Nuevos relatos publicados: 18

Verdaderas amigas (Primera parte)

  • 9
  • 15.350
  • 9,59 (44 Val.)
  • 2

Con tan sólo ocho meses de conocer a Vanessa nos hemos vuelto buenas amigas. Ella es esposa de un socio de mi marido. Justo este fin de semana tanto Alex, el esposo de Vanessa, como Santiago, mi marido, salieron a entrevistarse con otros posibles socios para un nuevo proyecto. Bueno, por lo menos eso me dijo Santiago. Igual (como me dice Vanessa) se fueron de conquista. Eso, a estas alturas, ya ni me preocupa, aunque antes todo era diferente.

En fin, al ver que pasaría el fin de semana sola decidí ir de compras con mi amiga.

Tras ir de shopping fuimos a su casa que es bellísima. Está distribuida en distintas terrazas y tiene una vista verdaderamente soberbia de la ciudad.

Nadé un rato en la piscina y luego me recosté junto a ella en una tumbona a tomar el sol.

Mientras jugueteaba con mi sortija dándole vueltas a mis pensamientos ella me hizo una pregunta.

—¿Cómo están tú y Santiago? Los vi muy serios la noche pasada.

—Mi matrimonio es un asco —me atreví a decir.

Fui muy directa, pues necesitaba desahogarme.

—Déjame adivinar... ¿Te refieres a... en la cama? —me preguntó Vanessa con una sonrisa algo pícara.

Un tanto sonrojada asentí.

—¿Cómo adivinaste...? Pues sí, ya nada es como al inicio. Santiago está... pues, diferente. Ya no me presta ninguna atención, es como si yo sólo fuera un objeto decorativo que perdió su novedad —me desahogué.

—Nena, te entiendo, créeme. Yo pasé por lo mismo: distanciamiento, falta de interés y al final hasta de sexo. Créeme te llevo años de ventaja —me confesó Vanessa.

—Y ¿cómo has hecho para sobrellevarlo? Tú y Alex no parecen tener problemas—le pregunté.

—Nuestra relación es bastante cordial. Él creé que me engaña y yo le dejo creerlo, sólo me enfoco en los beneficios de su desdén y no le reclamo nada —me respondió totalmente satisfecha.

—¿Beneficios? ¿Cuáles? —le pregunté intrigada.

—Como este día. Me gusta tener tiempo para mí, ya sabes, mientras Alex se va a hacer... lo que sea que haga, yo aprovecho el tiempo y...

—Guau, pues te lo tomas muy bien. Mejor que yo, creo. La verdad me gusta ir de compras y pasar el tiempo contigo pero... —no terminé de hablar ya que ella me interrumpió.

—No, espera, no me refería a eso. Y no me malinterpretes, este tiempo sólo para chicas que compartimos es genial pero de lo que hablo es de... —y esa vez fue ella quien se vio interrumpida cuando alguien se aproximó.

Se trataba de un chico bastante alto (yo estimo de por lo menos 1.90 m. de estatura y de 26 o 28 años), de piel oscura, notable musculatura y una atractiva calva, quien se acercó vestido con un pulcro uniforme blanco y con una bandeja entre sus manos, para ofrecernos un par de bebidas que cada una tomamos de la charola. Tras darle las gracias él se retiró.

Mientras el camarero se alejaba de nosotras noté que mi amiga Vanessa no lo perdía de vista, dejando en evidencia un particular interés en él.

—Ah, vaya... a eso te refieres —le dije en tono socarrón.

Ella sonrió.

—Pues sí amiga, qué te puedo decir. El mejor consejo que te puedo dar es éste: Busca diversión más allá de tu relación.

—¿Te refieres a tener sexo con otros hombres? ¡¿A pesar de que estoy casada?! —le pregunté asombrada de lo que me sugería.

—¡Claro! La vida se hizo para follar. A mí me funciona y no sabes lo desestresante que es. Una mujer sexualmente satisfecha es una mujer feliz.

—¿De verdad lo haces con otros además de tu marido? No te creo. ¿Por qué no me lo habías dicho? —le dije totalmente desconcertada.

—Bueno, es que antes no teníamos tanto de conocernos y pues...

—Pero puedes confiar en mí. Te juro que no se lo diré a nadie —le dije con entera honestidad.

—Claro... ahora sé que puedo hacerlo, no tienes ni que decírmelo, y es por eso que te lo comento ­—me dijo.

—Y, ¿ya te cogiste a...?—le dije señalando al camarero quien estaba en la cantina preparando otras bebidas, a unos pocos metros de nosotras.

Aún dudaba de si ella hablaba en serio; no sabía si sólo estaba jugando o si de verdad se había atrevido a hacerlo con tan tremendo hombre, a quien me imaginaba bien dotado por su varonil apariencia.

—Aún no. A Carlos recién lo contraté. Pero hoy mismo me lo pienso tirar —me contestó con plena convicción.

—¡Ah, ¿pero hablas enserio...?! —le dije con estupor.

—Pero por supuesto. ¿No has visto el buen físico que tiene? ¿Por qué crees que lo contraté? —me preguntó ladina.

—Porque da un buen servicio —le respondí sonriendo y señalando mi bebida que estaba deliciosa.

—Sí, pero en la cama, o por lo menos eso espero —dijo Vanessa.

Ambas reímos y luego continuó.

—Ay amiga, si te contara mis aventuras —me dijo.

—Cuenta, cuenta —le dije con real interés.

Mordiéndose el labio inferior guardó silencio un segundo y luego de asegurarse de que nadie de su servidumbre estaba tan cerca como para escucharnos prosiguió.

—Está bien Daima, pero sólo para que te animes y te liberes tú también —me dijo.

Fue entonces que Vanessa me contó sobre su primera infidelidad.

«Un par de años antes de conocerte, Alex y yo habíamos ido junto con unos amigos de él a un bar. Para ese entonces ya me había fastidiado el distanciamiento de mi marido y esa noche se había portado particularmente indiferente. Sólo por mi insistencia me había permitido acompañarle esa noche, de seguro quería pasarla bien con sus amigotes y algunas fulanas. Bueno, el caso es que probablemente le fastidié sus planes porque toda su atención la volcó a sus amigos haciéndome a mí a un lado.

Alex ni siquiera me dirigía la palabra así que decidí alejarme y, con el pretexto de ir a los sanitarios, me fui a sentar frente a la barra donde pedí un par de tragos. No pasó mucho tiempo para que alguien me abordara.

Yo, que ya estaba picada, ni tarda ni perezosa acepté sus insinuaciones. Después de asegurarme que Alex no me veía tomé la iniciativa y me llevé al tipo al baño de las chicas. Al entrar con él, las chicas que allí estaban se molestaron por meter a un hombre junto conmigo, pero no me importó. Me encerré con él en uno de los cubículos y nos comenzamos a fajar violentamente.

Me hervía tanto la sangre, amiga, que le di una deseosa y jugosa mamada en la que descargué mis más febriles deseos con poderosas succiones que le dejaron los ojos en blanco al pobre hombre.

En esos momentos pensaba más en mi marido que en el hombre al que estaba chupándole la polla, no por que creyera que se lo estaba haciendo a Alex, sino porque lo hacía por puritita venganza.

Después, tiré al hombre haciéndolo caer sentado en el retrete. Metí mis manos bajo mi falda y me deshice de mis pantaletas. Subí mi falda hasta mi cintura y me senté en él. Prácticamente me violé a aquel tipo de quien ni supe su nombre.

Ufff amiga, no sabes... El cogidón que nos dimos allí adentro».

—¡Guauuu...! Uy amiga, no me lo puedo creer, qué afortunada eres. Te envidio... la verdad. Yo en cambio jamás me atrevería a hacer cosa igual. Yo sólo he tenido sexo con Santiago en toda mi vida. Él fue el primer hombre con quien lo hice y el único. Mi vida sexual es patética —me lamenté.

—No digas eso. Es cosa de que te animes. De seguro has notado hombres que te echan el ojo, ¿o no? —me preguntó Vanessa.

—Pues sí pero... —respondí.

—Allí está. Es sólo que te decidas, de seguro que rápidamente encuentras a uno que te eche un buen polvo.

Me sonrojé nuevamente.

—Oye se me está ocurriendo una idea. Yo había pensado comerme a este chico hoy mismo. Después de que se fuera María y Juanita... y tú, naturalmente. Pero ahora que lo pienso... ¿por qué no te nos unes? —me preguntó Vanessa.

Quedé impactada ante su proposición.

—No, ¿cómo crees? —le respondí perpleja.

—Anda, anímate.

—No... no lo sé, no... ¿Cómo crees? —le dije mientras trataba de localizar al camarero en el bar, aunque sin dar con él.

—Vamos, anda, será divertido. Mira, tú no tienes que participar. Si no quieres, claro. No tienes que hacer nada, tan sólo mirar. Igual, y si se te antoja, pues... te nos unes —me insistió.

—Ay, no sé. ¿Y si se da cuenta Santiago? —le pregunté con genuino temor.

—¿Cómo crees? No tiene por qué enterarse, además los hombres están siempre enfocados en sí mismos. Se les puede engañar fácilmente. Si en algún momento te sientes insegura sólo muéstrate un poquito celosa y él sólo se preocupará de que no lo descubras en alguna de sus movidas.

—¿De verdad crees que Santiago me pone el cuerno? —le pregunté con real angustia.

—Ay amiga, todos los hombres son iguales —me respondió con tanta seguridad que le creí.

Quedé unos segundos en silencio meditando lo dicho por Vanessa.

—¿Y de verdad Alex nunca se ha enterado de tus...? —le pregunté tratando de encontrar la palabra menos ominosa.

—¿Infidelidades? No, que va. Con decirte que, cuando lo besé la otra noche antes de irnos a dormir, ni siquiera percibió el tufillo del semen que otro hombre había depositado en mi boca minutos antes.

Vanessa rio en franca carcajada.

Tras una breve pausa yo también reí asintiendo. No me podía creer de lo que era capaz mi amiga. Francamente me parecía de lo más excitante.

—¿Quieres oír algo más hot? —Vanessa me preguntó y yo asentí llena de entusiasmo e intriga—. Pues desde hace tiempo, cuando le pongo con alguien de verdadera confianza, dejo que se me venga dentro. No sabes lo cachonda que me pone esperar a ver si Alex se dará cuenta o no.

Las palabras de Vanessa me dejaron, para ser honesta, muy caliente, así que no reflexioné más y dije:

—Está bien, acepto.

Continuará...

(9,59)