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Me quitó los zapatos

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Siempre fui heterosexual. No sé por qué, un día navegando por internet, surfeando en páginas porno, encontré más atractivos los Penes que las Vaginas. Me pregunté varias veces ¿Qué me está pasando? Quise desistir, apagar el ordenador, pero........seguí mirando fascinado esas Pollas, grandes y duras por largo rato sin poder detenerme (sobre todo me encantaban los no circuncisos, salvajes, naturales). Así pasé largo rato hasta que me dieron ganas de orinar. Al llegar al baño me sorprendí al sacar mi verga, a media erección, estaba empapada de líquido pre-eyaculatorio, instintivamente y por primera vez en mi vida lo tomé con mis dedos y me lo llevé a la boca (simulando que mamaba una rica verga como las que recién había visto por Internet). A cualquiera que le fascine la verga, entenderá de inmediato lo delicioso que es saborear esté suculento liquido transparente y viscoso. Desde ese momento, decidí que quería ¡¡ No, no quería, estaba arañando las paredes por acostarme con un hombre!! y, comencé la búsqueda.

Llegué puntual a la cita, con mucho miedo me aventuré a buscar y concertar el encuentro, era tan grande el deseo y había visto tantas Pollas deliciosas en Internet que ya era hora de comerme una; de experimentar. Habíamos intercambiando nuestros números telefónicos por internet y acordado la hora para vernos en su lugar, él era de provincia, estaba en la ciudad por un proyecto. Toqué y de inmediato abrió la puerta. Él, moreno, un poco más bajo de estatura que yo, delgado y muy guapo (raro reconocerlo, nunca me habían gustado los hombres). Era un cuarto pequeño: una cama individual, algunos muebles viejos y un baño. Realmente un lugar no muy agradable, pero nos brindaba la intimidad que necesitábamos.

Me invitó una cerveza, acepte. Platicamos mientras la bebíamos. Yo estaba tan nervioso que no entendí ni recordé mucho de aquella conversación, realmente quería salir corriendo, entiéndanme, no lo había hecho nunca, me parecía extraño y mucho muy intimidante. Terminamos nuestra cerveza, estaba a punto de decirle que me iba (decirle honestamente, no soy gay, sólo curioso), lo había pensado todo el tiempo que había pasado junto a él. Para mi sorpresa y sin decir nada, se incoó, desabrochó las agujetas de mis zapatos y suavemente me los quito

-Ponte cómodo-  dijo

En ese momento, de forma muy agradable y espontánea, se me fue la pena, el miedo, los nervios y me hizo desear estar con él…. mucho. Lo hizo de manera tan gentil, tan natural que en ese momento supe que sería mi primera vez.

Se levantó, tomo suavemente mi cara con sus dos manos y me besó, fue un largo y húmedo beso mientras sus manos hábiles desabotonaban mi camisa. Comenzó a besar y lamer mi cuello, mi pecho, mis pezones, mi estómago, yo temblaba del placer que me causaban sus atenciones. Desabrochó mi pantalón, me lo quitó, me acarició el pene, que aún estaba a media asta y comenzó a lamerlo, tan rico, tan suave que de inmediato sentí que debía devolver el favor. Levanté su cara, lo besé, luego, lamí tiernamente su oreja y le dije en un susurro:

-Que rico lo haces, me encantas precioso -Sonrió -Es la primera vez que estoy con un hombre y muero de deseos de hacerte lo mismo- Continué.

No dijo nada, se levantó, comenzó a desabotonar su pantalón y se lo quitó por completo, trusa incluida, dejando frente a mí una hermosa polla de aproximadamente 18 centímetros, gruesa, morena y sin circuncidar ¡¡¡Wow!!! Lotería. 

Me acerque lo suficiente para olerla (como antes de saborear un buen platillo de comida), era raro el olor, pero agradable, la acaricie por ambos lados con mis mejillas muy lentamente, quería sentirla, tomé con mi mano derecha sus testículos, levantando su Pene un poco para verlo y colocarlo mejor. Por fin, a unos centímetros de mi cara y goteando liquido pre-eyaculatorio tenía una polla sumamente erecta y deliciosa, para disfrutar. Comencé a lamer el delicioso néctar con la punta de mi lengua, para luego alejar mi cara viendo cómo el líquido viscoso se estiraba y creaba un hilillo curvado entre mi lengua y su verga (que excitado estaba). Comencé a dar largas lamidas a su tronco y sus testículos. Créanme, lamentaba haberme perdido esto toda mi vida. La metí en mi boca ¡¡Por vez primera!!, que descubrimiento al sentir esa textura en su piel, más suave que la seda y al mismo tiempo, tan dura como el acero.

Ya recostados en la cama, nos volvimos a besar por un largo rato, yo estaba sobre él, nuestras Pollas, llenas de saliva y néctar se frotaban delicioso al vaivén del movimiento de nuestras caderas. Yo comenzaba a gemir de placer, imperceptiblemente en un inicio. Poco a poco fui besando su cuello, su torso y a voltear mi cuerpo, quería seguir disfrutando su Pene en mi boca, quedamos en la posición perfecta, jamás había disfrutado tanto un 69. Con cada chupada, crecía mi excitación, mamándosela a mayor velocidad, con más ferocidad y más profundamente, hasta envolverla completamente con mi boca. Él dejo de mamármela y colocó una almohada detrás de su cabeza ¡¡Comenzó a lamerme el culo e intentar meter su lengua dentro!! Sentí tal placer que dejé de lamer su Polla, cerré mis ojos y comencé a mover mi cadera en forma circular, hacia adelante, hacia atrás, que rico se sentía. Retorne en unos momentos a esa exquisita acción de tener mi boca llena hasta inflarse de verga, mientras lo dejaba estrenar mi culo a su placer y discreción.

Me mojo tanto, me lubricó tanto que sentía mi culo húmedo y goteando, pulsaba pidiendo más y más y más. De pronto abrió un cajón, saco un condón. En ese momento volví a sentir algo de miedo, él lo percibió, me besó mientras lo ponía hábil y apropiadamente en su polla.

Me dijo -No te asustes precioso, después de hoy, sólo querrás lo que te voy a regalar-.

Yo asentí con la cabeza, él me recostó de ladito, sobre mi costado derecho y se puso detrás de mí, abrazándome. Escuché nuevamente su gentil voz:

-Está lista para ti -dijo- Tú solito siéntela y métela en tu culito, poquito a poquito, no tenemos prisa y quiero que te guste mucho, tanto como a mi cogerte- continuó.

Comenzó a frotar su hermosa verga en mi rayita, yo sentía delicioso. Llenó mi culo y su verga con un lubricante que se encontraba sobre su buró, la sostuvo firme, dejando su glande de frente en la entrada de mi ano (que ya no soportaba más sin tenerla adentro). De forma natural, moví mi culo de manera circular, empujando y arrimándome poco a poco hacia él, para ser penetrado, sentía como si una locomotora estuviera entrando en mi cuerpo, pero a pesar de un ligero dolor, se sentía muy agradable y poco a poco la sentía más profunda dentro de mí.

Cuando tenía poco más de la mitad dentro, él comenzó a envestir suavemente. Nunca había mencionado a Dios en una relación sexual en mi vida, pero, fue tan natural, tan espontaneo, tan sin tabúes, lo grite -¡¡¡¡Oooohhhh Dios!!!!- y comenzó a cogerme como un maestro. Después de lo que me parecieron unos segundos, me privé, ya era uno solo con él, tenía los ojos de huevo cocido, todas mis sensaciones, mi mente y mi alma estaban concentradas en mi ano y en su vigorosa verga, grande, incircuncisa, salvaje que poco a poco me envestía con mayor velocidad y me hacía sentir más placer del que jamás había sentido. Juré, juré señores volverme el más puto del universo, quería verga todos los días y a todas horas. Placer, más placer y cada vez más placer. No hay como la primera vez ¿No creen? y más cuando hay de por medio una rica verga dura, grande y aguantadora.

Después de un rato se incoó, yo seguía con mis ricas nalgas (porque las tengo deliciosas, modestia aparte) aún de ladito, la posición me hizo sentir su verga aún más profunda y mucho más placentera. En los momentos que volvía en mí, veía su cara llena de lujuria, como la cara de un lobo devorando hasta saciarse de su presa recién casada. De pronto, sin sacarme su poderosa herramienta, me volteo boca arriba y puso mis piernas sobre sus hombros. Sí, que cogida me dio. Luego de un rato, comenzó a masturbar mi Polla con su mano, el placer que ya sentía aumentó y aumentó. Lamió y escupió en su mano para lubricarla, me acariciaba delicioso, así duramos un largo tiempo. Me embestía fuerte, yo sólo movía mi cabeza de un lado a otro sin control y, a ratos, él embestía lento, aumentando mi placer.

Ya era demasiado, llevaba mucho tiempo sintiendo que estallaría en mil pedazos en cualquier momento, pero no estallaba. El placer duraba y duraba. Él muy aguantador, muy hombre.

Ya no pude más, sentí desde mi culo hasta la punta de mi verga que todo crecía desmesuradamente, como un volcán a punto de entrar en una gigantesca erupción y, de pronto, las contracciones que comencé a sentir se convirtieron en el más grande y delicioso orgasmo en toda mi vida. Y no sólo era esa sensación, pareciera que todo mi cuerpo fuera unos enormes testículos, una enorme verga y una gigantesca próstata que se vaciaban por todo aquel pequeño cuartito, sentía que desde mi Polla fluían litros y litros de semen, sin parar, sin poder detenerme o contenelo, llenando mi pecho y mi estómago de semen blanco y viscoso. De verdad no lo sé, pero, fue tan potente mi venida que pareció llegar a caer sobre la almohada, pasando sobre mi cabeza.

Sus ojos también se desorbitaron, yo sólo miraba su rostro, su torso y mis piernas montadas sobre sus hombros, como en la irrealidad de un sueño mojado. Le excitó tanto mi orgasmo que tampoco pudo más, sacó su verga de mi culo, se quitó el condón y comenzó a masturbarse. Vi cómo se le hinchaba la cabeza hasta tomar un tono casi morado, entonces, su semen comenzó a dispararse a borbotones desde la punta de su Polla sobre mi estómago y mi pecho, en una fusión del mío con el suyo. Termino con mucho placer, se le podía ver en la cara a kilómetros, que rico haberlo tenido tan cerca y tan dentro de mí.

Aunque yo estaba apenas volviendo en mí, me senté y comencé a lamer su verga, sentí como de a poco perdía su dureza. Seguí lamiendo, saboreando el semen que aún brotaba en menor cantidad. No era tan rico como el líquido pre-eyaculatorio, la sensación de tenerlo en mi boca, tampoco era tan agradable, pero, al levantar mi vista para ver su cara, podía ver el placer que sentía y mi agradecimiento era tal que lo limpié hasta que no salió una sola gota más.

Él se recostó, yo, terminé de mamar su verga, ya flácida. Me recosté sobre su pecho. Los dos estábamos tan sudados y cansados que no dijimos nada, nos bastaba con escuchar nuestra respiración agitada y entrecortada mientras poco a poco todo volvía a la calma. Cerré mis ojos, sentí su mano cariñosa frotando suavemente mi espalda. Caímos en un sueño placentero y profundo, creo que habremos dormido durante un par de horas.

Al despertar, el me miraba cariñoso con sus lindos ojos oscuros y mi pierna, que se encontraba apoyada sobre su entrepierna, sintió nuevamente ese pedazo duro y grande de carne. Sólo nos regalamos un par de guiños traviesos y… que más les puedo contar. Desde ese día soy el amante más fiel de la verga. Nada es igual, nada se le compara. 

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