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Visita a domicilio

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Era momento, después de muchos meses de amagarnos, concretar. Acordamos que verse iría más allá de solo un beso y que dentro del cuarto las cosas morirían. Lo malo de esto, es que el preámbulo de romanticismo es inexistente.

Me pidió sólo que el ambiente tenga música baja, lo que se lo cumplí y también mientas ella venía a casa, me busqué mi mejor jean y mi mejor bóxer, uno negro un poco elastizado, que no se dejaba llevar por el color oscuro, así que marcaba bien lo que había adentro de él. Cuando ya estaba viniendo a casa en el taxi, le hice la descripción que acaban de leer, así le pida al taxista que pase los semáforos rojos de ser posible.

Finalmente, llegó. Eran las 4 de la mañana y se había fugado del boliche antes de tiempo, mintiéndole a sus amigas que se sentía mal. Escasas palabras hubo de por medio, las cuales no me acuerdo. Los besos acompañaban a manos que iban en dirección totalmente aleatoria, pero con tendencia a buscar los lados que no cualquiera puede tocar.

Podía elegir que sacarle, pero empecé por la pollera, dada vueltas y mi instinto llevó a que mi lengua vaya directo a lo que ahora podía apreciar, en esa bombacha roja, que no fue lo último en quitarle del cuerpo, luego siguió la remera y mi jean, quedando ambos en ropa interior, los besos en la boca y cuello con alguna llegada hasta el ombligo se convertían en el final de la previa, cuando el corpiño voló y mis manos agarraban sus tetas, no tan grandes, pero sí muy bonitas.

Me sacó de la cama y me arrinconó contra la pared, ella procedió a arrodillarse y con unos chupones con el bóxer puesto, me lo abajó y empezó con lo suyo, pasándole la lengua primero por entero mientras me miraba fijo a los ojos, luego llevándoselo de a poco a la boca, pero con ritmo acelerando de a poco, mientras inconscientemente mientras agarraba su cabeza la movía un poco por mi cuenta, cerrando los ojos a veces y levantando la cabeza, sintiendo que veía las estrellas

Tras el placer que me dio, era la hora de la verdadera prueba, se bajó la bombacha, me llevó a la cama, y se puso encima mío, haciendo a la penetración durar un sin fin de segundos, pero disfrutando cada uno de ellos. Cabalgó como ninguna, poniendo muchas veces la misma cara que yo cuando hace unos minutos me degustaba el miembro.

Luego, pasó a estar abajo, esta vez quise acelerar la penetración y salió a la perfección, porque la humedad dentro suyo hizo que pase más rápido y como si nada, estando arriba, los besos volvían a ser protagonistas, tanto en la boca como en el cuello y nuestra cercana distancia hacía parecer que éramos un solo ser.

Luego de lo suave, era hora de lo salvaje, así digamos que la madrugada fue completa, tras un nuevo oral, donde sintió el sabor de su propio jugo, lo saboreaba, afirmando que estaba dulce. Después en cuatro patas y yo arrodillado en la cama, pero al momento de volvérsela a meter, apenas tocó la punta, salió un chorro enorme dentro suyo, lo que hizo que quede aún mucho más dura de lo que ya estaba y por lo tanto al ingresar dentro suyo produjo mucho más jugo suyo y un grito capaz de despertar el barrio entero. A ninguno le importó y lo seguimos haciendo sin inhibición alguna, con un tirón de pelo cada vez que agachaba la cabeza y una nalgada ocasional sintiendo como dentro suyo el flujo hacía ruidos, concluyendo en un orgasmo final.

Pudo haber durado mucho tiempo más, pero terminó diciendo unas palabras mágicas que me pidieron concluir, las cuales aceleraron todo dentro mío cuando las dijo. Estás fueron, literalmente "quiero la leche, llename de leche", las que me hicieron que lo saque de golpe y con unos movimientos de mi mano, le decoré todo el pecho de leche, ella lo desparramaba diciendo que estaba calentito y se llevó los dedos a la boca, afirmando que también estaba rica. Dejando de mí una satisfacción doble, por haber hecho además bien las cosas.

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