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Malena 4: Nuevo Comienzo 1

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La historia de Malena; Nuevos Comienzos 1:

EL NEGOCIO Y UNA NOCHE CON EL PROFE.

EL NEGOCIO

Para mediados de 1990 la relación con Leonardo estaba estabilizada. Malena había desechado su mentalidad depresiva y se incorporaba -lenta pero plenamente- al sufrimiento de la vida real, relegando el que ella misma creaba en su mente con sus pensamientos enfermizos.

Su romance la había hecho revivir…la vida te quita: te quita y te da… realmente a Leonardo también la vida le había cambiado positivamente desde que la encontró.

Se veían dos veces a la semana en el mismo restaurante y esas dos noches -casi completas- las pasaban fornicando en el motel que más les gustaba; además quincenalmente se iban a una pequeña finca que Leonardo tenía en el llano.

Su relación a pesar de lo apreciada que era por ellos -como todo amor nuevo- era una relación de poco contacto pues laboraban y vivían en dos ciudades distantes y tenían pocas oportunidades para compartir los momentos y los azares cotidianos.

En resumidas cuentas: era “un amor de lejos”.

Por las continuas relaciones personales que desarrollaban cada uno por su lado, siempre estaba presente el riesgo de que esos superficiales contactos diarios. pudieran acarrear los estímulos suficientes para convertirse en relaciones íntimas.

Como dicen: “el hombre es fuego, la mujer, estopa, y llega Gonzalo… y sopla”.

LA CACERÍA

Gonzalo la tenía en la mira de la escopeta de sus intenciones… dándole tiempo al tiempo antes de hacer el disparo… la observaba y la halagaba.

En cuanto se dio cuenta que ya Leonardo estaba dándose banquete con ella, aumentó el asedio a su fortaleza mediante el halago y el fomento de su avidez por los recursos económicos que él podría poner a su alcance.

La incluyó en su séquito de confianza, que estaba formado por sus más íntimos colaboradores con quienes almorzaba a diario y lo acompañaban y asesoraban en sus reuniones de negocio más importantes.

Poco a poco, la fue incluyendo en su grupo aún más íntimo. Estos contaban con su protección y gozaban de beneficios económicos especiales.

El tiempo pasaba… dudaba de si estaba anímicamente lista para ser utilizada provechosamente en la ejecución de los planes que para ella tenía y beneficiarse de las cualidades que había intuido que poseía cuando la contrató.

Gonzalo era un tipo paciente y observador… Dejaba que Leonardo, sin saberlo, se la fuera terminando de amansar, desembarazándola del retraimiento que aún le quedaba por las amarguras que había pasado no hacía mucho tiempo.

Sabía que solo tenía que aguantar hasta que el enamoramiento se enfriara lo suficiente como para que la infidelidad consciente no constituyera un obstáculo y no dejara huellas en su consciencia... él sabía que ella no era del tipo fiel.

Estaba seguro que sólo a raíz de sus traumas pasados, intentaba serlo y se aferraba a la medicina que constituía su relación con Leonardo escrupulosamente… pero pronto se cansaría y retornaría a su natural comportamiento pragmático que él le había notado.

La iría probando para ir midiendo sus reacciones y para que fuera entrando en confianza. Sabía que era de naturaleza manipulable y terminaría bajo su control, además la solución de sus necesidades económicas eran el mejor cebo y él siempre estaba poniéndoselo frente a su nariz.

ACTIVIDADES EMPRESARIALES

Por el hecho de pertenecer a su círculo de confianza, Malena solía asistir a las reuniones de negocio y de relaciones públicas. En ellas, Gonzalo le proponía –al principio de manera ambigua- que se ocupara de atender o tratara de convencer a tal o cual, reacio cliente y ella entendía que no se le exigían obligaciones más allá del aspecto profesional.

Pero, la intimidad que se producía en estos encuentros “profesionales” –en el caso de que el cliente fuera de su agrado- fertilizaba el terreno para que brotara vigorosa la energía sensual que ella despedía e impactara a sus acompañantes, los cuales, –en el común de los casos- terminaban intentando conquistarla.

Gonzalo, la observaba y verificaba su innato poder de seducción, su comportamiento ante el acoso del que era víctima por su belleza extraordinaria y la actitud natural que adoptaba ante esta situación, transformándose en víctima “débil y desvalida” que convertía a sus clientes/pretendientes en los verdaderos afectados, predispuestos a “sacrificarse” para no hacerla sufrir. Así consiguió muchos negocios.

Era una experta en el uso de esas argucias.

Gonzalo sabía que ese juego de “mira lo que tengo, pero no lo puedes tocar” poco a poco minaría sus posiciones defensivas ante el asedio continuo y creciente de los galanes que intentaban rendirla y para ello utilizaban estratagemas para las que su exigua experiencia no la había preparado...algún día se iba a resbalar.

Eso era lo que Gonzalo esperaba.

Mientras… Leonardo seguía ablandando su muro de contención con su actividad.

Gonzalo sinceramente pensaba que ella era demasiada mujer para Leonardo y aprovechaba cualquier oportunidad que se le presentara para echarle agua a la hoguera de su relación, mandando expresamente a alguna de sus “amigas” para que -como casualmente- le contaran chismes de la vida y aventuras amorosas de Leonardo, allá en la lejana oficina regional.

Diariamente la invitaba a su oficina para conversar en forma privada e ir aumentando su intimidad. Le allanaba -con su poder- sus pequeños conflictos laborales; resolvía sus necesidades económicas cotidianas mediante dádivas -en forma de bonos- y… le asignó una pequeña cuenta de gastos de representación para que adquiriera algunas prendas de vestir adecuadas para asistir a las reuniones.

A Gonzalo nunca dejaba de sorprenderle que, además de ser un verdadero monumento, fuera perspicaz, inteligente, refinada, aguda, simpática, escurridiza, lacónica, totalmente hipócrita, embustera y cuentera como ella solo podía serlo; todo, envuelto en el “papel de regalo” de su actitud modosita, remilgada y mojigata de Mosquita Muerta.

Ella fue dejándose enredar en el asunto de ser acompañante en estos menesteres "no tan santos" como ella llegó a entender sin necesidad de que se lo explicaran.

Por otro lado, sus ingresos por conceptos de bonos, cuentas de gastos y otros, habían duplicado sus ingresos totales, sin contar los valiosos regalos que algunos de sus admiradores le hacían para ablandar su armadura.

Estaba retomando la costumbre de vivir sin necesidades económicas, como antaño, en la época floreciente de Félix, y también, lo estaban haciendo su madre y su hijo… no les podía volver a fallar.

PRUEBA EN CALIENTE

-Malena, le explicó Gonzalo, en la reunión de esta tarde con la gente del nuevo proyecto que queremos concretar, quiero que me “ablandes con tu simpatía”-aquí se detuvo a mirarla fijamente- … al gerente de ingeniería. Parece ser la piedra de tranca a la aprobación…

Ella se lo quedó mirando inexpresivamente. Captó el mensaje en todo su significado. Había llegado el momento que esperaba… que definiría claramente cuál era la razón real de tanto halago por parte de Gonzalo: una abierta indicación de lo que de ella se esperaba a cambio de lo que ganaba.

Ámbar, una de las muchachas del grupo, famosa por su liviandad y belleza, se lo había asomado días antes: -¡Niña! -le había dicho- no creas que tú eres especial y que algún día no te llegará el turno de “dejarte llevar al extremo” por algún cliente…lo que pasa es que te debe tener reservada para algún pez gordo… pero no te creas: “putas somos todas... incluyéndote”, nos envidian las demás y destilan su odio hablando pestes de nosotras… pero, nosotras nos divertimos, ganamos mucho más dinero que cualquiera de ellas y estamos protegidas… no creas que es Leonardo el que te protege…el que te protege, es tu suculento rabo…ja, ja, ja.

-¿Cómo es el tipo? Le preguntó Malena a Gonzalo apartando sus recuerdos, que no le gustaban mucho.

-Lo que te puedo decir es que quiero averiguar qué lo convencería… hace poco… -completó poniendo mucho cuidado en las palabras que escogía-… hace poco, me comentó que tus atractivos… le eran… muy apreciados y pienso que en vista de esa atracción natural que siente, sería más fácil para ti que para otra, averiguar qué les impide firmar el contrato…

Ella se lo quedó mirando pensativa, pero inexpresiva…

-¿Qué se me exige?

-No entiendo la pregunta -respondió Gonzalo rechazando la posible definición directa que podría incriminarle en un acto de chulería.

-OK, ya entendí, repuso ella, ¿Me puedo retirar?

-No entiendo la pregunta…-volvió a insistir Gonzalo- puesto que ahora sí era verdad que no entendía el sentido de la interrogación: ¿Se refería al negocio, o, a retirarse de su presencia?

-Lo que quiero decir es: ¿puedo irme a mi oficina a revisar los informes del negocio?

El afirmó con un gesto, respirando aliviado. Todo iba bien.

Ella se levantó y se dirigió a la salida. De repente, se regresó y se volvió a sentar.

-Que quede claro, le dijo apuntándolo con un dedo, cualquier indiscreción acerca del “uso” que me estás dando, puede ser fatal para mi relación con Leonardo… y eso, no es negociable.

Él se echó hacia adelante en su silla para acercar su cara a ella a través del escritorio que los separaba y así parecer más fehaciente. Habló clara, lentamente y en voz baja como sólo para ellos a pesar de que por allí no había más nadie:

-Estoy comprometido formal y personalmente- le dijo mirándola intensamente a los ojos- a que nada de lo que sucede en mi grupo salga de él. Además, asumo personalmente la defensa de “mis colaboradoras” -con todo el peso del poder del que dispongo- ante las siempre posibles indiscreciones. Y… lo más importante que debes entender: ¡es que todo esto es negocio…simple negocio! En ellos, mi querida amiga, se vale de todo…hasta “tierrita en los ojos”… bueno… así es como yo lo veo.

Volvió a su posición original al finalizar la confidencia.

Ella se levantó sin decir más y caminó hacia la salida.

Él admiró sus jugosas nalgas cimbreantes y su cintura pequeña a pesar de lo voluminoso de sus caderas…pero más admiraba cada día, las cualidades mentales y la personalidad que ella poseía, cuyo poder ella misma desconocía; cuando las descubriera y aprendiera a usarlas, sería una mujer temible, por la que los hombres serían capaces de suicidarse y ella no soltaría ni una lágrima.

REUNION DE NEGOCIOS

El grupo de Gonzalo llegó temprano a la reunión, estaba formado por cuatro expertos y…Malena.

El gerente de proyectos de la empresa cliente, después de conversar en voz baja con un señor mayor que -como se supo luego- era el vicepresidente de finanzas de la empresa, le pidió a Gonzalo que fuera Malena quien abriera la tanda de exposiciones e hiciera la introducción. No le quedó más remedio que aceptar: sabía que había estudiado el caso pero no la consideraba preparada, la había traído sólo de adorno.

La sorpresa fue mayúscula para todos:

La exposición que hizo fue tan clara, breve, precisa, concisa y dirigida, específicamente, al área financiera del proyecto y no a la técnica - como se suponía que sería- que convenció; no solo al gerente de proyectos; sino principalmente al vicepresidente de finanzas quien había sido siempre la real piedra de tranca.

Ella, con sus palabras sencillas, precisas, su cara de miedo escénico, su voz temblorosa, sus encantos físicos embutidos en un vestido negro a media pierna que la hacía verse apetecible por los cuatro lados, su oscilante crineja de cabello amarillo que le llegaba al comienzo de sus ampulosas ancas y que parecía acariciarlas... había sabido exponer el tema tan perfectamente que todos quedaron perplejos.

Su sabia exposición había sido fruto de largas horas concentrada en el estudio del proyecto para desentrañar el misterio de la negativa a firmar el contrato y, sobre todo, al conocer el nombre del jefe de finanzas con el que se enfrentaría frente a frente: su exprofesor Azcunes, con quien recordaba estar endeudada y a quién quería sorprender con una exposición que lo demoliera.

Ese profesor fue aquel que durante su periodo universitario, le había aprobado una materia que casi tenía perdida a cambio de cierta retribución en especies: “…lo que usted pida, profesor”

Ella había accedido a sus requerimientos sexuales -que quedaron inconclusos- debido a la súbita, sorpresiva e intempestiva aparición de una celosa profesora por lo que no pudo concluirse la entrega de la prenda ofrecida, quedando pendiente el perfeccionamiento de la transacción.

Salió de la oficina del maestro casi indemne, solo con algunos manoseos y lengüetazos, pero con su materia aprobada y su semestre salvado.

La deuda estaba pendiente y si él le exigía el pago, ella estaba dispuesta: era una mujer que siempre cumplía sus obligaciones contractuales.

Durante su presentación -especialmente dirigida a él- había procurado hablarle en el lenguaje que él entendía, con esa bella y suculenta boca que él seguro recordaría con añoranzas sensuales y, a pesar de no haber aprobado su materia, demostrarle amplios conocimientos sobre ella…

Su exposición finalizó en medio de aplausos que habían sido iniciados por propio vicepresidente de finanzas y sellaron su conclusión final de que: “…por eso… nosotros, en este momento, somos su mejor alternativa…, muchas gracias”.

El profesor notó la mirada esperanzada que le fue dirigida y comenzó a aplaudir.

El ingeniero encargado del proyecto, miró interrogador al director de finanzas al concluir la exposición en muda pregunta de si necesitaba mayor amplitud en las explicaciones, y por respuesta, recibió un gesto que sin lugar a dudas dejaba claro que había decidido que el proyecto lo adjudicaría a esa empresa: el trato era un hecho.

El jefe del proyecto de ingeniería, entonces, se lo comunicó a Gonzalo, el cual, tuvo que usar de todo su autodominio para no demostrar su satisfacción.

El profesor/ jefe de finanzas, se la llevó aparte para conversar con ella en privado mientras los demás trabajaban en el remate del trato.

Quienes los observaran conversando, verían a un señor mayor felicitando efusivamente a una mujer joven que había hecho una excelente presentación de su trabajo de investigación en unos términos que a él le eran caros, por ser un experto en “Costos” y profesor universitario de la materia.

Lo que nadie podía imaginar que lo que hacían en ese momento –con sus sonrientes caras de recién conocidos- era reverdecer los recuerdos de cuando él era su profesor en la universidad, y ella, una alumna mala en la materia que el enseñaba. El profesor le recordaba a su admirable alumna, que ese mismo día era un momento tan bueno como cualquier otro para terminar de saldar la deuda…incluso: ahora la deuda era mayor pues a la antigua, se le había sumado la que había contraído ese día, pues si no hubiera sido por él...

Malena era una mujer que siempre había tenido claro que las deudas tenían que ser canceladas sin chistar.

CELEBREMOS

Gonzalo estaba exultante. Volvía a la cima. Había logrado lo que los ineptos de la regional no habían podido.

Sus adversarios de la oficina regional -para que fuera él quien cargara con el desprestigio de la derrota y no ellos- le habían traspasado (con toda la mala intención) un negocio que consideraban “imposible” debido a la intransigencia del cliente, que parecía esperar a que ellos adivinaran dónde estaba el defecto en el plan que ya le habían presentado de mil maneras diferentes.

Pero ahora, la tortilla se había volteado y él había triunfado donde ellos - de manera irrefutable- habían fallado.

Tenía que premiar a Malena. Por ahora, la veía de lo más cómoda con el viejo director.

Durante la celebración en un famoso restaurant y discoteca de la ciudad, reasignó a Ámbar para que se encargara del jefe de ingeniería y dejó a Malena tranquila con su director, con el cual parecía llevársela muy bien: entre ellos todo era risa y risa, baile y baile…a Gonzalo no se le escapó que parecían viejos conocidos.

-¿Ya conocías al viejo? Le preguntó inocentemente en un encuentro camino al lavabo.

-No. Primera vez que lo veo, pero es muy simpático y tiene gracia para contar cuentos subidos de tono… ¿quieres que se lo deje a Ámbar y agarro yo al ingeniero…?

Gonzalo estaba tan alegre y ensimismado en su triunfo que no notó su “cara de mosquita muerta #23”, que era la que ella ponía cuando quería engatusarlo.

-¡No! No. Está bien. Lo estás divirtiendo y parecen entenderse bien. Sigue con él, Ámbar que se quede con el ingeniero… parece que estuvieran muy enamorados y sería inconveniente… ¿Te gusta el viejo? Le preguntó burlón.

-¡Puaf…! -fue su respuesta con un gesto de repugnancia- estoy tratando de ser agradable y el hombre, es un señor muy cortés y comedido.

El profesor era muy comedido en sus demostraciones públicas de pasión, bastante había practicado en la universidad pues allí el material que utilizaba para sus expansiones amorosas era de naturaleza prohibida pues muchas de las alumnas eran menores de edad…

Pero cuando las luces del local comenzaron a mermar; ella sintió su mano que sigilosamente se escurría bajo su vestido:

-Es mejor que nos vayamos -propuso ella mientras detenía el avance.

Había que evitar a toda costa ser descubierta en una situación comprometedora.

Él estuvo de acuerdo.

UNA NOCHE CON EL PROFE

DETALLES APARTE… SÓLO DE PAGAR UNA DEUDA SE TRATA.

Antes de salir del local, sus emociones por el triunfo –felicitaciones a granel… hasta el dueño del restaurant se acercó a felicitarla- la falta de alimento sólido (sólo whisky), la ansiedad por el próximo acto sexual con un viejo, la tribulación por no ser descubierta, la sensación de estar a punto de cometer un acto de traición… la tenían sumida en un estado de total aplanamiento de sus facultades.

Ese comportamiento, desierto de prevenciones –sin embargo- hizo pasar desapercibida, para todos, su partida.

Nunca supo la marca del automóvil, sólo asociaría siempre el aroma a cuero nuevo de los interiores de los automóviles con el sexo duro. El auto era cómodo, silencioso y su chofer se llamaba Florencio.

El profe antes de abordar -refiriéndose al susodicho chofer que les mantenía la puerta abierta- dijo de forma jocosa que le presentaba a su esclavo Florencio a quien había adquirido en una subasta en el mercado de Candía.

El “esclavo” se inclinó en una reverencia que ella contestó con otra.

Sintió que al abandonar el local las fuerzas mentales y físicas -desinhibidas de la tensión que allí adentro sentía-recuperaban sus fuerzas y vitalidad.

Florencio representaba unos sesenta años, siete menos que los que tenía Lorenzo Azcunes, su amo.

EL VIAJE COMIENZA… LA ILUMINACIÓN TAMBIÉN.

Una vez en el lujoso interior, Azcunes se trenzó en un contrapunteo de frases divertidas con su empleado de quien parecía ser muy amigo. A Malena le causaban tanta gracia lo que se decían que hizo buena parte del camino entre carcajadas.

Azcunes la había dejado al garete sin ni siquiera tomarle la mano ni mucho menos efectuar avances sicalípticos que la perturbaran.

Él no era tan estúpido como para pretender que ella se sintiera atraída por un viejo de cuerpo tan poco atractivo: una niña acostumbrada, seguramente, a galanes jóvenes y atractivos.

Ella entendió, con su posición, que se trataba sólo de un negocio… ya ella había recibido lo suyo, ahora tendría que dar lo prometido… y punto.

Nada de estar con arrullos juveniles… ellos eran hombres hechos y derechos (por eso inconscientemente, los buscaba así): Sólo requería protección y compañía, a cambio ella daba su cuerpo y aceptaba sus defectos.

Pensándolo bien… siempre había sido así. Todos sus amantes masculinos y femeninos habían hecho uso de ella mediante un intercambio que a todos convenía. Del actual, Leonardo,  el bien que había recibido era la protección de un hombre con poder, catorce años mayor que ella y que había sustituido justo a tiempo -en su imagen y funciones- a sus perdidos apoyos: el difunto Félix y su vehemente padre.

Se relajó aún más al ver esa luz que le había entrado en el entendimiento.

Le agradecería con creces a Azcunes la oportunidad -que sin proponérselo- le había proporcionado para ver con claridad uno de los meollos de su vida.

Para empezar se corrió en su asiento, acercándose hasta rozarlo. Él la rodeó con su brazo en gesto protector y le preguntó que si tenía frio. Ella le contestó con un gesto de su cabeza que no y se le colgó del brazo. Él le besó la frente: -ya vamos a llegar, dijo en voz baja.

-oye tú, viejo crápula –le dijo a Florencio casi en un grito- azuza tus caballos, mequetrefe.

-aye, aye, sir.

EL VIAJE FINALIZA, LA ILUMINACIÓN NO…

La casa quedaba en una colina en las afueras de la ciudad. Era grande, elegante y rodeada de soledad por todas partes.

-la señora ya llegó, maestro. Le anunció Florencio mientras aparcaba.

-entremos por mi pabellón directamente, le ordenó Azcunez, no tengo tiempo.

-es comprensible, Monsieur.

Malena captó sin entender completamente.

Giraron alrededor de una redoma y estacionaron en la parte posterior de la casa.

Florencio les abrió la puerta y ellos descendieron en cuerpo y alma a una elegante e iluminado área pórtico que constituía la entrada a una habitación inmensa cuya puerta Florencio abrió cediéndoles el paso con actitud cómicamente servil que a Malena le arrancó nuevas risas.

-avisa que no quiero ser molestado… pero antes busca la jalea.

Florencio pasó al tocador y de allí salió con un frasco oscuro y una cucharilla. Sirvió una cantidad y se la dio en la boca a su jefe. Este tomó la substancia con gesto de repugnancia.

Florencio colocó sobre la mesita del juego de muebles del balcón una botella de licor y con una nueva reverencia y un mohín amistoso se despidió de Malena.

Ella desde la llegada se desentendió de las actividades que ellos realizaban y se dedicó a explorar el bello interior del inmenso y elegante dormitorio.

Tenía una inmensa cama con un copete de madera tapizado con acolchados almohadones. Estaba separada de lo que parecía un área de estudio y oficina, por unos sillones y un pesado escritorio de madera labrada.

Interesantes obras de arte llamaron su atención. Se acercó para observarlas con detenimiento. Parecían originales de la Escuela de París… había un Modigliani… se excitó al verlo.

Azcunes había desaparecido en el interior del regio salón de baño.

Florencio apareció sin tocar y dijo a través de la puerta: -todo en orden, master.

Acto seguido, le sirvió un coñac a Malena y sonriente, le dijo que le recomendaba que dejara su ropa a su cuidado para que bajo su cuidado, amaneciera pulcra y fragante.

-¿quieres que me la quite ahora? Le preguntó sonriente.

Él le contestó con su fabla en broma que solía usar con su amo:

-si es vuestro deseo, bella dama, premiar a este lacayo con la visión fascinante de vuestro cuerpo desnudo… sino, esperad a que el caprichoso ejemplar salga del baño y luego de desvestiros podréis usar una de las batas peludas y mullidas…

-¿por qué caprichoso? Cerdo. Le dijo Azcunes que venía saliendo del baño enfundado en una hermosa y mullida bata, fumando un tabaco aromático y con una copa de licor en su mano.

-sólo a “vocé senhor” se le ocurre, abandonar a una noble y bella dama a la deriva…

-parecía muy feliz observando arte… le cortó Azcunez.

-Modigliani, me excita, terció ella.

-el trabajo ya te lo hizo un muerto… hermano. Le dijo Florencio con sorna.

Todos arrancaron a reír.

-¿me desvisto aquí o en el baño?

Al unísono respondieron:

-aquí, dijo Florencio.

-en el baño, dijo Azcunes

-me voy al baño.

Aprovechó para ducharse mientras admiraba el soberbio lugar. El baño era más grande que el apartamento donde ella vivía.

La bata le quedaba grande y ella la arregló manteniéndola arremangada mediante el cinturón con que la ataba a su cintura.

Casi todas sus piernas y el final de su imperial rabo quedaban a la luz pública.

Ambos la miraron estupefactos. Florencio tomó al vuelo la ropa que ella le lanzó y dijo en voz alta con un suspiro:

-esta noche moriréis, maestro.

Acto seguido giró sobre sus talones y salió.

Malena quedó parada en medio del cuarto, sólo vestida con una sonrisa, pues al salir Florencio ella dejó caer la bata a sus pies.

Azcunes la invitó con una seña a salir al porche donde la botella de Curvoisier los esperaba.

-¡COÑO! ¿QUÉ ES ESTO?... -QUÍMICA, QUERIDA.

-Profe, a pesar de que el período se me fue hace pocos días y creo no ser fértil ahora…

-no te preocupes, no puedo engendrar.

Él llenó sus copas nuevamente e inmediatamente después, se quitó la bata mostrándole orgullosamente la erección de su gran nabo.

Se lo quedó mirando extasiada.

-es bonito -opinó mirándolo a los ojos- es grande… yo soy pequeñita… el profesor tendrá cuidado ¿no?

Con una sonrisa afirmó.

Ella se arrodilló a sus pies y lo tomó entre sus dedos sin dejar de mirar a su dueño a los ojos.

Se sentía libre de culpa y de angustia por lo que estaba haciendo… imperturbable, sería la definición correcta. Sin duda, sin arrepentimiento. Estaba allí para eso y lo haría con toda la intención de lograr la perfección… pues de acuerdo a lo que acababa de quedar establecido en su mente: indefectiblemente ese era su sino.

Se lo introdujo en la boca y se lo lamió con dulzura. Ocupaba casi todo su espacio bucal.

El seguía bebiendo y mirándola sonriente: Nada de ternura, sólo evaluaba su técnica y sus resultados.

Esa actitud suya que la convertía en sólo un objeto, la excitaba más que nada.

Un rato después él la tomó por las orejas y le obligó a ponerse de pies.

La acostó sobre la mesita baja dónde estaba colocada la botella y le restregó la entrada de su vulva con una crema que ella había visto sobre la mesita sin imaginarse su función.

Se lo agradeció, estaba excitada pero le faltaba lubricación, el espectáculo de su cuerpo –aunque no era grotesco- no le incitaba pasión.

Se abrió para recibirlo y él entró. Ambos se miraban, él sonreía mientras arrancaba bocanadas de humo al tabaco que sostenía entre sus labios. Con una mano le sobaba sus muslos, con la otra sostenía su copa y su cadera, empujaba y jalaba rítmicamente su herramienta embutiéndola y sacándola casi completa de su cuerpo, que la succionaba y la expelía con chasquidos de humedad.

Se abría paso en sus entrañas lentamente, como tanteando o disfrutando de la sensación. De pronto aceleró acentuando su sonrisa, su mirada y sus bocanadas de humo.

Ella sentía que las bocanadas de humo salían de su grieta. Comenzó a palparse los senos mientras la angustia y el crujido desesperado de sus empapadas entrañas, la enloquecían mientras buscaba angustiosamente un orgasmo que ya debería haber reventado.

-voy a explotar, si no acabo, dijo con atormentado acento.

Él acabó. No salió mucha leche, pero suficiente para que ella notara el resbalar suave de su pene en sus tripas. Ella, nada de nada.

Su pene seguía enhiesto cuando se lo sacó mojado de flujos. Latía tieso e hinchado.

Ella necesitaba acabar…. ¿qué le pasaba?

-ven, vamos allá, le dijo señalándole la oscuridad de los alrededores.

En condiciones normales ella se hubiera negado, temía a la oscuridad y a las alimañas que en ella se guarecían, pero, lo obedeció. ¡Necesitaba acabar! Su vagina latía atormentada.

Descalzos desaparecieron entre las sombras. Se echaron en el suelo húmedo de rocío y colocándose sobre ella, la volvió a penetrar. Pero no se movió.

Ella se impacientó por las ansias brutales que nacían en su perineo… acabar, acabar, acabar…se decía con voz queda.

Él se tomaba su tiempo, la veía enloquecer de ganas… sabía el motivo… la cosa sí funcionaba… sonrío sin que ella pudiera notarlo por la total oscuridad.

De repente Malena sintió una cosa muy grata que surgía de su interior sin poder precisar el lugar, se retorció de placer, lo abrazó con brazos y piernas para atraerlo hacia sí…y entonces se orinó… gran chorro, que era un escape a un orgasmo que no le terminaba de llegar… sus caderas subían y bajaban alocadas. Él estaba completamente enterrado en ella…. Otro de sus chorritos de semen, le indicó que había acabado.

Malena tenía ganas de llorar, su interior bullía de placer total retenido entre sus vísceras.

-¿qué me pasa? Le preguntó.

-ten paciencia, fue la respuesta del profe. No se lo sacó y se quedó un rato sobre ella.

De repente un terremoto comenzó en sus entrañas.

El orgasmo represado rompió las amarras que lo habían tenido prisionero y surgió arrasador -como una represa que se rompe- por todas las partes de su cuerpo… aún las plantas de sus pies recibieron su parte. Pero exteriormente sólo se manifestó en ella en su temblor y en la incapacidad de hablar. Apretó muy fuerte sus dientes, sus brazos y estiró las piernas hasta tenerlas totalmente tensas. Convulsionaba de tanto gozo. Se volvió a orinar.

Casi pierde la consciencia: -¡qué cosa más rica! Gritó cuando recuperó el habla.

Poco a poco ese gran goce, fue cediendo. Seguía excitada. Quería más.

-¿qué fue eso? Le preguntó sin casi poder ver su cara debido a la oscuridad.

-ya estás normal… vamos adentro. La ayudó a levantarse.

Ella aún sentía su placer revoloteando por la cara interna de sus muslos.

-lo que sea que me hallas hecho, vuélvemelo a hacer… le dijo riendo y apoyada en su brazo entró de nuevo en la habitación.

Él le limpió la humedad de su espalda y de sus muslos con una toalla. Ella notó que aún seguía excitado.

-eres potente…

-tú estás igual…

Era verdad, su calentura no cesó con el orgasmo.

-¿otra vez? Le propuso ella.

-vamos… pero no esperes el mismo espectáculo.

La puso a cuatro patas sobre la cama y la ensartó con rudeza.

Ella esta vez chilló de gusto en cuanto lo sintió empalando su vagina.

Reposó su cabeza sobre sus brazos y comenzó a explicarle –cuál era su costumbre- lo que estaba sintiendo…”con ese güevote me estás volviendo loca”… “mira cómo me pones”… “eres malo… quiero acabar”

Se desató un diluvio de orgasmos, mínimos pero continuos –orgasmo es orgasmo, le decía Macarena- que la aturdían.

Contra su costumbre, mientras estaba siendo claveteada por detrás con el gordo falo de Azcunes, se llevó los dedos al clítoris en tierno masaje masturbatorio que le arrancaba corrientes alternas que bajaban y subían por sus robustos muslos.

La cola la movía desesperadamente al ritmo de su goce, se orinaba, soltaba flatos, se quejaba, chillaba cuando un orgasmo mayor la sorprendía y al final se hundió en uno que la hizo perder las fuerzas y cayó a un lado sin poderse sostener. El pene de Azcunes se salió de su funda y echó su semen sobre una de sus nalgas. Él cayó sobre ella sin más fuerzas.

Así se quedaron. Acezantes y desvalidos.

Como pudieron se acomodaron uno al lado del otro y se quedaron dormidos.

ESTO ES INTENTO DE HOMICIDIO…

La despertó una sensación fría sobre su mejilla. Se despabiló bruscamente. La cara sonriente de Florencio la volvió a la realidad. Una gran jarra de cerveza le mostraba. Ella le sonrió sin caer en cuenta que estaba desnuda, con marcas de semen reseco y despedía olor a pipí tanto ella como el colchón.

Se incorporó un poco para apoyarse sobre el acolchado copete de la cama. Buscó algo para cubrirse pero no lo consiguió. Florencio sonrió y recogió una toalla del piso y se la entregó. Ella la usó para taparse.

-¿Cuánto tiempo tienes observándome? Preguntó después de beber un largo trago.

-el suficiente para no recuperar la paz de mi alma con prontitud… envidio al viejo libidinoso… tómate la cerveza, te hará bien. ¿Quieres huevos?

Ella se carcajeó con la mano sobre la boca para asordinar el sonido de su risa y no despertar al “viejo libidinoso”: -eres un viejo crápula, como te dijo tu amo.

Florencio se rio por lo bajo. Estaba arrodillado a su lado, esperando que bebiera su cerveza para servirle otra. Mientras se la servía ella se levantó: -necesito hacer pipí.

-¿más? Preguntó él sarcásticamente.

Al retornar con su vejiga aliviada, él le entregó su cerveza. Ella ahora estaba envuelta en una bata.

-¿qué tal se ha portado? Le preguntó apuntando con su boca a Azcunez.

-¿qué fue lo que tomó? Esto que me está haciendo es intento de homicidio

-entre la cremita y la jalea… no me extrañaría.

-¿la cremita?

-me vas a decir que no te gustó…

-sííí, gritó Malena.

Azcunes despertó.

Los miró serio y dijo mientras se acomodaba una sábana por encima: -viejo decrépito quieres quitarme a mi novia… te reto a duelo…

-antes de que nos matemos, trágate este alimento que te traje… vas a morir antes de poder asesinarla… palabras textuales de la fémina…

-eres un viejo “lengua larga”… no te quiero, dijo Malena simulando enfurruñarse.

Azcunez tomó de un solo trago su alimento que consistía en varios huevos crudos disueltos en vino y con otro ingrediente que Florencio se negó rotundamente a precisar a instancias de Malena.

-bueno sigan, dijo Florencio recogiendo lo que estaba tirado por el piso, ¡ah! Viejo “macho cabrío”, acuérdate de hoy…

-¿Cuánto tiempo me queda? Preguntó Azcunes.

-son las cuatro de la mañana… una hora y media, diría yo. La jalea está en el baño… ¿quieres que te la traiga?

-¿qué esperas para irte?

-au revoir, dijo Florencio despidiéndose con una de sus elegantes piruetas semejantes a reverencias.

Azcunes le hizo un mohín divertido a Malena indicándole que Florencio estaba loco y fue al baño por su jalea.

-¿Cuánto tarda en hacer efecto?

-no sé.

-quiero mi cremita…

-maldito viejo chismoso, dijo el profe mientras se dirigía a la salita exterior en busca de ella.

-sólo un poquito le dijo, quiero que no te me pierdas…

-¿poquita jalea también?

-sí, casi nada. No quiero estar con una erección en la junta de la mañana.

-cuando listo… avíseme. Mientras puede jugar con mis accesorios.

-Malenita, te quiero hacer una pregunta… esperó un momento y se lanzó… ¿me darías tu colita?

-No, fue la rápida y segura respuesta de Malena, ¡no! Y no.

-y si te la compro…

-Nanai, nanai… no me vas a convencer… ya la tengo negociada.

-mentirosa…

-es mentira, pero no te la voy a dar ni a vender…

-ni por un carro…

Malena titubeó. Lo pensó: Pero no. No. Nada de eso. Eso duele mucho y si me rompe debería ir a un hospital y así sí es verdad que se descubriría de una manera horrenda mi traición… ¿qué traición?... bueno: no es no.

-ni por un carro, le dijo, ¡anda, déjate de eso!… quizá otro día…hazme cositas… ¿ah?

Él se rio y con cara de buen perdedor. La tomó en sus brazos y empezó a chuparle los senos con un ritmo y una sabiduría que Malena se dio cuenta de que ninguno de sus antecesores sabía “un coño de mamar tetas”: ¡coño, papi, qué rico!

Sus orgasmos empezaron de inmediato… él también estaba excitado y la penetró con fuerza. El pene resbaló por su consentidora caverna clavándose en lo más profundo… ella acusó el golpe en sus ovarios:

-papi, ¿sientes mí útero? Le preguntó en broma mientras pudo estar concentrada en otra cosa diferente a lo que le estaba haciendo sentir su inquilino vaginal.

Lo mismo que antes, no acababa. Pero ahora no se desesperaba, sólo chillaba improperios que él contestaba con carcajadas. Se vino en su interior pero no perdió el ritmo.

Ella lo insultó: eres un maldito traidor, te vienes y no me esperas... ¡me vas a matar!… ¡cógeme papi!... ¡Así, así, así!... ¡Dame duro, duro!

Sus piernas estaban rodeando la espalda del profe, quien se movía a una buena velocidad. Ella sudaba y orinaba… él le daba con todo lo que le quedaba. Ella no llegaba.

El seguía y seguía… ya casi desfallecía… ella gritó y le clavó los dedos en la espalda, subió la cadera todo lo que pudo, abrió los ojos y no pudo gritar… la cosa esa, la recorría de arriba a abajo, sin darle tregua, salía por sus poros, su nuca erizada… creía que se iba a ahogar… de repente reventó… ella cerró los ojos y el placer la sacó de su realidad. Se desvaneció.

LA VIDA TE SORPRENDE… LA MUERTE NO.

Al volver en sí, el sol entraba por terraza.

Buscó a Azcunes. Nada de nada.

Su ropa estaba planchada, olorosa -mejor que nunca- colgada en ganchos.

Se levantó y se fue al baño. Eran las siete y media.

Se duchó y luego se vistió esperando que Azcunez apareciera. Nada de nada.

Salió por la puerta y rodeó la casa a ver si hallaba a Florencio. Él no estaba por todo eso. La que sí estaba era una señora mayor que se entretenía quitando las hojas secas a unos rosales. Iba a devolverse, pero la señora la vio y la llamó sonriente. Ella se le acercó modosa y tímidamente.

-ven, pasa -le dijo la doña, con actitud protectora- no temas… ¿quieres café?

Malena contestó con una leve inclinación de cabeza. Estaba abrumada por la vergüenza, se sentía apocada, incómoda y con ganas de echarse a correr. Esa debía ser la esposa de Azcunes.

La invitó a sentarse en la sala en unos elegantes sillones y ordenó a su servicio que trajera café.

-eres muy joven y bella…

-gracias, le contestó Malena manteniendo la cabeza baja.

-no tienes que sonrojarte… él tiene mi autorización para hacer sus cosas… yo desde hace muchos años no soy su mujer… sólo su esposa… ¿entiendes? él tiene que satisfacer sus necesidades…

El café llegó. La misma señora le sirvió.

Al retirarse el servicio, la señora le sonrió y le dijo: -no te preocupes por el traslado… yo te llevo. Ellos se fueron temprano y no quisieron despertarte. Son muy considerados.

-sí… muy considerados, se le salió a Malena la expresión de su rabia.

La señora se rio.

-nunca había tenido la oportunidad de hablar con alguna de sus… amigas…

-sus chances, pensó.

-bueno, cada una ha debido tener una buena razón para…

-la mía fue el pago de una deuda… remató Malena su comentario, mientras terminaba de tomar su café.

-no me tienes que explicar…no entiendo cómo puede hacerlo con una mujer tan joven como tú…él es un viejo… tiene casi sesenta y ocho… y toda la noche… ¡madre mía!

-¿nos podemos ir? Preguntó Malena poniéndose de pies.

La señora tocó un timbre y apareció una servidora. Le dio instrucciones para que el chofer preparara el automóvil.

-no tiene por qué acompañarme… el chofer me lleva y ya… me siento apenada, abochornada, sucia…

La señora le pasó el brazo sobre el hombro y la acompañó hasta la salida:

-voy contigo, estaba esperándote para irme… tengo algunas diligencias que hacer… de paso te dejo en el lugar que escojas… no te preocupes.

Abordaron el carro. La señora le dio instrucciones al chofer y salieron rumbo a la dirección que Malena le había indicado.

El viaje comenzó en silencio… un silencio retumbante.

La vieja era una mujer astuta y se le veía por encima que la consideraba como a un ser inferior.

-¿te divertiste?

-sí. Respondió Malena sin más detalles.

-¿cómo hace?

-pregúntele a él…

-¿estás fértil?

Malena la miró sorprendida: -¿por qué?

-él es fértil, y si no tomaste las precauciones…

-no soy fértil… ahora. Mire, ya casi llegamos… le reitero que…

-no te preocupes… necesitas dinero… ¿verdad?

-¡NO!

Malena se apeó del automóvil y no volteó a mirarla.

Lo único que le latía en la sien era la pregunta de la maldita vieja: ¿ERES FERTIL?

Bueno, la maldita deuda estaba cancelada.

Ahora a cobrar la suculenta comisión que le esperaba. Estaba feliz. momentáneamente era rica.

-¡Yupy! Dijo cuándo se encontró sola en el ascensor.

FIN DE NUEVOS COMIENZOS1

BY: LEROYAL

(9,18)