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Ser jefe tiene sus privilegios. El culo de Helena, el premio ¡Qué premio!

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Este relato es consecuencia de la situación económica, conflicto de sexo y afectos involucrados.

Helena, llega a Bs. As. para estudiar, veintidós años y buena figura pronto consigue empleo como cajera en importante comercio, en una fiesta se conoce con Walter, se ponen de novios, enamorados, a los dos meses concretan la convivencia.

Todo color de rosa, hasta que Walter queda desempleado. Sale por las mañanas con El diario bajo el brazo a buscar empleo, vuelve con la frustración de no conseguirlo, uno, dos, muchos días, el sueldo de Helena alcanza para comer hasta el día veinte, con mucha suerte, la falta de trabajo va haciendo mella en la relación, le baja la autoestima al hombre y por ende la calidad y frecuencia del sexo tan necesario en la palpitante carne femenina van haciendo mella en su carácter.

Alejo, hijo del dueño y gerente de la empresa, puso los ojos y las intenciones en Helena. Ella no es ajena a esta preferencia, se ratonea (fantasea) y hasta jugó, en el pensamiento, tener “algo” con él.  Walter está cada vez peor, apático, desganado en el sexo y cayendo en un estado que puede llevar a una depresión, Helena con todas las hormonas pidiendo satisfacción.

Una noche de guardia nocturna, Helena y Alejo conversan, ella se entera que el gerente se quedó sin secretaria, se ofrece en reemplazo, y como respuesta:

—Puede ser. Estarás arriba, en mi oficina, y hasta con… un sueldo adicional, pero... (pausa, Observa la reacción), además de secretaria deberías… digamos… atenderme, como la anterior que se retiró para casarse, pero...  No contestes ahora..., tómate tu tiempo para pensar, pero tampoco que se tanto como para buscar otra empleada.

Durante días la propuesta ronda la cabeza de Helena. Alejo es un hombre maduro que en poco tiempo será el dueño de la empresa, se le nota que está caliente con ella, que ella también necesita de esa calentura, sobre todo en ese momento de sequía sexual.  No tiene nada que perder y mucho para ganar. Necesita sexo y dinero, con él tendría las dos, la duda cruel y mucha, entonces tomó la decisión, que una moneda decida su destino, lanzada al aire cayó cara, ¡la suerte está echada! En la mañana siguientes sube a la oficina de Alejo y dice:

—Seré tu secretaria y ese algo más... Sueldo extra ¡No!, mi marido como empleado. –estaba algo emocionada por las perspectivas lujuriosas, sobre todo, pero no quería demostrarlo.

—¿Cuándo empiezas?  —la lujuria de hombre se le nota en la voz.

—¡Ahora! – decidida, sonríe.

Hubo un momento de indecisión, pero ella se acerca para besarlo en la mejilla, primero en una, luego en la otra, pero ese acercamiento produjo el efecto previsible. Sellan el acuerdo con un beso que Helena hizo fuera todo un anticipo de mejores momentos, aunque nunca imaginó que tan pronto se sucedieran los hechos.

El contacto de los labios se extendió al beso húmedo y profundo y desde ahí se irradió a todo el cuerpo y toso se convirtió un maremágnum de lujuria y deseo. El deseo no pide permiso, lo toma a como dé lugar, ese es el momento del sexo, sin pensarlo más se dejan llevar por sus propias necesidades. El pantalón del hombre cae en sus tobillos la fada de ella elevada con urgencia, la bombacha corrida…

La “máquina” de Alejo, tamaño feroz, la abre más que en su primera vez, los gemidos iniciales son quejido en la impiadosa cogida. Cada entrada es un empalamiento, no para de meter y meter, ni pensar en su orgasmo, tan solo como poder sobrevivir a esa poronga tan grande. Ufff… por fin el hombre está llegando a su momento feliz, decide a llenarla de leche. ¡Uff, Qué alivio!

— Con eso que tienes, todas son estrechas para vos, me rompiste toda. –imposible, rodearla con la mano, me hubiera gustado disfrutarla mejor, pero como no estoy acostumbrada, el dolor fue más que placer...

Helena se sorprende haberse tragado todo el miembro, el semen abundante se le escurre hasta el orto. El dedo de Alejo recoge el líquido y juega frotando sobre el aro anal, lo aparta asustada:

—¡No!, no, ni te animes, me vas a matar. –llena de miedo.

—Quédate tranquila, te lo perdono... —no la tranquiliza demasiado.

Lo complace dándole una soberbia mamada. Él es bueno en caricias digitales, disfrutan haciendo el 69, ella arriba se contonea al ritmo de la boca de Alejo, se deja in en un orgasmo inesperado y largo, desocupa su boca para no ahogarse y gozar.

Goza del prolongado orgasmo, retoma la mamada. Abierta de piernas se ofrece, se sube encima del hombre, éste la toma de las caderas, empujan juntos, hasta el fondo, duele adaptarse al tamaño.  En su corta vida sexual conoció solo tres, ésta es el doble Walter. Empalada no es la mejor postura, al menos hasta que se acostumbre a su tamaño, mejor boca abajo, Alejo le dedicó media hora de metisaca para eyacular, con lo último llega al agónico orgasmo, aguanta todo el pedazo.

La ducha y el bidé no borran las huellas de la brutal cogida, vuelve a casa irritada y dolorida. Da a Walter la noticia, él quiere sexo, ella solo dormir...

Walter recuperó la autoestima, revalorizado, más activo, le da sexo como al comienzo de la relación, se siente bien, ver así a su marido justifica dejarse coger por el jefe.  Está destruida, el sexópata del gerente la hace delirar y la deja destruida, cuesta aguantar a este hombre, buen cogedor pero insaciable.

Alejo la puso a dieta: mamadera de semen y morcilla en ración doble. 

Con consoladores de buen tamaño comienza a hacerle la doble penetración, rutina casi diaria, comienza a tomarle el gusto. Walter comienza a jugarle en el culito, al fin se lo entrega con temor, un gel especial para relación anal ayudará. Le unta y dilata el esfínter, el glande espera el momento para mandarse, la distrae con caricias.

Gritó, dientes marcados en la almohada para mitigar el dolor, la cabeza adentro, notable diferencia con el artificial, firme avance, quejidos y lágrimas, trata de relajarse.  Más se queja, más se excita él, volcó con todo el cuerpo, forzando a recibir todo el miembro, más duro que nunca.  Excitado, entra y sale, con ritmo y potencia creciente, traspasada por la carne, delira y gritó:

—¡Animal, rompé todo!, ¡date el gusto hijo de puta, rómpeme!  –bronca y dolor en el insulto.

—Sí mamita, ya voy.  –disfruta, cree que goza, empuja más.

Cree que la hembra caliente pide más acción.  Helena estaba descargando dolor y bronca, vejada, sodomizada, sacudida hasta lo profundo. Alejo resopla como fiera, la llena de leche. El torrente de semen caliente brota del arma mortal. Sale tan dura como entró, duele y produce alivio.

Corrió al bidé, el baño de asiento el chorro de agua tibia atenúa el dolor. Después deberá mamarlo dos veces para calmarlo, está hecho un macho cabrío. En la mañana hay rastros del desvirgue anal, Walter se lo busca, se niega, espantada.

Al menos dos veces por semana, recibe la súper enema de carne en barra, siempre sufre la penetración.

El relato precedente me fue confiado por Helena, amiga personal, me presté a escuchar sus cuitas y terminamos en la cama. Lo pasamos bien, puede sacarse todo esto que la agobia moral y física.  Presa en su propia telaraña por amor a su marido, ultrajada por este sádico sexópata, en la cama afloran todas sus frustraciones imponiendo el rigor del sometimiento sexual.

Puedo dar fe del relato, lo tiene bien agrandado. El tamaño de mi aparato hizo desistir de entregar el marrón a más de una, pero Helena, lo aguantó como si nada y hasta con orgasmos lo disfruta.

Mi consejo es que busque otro trabajo sin hacer demasiada bulla, sino pierden el trabajo y al marido, que es el motivo de sus penurias. Mientras consigue trabajo soy su paño de lágrimas y consuelo de cama. Escribí esta historia para alertar a las que estén por emprender este camino, los nombres son ficticios, los hechos totalmente verídicos.  Gracias, y suerte para ella.

Me interesaría conoce tus experiencias, estoy en [email protected] esperándote para saber de la tuyas y compartirte las mías.

 

Lobo Feroz 

(9,00)