placer.

-ya está. Vieron que fácil. Ahora meto la cámara y miramos ven arrímate miremos juntos.

Le dice a mi hijo, yo estaba muy excitada, más por la situación. Miran durante unos minutos y saca el aparato y le muestra el ano a mi hijo.

-mira cómo se dilata el agujero, vieron que con practica se afloja. Después les doy un método que me funciono con José, está en ustedes seguir mi consejo.

El diagnostico.

-bueno Agustina, tienes suerte lo tuyo no son hemorroides, ni tampoco una infección grave, ningún papiloma o tumor, sólo es una inflamación en el recto muy leve, no creo que sea causada por infección, creo que puede ser por estreñimiento, hay que cambiar la dieta, tomar agua y te receto unos supositorios para aliviar las molestias, pero eso es todo, se agravo todo por la comida picante fue la que desencadeno todo. ¿Quieren el método que use con José para tener sexo anal?

-si.

Dijo mi hijo, lo miré pero yo también sentía curiosidad.

-Bueno, tienes que colocarte estos supositorios durante una semana, tiempo ideal para comenzar a dilatar el ano, que por el bulto que vi, necesita mucha dilatación para poder recibir el pene. Él tiene que colocarte los supositorios, el primer día solo con un dedo, pero lo dejas adentro media hora, sin moverlo y después lo saca. El segundo día metes un dedo pero durante media hora lo mueves de un lado para el otro. El tercer día metes dos dedos y lo dejas quieto durante media hora, el cuarto día metes dos dedos y los mueves. El quinto día será el último del supositorio, lo metes con tres dedos y los dejas quieto media hora. El sexto día la cosa será más fácil tres dedos en movimiento durante una hora. Los próximos días tendrán tres veces por dio sexo anal durante una semana seguida. Luego la dilatación del ano va a ser evidente, sentirás la diferencia hasta cuando cagas, los soretes no pedirán permiso para salir. Querrás más todos los días pero eso ya depende de ustedes.

Nos despedimos con los consejos aprendidos, sabíamos que teníamos días solos en casa para practicar sin ningún pudor ni reclamo moral de nadie, sería nuestro secreto.

Llegamos a casa y entramos a la casa y nos quedamos mirando.

-¿Qué hacemos?

-es tu decisión yo quiero que puedas curarte y si puedo ayudar en que seas feliz mejor.

Asiento con la cabeza, nos miramos y comenzamos a besarnos, me arrodillo casi con desesperación quería conocer ese pene que turbaba mi cabeza, le bajo todo y quedo hipnotizada con el espectáculo, veo una pija de casi el doble de tamaño de la de esposo, tanto en el grosor como en el largo, se la empiezo a chupar hasta que siento su semen en la garganta. Sabía que tendríamos que empezar de inmediato con los consejos de Doña Carmen si quería que ese monumento entrase en mis entrañas.  

Seguimos los consejos casi a pie puntillas, tuvimos que agregar un día y un dedo en el método de dilatación fue la única forma en la que pudo entrar su enorme cabeza.

Seguimos la dieta anal por los tres meses de ausencia de mi marido, cuando regreso de su viaje aminoramos el ritmo pero el ano ya tenía dueño, era de mi hijo.

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