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Petición de una hija a su madre

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Ya hace tiempo que voy a entrenar a un gimnasio cerca de casa, como unos 10 años. La verdad es que en esta fase he pasado de todo, desde estar cachondo al ver cualquier cuerpo, a incluso fijarme en los hombres, masturbarme en la ducha, no poder hacerlo al escuchar voces de tíos alrededor, poder hacerlo al pensar en la madura que estaba delante… Quieto, ¿qué acabo de decir? Pensando en la madura que estaba entrenando a mi lado.

Así es, ahora mismo estoy en la fase más novedosa de mi visa sexual relacionada con ese gimnasio: no me gusta fijarme en las evidentes chicas que van llamando la atención sino en las mujeres (y alguna chica, va, la incluyo en el grupo) que entrenan conmigo sudando, gimiendo, mirándonos y hablando.

Aunque hay muchas con las que me llevo muy bien y hablamos de vez en cuando ya sea en el gym o después tomando un café (sólo hemos salido de fiesta 1 vez, no voy a mentir) y con casi todas me he imaginado un encuentro más o menos sexual o insinuante, con una de ellas siempre he tenido especial deseo. Gabriella, de unos 50 años con un cuerpo bien compacto, de pequeña estatura. Más de una vez hemos hablado de sexo abiertamente pese a nuestra diferencia de edad y no es que sienta especial interés en tener sexo con ella, hasta que me propuso ir a comer a su casa.

Yo estaba bastante extrañado, pero bueno, acepté la invitación. No me arreglé demasiado, imaginaba que le apetecía compartir un rato conmigo y hablar de cosas o se sentía sola o necesitaba que le reparara el ordenador, pues siempre es una buena excusa para conseguir el arreglo gratis. El caso es que me sorprendió ver a su hija cuando llegué a casa. Allí estaban las dos cuando me abrieron la puerta. Honestamente, su hija no es que me ponga demasiado o me dé mucho morbo. Vale, lo reconozco. Belinda tiene un buen cuerpo petit, 25 años, hace mucho deporte y he sudado con ella muchas veces en crossfit. La respeto.

Nos pusimos a comer en nada porque ya tenían todo preparado y estuvimos hablando de los entrenamientos, de las vacaciones, del gimnasio, de este del otro… Algo normal. Luego sacamos unos chupitos y empezó a calentarse un poco la cosa. No pude evitar que dos o tres pensamientos sobre Gabriella se metieran en mi cabeza viendo los shorts apretados que llevaba puestos y cómo se modelaba al desplazarse por el salón y la cocina recogiendo cosas. Belinda estaba conmigo mientras sentada en el sofá y hablábamos de próximas carreras a las que pensábamos participar, y me costaba actuar de forma normal porque ya estaba empalmado y no me sentía muy cómodo con la situación.

Pero el 5 chupito ya empezó a ablandarme.

Gabriella, que ya se las sabe todas de la vida fue al grano y me preguntó: “Oye Jose, no voy a andarme con rodeos que nos conocemos. ¿tú aguantas mucho ahí dándole al tema?”. En ese momento tal y como estaba me recorrió una descarga por el cuerpo justo desde el final de mi espalda hasta la cabeza. Menuda pregunta. Pero, en fin, yo no creía que fuera a pasar nada así que les dije que dependía de la situación, de mis ánimos, de con quién… y entrando en detalles de que si dependía de cómo se frotaba la cabeza del pene, de si la piel se deslizaba mucho o no, también había trucos para evadir la mente, etc. Noté que ambas dos mostraban una leve sonrisa mientras se reían por algunos de los detalles y al final Gabriella se atrevió a decir “es que tenemos una cosa que pedirte. A ti, porque tenemos confianza, te conocemos de hace tiempo, nos gustas físicamente. Mi hija quiere que te la folles, pero no se atrevía a pedírtelo ni cómo conseguirlo. Y mira por dónde cuando me lo dijo me lo imaginé y me puso muy cachonda la idea de verlo, así que le dije que yo me encargaba de conseguirlo siempre y cuando pudiera estar delante para verlo”.

Entonces fue como si todo el sonido de alrededor se hubiera apagado o atenuado y solo pudiera escuchar los latidos de mi corazón en mi pene. Por un momento me sentí un poco confundido, igual todo eso era una broma y me querían hacer el lío, pero precisamente por eso me vine arriba y decidí seguirles el juego del todo. Así que pasados unos segundos les dije que la idea estaba bien, que no me importa que me viera ella desnudo ni tener sexo con su Belinda, pero que había una condición: que Gabriella estuviera desnuda con nosotros y me dejara interactuar con ella. Ella respondió que no sabía si le apetecería que la penetrara pero que no habría problema en todo lo demás. Tampoco le pareció mal a Belinda, que parecía estar muy excitada ya.

Así que nos pusimos manos a la obra, después de otro chupito, claro, y nos fuimos directamente a la cama los 3. Estábamos tumbados Gabriella y yo boca arriba, yo besándola y tocando nuestras lenguas mientras aprovechaba a sentir su cuerpo desnudo cerca del mío. Cada uno de los dos teníamos una mano en la cabeza de Belinda, que estaba chupándome mi polla. Pensaba que era yo el que hacía fuerza hacia abajo para meterle todo mi pene dentro de su boca pero creo que era más Gabriella, que disfrutaba viendo a su hija como si fuera una perrita dispuesta a ser reventada sexualmente. Perfecto, había encontrado la forma de excitar a Gabriella.

Me puse una goma justo debajo de mis testículos para reducir la sensación y hacer mi polla un poco más gruesa porque quería disfrutar sintiendo cómo mi pene se expandía dentro de Belinda, con un cuerpo tan estrecho. Todo listo.

Puse a Belinda a 4 y Gabriella sentada en su cadera para empujarla bien hacia abajo, mirándome de frente. Puse mi polla justo a la entrada del coño de Belinda y empecé a empujar, sintiendo cómo se iba abriendo. Estaba muy mojada pero no lo conseguí a la primera, así que le pedí a Gabriella que escupiera en su coño. Mientras yo derramaba mi saliva por mi polla y la extendía con mi mano, ella abrió con sus dedos los labios de su hija mientras dejaba caer su saliva justo en la entrada para después empujarlo. Viendo cómo le metía los dedos quise sentirla por dentro con los míos, metí uno y jugamos durante unos segundos a tocarnos dentro del coño de Belinda, que gemía ahogadamente con la almohada. Mientras, nos besábamos y acariciábamos constantemente, algo que hacía que mi polla estuviera palpitando todo el tiempo de excitación.

Después de prepararlo, introduje todo mi pene dentro de Belinda, hasta los testículos. Se sentía increíble, cómo mi pene estaba más caliente que ella y la abría, las rugosidades de su interior y mi piel desplazándose dentro. Abracé a Gabriella apretando mi cadera contra la de Belinda y por detrás la de Gabriella, que se movía rítmicamente empujando a su hija contra mi polla. Por un momento el ritmo era tan bueno que estaba follándome a Belinda como nunca antes me había follado a nadie, golpeando muy seco hasta el fondo y mis huevos rebotando contra su clítoris con cada embestida.

Mientras seguía follándome a Belinda agarré un dedo de Gabriella y lo puse en la entrada del ano de Belinda empujándolo poco a poco hasta que metí más o menos la mitad. Ella con la excitación lo relajaba de vez en cuando y aprovechaba para meterlo un poco más hasta que finalmente lo pude introducir todo. Los gemidos eran cada vez más intensos y yo ya empezaba a sentir que me iba a correr, sobre todo porque ahora notaba el dedo de Gabriella dentro del cuerpo de Belinda. Le gustó la idea a Gabriella y empezó a moverlo dentro del ano de su hija acariciando mi pene que se metía y salía como un pistón lubricado. A los pocos segundos ya había dado con la punta de mi pene y sabía exactamente dónde tocar para excitarme. En ese momento decidí meter yo también un dedo y jugar con ella dentro del ano de Belinda mientras seguía empujando con fuerza. Fue increíble sentir nuestros dedos jugando dentro con mi pene mientras nos besábamos y gemíamos.

Llegó el momento de sacar mi polla porque estaba a punto de correrme y decidí dar un cambio a la situación. Tumbé a Belinda boca arriba y le di la vuelta para poner su cabeza justo debajo de mi polla. Después volteé a Gabriella para ponerla a 4 con su coño justo encima de la cara de Belinda. En esa posición, con los giros se me había bajado un poco la excitación, pero pude introducirle toda mi polla a Gabriella, que estaba ultra-mojada. Le di unas nalgadas mientras empezaba a cabalgarla muy fuerte. Me quité la goma que me apretaba justo debajo de los testículos para sentir bien su coño y llegar a correrme con toda intensidad. Los testículos ahora se movían con más libertad y golpeaban el clítoris de Gabriella. Veía la cara de Belinda mirando atentamente cómo me estaba follando a su madre, cómo mi pene entraba y salía de ella. Seguramente se imagina que así tenía que haber sido verlo cuando me la había estado follando.

Gabriella empezaba a comentar “mira hija mía cómo se me está follando, ¡qué gusto por dios!”. Ya me quedaba poco así que agarré del pelo a Gabriella y le di las 2 o 3 embestidas finales hasta que empecé a correrme dentro. Al mismo tiempo Belinda estaba frotando el clítoris a su madre desde abajo y yo sentía que por dentro ella estaba teniendo sacudidas también. “¡Que se corre dentro!” gritó unas cuatro o cinco veces mientras agarraba yo su cadera con fuerza contra mi polla con la otra mano.

Cuando ya terminó todo el clímax nos tumbamos los 3 en la cama mientras Gabriella jugueteaba con el semen que salía de su coño, los 3 abrazados y pegados…

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