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Malena 7: Nuevos Comienzos 4

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Malena 7: Nuevos Comienzos 4: EL GRINGO

Ese sería, su primer pez gordo. Le proporcionaría ganancias que no tendría que compartir con las compañeras.

El asunto generaría gran comisión pero requería astucia y pericia técnica. Además, por sus características étnicas al tipo le debían encantar las catiras. Por eso Gonzalo se lo asignó a ella.

Malena se sorprendió cuando Gonzalo le indicó que ese era el cliente.

Era un tipo alto, corpulento, con el cabello a lo Bob Marley, perfectamente vestido con un flux a la medida, durante la presentación se dio cuenta de que hablaba muy poco español, era de raza negra y la sonrisa que mostró en cuanto la vio aproximarse, acompañando a Gonzalo, encandiló a Malena con la perfección de su dentadura.

-esa debe ser la sorpresa que Gonzalo me había ofrecido, pensó el gringo. Muy buena la catira… perfecta para mí.

Gonzalo no le había informado de las características del cliente, porque ella -al no mostrar interés en averiguarlo por su intermedio- dedujo que ya lo había hecho por su cuenta como otras veces.

Ella, que por su parte, había estudiado el negocio con minuciosidad, consideraba un asunto personal el salir triunfante de la prueba, pues esas compañías norteamericanas generalmente sabían exactamente lo que querían y lo que buscaban: eran lo mejor y ella, se consideraba la mejor. El gringo pensaba lo mismo pero en otro sentido más carnal.

Se mantuvo callada y a la expectativa mientras cenaban.

Gonzalo y el gringo conversaban en inglés. Ella entendía el idioma lo suficiente como para no poder seguir la conversación pero sí entendía muy bien, el significado de las miradas que el gringo de vez en cuando echaba a su blusa entreabierta. No se atrevía a observar directamente al negro para estudiarlo por temor a cometer una indiscreción, pues cada vez que lo intentaba se conseguía con su mirada ávida.

Estaba preocupada por la forma que usaría para comunicarle el contenido del proyecto que ella le expondría pues el idioma sería una barrera para explicarse con claridad.

Respecto a su raza y a la posibilidad de tener que ceder a algún antojo que el gringo quisiera satisfacer con ella también le preocupaba.

No le gustaban los negros desde el día que -en su adolescencia, mientras fisgoneaba a su hermano cuando veía una película porno- quedó traumatizada al ver que el protagonista –un negro inmenso- atravesaba con su inmenso pene a una muchacha catirita como ella. Casi se desmaya.

Fue tanta la impresión, que ese mismo día le vino el primer período menstrual y desde ese momento, los hombres de color le causaban desazón.

Finalizada la cena, el dueño del restaurante, amigo de Gonzalo, les aprestó una salita privada para que pudieran tratar de negocios con tranquilidad y comodidad.

Mientras todos tomaban café y brandy, Gonzalo y el gringo fumaban unos puros. Malena, a instancias del gringo, aceptó probar uno; era un tabaco con filtro marca Hav-A-Tampa que no era muy fuerte y tenía buen olor.

Un espejo que adornaba una parte de la pared frente a ella, le devolvía su imagen extrañamente sensual enfundada en un vestido corto con flecos en su ruedo, amplio, blanco y floreado de púrpura, escotado y con sólo unos finos tirantes que, pasando sobre sus hombros, le servían de sujeción.

Exhalaba bocanadas de su tabaco mientras reconcentrada en las palabras que usaba, hacía la explicación pormenorizada de su proyecto para la empresa agrícola que el gringo representaba.

Más de media hora después de empezar, dio por terminada su presentación, entregó al gringo una carpeta de plástico con el logo de la empresa que contenía el proyecto, que ella había hecho, en blanco y negro.

Regresó a su asiento visiblemente liberada de una preocupación. Se relajó, apoyándose suavemente sobre el espaldar del sillón, cruzó las piernas un poco descuidadamente y le pidió a Gonzalo que le sirviera una copa de licor y le diera un cigarrillo.

No dejó de notar la mirada codiciosa que el gringo echó a sus piernas al arrellanarse en su sillón.

Él abrió la carpeta para comenzar a leer.

Durante la próxima hora nadie habló.

Sólo se escuchaba el ruido de las páginas al ser pasadas por los gruesos dedos del gringo. Malena y Gonzalo sólo se miraban recíprocamente de vez en cuando, de resto miraban las paredes. Durante ese lapso, sin hacer ruido, Gonzalo les sirvió sus tragos y le encendió sus cigarrillos a ella, que no quiso continuar con los tabacos.

Al fin, cerró la carpeta, tomó un sorbo de su copa y le preguntó a Gonzalo algo que ella no entendió. Gonzalo por toda respuesta la señaló a ella con un gesto de la boca. El gringo se volteó a mirarla mostrándose admirado, le sonrió, le tomó la mano y se la besó con un gesto respetuoso.

Malena fue consciente del calor de sus labios grandes y turgentes.

-excelente trabajo, le dijo poniéndose de pie y cerrando su paltó.

Ella le sonrió por toda respuesta, pues estaba emocionada por su triunfo.

Él, haciendo un esfuerzo por componer una buena frase con las palabras que dominaba agregó:

-muy bien, Gonzalo, señorita… los invito a celebrar que su empresa ha ganado el contrato para el nuestro proyecto…

Gonzalo se puso de pie de un salto y le dio la mano sonriente. Malena no se levantó pues las piernas le temblaban de la emoción. Nunca supo la calidad de la expresión sensual que se reflejó en su rostro, debida al estado de excitación nerviosa en que se encontraba, y que le regaló al gringo Le extendió su mano para que se la volviera a besar.

Ella percibió una sensación, a través de su piel, que le informaba que junto con la gran comisión que acababa de ganar, había también obtenido la oportunidad de hacer algo que nunca hubiera pensado que haría.

Un escalofrío de angustia y ansiedad le recorrió la espina dorsal.

Entre risas, traducciones y libaciones terminaron de pasar la noche. El gringo se veía muy entusiasmado por ella y no perdía ocasión de piropearla y echarle miradas incendiarias. Malena no quiso bailar y cuando notó las intenciones de Gonzalo de despedirse y dejarla con el tipo, se puso de pie y se despidió a su vez.

Al hombre se le veía amoscado por la abrupta e inesperada partida de la catira, pero no hubo más alternativa que aceptarla muy filosóficamente.

El día siguiente era jueves y a Malena le tocaba Leonardo.

A las dos de la tarde el contrato estaba listo sobre el escritorio de Gonzalo.

El momento del sello del triunfo era a las tres.

A las cuatro ya estaba firmado y habían hecho un primer brindis.

A las cinco, Leonardo, como siempre, la estaría esperando frente a la pequeña iglesia que quedaba a la vuelta de la esquina. Ella desesperaba entre brindis, la hora establecida para el encuentro se acercaba. Gonzalo propuso otro brindis en un lugar más apropiado. Ella se excusó: su novio la esperaba.

-¡Que venga también! Dijo el gringo más que eufórico, para comprobar si ella mentía, pues pensaba que estaba relacionada con Gonzalo y era un invento para alejarlo. Gonzalo lo hizo desistir de su intención al ver la cara de Malena.

Ella se fue, no sin antes recibir un opulento beso en su mejilla por parte del gringo. Ellos, salieron a divertirse y seguir brindando.

Esa tarde y noche -como siempre- el plan de Malena era tragos, cena, tragos, sexo, sexo y sexo. Así fue.

A las tres de la madrugada, Leonardo la depositó ante la puerta de su edificio y se marchó apenas vio que ella traspasaba la entrada y la puerta se cerraba.

Cuando estaba esperando el ascensor oyó unos golpes en la puerta de vidrio de la entrada. Se asomó encubiertamente a ver quién era -sin intención de abrir pues era ya muy tarde y estaba sola- Era Gonzalo.

Salió a descubierto y le abrió.

-hola…

-venimos a buscarte, fue el saludo de Gonzalo, la noche es joven.

-¡qué joven ni qué coño va a ser! Estoy derrengada… tú sabes de dónde vengo… ¿no?

-no pretendo averiguar la vida ajena…. Pero creo intuirlo. Bueno… ¿vienes?

-¿con quién andas? Preguntó suspicaz.

-con el gringo… él quiere saber de ti…

-Gonzalo, estoy cansadísima… el negocio ya está cerrado y… no me gustan los negros.

-con más razón, arguyó él, no hay peligro de nada y además andas conmigo…

-sí… excelente protección… ¿qué te pasa?

-el tipo está loco por ti… casi lloró…

-¡no me hagas reír que tengo los labios partidos!

-¡coño! ¿Qué te cuesta? Te doy el día libre… fin de semana largo…

-me caería bien porque mañana en la tarde me voy con Leonardo para la finca… quiero dormir…

-¿qué te cuesta?

-¡no! Es no. Dile que el lunes almorzamos…

-no. Quiere hoy. ¿Qué te pasa? Un trago o dos no te van a hacer daño…

-¿está borracho?

-como siempre.

-mañana Gonzalo… mañana. Un almuerzo rápido antes de irme… más nada… no me gusta…

-¡eras mala amiga! Le dio la espalda y se marchó.

Al entrar en su carro el gringo lo miraba expectante:

-está enferma… pero acepta ir a almorzar mañana…dijo Gonzalo apenas entró.

-¡oh! ¡Very good!

-pero déjame explicarte algo… ella mañana…

El ruido del carro le indicó a Malena que se habían ido.

El viernes Malena llegó puntual. Tenía mucho trabajo atrasado a causa del proyecto del gringo. Estaba pendiente de que a las cinco y treinta Leonardo, que era muy exacto, estaría esperándola para irse con ella a su finca el fin de semana.

A las once la secretaria de Gonzalo le telefoneó: la esperaban en la oficina de Gonzalo para ir a un almuerzo que tenía previsto.

Olvidó que había aceptado una cita para almorzar con el gringo. Bajó a regañadientes.

Allí estaba el negro, oloroso y elegante como siempre, a pesar de su exótica manera de llevar el cabello. Gonzalo y él estaban serios con el contrato sobre el escritorio.

-hay que cambiar muchas cláusulas, su sede central cambió las reglas a última hora.

El que hablaba era Gonzalo y se dirigía a Malena.

-bueno, no hay problema, se cambian –contestó ella encogiéndose de hombros- lo hacemos el lunes, buenas tardes.

No era tan fácil. El cliente quería el nuevo contrato ese mismo día, para enviarlo por fax, analizarlo y cerrar el lunes. El gringo debía marcharse el mismo lunes. Eran las instrucciones.

-¡coño, Gonzalo! Queda poco tiempo... tengo un compromiso... ¡no me voy a quedar! Que lo haga Lobelín...

-quedan cuatro horas... ¡tú puedes! Tú eres la madre de esa criatura, ¿Quién sabe de eso más que tú?... le dices a Leonardo que espere un poco si te tienes que quedar un rato más... el entendería... sabe cómo es esto ¡vamos Malena no me dejes así!

El gringo la miraba apenado.

Malena tomó el contrato de la mesa, leyó las notas de los cambios un rato, ellos la miraban expectantes. La catira estaba brava.

Al cabo de unos minutos de análisis dijo: -se debe hacer ese cambio... he debido darme cuenta... como parte de la responsabilidad, es mía, acepto hacerlo ya. Voy a trabajar.

Dio media vuelta y salió sin volverse a mirarlos moviendo su hermoso rabo enfundado en unos jeans que le quedaban brutalmente sexis.

Se concentró en su trabajo y cuando terminó se dio cuenta de que todos a su alrededor se habían marchado. Eran quince minutos después de la hora de la cita: -menos mal que Leonardo está acostumbrado a mis retrasos... ¡coño, tengo que apurarme!

Bajó a buscar a Gonzalo para informarle que había terminado. Su secre -que ya estaba recogiendo para irse- le informó que Gonzalo se había ido, pero le había dejado una nota que ella no le había entregado antes por precisas instrucciones suyas de no molestarla para que no se entretuviera con otros asuntos que no fueran las instrucciones que él le había dado.

La nota decía que él había tenido una emergencia -sí, ¡cómo no!, pensó ella, emergencia las llaman ahora... en emergencia estoy yo- ...que le llevara el contrato al gringo, que la esperaba en su hotel, que no olvidara hacerle firmar una copia y que pasara un buen fin de semana.

Malena estaba que volaba de la rabia.

Sacó dos copias del documento, metió todo en su maleta de viaje, tomó su cartera y bajó corriendo las escaleras pues el ascensor se tardaba demasiado. Más abajo lo consiguió en su camino y lo abordó.

Leonardo esperaba junto a su camioneta, no le reclamó su retraso -como siempre- a cambio ella le dio un gran beso que a él le hizo olvidar las penas y recordar que era un fin de semana con su bella Malena y habría mucho de sexo, de cerveza y de alegría.... no valía la pena airarse: “ella es así”.

-mi rey, me retrasé porque estaba terminando un trabajo que Gonzalo me dio a última hora... y todavía falta más, le dijo con cara compungida.

Le alargó el papel y él lo leyó con tranquilidad.

-¿qué hotel es?

-El Piper.

-por lo menos queda rumbo a la salida... bueno, vamos a salir de eso... no se te habrá quedado el contrato ¿no?

-no, mi rey, aquí lo tengo, dijo mientras lo extraía de su valija.

Por el camino fueron entreteniendo la molestia por el retraso con comentarios acerca del contrato.

-Es un gringo, negro y se parece a Bob Marley, le dijo Malena.

Llegaron.

-te espero, le dijo Leonardo, mientras sacaba una cerveza de la cava y un cigarrillo de la caja.

-¿no me vas a acompañar? Preguntó Malena quien no quería estar a solas con el gringo ese que la tenía sentenciada.

Quizá se lo dejaría hacer –por darle rienda suelta a la perversión que había anidado en su matriz por un tipo así desde su adolescencia- pero no hoy.... el lunes, antes de que se fuera.

El gringo la esperaba en bata de baño. Ella entró modosa y sin mirarlo mucho, le entregó las dos copias del contrato:

-mi novio me espera, allá abajo, te ruego ser lo más expedito posible. Dijo a manera de explicación por la exigencia de brevedad en el asunto.

Él no entendió palabras, sólo entendió que debía poseerla cuanto antes.

Apenas entrar, ella le inoculó con sus efluvios sensuales de hembra en celo, de hembra que olía a cerveza, a sensualidad y a cigarrillos, la necesidad impostergable de hacerle el amor. Tenía que tenerla o moriría. No importaba nada más.

Colocó los dos ejemplares sobre la mesa y no los miró más. La miraba a ella.

Ella sonrió nerviosa y dio un paso atrás cuando lo vio acercándose con paso de tigre:

-mi novio está allá abajo, esperándome, le dijo, pero una extraña sensación le anidó en su ombligo y bajó muy despacio hasta su clí.

-el tiempo que nos hubiera tomado revisar y firmar lo podemos usar de otra manera, le dijo con su lenguaje enredado.

-no quiero ahora, dejemos esos juegos para después... estoy nerviosa. Ella le hablaba poniendo sus manos enfrente como escudo.

-así es como me gustas más... nerviosa. Yo te apaciguaré…

Se detuvo frente a ella y se desató la bata. Su erguido falo negro -era como el del negro de la película: portentoso- se mostró ante ella.

Sintió que su vagina se llenaba de moco, pensó que le iba a venir el período otra vez y sintió nauseas.

La tremenda tranca -a pocos centímetros de su abdomen- le apuntaba directamente. Ella temblaba, no sabía si de temor o de placer.

Era un tipo muy alto y su pene le quedaba a la altura de su abdomen. Levantó la vista y lo miró a los ojos.

-estás perdiendo tiempo, le dijo él mientras miraba el reloj que no se había quitado y que ahora constituía su única vestimenta.

Leonardo –quince pisos más abajo- velaba y destapaba su segunda cerveza, cuando ella se arrodilló.

-debe ser rápido -le dijo en el momento que tomaba el gran falo entre sus manos, que no lo abarcaban- y se lo fue metiendo en la boca.

Él la miraba extasiado. Esa belleza...

Ella mamaba, lengüeteaba y chupaba su cabeza con fervor…. Era grande y por lo tanto difícil de abarcar con su boca.

-ven, le ordenó él suspendiendo las acciones.

Tenía ahora otro plan.

Ella se puso de pie: -¿qué hora es?

-Ya vamos a terminar, tranquila.

Le bajó el estrecho pantalón -con su fuerza hercúlea lo logró fácilmente- hasta sus rodillas.

La acostó boca arriba sobre el escritorio, sus piernas colgaban, los contratos cayeron al piso. Él se ensalivó profusamente su enorme cabeza. Ella le dijo anhelante: -ten cuidado, por favor... sólo un poquito...

Comenzó a enterrárselo, ella se retorció un poco para tratar de abrirse más, pero el cepo de su pantalón se lo impedía.

El gran pene negro recorrió primero la abertura entre sus nalgas y se las apartó. Ella lo sintió cuando pasó rasante sobre su ano. Se metió en su raja y apartó sus labios mayores… se aposentó sobre la entrada a su canal.

Ella cerró los ojos con fuerza y sin querer apretó su área perineal.

Ella sentía esa gran arma -con todo detalle- preparándose para empalarla y partirla por la mitad.

Le entró la cabeza: su gata chilló...

Le entró un poco más: ella chilló y trató de detener su enterramiento colocándole sus deditos sobre su abdomen musculoso:

-sólo un poquito...

El detuvo el avance. Dentro, sólo tenía la cabeza, el cuello y unos dos centímetros de tallo. Suficiente para ella, se sentía atiborrada.

El comenzó a moverse entrando y saliendo sin sobrepasar ese límite, ella se relajó: no la iba a matar.

Comenzó a disfrutar del efecto que le producía el movimiento de vaivén de la pequeña parte del émbolo que le incrustaba sin sobrepasar la parte más externa de su canal vaginal.

La cabeza entraba y salía. Su cuello, al ser de menor diámetro que la cabeza, producía que el músculo constrictor de su vulva se estirara y cerrara alternativamente produciéndole una placentera sensación que le llegaba al ano vía periné.

Estaba gozando mucho, se retorcía, bramaba e inconscientemente impulsaba su cadera hacia arriba en busca de una mayor cantidad de carne. Él la dejó hasta allí, a pesar de lo que ella le solicitaba con palabras y movimientos pélvicos.

Eso que ella sentía ahora, era lo que -en el momento que veía la película pornográfica a escondidas de su hermano- su cerebro adolescente, le indicaba que estaba pasando a la mujer que el negro tenía empalada. No la hacía sufrir, la hacía gozar. Su cara no era de dolor sino de dolor por tanto placer. Ahora lo recordaba con nitidez. La cara de la catira de la película era de gozo atroz. Lo mismo que ella sentía ahora.

Empezó a estremecerse con el orgasmo, entonces el dejó de contenerse y soltó su carga a las puertas de su buchona vulva tragona y sinvergüenza, pero sin ceder al deseo de profundizar el estacazo.

Ella terminó, por primera vez en su vida, riéndose a carcajadas.

Se quedaron unos segundos respirando para recuperarse.

Él había decidido que si ella quería casarse con él… dentro de unos meses ya sería ciudadana norteamericana, pues estaba dispuesto a eso y más...

Ella recuperó su realidad: Rápidamente se puso de pies y corrió- enredándose en el pantalón atorado en sus rodillas- rumbo al baño.

Cuando salió de allí…casi como nueva, él le entregó la copia del contrato que a ella le correspondía: - está firmado, a pesar de que no lo he revisado, para que se lo puedas mostrar a tu novio y probarle que estábamos trabajando en ello.

-gracias -le dijo ella sonriendo- él confía plenamente en mí… no era necesario… pero mejor así.

-el original lo voy a revisar con calma... si hay algún error, lo corriges después...

-no hay errores... lo hice yo. Le dijo altanera.

Él le estiró la mano: -sin rencores...

-sin rencores... contestó ella. ¿Qué hora es?

-sólo tardamos veinticinco minutos.

-¡Uff! Buen tiempo... chao, le dijo retirándose.

-¿Cuándo regresas?

-El domingo en la tarde...

-¿podemos vernos en la noche?

Ella titubeó.

-¿es necesario para el negocio? Preguntó ella enrojeciendo.

-no, no es necesario para negocios... es necesario, solamente.

Ella no contestó, su raja le temblaba de emoción.

-está, bien... a las ocho en la puerta de mi edificio...

Dio la espalda y salió.

Ya en la puerta se detuvo para volverse a mirarlo: -¿fue que te gustó mucho?

Él no entendió, en el momento, a qué se refería.

Pa’l llano.

Entró en su camioneta y le dio un gran beso que los transeúntes observaron sonrientes:

-bueno, mi rey… para el llano… a tirar y a beber… ¡listo el pollo!

-fue más rápido de lo que pensaba, dijo él para consternación de ella.

-bueno… el domingo no lo será- pensó ella sonriente.

-sí, le respondió en voz alta mientras ya iban en camino, sólo revisó las cláusulas nuevas... pocas... porque ya lo demás lo habíamos revisado. Bueno, mi rey, no hablemos más de trabajo, le dijo, acercándosele para rodear con su abrazo su cuello.

Él le puso la mano sobre el muslo y de allí la subió un poco hasta su ingle.

Ella le reclamó: -¡deja, chico! ¿Por qué eres así?

Esa noche Leonardo, chupó residuos de leche gringa y aunque le pareció, su bella y oronda popota, un poco más abierta de lo normal, fue un polvo maravilloso.

Ella le explicó que antes del período, se le estaba poniendo así últimamente… deben ser las hormonas, las pastillas anticonceptivas… por eso no las puedo tomar y tú deberías protegerme, si usaras condón no tomaría pastillas… porque ¿para qué si el único eres tú?

-¿se te estará preparando para concebir un nuevo chamo? Le preguntó él en broma.

-ni loca... que se quede quieta... ¿pero te gustó?

-claro, mi amor. Esperemos que se calme y en la mañana lo volvemos a hacer.

-¡chévere, mi rey!

Esa misma noche le preguntó a una española –amiga suya que también poseía una finca en el parcelamiento- que cuál era su recomendación para un caso como el suyo, sin darle detalles de la causa de la exagerada apertura de su totona.

La española era una mujer madura que tenía pinta y modos de “Madame”.

-No te preocupes -le contestó la mujer, que había entendido sin necesidad de que le explicaran- ella, se reduce a su abertura normal en poco tiempo, eres joven y elástica, pero, si el problema apremia, como creo, vamos a la cocina para prepararte un poco de agua de alumbre para que con ella te des un baño de asiento... el único peligro es que se te cierre demasiado y te pongas como una virgen, concluyó entre carcajadas mientras ya iban caminando hasta las cocinas, dónde había una cocinera amiga suya que poseía ese producto y otros más... incluso para abortar... se llamaba Nicasia y la llamaban La bruja.

Leonardo la veía alejarse acompañada de la española mientras pensaba en la facilidad que tenía Malena para hacerse de amistades.

-Hasta los peones la adoran, es que es adorable, se dijo antes de desentenderse del asunto.

En la misma cocina -delante de las dos mujeres y siguiendo sus instrucciones- les dio un baño con agua de alumbre a sus partes bajas, sentada en una ponchera con su trasero sumergido en el astringente líquido mientras conversaban y fumaban. Al finalizar el asunto, la bruja le pasó sus dedos por allá abajo para comprobar la reacción del producto y aprobó satisfecha: -el efecto te dura hasta la mañana, si quieres, el domingo te das otro para finalizar… si se requiere, porque eso se arregla sólo…

-mañana sábado es que me interesa por si acaso, el domingo no es conveniente… total no sé para qué lo estoy haciendo, mañana, ni cuenta se dará con la pea, le explicó a la española.

-Antes de irme te traigo tu regalito, Nicasia, eres lo máximo.

Le dieron un beso de despedida a La bruja y empezaron a alejarse por los oscuros caminos hacia la zona social…

-¡catira!

Era la voz de La bruja. Ambas se voltearon y se devolvieron juntas pero sólo a Malena le permitió pasar. Le tomó las manos y le dijo:

-el negro no es para ti… no aceptes lo que te proponga…

Malena la miró extrañada: -¿te refieres a…?

-cuando lo oigas, lo entenderás…

-gracias, le dijo soltándose de su apretón.

-me pagas cuando regreses y hayas entendido… hay alguien por aquí que está interesado en ti… y no te conviene tampoco. Evita. Cuando regreses, el año que viene, hablamos. Este año ya no regresarás más.

A Malena le extrañó: apenas estaban en Junio.

Dio media vuelta y corrió hacia donde estaba la española esperándola en las sombras. Le había dado miedo Nicasia.

Esa noche y el sábado completo se dedicó en cuerpo, alma y vagina a Leonardo. Bebió hasta cansarse y tiró hasta quedar exhausta. El domingo descansaron: sólo bebieron y comieron.

El domingo, fue un regreso fastidioso a causa de la lentitud del desplazamiento en la carretera. Había derrumbes. Llegaron a la puerta de su apartamento después de las ocho.

Apenas la camioneta de Leonardo cruzó en la esquina, las luces de un auto estacionado en la acera de enfrente le indicaron que el gringo estaba puntualmente esperando.

Decidió no subir, así se ahorraba la cantilena de su madre, porque no se ocupaba de su hijo, que todo se lo dejaba a ella, que todo no era dinero…etc.

Lanzó su maleta en el asiento de atrás y a modo de saludo le dijo:

-tenemos toda la noche, no puedo regresar hasta que amanezca. Simularé que me tuve que quedar en el llano debido a los derrumbes en la carretera que nos impidieron regresar; pero eso sí, antes de la ocho, porque a las nueve debo estar en la oficina…

El nerviosismo la ponía, a veces, a parlar como Guacharaca loca: sin parar y sin mucho interés en lo que decía, dejaba que sus pensamientos fluyeran por su boca sin madurarlos.

Él, aparcó el auto al borde la acera pues había captado la ansiedad que a ella le trastornaba su estado mental.

Sacó una botella de whisky de debajo del asiento y se la ofreció para que bebiera a pico de botella. Ella lo hizo y se lanzó un gran trago que le quemó la garganta y más abajo: -¡listo! dijo cuando terminó en medio de una risa…

-¿cómo estás? -Preguntó ella, como si acabara de entrar al carro- ¿pensaste en mí?

Su respuesta fue que la abrazó, la besó y Malena en ese momento supo que su lengua era también de unas medidas extraordinarias.

-¡ay, dios! -Se dijo- esta noche me va a parecer muy…. Pero muy corta…

UNA NOCHE CORTA Y UNA PROPUESTA LARGA.

Llegaron al lujoso hotel donde el gringo estaba alojado.

-¿quieres vodka? Preguntó él, mientras se arreglaba con el botones que la había ayudado con el equipaje que había traído del viaje a la finca de su novio y esperaba más instrucciones.

-sí, respondió ella, mientras abría su maleta para sacar sus artículos de aseo.

Él instruyó al botones para que trajera comida y bebida.

-¿qué haces? Le preguntó acercándosele por la espalda.

-busco mi cepillo de dientes y otras cosas personales…

-¿para qué? le preguntó mientras la hacía dar la vuelta para que quedara frente a él.

Malena captó su perfume y estuvo tentada de preguntarle la marca para recomendárselo a Leonardo, era un perfume que la sensibilizaba para el amor.

Se besaron profundamente, su lengua le llegaba a veces a su garganta. Era bárbaro. Mientras se abrazaban, ella sentía su grandioso pene apretado contra su abdomen.

-ten cuidado… con eso, le advirtió ella señalándoselo, cuando se separaron al oír que sonaba el timbre.

Ella aprovechó para meterse en el baño. Necesitaba asearse, hacía tres días que no se bañaba como dios manda, sólo lavadas y fregadas por partes.

Él entro sin anunciarse al cuarto de baño y la encontró bajo la ducha, ella se turbó, pero él no le hizo caso. Le entregó un vaso de vodka con jugo de naranja del cual ella tomó unos sorbos antes de devolvérselo. Inconscientemente había mantenido una mano cubriendo sus senos.

Luego, de lo más orondo, se sentó en la pequeña banqueta del tocador y se puso a observarla sonriente mientras bebía de su copa de brandy.

Malena, trató de desentenderse de su presencia pero no pudo.

Cuando ella salió, él se desnudó y pasándole por un lado, se metió bajo la ducha.

Estaba excitado y no podía dejar de mirarlo de reojo. Dejó de secarse y se decidió a admirarlo abiertamente, mientras acababa su bebida.

Salió de la ducha y se le acercó. Se lo puso entre sus manos. Ella lo revisó. Era grande, pesado y negro. Ya lo conocía, pero ahora no le temía… tanto, sabía que podía recibirlo sin quedar separada en dos partes.

La mesa era de la altura precisa para hacer cositas sobre ella. Ya lo habían comprobado.

Ella se acostó de espaldas sobre ella y puso sus talones sobre su borde. Abrió las piernas y le sonrió.

El negrazo, con su amplia boca de labios sensuales y gruesos, atrapó toda su fruta y casi se la tragó. La abarcaba desde el ano hasta el clítoris.

Comenzó a hacerle cosas que nadie le había hecho y comenzó a sentir que una gran aspiradora engullidora de cucas, le estaba sacando sus entrañas por sus agujeros inferiores.

La lengua y los labios no le daban tregua a su placer, chupaban, engullían, se metía hasta bien adentro y allí, se movía como si fuera una lombriz de tierra escarbando para esconderse. La había puesto a requebrar la cadera incontrolablemente con sus manejos babosos.

Su boca y lengua, ora, tragaban su gata, y la perforaban, ora, tragaban su ano y se metían en él.

Sus susurros y contorsiones premonitorios de un buen orgasmo, avivaban la chispa del negrazo, quien, al no prevenirlo, se atragantó con él… menos mal que salió seco… sin meados, pensó Malena en medio de su éxtasis.

Le había apretado la cabeza con sus muslos y se aferró a sus brazos para que la muerte no se la llevara adónde habitan los orgasmos usados.

Acto seguido se irguió y se la quedó mirando sonriente. Ella abrió los ojos para darle las gracias con una sonrisa. Se pasó los dedos por la raja, se sintió dispuesta y le anunció que estaba lista.

El lanzazo la desesperó.

Fue doloroso e incandescente, crucial y espontáneamente cruel.

Sólo abrió los ojos para que las lágrimas salieran. Se notaba adolorida. Él sacó la mitad. Ella respiró.

-¡coño! Chilló ¡cuidado!

Él sonrió. Sabía lo que ahora venía:

-¡perdón! no pasaré de aquí. Dijo para indicar que lo que tenía adentro era la medida de la que no pasaría. Era casi la mitad.

El movimiento comenzó desde afuera para afuera y sólo un poco hacia adentro. Lentamente al principio. Él la miraba retorcerse con su medio plátano en su interior. Ella cerró los ojos para no mirarlo.

Él seguía en su lento movimiento, aferrado a sus exuberantes muslos abiertos. Ella lo atenazaba por la espalda con sus piernas cruzadas en forma de tijera y mediante la fuerza que hacía con ellas intentaba prensarlo hacia ella.

De vez en cuando levantaba la cabeza y observaba lo que estaba haciéndole para verificar la cantidad de material que le entraba y salía.

-¡Ah, gringo coño e’ madre! Se decía ella y volvía a apoyar la cabeza sobre la mesa, mientras aplicaba mayor fuerza al agarre de sus piernas.

El seguía frotando con lentitud. El orgasmo de la mujer estaba a punto. Él lo sabía. La miraba escrutador:

-¡ya vas a saber lo que hacen los negros mujer! Se dijo.

Ella reventó en un desquiciante orgasmo y pedía más… con sus caderas y el aferramiento de sus piernas, pedía más penetración.

Recordaba al negro de la película y pedía más penetración, el placer la hacía desvariar. Unas veces era ella y otras veces se sentía la catira de la película. Ese era su trauma: -¡mátame!

--no quiero hacerte daño, le dijo él. Ella mugió una grosería.

Él y aumentó el frenesí del movimiento, más no el de la entrada de la cantidad de pene. Ella gritó que se lo metiera más… mientras soltaba otra vez su espuma…

-no. No quiero dañar… dijo él.

-¡dáñame! Coño, pero mételo…

No la obedeció. De la mitad no pasó y casi en la puerta le echó un chorro de leche cuyos borbotones sintió ella bajándole por las nalgas.

Los espasmos vaginales producto de su nuevo orgasmo expulsaban el semen.

Ella cerró los ojos. Se calmó un poco. Se sentía débil. Temblaba y respiraba acezante,

El gringo tuvo que desaferrarle las piernas de su cintura.

La besó suavemente: -¿tienes hambre?

-no, pero me siento débil.

Él le trajo jugo de naranja y un pedazo de pastel: -parece que te hubiera bajado la tensión.

Ella no contestó y comió temblorosa.

Cargándola la trasladó a la cama dónde estaría más cómoda.

Se recostó sobre las almohadas y se quedó dormida.

Cuando despertó, a través de las cortinas se veía que aún era de noche.

Él, enfundado en su bata, sentado al escritorio, fumaba su tabaco, bebía brandy y estudiaba el contrato.

Se quedó un rato estudiándolo a él. Ya se sentía perfectamente.

El movimiento sobre la cama le llamó la atención, levantó la vista para mirarla y se puso de pies para ir hacia allá.

Ella se estiró sensualmente. Estaba cubierta por una sábana pero desnuda debajo de ella:

-estoy bien, sólo fue producto de los excesos, dijo sonriente.

Él se sentó a su lado: -¿seguro?

-sí…sí, no te preocupes, todo okey… ¿Cuánto dormí?

-como tres horas, dijo él chequeando su reloj.

-estaba cansada… quiero un trago…

-nada de tragos… jugo, y pedí unos pasteles rellenos… no es conveniente comida pesada.

Se levantó y trajo lo que le había ofrecido.

Ella comió y a medida que lo hacía se dio cuenta de que tenía mucha hambre.

Terminó devorando varios pastelitos y dos vasos de jugo. Al final estaba harta.

Le tendió los brazos para abrazarlo y él la rodeó con los suyos. Se besaron.

-quiero casarme contigo, le dijo abruptamente el gringo.

Ella lo tomó a broma y no hizo caso: -¿qué tal el contrato?

-justo… perfecto… sólo un pequeño cambio me ordenaron: las valuaciones no serán mensuales sino semanales... más nada.

-okey, eso era previsible...esta es latino américa, atestiguó.

-quiero que seas mi mujer y te vayas conmigo a mi país… no soy rico pero estoy muy por encima del promedio…nada te faltará… serás norteamericana…

-No. No quiero casarme… no puedo.

-¿por qué?

-soy muy… puta, te montaría cachos, cuernos… ¿entiendes?

-sí, tu jefe me explicó el significado… dijo poniéndose los dedos índices al lado de las orejas.

Ella se rio. Estaban sentados uno al lado de otro sobre la cama: ella apoyada en los almohadones y bajo las sábanas su curvilíneo y ebúrneo cuerpo desnudo, y él, sentado en posición de loto con su bata cubriéndole el fuerte cuerpo de ébano.

-no me gusta, pero si esa es tu condición… acepto.

Ella se irguió:-¿me hablas en serio? ¿Crees que soportarías mis cachos? ¿Cuánto tiempo?

-sí, contestó él tomándole la mano, ¿quieres?

-no… no me quiero casar, es decir es un honor lo que me propones… pero no nos conocemos, quiero seguir libre, tengo un hijo y una madre que mantener… es decir, quiero quedarme así.

-¿tu novio?

-no… no es eso… bueno, sí, un poco… lo quiero… a mí manera… “my way”, dijo riéndose para adornar un poco la negativa… ¡coño, chico! No seas malo, no ves que no puedo…

-te dejo pensar, regreso en dos o tres meses…

-¿a dónde vas ahora?

-Australia.

-ves, te pegaría cachos –ella se incorporó más para acercársele y aferrarle mejor por el cuello- óyeme, yo tengo un problema… pego cacho cuando me abandonan… por revancha… no lo puedo evitar, es una tentación más fuerte que mi voluntad… ¿por qué crees que estoy contigo?... por venganza con mi novio que no me atiende, que se niega a separarse de su mujer, después lo voltearé por otra razón y así sucesivamente, no puedo evitarlo, es más fuerte que yo. Es mi naturaleza…. Mi cuerpo y mi mente me lo piden… me apoyan…me halan hacia la traición sin remordimiento, después regreso afligida… pero no arrepentida… ¿entiendes?... me matarías… por eso mi novio es perfecto: no se da cuenta de nada y me ama, no es que no se dé cuenta, es que evita darse cuenta conscientemente, es un tipo muy inteligente y estoy segura que de los indicios y presunciones deduce la verdad de los cachos que le pego, pero sigue porque me ama, no es que sea un cabrón, ¡no! Me dona la posibilidad de ser y de elegir por mí misma y a mi manera sin obligarme… él lo puede hacer ¡a ti te haría daño!

-yo no abandonaré… te llevo conmigo siempre.

-no quiero eso: ser un remolque que va a dónde lo llevan… ¡no! Quiero ir a dónde yo guste y pegar cachos cuando sea necesario… por eso tengo a mi novio y no lo cambio… nos amamos a nuestra forma que es inconcebible para otros.

-puedo esperar a que pienses…

-lo que pueden cambiar son las circunstancias actuales por otras, que me harían aceptar… pero seguiría pensando lo mismo… y terminarías matándome… si quieres, me llevas de viaje o de vacaciones… o me tienes cuando vengas por aquí… pero fija: nanai nanai.

-¿Qué es?

-algo así como nada de nada… “Nothing at all”

Se quedó pensativo.

Ella se despojó de la sábana, se puso de rodillas y lo rodeó con sus provocativos brazos, poniendo su cara pegada a la suya: -¿me quieres?

-es cariño… me gustaría vivir contigo…

-después… cuando regreses volvemos a hablar… Australia, dijo soñadora.

-si quieres nos vamos…. Buena prueba… dos meses… sino resulta quedas libre…

-Y sin empleo, completó ella.

-nanai nanai… -la remedó él- te empleo en la empresa… necesito a alguien aquí…

-lo tienes todo previsto.

-sobre la marcha.

De pronto le vinieron a la mete las palabras de Nicasia y palideció.

-¿te sientes mal otra vez?

-no… no es nada sólo un recuerdo malo. Me vi muerta entre tus brazos el día que me descubrías en una infidelidad.

Él se carcajeó: -eres una diabla… sabes mucho. Está bien dejemos eso para cuando regrese.

-ahora tiremos, completó ella riendo y besándolo.

Se le echó encima y lo hizo caer de espaldas: en medio del beso le dijo que quería que le volviera a hacer lo que le hizo con la boca: -…tú sabes dónde…

Él la obedeció al pie de la letra… esta vez ella se orinó y él tragó: -¿Quién te manda, pues? Le preguntó muerta de la risa cuando lo vio con su cara y su boca llenas de meados.

Él se reía y se reía.

No le permitió beber más: La cuidaba.

-Eso es peligroso para mí, pensó, puedo dejarme enredar, es tan bonito que la mimen a una.

Su primordial debilidad y necesidad era la de protección, la de no ser abandonada… como lo fue por su madre biológica que se la entregó a otra… por las causas que fueran, ella nunca abandonaría a Félix. Ya había pasado por eso y había resistido: era su carne, su sangre…

Se quedaron un rato abrazados, ella sobre él, besándolo, mordiéndolo, acariciándolo.

Así, acostados de lado, ella sintió que su puyón estaba a la puerta de su cueva. Elevó su muslo un poco y colocó su pierna sobre su cadera; con su manita tomó su cabezota, la acomodó bien en la entrada, lo mordió para tomar coraje y ella misma empujó: entro la mitad de la cabeza; luego otro poco y el resto de ella entró, su esfínter vaginal la atrapó por el cuello.

El gringo la tenía rodeada con sus brazos por su cintura y la apretaba hacia él.

El aparato empezó a resbalar lenta y suavemente hacia adentro. Ella apretaba sus muslos para no perder ni un milímetro de la sensación que experimentaba. Lo sentía abriéndose paso implacablemente en sus entrañas. No le dolía, sentía que la inundaba de carne, pero no le dolía.

Su carne se posesionaba de su interior, le llegaba profundo… le llegaba al estómago.

Seguía apretando para sentir, lo mordía lo besaba, lo lengüeteaba, lo llenaba de saliva.

La culebra había llegado al tope… a su sima., de allí no pasaría… no había más espacio.

Metió sus manos entre sus piernas y tocó para calcular: quedaba aún una parte afuera, no supo cuánto ni nunca sabría cuál era su máximo aforo, porque la estaca comenzó un lento movimiento. Estaban sujetos entre sí por brazos y piernas….

Él émbolo se movía en el poco espacio libre que a él le quedaba en sus caderas para el vaivén. Casi ni salía ni entraba.

Ella rompió un orgasmo que la dejó para la urna… él acabó también pero no perdió el ritmo.

El pistón entraba y salía sólo centímetros. Ellos estaban apretados y con sus bocas pegadas, se tragaban sus orgasmos. Ambos estaban sucumbiendo al dolor del placer, sus cuerpos se entregaban. Sus sudores se mezclaban pero no se separaban.

El metió sus manos entre sus nalgas y abriéndolas completamente, comenzó a frotar su agujero. Había calor y humedad… pero también había mucho placer.

Los orgasmos emergían y cesaban intermitentes. Uno más grande que parecía salirles de un sitio que quedaba fuera de ellos, los enloqueció y sus movimientos limitados se dispararon fuera de control, ambos gritaban, el pene entró un poco más Malena sintió que la reventaba en el mismo momento que su orgasmo llegaba a su apogeo.

El chorro de semen lo recibió directo en su útero y este lo redirigió hacia sus trompas. No tenía por dónde salir.

Se quedaron así un buen rato hasta que su falo comenzó a ponerse fofo.

Cuando se separaron, muy lentamente, se dieron cuenta de que ella tenía sus dedos agarrotados enterrados en su espalda; él le había perforado el ano con un dedo y sus nalgas abiertas le dolían en su raja; las bocas escocían por tanto morderse; las piernas de ella estaban atadas a las suyas y fue difícil desamarrarlas… eran dos cuerpos que, por momentos, se convirtieron en uno solo.

Se desatascaron y se separaron.

-quiero dormir, dijo ella cansada pero saciada. Él la cubrió con la sábana y se levantó de la cama, que aunque era amplia, sin su peso sobre ella, le permitiría dormir más cómoda.

-me sigue cuidando… pensó ella antes de sucumbir al cansancio.

Eran las siete cuando la despertó. Una humeante taza de café la esperaba, él ya estaba vestido.

Se abrazaron sin palabras, hoy era la despedida.

Ella se bañó sola… sin que nadie la mirara.

Se vistió con sus sudadas ropas de la víspera y le preguntó el nombre del perfume: -quiero recordarte en el olor de ese perfume.

Él le regaló una botella nueva.

La llevó a su casa y mientras se arreglaba, la esperó abajo, en el carro.

La trasladó a su oficina.

Casi no hablaron en el camino. Le regaló quinientos dólares para que fuera a un médico y se realizara unos exámenes: -creo que debes cuidarte más, le dijo.

Seguía cuidándola… ¡coño, qué peo! ¿Será un error lo que estoy haciendo?

Pero las palabras de La bruja martillaban en su cabeza.

Para mediodía había desaparecido de su vida…

-quizá se lo pensó mejor, pensó, tiempo después, al ver que no regresaba.

Durante muchos años no volvió a saber de él.

El martes siguiente, le tocaba Leonardo. Esa tarde le obsequió una botella de perfume:

-mira lo que te compré mi rey, póntelo cada vez que me vengas a visitar, te lo compré especialmente para mí.

Fin de: Malena y El gringo.

By: leroyal

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