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Alex, 18 años, casi Alexia de tan lindo (11)

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Una luz brilló en la mirada del chico mientras sus labios se curvaban en una sonrisa:

-¿En serio, señora?

-¿Tengo cara de bromear? –dijo la mujerona mientras tomaba de un brazo al jovencito para sacarlo del futón.

-Andá al baño, higienizate y volvé que vas a preparar el desayuno.

-Sí, señora Ligia, lo que usted mande… -aceptó Alex y se encaminó a cumplir con la orden recibida.

Al volver del baño debió ponerse la túnica y calzar las ojotas antes de dirigirse a la cocina seguido por Ligia, que no dejaba de mirarle el culo y las piernas. El chico era su botín, un botín muy apreciado, por cierto, que había conseguido gracias a la generosidad de los Amos.

Mientras sentada a la mesa de la cocina lo observaba preparar el desayuno no dejaba de pensar en lo que ocurriría a la noche. Nada menos que el jovencito asistiendo a la violación de Diego por parte de los tres vejetes. La excitaba verlo con esa prenda que acentuaba su figura andrógina y mucho más desde que lucía su hermoso cabello rubio largo hasta los hombros.

Alex, entretanto, se hallaba sumido en pensamientos que lo estremecían. Recordaba cómo era él y lo que sentía antes de su rapto. Un gay reprimido, un gay por cierto especial puesto que sólo lo excitaban los hombres viejos, pero gay al fin aunque él se negaba a asumirse. Después, su rapto, su doma a manos de Ligia, su juramento de obediencia y sumisión a Los Amos, el tragar esas vergas por el culo y por la boca una y otra vez durante meses, ese goce intenso de sentirse penetrado e inundado de semen y ahora el placer indescriptible de estar en manos de Ligia, de ser cogido por ella con el consolador o los dedos, de ser tomado también por Mara y por esos viejos que venían cada dos o tres días a darle verga y ahora el descubrir en él ese deseo de ver cómo Diego era violado.

De pronto la pregunta de su dueña:

-¿Qué te pasa, nene? Estás temblando.

-Ay… se… ¿se nota, señora?... –respondió sobresaltado.

-Claro que se nota. ¿Qué te pasa?

Demoró en contestar y finalmente dijo:

-Es que… estaba… estaba pensando en lo que era… lo que soy… lo que viví acá, lo que siento…

-¿Y qué te producen esos pensamientos, putito? –quiso saber la mujerona mientras Alex iba depositando en la mesa las dos tazas de café con leche, la azucarera y las tostadas con manteca y mermelada de frutilla.

-Me excitan, señora… Por eso es que tiemblo…

-Ah, muy bien, veo que sos definitivamente un putito.

-Sí, señora… -admitió Alex bajando la vista.

-Y un putito cada vez más pervertido, por lo que me dijiste de estar ahí cuando violen a tu compañerito…

Alex sintió que las mejillas se le encendían de vergüenza y contestó:

-No puedo negarlo, señora…

Los labios de Ligia se curvaron en una sonrisa lasciva y cuando Alex terminó su desayuno le dijo: -Parate, nene. –y Alex obedeció de inmediato.

-Mmmmhhhhhhh, y hablando de pararte, ¡qué parada tenés la pija!

-Sí, señora…

-Pero ni sueñes con masturbarte. –dijo la mujerona con esa crueldad que le era tan propia.

-Por favor, señora… ¡Por favor!... –se atrevió a rogar Alex, pero Ligia se mostró inflexible mientras una idea comenzaba a germinar en su mente.

-Ningún favor, putito, y no insistas porque te hago probar la vara en el culo, ¿oíste?...

La amenaza hizo efecto y el chico desistió de sus ruegos, atemorizado ante la posibilidad de padecer ese duro suplicio que recordaba muy bien.

-Yo me voy a visitar a Mara pero antes, por haberte insolentado, vas a cumplir con un castigo de humillación.

Alex la miró con una expresión de asombro, aunque no se atrevió a preguntar nada.

Ligia se quitó los zapatos y le ordenó:

-Acurrucate debajo de la mesa y lameme los pies… ¡Vamos!

-Sí, señora… sí… -murmuró el chico mientras sentía que semejante humillación, que sólo le había sido infligida antes por señor Z, lo excitaba aún más.

Sin demora se aplicó a pasar su lengua por ambos pies, desde los dedos hasta los tobillos, con lamidas lentas mientras oía los gemidos de la mujerona, que se movía en su silla presa de un intenso placer.

-Bien, perrito… qué bien lamés… -aprobó Ligia con voz enronquecida por la tensión erótica e inmediatamente ordenó:

-Ahora chupame los dedos… -Alex lo hizo sin vacilar y excitadísimo; primero el pulgar y luego metiéndose, no sin algún esfuerzo, los cinco dedos en su pequeña y redonda boquita. Sorbía con fuerza y los ojos cerrados y al cabo de un momento Ligia sintió que había empezado a mojarse. Entonces pensó en Mara y en las horas calientes que le esperaba con ella y decidió, no sin esfuerzo, dar por terminado el goce que le estaba proporcionando el chico.

-Bueno… basta… ¡basta!... –dijo luego de aclararse la garganta. –Salí de ahí.

Mientras Alex salía de debajo de la mesa se calzó los zapatos y notó que el jovencito jadeaba y tenía las mejillas rojas.

-Ah, ¿te gustó, eh?... Sos perfecto: hermoso como una nena, putito y sumiso, te calientan las nalgadas como las que te dio aquella vez el señor Z y también las humillaciones… Creo que valdrías mucho si decidiera venderte…

La última frase estremeció a Alex, que sin medir el riesgo de volver a insolentarse rogó casi en un grito:

-¡Noooo! ¡Por favor, señora, noooooooooo!...

-Como vuelvas a ladrarme voy a hacer que te arrepientas. –lo amenazó Ligia mordiendo las palabras mientras tomaba a Alex de un brazo para llevarlo hasta el futón, en el que debió tenderse de espaldas y soportar que la matrona lo atara de la misma forma que la noche anterior.

-Hasta luego, putito, volveré con tiempo para prepararte a la espera de esos dos viejos que te van dar verga esta tarde. –se despidió Ligia dejando a Alex sumido en la angustiante desesperación de no poder descargar su calentura.

………….

Eran las cinco de la tarde cuando Ligia regresó luego de varias horas de placer ardiente junto a Mara, a la que le había prometido un próximo encuentro de a tres con el chico.

Mientras llevaba a Alex desnudo al baño la mujerona se dijo que les pediría a los dos visitantes de ese día que le permitieran estar presente en la sesión. Tenía muchas ganas de ver a su esclavito tragando esas vergas por el culo y por la boca.

Una vez en el baño el ritual de costumbre: la ducha que incluía el lavado del cabello con un buen champú y aplicación de crema enjuague, el perfumarle las muñecas, las sienes y ambos lados del cuello y por último el examen del ano mediante la introducción del dedo medio hasta el nudillo para verificar que ese conducto estuviera limpio. Lo estaba y entonces no fue necesaria una enema.

Ya de regreso en el living Ligia se sentó en el borde del futón e hizo que Alex se arrodillara ante ella. Le gustaba tenerlo así, en postura de sumisión, a su merced; eso la excitaba y excitada recordó cuando el chico le había lamido los pies debajo de la mesa. Quería que lo volviera a hacer pero ahora verlo mientras lo hacía.

Alex tragó saliva, estimulado eróticamente por esa humillación que lo calentaba.

-Sí, señora… sí… -murmuró.

-Quitame los zapatos y esmerate, putito, porque si no lo hacés bien las visitas te van a encontrar con el culo rojo de los cintarazos que te voy a dar.

La amenaza estremeció al chico, que descalzó a la mujerona con manos temblorosas.

-Bueno, a ver esa lengua. –lo apremió Ligia y el chico se inclinó hasta rozar con sus labios el pie derecho de su dueña.

Inmediatamente comenzó a pasar su lengua ansiosa por el pie, desde los dedos hasta el tobillo. Eran lamidas rápidas, hasta que le llegó la orden de Ligia:

-Despacio, perrito… ¡Despacio! –Y por supuesto que obedeció, moderando su ansiedad.

-Apretá más la lengua, hacémela sentir… -agregó la mujerona que, no obstante sus críticas, estaba muy excitada con las lamidas de su esclavito. Éste, a su vez, ardía de calentura y por su mente cruzaban las visitas que tendría dentro de un rato y el placer morboso de ver a la noche cómo esos tres viejos violaban a Diego.

Lamía y sorbía con los ojos cerrados, entregado en cuerpo y alma a la devoción hacia esa mujer que lo había hecho suyo por completo, que le había anulado todo vestigio de voluntad propia para hacer de él una entidad que se reconocía sólo en la obediencia y en ese deseo irrefrenable de tragar vergas y más vergas de hombres viejos. Eran música para sus oídos esos gemidos de Ligia, sus jadeos de placer.

La matrona se estaba mojando cada vez más. Sus jugos fluían en torrente mientras ella se masturbaba.

Por fin explotó en el orgasmo y dejó que el chico siguiera honrándole los pies con sus labios y su lengua mientras ella se recuperaba de la intensa agitación sexual e iba normalizando poco a poco su respiración.

-Bueno, basta. –dijo por fin y se puso de pie. –Ahora a esperar a las visitas.

Los dos hombres llegaron puntualmente a las seis de la tarde, impecablemente vestidos de traje y corbata. Ligia los recibió en el portón de entrada y ambos se presentaron estrechando la mano de la mujerona:

-Rogelio… Mucho gusto, señora.

-Herminio… Es un placer…

-El placer es mío, señores… El chico los está esperando.

En el camino Ligia pudo saber que los dos hombres eran altos ejecutivos de sendas empresas de servicios y luego de varios encuentros en congresos, convenciones y otros eventos habían intimado y confesado mutuamente sus preferencias sexuales. Cuando se enteraron de la existencia de Alex convinieron en disfrutarlo y allí estaban guiados por Ligia.

Rogelio, de setenta y dos años, era de estatura media y robusto aunque con un abdomen considerable, velludo y de cabello canoso peinado con gel. Herminio, dos años menor, era alto y delgado, de cabello blanco. Ambos tenían en común una expresión lasciva en sus miradas y un aire imperativo en sus modales. Ambos iban impecablemente vestidos, con traje y corbata y portaban sendos maletines en la mano derecha.

Alex esperaba impaciente en el living, de pie, con las piernas juntas, las manos atrás y la cabeza derecha, esto para que rápidamente los visitantes pudieran apreciar la delicada belleza de su rostro.

Los latidos de su corazón se aceleraron cuando escuchó el sonido de la llave girando en la cerradura y mucho más al ver a los dos viejos que entraron detrás de Ligia y que de inmediato clavaron en él sus miradas calientes.

-Es impresionante, señora… Más lindo que en las fotos. –dictaminó Rogelio con acuerdo de su amigo.

-Bueno, me alegro que les guste. –dijo Ligia y de inmediato pidió: -En verdad me gustaría estar presente en la sesión. ¿Tienen algún inconveniente, caballeros?

Ambos se consultaron con la mirada y fue Herminio quien dijo:

-En absoluto, señora. Puede quedarse.

-Bien, ya saben las condiciones, ¿cierto? Pueden hacerle lo que quieran menos lastimarlo.

-Totalmente de acuerdo, señora, como ya le dije por teléfono. –aceptó Rogelio y luego, dirigiéndose a Alex le ordenó: -Vení acá, nene.

A pesar de lo desconocido que les era el living se movían con soltura no exenta de prestancia. De inmediato Ligia se dio cuenta de que eran hombres acostumbrados a mandar.

-Sí, señor… -murmuró el jovencito y se acercó a ellos, que habían dejados sus maletines sobre la mesa. Ligia observaba expectante sentada en el futón.

-Date vuelta. –ordenó Herminio luego de envolver a Alex en una mirada lenta y cargada de lascivia.

-Subite la túnica. Queremos verte bien el culo. –exigió Rogelio cuya verga había comenzado a abultar bajo el pantalón.

-Sí, señor… -murmuró el chico antes de obedecer y exhibir sus nalgas desnudas a la voracidad de ambos hombres.

-Sacate la túnica. –fue la orden de Herminio que Alex obedeció de inmediato mientras sentía crecer su deseo de ser poseído, excitadísimo por la expresión perversa que había advertido en los rostros de los dos visitantes.

-Bien, quedate así, desnudito y con las ojotas. Poné las manos en la nuca. –le ordenó Rogelio.

Una vez en esa posición, las miradas de ambos hombres se apropiaron del cuerpo del chico. Fueron dibujando el contorno hecho de ángulos y redondeces, de leves, armoniosas y sugerentes curvas entrantes y salientes.

Durante el examen visual intercambiaban entre si miradas de admirado asombro y por fin Rogelio oprimió durante un momento con sus manos las nalgas del jovencito, que se estremeció de pies a cabeza. Con sus manos todavía en el culo de Alex el hombre dijo dirigiéndose a Ligia:

-Créame, señora, que si no lo estuviera tocando pensaría que este chico no es real.

-Pero por suerte lo es… -contestó la mujerona.

-Sí, pero es que es tan lindo, ¡tan lindo!... tan casi una chica sin serlo.

-Ahí está su encanto, ¿cierto, caballero?

-Tal cual, señora. A nosotros nos gustan los chicos, no las chicas, y nos hemos cogido a unos cuantos, pero ninguno que estuviera en el límite como lo está éste.

Alex ardía con las manos del hombre en sus nalgas y escuchando el diálogo, presa, cada vez más, de ese fuerte deseo de sentir las dos vergas.

-¿No van a desvestirse, señores? –quiso saber Ligia.

-No, señora, nunca nos desvestimos delante de uno de éstos. Nos parece indigno. Nos quitamos la chaqueta solamente.

-Bien, como gusten. -remató la mujerona y vio como los visitantes se despojaban de esa prenda y enseguida se abrían la bragueta y sacaban afuera del pantalón sus vergas ya bien erectas.

-Date vuelta, nene. –ordenó Rogelio. Alex lo hizo y se estremeció entero cuando vio esas pijas ya listas para ser disfrutadas. Ambos hombres las habían extraído por completo del pantalón, incluidos los huevos.

-Arrodillate. –fue la orden de Herminio y cuando el chico, después del consabido “sí, señor”, estuvo en esa posición debió tomar con sus manos ambas vergas, cuya dureza y textura, que venía extrañando, lo hicieron temblar. Se sintió tentado a acariciar y jugar un poco con esos arietes cárneos pero no se atrevió y en cambio decidió esperar nuevas órdenes.

-Bueno, nene, ahora metete mi pija en la boca para chuparla hasta que yo te diga. –le dijo Herminio. –Y mientras la chupás agarrame los huevos con una mano y acariciámelos.

Era tal la calentura del chico que obedeció de inmediato sin pronunciar el “sí, señor” y entonces intervino Ligia: -Un momento, señores, por favor. –dijo y se puso de pie para acercar a Alex, que tenía la verga de Herminio en la boca.

-Soltá eso. –le ordenó la mujerona con todo firme.

Alex lo hizo a disgusto mientras ambos hombres miraban a Ligia sin entender qué estaba ocurriendo.

-No vuelvas a hacer lo que hiciste, nene. –le advirtió la matrona mientras lo aferraba del pelo y le doblaba la cabeza hacia atrás.

Alex comprendió cuál había sido su falta y dijo dificultosamente por la posición de su cuello: -Pe… perdón, señora…

Ligia lo liberó y antes de volver a sentarse en el futón les explicó a ambos hombres:

-Antes de obedecer una orden tiene que decir “sí, señor” y esta vez se metió la verga en la boca directamente.

Herminio y Rogelio emitieron sendas risitas y entonces Herminio repitió la orden: -Bueno, nene, a ver si ahora hacés lo que corresponde. Metete mi pija en la boca y chupamelá mientras me agarrás los huevos con una mano.

-Sí, señor… -murmuró el chico ya abrasado entero por la más intensa calentura.

Ligia había intervenido por dos motivos: para evitar que la disciplina de Alex se relajara ni siquiera en lo más mínimo y también para humillarlo ante las visitas, cosa que la complacía y excitaba.

Desde el futón vio que el chico había comenzado a chupar con fruición la verga de Herminio mientras Rogelio lo sujetaba por la nuca con una mano.

-Eso es, mamón… Muy bien… -repetía el hombre y se sobaba la verga a la espera de que su compañero de correrías le ordenara al chico cambiar de pija, según lo que habían convenido.

A Herminio le costaba decidirse a interrumpir el intenso goce que el chico le estaba proporcionando con sus labios y su lengua, pero debía ser leal con su compañero y entonces le dio al mamoncito la orden de cambiar de verga. Alex lo hizo sin vacilar. Giró sobre sus rodillas y tomó entre sus manos la pija bien erecta de Rogelio, pero antes de metérsela en la boca lamió durante un momento los huevos e incluso el tramo que hay entre éstos y el ano, con lo cual provocó que el viejo se estremeciera en medio de un largo gemido.

Ligia se había acercado para apreciar bien la situación y se estaba tocando, excitadísima.

Alex ya tenía dentro de su boca la verga del jadeante Rogelio mientras Herminio le sobaba las nalgas. En determinado momento le metió el dedo medio en el culo después de ensalivárselo y entonces el chico dio un respingo y comenzó a mover sus caderas acompañando el movimiento del dedo invasor mientras seguía chupando la verga de Rogelio, en el paroxismo de una calentura que lo desbordaba. Rogelio no tardo en derramarse en su boca y el chico tragó todo el semen sin importarle su sabor agrio, entregado por completo al goce intenso que estaba experimentando en todas y cada una de sus células.

Herminio retiró su dedo del culo del chico en tanto su verga comenzaba a erectarse ante la mirada ansiosa de Alex, cuya excitación era tanta que en la piel de su pecho, sus brazos y su cuello relucía el sudor. Al advertirlo, Ligia se acercó y comenzó a lamer esa humedad cual si fuera un exquisito licor mientras sus manos aferraban las nalgas del jovencito, que temblaba incontrolablemente.

Herminio ya tenía bien dura su verga y tras untarla con la vaselina estaba ansioso por hacerse del culo de Alex.

-Permítame, señora, si no le molesta.

Ligia se apartó con esfuerzo del chico: -El nene es todo suyo, caballero… -dijo sin poder disimular el jadeo mediante el cual se expresaba su calentura.

-Gracias, mi estimada señora, y vos, nene, en cuatro patas ya.

-Sí, señor, lo que usted diga… -musitó Alex y de inmediato adoptó la posición ordenada.

-Señora, por favor, ábrale las nalgas. –pidió dirigiéndose a la matrona y cuando ésta lo hizo dirigió su pija con la mano derecha hacia el rosado orificio anal de Alex, que presa de la calentura respiraba con algún esfuerzo por la boca.

La verga entró de un solo envión, hasta los huevos, arrancándole al chico un grito de dolor en medio de un corcovo que Ligia controló con firmeza rodeándole las caderas y el vientre con el brazo izquierdo. Una vez que Herminio comenzó a bombear el dolor se fue reduciendo y Alex sintió, una vez más, el goce intenso que le proporcionaba ser penetrado.

Cuando Ligia advirtió que ya no hacía falta sujetar al chico lo liberó y empezó a darle chirlos en las nalgas, lo cual aumentó el placer para el putito, que se deshacía en gemidos.

-¡Sí, señora, sí! ¡eso es! ¡caliéntele el culito! –aprobó Herminio con entusiasmo y aceleró el ritmo de los embates hasta que por fin se derramó en el interior de Alex, retiró su pija entre bufidos y cayó de costado mientras Rogelio se aprestaba a tomar su lugar.

No le concedieron ningún descanso. El chico se había derrumbado en el piso y entre Ligia y Rogelio lo tomaron como si fuera un mero paquete y lo pusieron nuevamente en cuatro patas. A Alex esa conducta de tratarlo como un bulto inanimado lo excitaba todavía más y sólo pensaba en recibir otra verga en su culo de esfínter dilatado por la penetración anterior. Era un putito, era su boca y su culo para tragar vergas y más vergas.

Cuando Ligia le entreabrió las nalgas y Rogelio vio lo abierto que estaba el ano ni siquiera se molestó en ponerse vaselina. Apuntó su verga al orificio y la enterró toda mientras el chico gemía de placer y Ligia se tocaba sobre el vestido sintiendo que su concha era una catarata de flujo.

Caliente como estaba, Rogelio no tardó en acabar y alimentar la calentura del chico con tres chorros de semen, para después echarse de espaldas en el piso, gruñendo como un animal.

Ligia se había manchado la bombacha con sus abundantes flujos y un prolongado orgasmo y tras recuperarse llevó a Alex al baño, donde lo dejó en el piso con las manos atadas en la espalda para evitar que se masturbara.

Cuando regresó después de despedir a las visitas, Alex se empeñó en súplicas para que la matrona le permitiera aliviar tanta tensión sexual, pero Ligia se mostró inflexible:

No, nene, te quiero bien caliente para esta noche, cuando veas cómo esos tres degenerados violan a tu compañerito.

(continuará)

(8,50)