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Sexo con mujer dormida

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Esta historia paso hace tiempo, cuando vivía con una chica con la que al paso de los años el sexo no era ni rico ni frecuente.

Mi ex mide 1.70, de piel blanca, pechos copa c, trasero mediano; algo respingón, cara bonita y coqueta, piernas torneadas; pues en su trabajo caminaba mucho.

A unas casas de donde vivíamos, había una vecina que parecía tenia farmacia en casa; ya que por sus diversas enfermedades y dolencias tenía el botiquín repleto.

Se me ocurrió pedirle en una plática que tuvimos unas pastillas para tratar de conciliar el sueño; pues a veces no podía cerrar el ojo le comenté.

Ella me dio unas advirtiendo que eran muy fuertes y que podría tardar en despertar.

Un día de total calma, a la hora de la comida, molí una pastilla para diluirla en su bebida.

Le pedí que se arreglara porque la quería invitar al cine.

Al término de la comida, ella se preparó para irse a dar un baño.

Al salir me comento que de pronto le empezó a dar mucho sueño; por mi parte le pedí que no hiciera caso.

Al estar arreglada, no pude evitar la excitación.

Vestía una minifalda negra con medias negras que transparentaban sus piernas, acompañadas de unos botines de tacón, un top negro y una chamarra igual.

Volvió a comentar que esta vez tenia muchísimo sueño; le pedí que se sentara un momento en la mesa y que se relajara un poco.

Con los nervios de punta salí a fumarme un cigarrillo.

Tarde un poco en entrar y cuando lo hice, ahí estaba ella, recostada en la mesa.

Me cerciore que estuviera dormida, le hable, la moví, le jale una mano dejándola caer en la mesa y nada. Estaba totalmente inconsciente.

Jale un poco la silla, comenzando a acariciarle sus lindas piernas, pasando por debajo de su minifalda, rozando con un dedo su rica vulva, subiendo hasta llegar a esos senos que me volvían loco, acariciando sus labios pintados de rojo.

La acomode en aquella silla con las piernas abiertas para disfrutar de su olor a limpio y a perfume, metí la cara para aspirar el aroma de su vagina, bese sus pechos por encima de aquel top, bese sus labios, sus pómulos, metiendo la lengua en su oído.

La lleve a la recamara, dejándola acostada con las piernas bien abiertas y ahí comenzó la parte final de mi plan.

Le bese los labios, pasando por sus senos, quitándole la chamarra, el top y el sostén.

Le quite la mini para disfrutar un poco la vista de verle una tanga negra, bese su vulva, sus piernas, lamiéndolas hasta llegar a los muslos, quite la tanga para darme lujo de probar el sabor de su vagina a medio depilar.

Metiendo un dedo, luego dos, jugando con la lengua en su clítoris.

Ella no daba signos de reaccionar; pero eso ya no me importaba.

Me acomode encima de ella y de una estocada zaz. Su vagina era clavada por mi verga babeante y a punto de reventar el pantalón.

La saqué un instante para llevarla a su boca, follaba su boca hasta lo más profundo, cuidando de no ahogarla.

Ahora la acomode en cuatro patas; pues a ella no le gustaba el sexo anal.

Le chupe y lamí el culo como si estuviera demente, haciendo lo mismo que en su vagina, un dedo, dos dedos y su respectiva clavada.

Me sentí en la gloria, poseyendo ese culito virgen y apretado.

Así estuve largo rato, dándole de nalgadas, tirando de sus cabellos, estrujando por detrás sus pechos con todo y pezón.

Después de un tiempo, sentí que me llegaría un orgasmo, acelerando los movimientos le llené aquel culo respingón de mi leche.

No quedando conforme, me limpie el glande para otra vez dárselo por la boca.

Acomodándome para hacer el 69.

¡Que rico sentía aquella acción!

Su vagina recibió por segunda vez mi caliente palo, mi boca estaba como loca entre mordiendo, chupando y lamiendo sus senos.

Con una mano le abrí la boca, sacándole la lengua, para jalarla con mis labios, aprisionándola y lamiéndola.

Puse sus piernas en mis hombros para darle más duro.

Seguía lamiendo sus piernas, dejándole húmedas las medias, mi ritmo era cada vez más duro.

De pronto. Otro orgasmo. Lo curioso es que tanto ella como yo lo tuvimos al mismo tiempo.

Sentía como esa corriente eléctrica recorría mi cuerpo, al grado de hacerme gemir.

Caí encima de ella, besando sus labios, mejillas y su frente, pensando en lo que había hecho.

Al sentir que sus jugos escurrían de mi cabeza, le frote el glande en sus labios carnosos.

Así estuve un rato, meditando en aquel acto de violación que tanto me excito.

A los pocos minutos recobre la erección, dándome otro festín con ella totalmente inconsciente.

Esta vez con sus piernas en mis hombros, la penetre por el ano, para aprovechar aquel momento de recobro.

Sigo insistiendo que era tan grato sentir su estrecho hoyo, apretando mi verga.

Pasaron cinco minutos, para llenarle otra vez su culito con mis líquidos; que ya no salió tanto como al principio, pero de igual modo lo disfrute.

Ya cansado la limpie, la vestí y la acomode como siempre se duerme; eso sí, dejándola sin botines.

Al día siguiente se disculpó por quedarse dormida y por no haber ido al cine...

 

Vladimir escritor

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