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Una amiga llamada Paz

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Su nombre es Paz. Tiene 25 años y es la dueña de una de mis fantasías más calientes.

Es medio rubia y tiene una cara de inocente, que todo lo que dice, te lo crees. La conocí porque es amiga de mi hermana, con la que está más unida. Su cuerpo me mata. Con unas tetas como en la mitad, no son muy grandes, pero no son pequeñas. Son un poco separadas y se mueven cuando camina. Su cintura es chiquita, parece un reloj de arena, pero su cadera y su culo son grandes. Es lo primero que ven todos los hombres. La mirada va directo a su parte trasera

No es raro que yo le coqueteé. Es bonita. No puedo evitarlo.

Ahora viene la fantasía:

Aprovechando el hecho de que mi familia es dueña de una casa de campo, mi hermana decidí invitarla. Su familia también tiene una no muy lejos de allí.

El sol se impone y Paz quiere asolearse. Yo no dejo de ver cómo es su aspecto en bikini. Con una cintura que parece una avispa, y con un culo que me hace desviar la mirada, me pone a cien. Me está empezando a dar una erección dentro de mi pantaloneta.

Ella me mira y no sé si nota como estoy. Con su tono de niña buena me llama a su lado.

—A.… vienes por favor.

Yo corro a su lado. Me doy cuenta que necesita algo. No es que le ponga bronceador. Lo que necesita es compañía.

—¿Te metes a la piscina conmigo? —Pone su voz de coqueta, no la resisto.

Yo asiento como un tonto. Se levanta contoneando su culo. Ella lo sabe, sabe que me pone a cien y me hace sufrir.

Su cuerpo toca el agua. Me hace un gesto y yo me meto con ella.

Me acorrala en la esquina, su cuerpo está más cerca. Sus piernas rozan mi entrepierna. Puedo sentir sus muslos acariciando la punta de mi pene. No quiero que acabe. Solo estamos ella y yo. 

Paz sabe lo que quiero, y se nota que ella también lo quiere. Nuestros labios se tocan. Un beso fresco y largo. Ella juega con su lengua dentro de mi boca.

Mis manos buscan su cuerpo; primero la espalda, luego su parte baja. Me encuentro con sus caderas. Me deslizo hasta su culo. Sus dos grandes y redonda nalgas casi al desnudo. Las agarro fuerte. Siento el agua y su piel en la punta de mis dedos.

Ella tampoco se queda quieta. De igual forma, busca mi cuerpo. Me acaricia el pene sobre la pantaloneta. Me roza la gran erección que ya no se puede disimular. Frena en seco y saca su lengua de mi boca.

—Aqui no, guapo —susurra a mi oído—, fuera, en el pasto.

Salimos de la piscina, ella está mojada (en todos los sentidos de la palabra). Me acuesta en el pasto con un leve empujón. Se arrodilla. Puedo ver sus tetas dentro del top del bikini. Tiene un lunar sobre el pecho izquierdo.

Me baja la pantaloneta, me la quita y la tira un lado. Mi pene ahora es libre. Con un tamaño promedio no me considero mal dotado. Me acaricia la cabeza. Agarra con su mano el tronco de mi erecta verga. Me masturba lento, suave. Empieza a subir el ritmo, pero no lo suficiente para que yo me corra.

Suelta mi verga y me obliga a ponerme a su mismo nivel. Me coge la mano y la ubica en el hilo que sostiene el bikini. Jala. Ya no hay mucho que aprisione sus tetas. Se lo termino de quitar. Sus tetas blancas, con sus pezones medio rosaditos, paraditos, tienen forma de pera. Mis labios encuentran sus pezones. Los beso, mi lengua juega con ellos. Primero el derecho y después el izquierdo. Es un baile. 

Ahora es mi turno de guiar. La empujo para que quede acostada. Me pongo sobre ella. Mis labios están otra vez en sus tetas. Juego con ellas por un rato más. Después, empiezo a bajar por todo su cuerpo. Bajo hasta el abdomen. Freno antes de llegar al pantie que cubre su vagina. La acaricio por encima de la tela. Puedo sentirla húmeda. Le bajo el pantie. Veo su vagina emerger. Una linda y fina línea de vello púbico me da la bienvenida.  Paso mi lengua por su vagina. Bailo con su clítoris. Ella se mueve, se le va el aliento. Le doy un beso y me separo de ella.

Ahora ella es la que me quiere. 

Me agarro el pene y apunto a su vagina. Juego fuera de ella y cuando ya está bien, lo introduzco. Adentro y afuera. El baile de ella y yo. Ella gime de placer. Grita, se mueve, suda. La saco y ella se voltea, ya sabe lo que quiero. Quiero su enorme y divino culo. La tengo de espaldas, con sus nalgas solo para mí. Rozo su culo con mi pene. Solo lo toco. 

Ella se arrodilla y vuelve a arremeter con sus manos. Me masturba. Arriba y abajo, arriba y abajo. Ahora me tira al pasto se sienta encima mío. Introduce mi pene en su vagina, y cabalga como si fuera una vaquera. Agarro sus nalgas otra vez. Puedo sentir su piel. Ella sigue cabalgando furiosa. Adentro y afuera. Grita y termina. Me saca de ella.

Se acuesta de espaldas y se acaricia las nalgas. me hace una invitación.

—Ven, termina ya. Sobre ellas.

Muevo mis manos sobre mi pene. No me demoro mucho. Una gran corrida sale de mi verga justo a sus enormes nalgas. Se levanta, coge una toalla y se limpia. Un beso otra vez y se mete, desnuda, a la piscina.

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