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Un fin de semana con los Londoño. Cap. 1: Aura y Gabriela

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Aura, Darío y Gabriela Londoño eran una familia normal. Vivian en los suburbios de la capital. La familia perfecta en una sociedad perfecta.

 

Aura era una madre trabajadora. Era una socia en una firma de abogados prestigiosa. Ganaba lo suficiente para mantener un estilo de vida cómodo. Cada mes escogía un día y compraba para ella, maquillaje, vestidos, lencería, etc. Todo lo que una mujer exitosa necesita. Sacaba de vez en cuando una cita con un masajista en un spa. Por eso se mantenía tan bien. 

A sus 42 años, Aura era una mujer espectacular. 1'70 de estatura. Sus senos que cabían preciosos en una copa C. Su estómago plano. Sus nalgas firmes. Sus piernas largas y tonificadas. Su cara era alargada y tenía la nariz perfecta, recta. Sus labios eran chiquitos, pero no por eso dejaban de desear besos. Sus ojos color miel iban perfectos con la tez trigueña que llevaba. Era una modelo.

Pero no era egoísta, también le podía permitirles a sus dos hijos la vida buena y relajada que llevaban. Darío de 18 y Gabriela de 21, se traían una vida sin preocupaciones. Darío era un estudiante de Ciencias Políticas, solo por el hecho de que tenía que estudiar algo. Gabriela iba ya terminando su pregrado de Periodismo. Los dos estudiaban en la universidad más prestigiosa del país.

El padre de ellos los había abandonado y Aura los había tenido a muy temprana edad.

Gabriela era casi un clon de su madre. Más baja que su madre (1'65), pero igual de hermosa. Su cuerpo mataba a todos los hombres y a muchas mujeres también. Sus senos eran copa B, igual de perfectos a los de su madre. Se mantenía en forma, una periodista debe verse bien. Sus nalgas firmes, y las piernas que no tenían fin. Le encantaba usar ropa reveladora. Minifaldas, vestidos cortos, short-shorts, tops con un escote... No era para nada conservadora, y eso la separaba un poco de su madre.

Darío no era un chico feo tampoco. Se mantenía en forma yendo a un gimnasio tres veces por semana. Su six-pack se veía perfecto cuando andaba sin camisa. Sus músculos atraían las miradas de las chicas (y de algunos chicos). Era un ser perfecto

Los Londoño eran el prototipo de la familia ideal. De esos que se ven en la T.V.

***

Darío se había quedado en la casa de un compañero. Debían hacer una exposición y hace más de una semana que trabajan sin cesar. Aura y Gabriela tendrían una noche de chicas.

No se llevaban mal, pero su relación se distanció con el pasar del tiempo. Era la oportunidad para reconectarse. Aura no quería salir de su casa, y Gabriela estaba tan cansada que en vez de llamar a sus amigas, se quedó con su madre. Era viernes por la noche.

Decidieron ver una película. Una película de esas en las que no se piensa mucho. Una comedia romántica con cualquier actor del momento. Dos horas después estaban sin nada que hacer. Aura se fue a cambiar.

-Me voy a ir a empijamar -dijo mientras se levantaba de la cama. Estaban viendo la película en su cuarto.

-Está bien -respondió Gabriela casi sin importancia.

Cuando salió del baño, traía un camisón de seda, blanco, semitransparente. Gabriela podía ver los panties azules de encaje que traía su madre. Aura dormía sin brassier. Sus senos se sostenían en esa pequeña pijama.

-¿Sabes qué?, yo voy a hacer lo mismo -Gabriela se fue del cuarto de su madre. Volvió unos minutos después.

La "pijama" de ella eran unos panties rojitos, de esos pegados a las nalgas, que parecen boxers, pero más cortos y y una camiseta blanca con el cuello cortado. Un movimiento en falso y sus senos se saldrían. También dormía sin brassier.

-¿Vemos otra? -Gabriela se acostó al lado de su madre.

Aura asintió con la cabeza.

Mientras pasaban canales se encontraron con una peli erótica. Aura no quería que Gabriela viera eso, y cambió el canal lo más rápido que pudo, pero no fue tan rápido. Gabriela había visto las imágenes y ahora quería ver.

-¿Por qué la quieres ver? -preguntó Aura con un poco de ruego.

-Ay, de pronto es buena. Relajate.

Gabriela no la veía por la historia. Había un secreto profundo. Gabriela estaba interesada en el incesto. Quería probar. Quería probar con su madre. Que encontraran la película erótica había sido una especie de buena fortuna. Vio la oportunidad.

No fue mucho antes de que una escena fuerte llegara. Era una escena de sexo lésbico. Aura se sonrojo y apagó el televisor. Gabriela, lejos de enojarse, decidió continuar su juego perverso.

-¿Y qué tal te pareció?

-¿Para que la querías ver? ¿Querías ver cómo reaccionaba?

-Mami -Rara vez Gabriela le decía así. -, ¿tú has estado con alguna mujer?

La pregunta la cogió por sorpresa. Estuvo una vez, pero eso fue hace tiempo.

Se veía en la cara de Gabriela que lo que quería era sinceridad.

-Una vez, pero...

Estaba preparada para echar una excusa larga, pero Gabriela la interrumpió con otra pregunta más incómoda y más sorprenderte.

-¿Estarías dispuesta a estar otra vez con una mujer?

-¿Que?

-Que si repetirías con una mujer

-No sé... -Aura titubeó.

Ella no había tenido una relación desde mucho tiempo atrás y los únicos orgasmos que conseguía, los conseguía gracias a sus dedos y a sus juguetes.

-Vamos, mami. No pasa nada.

-Bueno, tal vez. -confesó.

-Ya que resolvimos este punto, ¿lo harías conmigo?

-¿Que? -Estaba fría. No esperaba que su hija le preguntara si quería tener sexo con ella.

De todas formas, no importó. Sin esperar respuesta, Gabriela se abalanzó sobre Aura y le dio un beso. No muy largo. Los labios de las dos se rozaron lo suficiente para que Gabriela pudiera sentir a su madre. Con un empujón Aura se la quitó de encima.

-¡¿Que mierdas te pasa Gabriela?! -No estaba acostumbrada a decir groserías, pero la situación la había cogido con la guardia abajo.

-Vamos. Necesito probar. Es algo que nos serviría a las dos. Tu por tu parte, podrías por una vez dejar de masturbarte y compartir con alguien y yo probaría algo nuevo. Además, nos ayudaría a unirnos.

Las razones que les daba su hija no estaban fuera de la estratósfera, pero no le llegaban. No las entendía.

-¿Que? ¿Qué quieres decir? Mira, tu puedes seguir tus caprichos cuando quieras, si se te da la gana de hacerlo con otra mujer está bien. Pero lo que quieres hacer está mal. ¿Cómo nos verían los otros? Esto es antinatural.

Aura se dio cuenta hasta ese momento, que algo de la idea de Gabriela le excitaba. Quería volver a sentir las caricias de otras personas en todo su cuerpo.

Gabriela por su parte no se daba por vencida. Le acarició las piernas a su madre. Empezó por el pie y subió hasta su muslo. Rozó la parte interior del muslo. Tocó con las yemas de sus dedos la piel de su madre. Aura se sentía extraña, por una parte le gustaba, y por la otra, sabía que no era correcto. Luego, Gabriela movió su mano hacia el estómago de su madre. Las caricias eran suaves, leves, excitantes. Subió por un segundo a sus pechos; los sintió pero no se quedó mucho tiempo. Bajó suavemente su mano, hasta llegar a unos milímetros de la ropa interior de Aura.

El corazón les latía a las dos, fuerte y rápido. Gabriela tenia los panties húmedos. Se notaba la mancha de fluidos que oscurecía una parte de la ropa interior de la chica. Aura estaba empezando a sentir lo mismo. Su ropa interior azul, se oscureció.

-Para. -susurró Aura en el oído de su hija.

-¿Por qué quieres que pare? Se nota que te está gustando.

-Para, que me toca a mí.

Aura por fin sucumbió a la parte suya más lasciva.

Gabriela quitó las manos de encima de su madre. Se dedicó a disfrutar.

Su madre sabía lo que hacía. Empezó con la cara. Recorrió los perfectos pómulos de Gabriela. Jugó con sus labios. Le dio un beso, un beso de madre y a la vez sensual. Las lenguas se entrelazaron.

Las manos se posaron en los pechos de su hija. Los masajeaba por encima de la tela. Pasó los dedos por debajo. Le sintió los pezones paraditos. Gabriela se estremeció. Le quito la camiseta. Sus pechos salieron. Perfectamente redondos. Blanquitos. Con pezones claros. 

Los labios pasaron de la boca a los senos. La lengua se movió haciendo círculos alrededor de los pezones. Extraño como era Aura la que chupaba las tetas de su hija, cuando tiempo atrás los roles eran diferentes.

Estuvo un buen tiempo probando y besando. Su boca recorría el cuerpo perfecto de Gabriela. Pasaba la lengua por cada centímetro. Podía sentir los leves movimientos de placer de su hija. 

Llegó a los panties rojos. Su hija estaba húmeda. Sintió la vagina a través de la tela. Removió la ropa interior. Un fino hilo de vello púbico cubría la mejor parte de Gabriela. Vio desnuda a su diosa. Las tetas, el abdomen, la vagina.

Puso la lengua en el clítoris de la niña de sus ojos. Como en los pezones, le hizo un masaje con la lengua. Los círculos iban aumentando el placer. Gabriela no gemía duro, solo soltaba leves soniditos, tiernos. Gabriela se estremecía, movía todo el cuerpo.

Aura tomó un descanso. Se quitó el camisón. Sus tetas blancas y también redondas, asombraron a Gabriela. Los pezones estaban paraditos. Puso su pantie a un lado. A diferencia de su hija, Aura estaba depilada. Gabriela no resistió la tentación de tocar. La piel era suave.

Hizo el mismo recorrido que su madre. Primero la cara, luego los labios. En lo senos de su madre (más grandes que los de ella) se tomó su buen tiempo. Chupaba, lamia, movía la lengua. Aura también se sentía llena de placer. Bajó con la lengua al abdomen, y luego atacó la vagina. Imitó a su madre. Jugó con el clítoris. Ella gemía más fuerte.

-¡Ahhh! -gritaba Aura.

Gabriela solo veía como su madre gritaba de placer. Terminó con la boca y y fue la mano la que penetró. Dos dedos dentro de la ya lubricada vagina de su madre. Adentro y afuera, en un movimiento rítmico perfecto. 

-Ya tienes experiencia con esto -Aura sentía los dedos de Gabriela entrando y saliendo -, te pillé, hermosa.

-Yo también me he echado mis pajas. -respondió juguetona.

Aura agarró la mano de Gabriela. Se metió los dedos llenos de fluidos a su boca.

Era el turno de gemir de Gabriela. Aura penetró a su hija con los dos dedos. Empezó a gemir y a gritar. Veía a los dedos ir y desaparecer dentro de la vagina de su hija. Sintió los fluidos de su hija en la mano. Tocó los labios y le metió los dedos a la boca. Su hija limpio los dedos.

Se miraron. Se dieron un beso.

Se separaron y entrelazaron las piernas. Las dos vaginas se rozaron. Empezaron a moverse al mismo tiempo. Primero lento y luego más rápido. Se movían a un ritmo impresionante. Las dos gritaban y gemían del placer. El movimiento era más rápido. Ellas sentían que se iban a explotar. La fricción de los dos sexos era lo más placentero que habían hecho en su vida.

En un momento perfecto, las dos se vinieron a la vez. Alcanzaron un orgasmo que las dejo listas.

Se les cortó el aire. Se les fue el alma. Perdieron el control. Convulsionaban llenas de placer. Las dos sudaban.

Un momento pasó. Las dos seguían unidas con las piernas entrelazadas. 

Cuando ya recuperaron la fuerza, se separaron. Estaban exhaustas.

Se dieron un beso y se durmieron abrazadas.

 

Aura y Gabriela no lo sabían, pero sería un fin de semana que cambiaría a los Londoño para siempre.

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