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Profesora de Literatura

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Esta es una historia real, pero he cambiado los nombres y las localizaciones exactas por respeto a los implicados. Si quieres saber más detalle manda un correo a mi perfil.

Eran pasadas las 2:00 de la tarde, iba de salida de la escuela platicando con mi mejor amigo (por no decir el único) David, que esa tarde tendría una cita con una de las tantas mujeres que conocía por Facebook.

—Uff, mira el perfil de esta chica —decía mientras me mostraba unas fotos con su celular de una joven posando con una camisaombliguera, y unos jeans bastante apretados, no se veía nada mal la tal "Solo Dime Wendy"— Espero que esté así de buena en persona.

—No te emociones mucho —le dije tras analizar el espeso filtro y el ángulo de la foto.

Íbamos dando vuelta a la esquina del pasillo en dirección a las escaleras cuando escuché una voz que me llamaba en voz alta.

—¡Alejandro! —decía la profesora Karen desde el marco de la puerta del C9.

Pff, lo que me faltaba, esa profesora se la pasa haciéndome la vida imposible, pese a que soy el único que comprende lo que dice en clase ¿Ahora qué quería?

—Creo te llama la prof...

—Escuché —dije sin voltear a verla— No imagino qué querrá ahora.

—No sé tú, pero si a mí me llamara esa profesora iría volando a verla, ¡Está buenísima! —dijo David, bastante más emocionado que yo por la idea.

En efecto era muy atractiva, a sus 34 años trabajaba solo por gusto, lo cual no concordaba con su mal genio. Su esposo era un político de un partido popular en mi país, y ella siempre viajaba en autos lujosos, vestía ropa fina e iba constantemente al Gym. Era la fantasía de todos, y debo admitirlo, llegué a pajearme un par de veces pensando en ella... En sus grandes pechos maduros... Sus nalgas grandes... Su boca pequeña...

—¡Alejandro! —volvió a llamar la profesora.

—Anda, sólo piensa que es guapa —dijo David en voz baja.

Volteé como si acabara de escucharla y dije:

—Mande profesora.

—¿Podrías ayudarme con algo?

Dije "claro" y me despedí de David, que levantó sus dos dedos pulgares bajando la escalera. No entiendo por qué el gesto, sólo iba a molestarme... Como de costumbre.

Llegué a la puerta del salón y la profesora se encontraba recargada en el marco, con sus brazos entrecruzados bajo sus bien formados senos. Llevaba una blusa blanca fajada en una falda negra larga que hacía buena referencia de sus caderas, y decoró sus piernas con unas medias igualmente negras a juego, que terminaban en unos zapatos de tacón no muy alto. La profesora me miró con sus grandes ojos negros detrás de las gafas con un gesto... ¿Molesto? ¿Complacido? Pff, no lograba comprender a esa profesora.

—¿Podrías subir las cajas de libros a las repisas? —dijo— Yo no me las aguanto.

—Claro —contesté.

—Bueno, pasa.

El salón tenía espesas cortinas negras en todas las ventanas para no dejar pasar la luz, haciendo que faltara ventilación, la única iluminación era un foco de 60 wats. en el centro del techo. Había un montículo de libros bien acomodados en el suelo y unas cajas grandes apiladas en una esquina detrás del escritorio. La profesora cerró la puerta detrás de ella ¿Otra vez iría a regañarme?, pensé. Tomé del suelo una de las cajas, vaya que estaba pesada. Y ella se acomodó en el borde del escritorio a observarme.

—Qué calor hace —dijo la profesora mientras movía la mano con gesto acalorado y se desabrochaba un botón de la blusa blanca.

Di un traspié y casi se me resbala la caja, pero logré recuperar el equilibrio antes de que cayera, la profesora sonrió divertida, puse todo mi empeño en concentrarme por colocar la caja en su lugar, puse fuerza para tratar de subirla.

—Ay, estás bien guapo —soltó.

Y la caja se me resbaló desde la altura de mi cabeza, directamente en las piernas y me tumbó al suelo, ella se apresuró a ayudarme a mover la caja a un lado. Observó por un momento y se inclinó para tocar mi pierna en la zona del impacto, su bra se asomó entre lo que dejaba ver el botón abierto, una bonita pieza blanca que combinaba perfectamente con su piel clara.

—¿Te duele? —preguntó. Y siguió la trayectoria de mi mirada hasta sus pechos.

—No... Yo... Disculpe —dije tartamudeando mientras apartaba la mirada. Ella sonrió pícaramente.

—¿Quieres ver más? —se desabrochó otro botón de la blusa.

—¿Eehh? —quedé mudo.

Ahora podía ver sus grandes senos apretados bajo el caro sostén con varios botones al aire.

—Profesora...

—¿O no quieres? —dijo cruzando la prenda.

—No es eso... Sólo que... —y con la blusa aún con botones sujetos tomó mi mano y la colocó en uno de sus magníficos senos, y su otra mano subía un poco, pasando al lado de mi pene ya muy, muy erecto y siguió hasta mi abdomen, subiéndome un poco la camisa— Dios...

Vi que su sostén tenía broche delantero y la profesora siguió mi mirada, volvió a sonreír con sus dientes perfectos.

—¿Quieres verlas?

—Sí —contesté sin más y ella lo desabrochó lentamente.

Oh ¡Qué par de tetazas se cargaba esta mujer! Se acercó un poco más, blusa aún puesta y me besó, estando casi encima de mí con sus tetas al aire. Yo no podía creer lo que sucedía. Sus labios eran cálidos y poco a poco introdujo su lengua en mi boca, húmeda y cálida, alzó un poco su falda y abrió sus piernas para colocarse encima de mí, lo hizo, y el calor que su sexo emanaba acobijo al mío y a parte de mi abdomen.

—Profesora ¿Qué está...

—¿No es obvio? —pregunto.

Enderezó su cuerpo dejando su pecho a la altura de mi boca y lo besé, lo lamí, lo mordí y ella emitió un ligero gemido, tan inocente que me erizó la piel, mi pene ya no aguantaba dentro del pantalón, estaba hecho piedra. Mi profesora lo sintió (debía estar muerta para no hacerlo) y con su mano derecha bajó la bragueta de mi pantalón, y como usaba unos cómodos calzones con agujero mi miembro salió disparado como resorte. Miré el rostro de mi acompañante y ella se sorprendió.

—Pensé que eras un niñato —dijo, con una sonrisa en sus rojos labios.

—Lo soy —contesté, y al parecer mis palabras la excitaron aún más.

Tomó mi verga con la mano y comenzó a frotarlo con su cálida vagina, ya muy húmeda, y a mover un poco las caderas, yo tomé sus pechos con mis manos... Y bueno, no podía hacer más, me trabé. Apartó sus piernas de mí haciéndose un poco para atrás, inclinó su cabeza hasta que su lengua húmeda tocó mi glande, lo rodeó con sus labios y lo introdujo hasta donde pudo en su boca, lo mantuvo dentro haciendo movimientos con su lengua alrededor de mi pene, movía su boca arriba, luego abajo y repetía. Carajo, nadie me la había mamado así nunca, masajeaba mis testículos con su mano y creía que me vendría en cualquier momento, cosa que ninguna mujer había logrado, es muy difícil que alguien más me haga venir. Se retiró y le ofrecí una sonrisa complacida, volvió a besarme, esta vez de forma más lasciva y la separé un poco.

—¿Aseguró la puerta? —pregunté.

—¿Me tomas por una novata? —y me pregunté si había hecho eso con alguien más, al menos yo no estaba enterado de ello.

—¿Y por qué yo? —ella me miró un momento, pensándolo, como si no estuviera segura de qué diría.

—Eres muy guapo —contestó.

—Pero hay chicos iguales o más guapos que yo en esta escuela.

—Oí rumores —sonrió y volteó a ver mi pene erecto— y me decepcionaron un poco —se echó a reír. No sabía si era cierto o estaba de broma.

—Muchas gracias —espeté. Ella seguía riendo.

—La verdad me contaron algunas cosas, y me pareció muy excitante. Aparte no traes tan mal equipo al parecer —y se lamió los labios con la lengua.

Eso me excitó al punto que mi pene punzaba por sí solo, nos levantamos y se levantó la falta hasta la cintura, dejando ver un liguero muy sensual ¿En serio usaba liguero? Lo desabrochó y se quitó la pieza de lencería blanca con negro, eso sí, se dejó los zapatos de tacón, pude ver que tenía un pequeño arbustillo negro por encima del monte venus, y cuando abrió sus piernas me deleité con una estrecha vagina rosada, con los labios jugosos, incluso me pregunté si entraría bien, ella me atrajo con sus manos y soltó su cálido aliento en mi oreja, volviéndome a erizar la piel, ya no aguantaba, me coloqué en posición y ella lo acomodó con las manos. Entró sin ningún problema, su interior era tan cálido y húmedo como me lo imaginaba, ella contuvo un gemino, pues a pesar de que habían terminado las clases no sabíamos quien pudiera rondar por ahí, comencé a moverme lento, aún no sabía si la lastimaba o no, pero me rodeó con sus brazos y se aferró a mi espalda, así que comencé a embestir con fuerza, y ella se mordía los labios para no hacer ruido, solo jadeaba, bajé sus brazos y los coloqué en el borde del escritorio, tomé su cintura y la halé, suspendiéndola en el aire, ella se aferró a mí con sus piernas y yo embestía con más fuerza, más y más, hasta que un gemido salió de su boca y la volví a colocar en el escritorio, saqué mi pene y le di vuelta a mi profesora, la ensarté de espaldas y retomé con la misma fuerza, entré más profundo y ella enredó sus piernas en las mías, me tendí sobre su espalda hasta alcanzar sus boca con mi mano y la tomé con fuerza, haciendo que esta alzara su cabeza hacia mí, seguí así hasta que su cuerpo se estremeció y un grito se ahogó en mi mano. Nos incorporamos.

—¿Entonces era cierto lo que decían? —le cuestioné.

—A decir verdad, me dejaste boquiabierta —admitió.

—Literalmente —bromeé y ella sonrió.

—Pero tú no te has venido.

—Me cuesta mucho trabajo —admití apenado— pero tú casi lo logras... Cuando bajaste...

—¿Quieres que lo intente? —preguntó, y asentí con la cabeza.

Otra vez esa magnífica boca devoraba mi pene, con fulgor, pero ya no era la misma sensación, y comenzó a pajearme rápido con la mano, vaya que me puse sensible, y luego con la boca, después pasó una mano por debajo de mis testículos y con su dedo acarició mi ano con una sonrisa... Aguarda, pensé, e introdujo su dedo medio unos centímetros mientras me pajeaba, pff, un intenso orgasmo recorrió desde su dedo a la punta de mi pene, todo el semen se disparó al suelo y apenas unas gotas se quedaron en su mano.

—¿Satisfecho? —preguntó. Yo estaba sin palabras, estaba recuperándome aún de aquél orgasmo.

Después mi mente se aclaró un poco, y pensé ¿Cómo sabía ella que tendría el trasero limpio?

—Exactamente ¿Qué rumores escuchaste? —pregunté. Mientras nos arreglábamos para salir.

—Escuché que te follaste a la mitad de las tías de la clase.

—¿Solo eso?

—Y escuché las cosas que llegaron a hacer con su grupito... Me lo contó Lucía.

—Entonces sabes...

—¿Que te has liado con hombres?, sí —respondió con total naturalidad.

—De eso no puede enterarse nadie —apunté.

Se acercó a mí y me besó suavemente en los labios, con una sonrisa picarona.

—No te preocupes, aquí yo corro mucho más riesgo que tú... Para serte sincera no creí llegar tan lejos, me iba a limitar a jugar contigo, pero al verte ahí recostado, con tu... —se mordió los labios— no pude resistirme —admitió.

—No diré una palabra.

—Más te vale. ¿Entonces esto no se repetirá? —pregunté desilusionado.

—¿Bromeas? Quiero follarte hasta dejarte seco —sentí como mi pene comenzaba a erectarse— ¿Nos vamos? —dijo, y abrió la puerta.

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