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Alex, 18 años, casi Alexia de tan lindo (final)

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Ligia había hecho que Diego tomara una ducha en el cuarto de baño de la planta baja con lavado de cabeza incluido y luego de secarlo le perfumó las sienes, las muñecas, el cuello y las orejas. Le metió el dedo medio hasta el nudillo en el culo y así comprobó que el estrecho sendero estaba limpio.

Para tal menester la matrona había tenido que doblegar a bofetadas la resistencia del pobre chico, que seguía sin asumir el cruel destino que le esperaba.

-¡Oíme, mocoso de mierda! –le había dicho Ligia en medio de la golpiza. –¡Quieras o no te van a romper igual ese lindo culo que tenés! ¡Usá la cabeza y no me obligues a tener que darte vara!

El pobrecito lloraba de angustia y de dolor y en ese estado la matrona dejó de golpearlo y lo arrastro hacia la celda. Luego de cerrar la puerta con llave regresó a sus dependencias, liberó a Alex y se lo llevó con ella al encuentro de los Amos, luciendo su túnica y en ojotas.

Los tres viejos estaban desnudos.

-Mmmmhhh, que lindo se te ve, nene. Se nota que tragar vergas en cantidad te hace bien. –dijo el ingeniero.

-Gracias, señor… -murmuró el jovencito con la cabeza gacha y las manos atrás.

-Hace un rato acaba de tragarse dos buenas pijas, por el culo y por ese lindo hociquito que tiene. –comentó Ligia provocando risotadas y aplausos en los tres viejos.

-¿Así que querés ver cómo nos cogemos a tu compañerito, che? –preguntó retóricamente el escribano.

Alex demoró unos segundos en responder, inhibido por la vergüenza.

-S… sí… sí, señor… -murmuró finalmente.

-¿Y por qué? –quiso saber el ingeniero.

-Creo que… que me… que me voy a excitar, señor… -contestó el jovencito después de una pausa.

-Se ha pervertido completamente. –amplió Ligia para beneplácito de los tres Amos.

-Bueno, vamos. –dijo el doctor encaminándose hacia la puerta seguido por los demás.

-Traje cuerdas, por si hay que atarlo. –informó Ligia mientras iban camino a la celda.

Bueno, veremos, porque creo que será muy excitante si se pone difícil. –dijo el escribano.

Cuando entraron en la celda Diego estaba echado en el camastro. Se incorporó a medias impulsado por la angustia y el miedo le dibujó una mueca ante la presencia de esos tres viejos desnudos. Inmediatamente después sus ojos se agrandaron al ver a Alex, que había entrado detrás de los Amos.

-¡¿Vos?! ¡¿Vos acá?! ¡¿A vos también te agarraron?!... –exclamó refugiándose en un ángulo del camastro, rodeándose las rodillas con sus brazos.

-Sí… a mí también me agarraron… -contestó el chico.

-Con razón no… no fuiste más al colegio…

-No, ahora vivo mucho más feliz… -dijo Alex con una sonrisa.

Diego miraba a su compañero de escuela con una expresión de incredulidad y los tres viejos observaban divertidos la escena.

-Pero… ¡pero entonces vos sos puto!…

-Y vos también lo vas a ser. –afirmó Alex para humillar a su ex compañerito y advirtiendo cuánto gozaba de la situación.

-¡No! –se indignó el chico. –Yo nunca voy a ser puto!

Alex sonrió, divertido y excitado.

-Estos tres señores te van a dar tanta pija que te va a terminar gustando. –insistió Alex, que mostraba una crueldad sorprendente para los Amos, para Ligia y hasta para si mismo.

Los tres viejos tenían las vergas ya semierectas y fue el doctor quien dijo adelantándose hacia el camastro:

-Bueno, basta de charla. Parate, nene. Queremos verte completito.

-No, por favor no… No me hagan nada… -Lloriqueó Diego ganado totalmente por la angustia.

Los tres amos estaban junto a la cama y Alex buscó ubicarse en un sitio donde pudiera apreciar bien el desarrollo de los acontecimientos. En ese momento el escribano se apartó un poco, giró su cabeza por sobre el hombro derecho y le ordenó a Ligia:

-Señora, por favor, convénzalo de que le conviene ser buenito.

-Con gusto, escribano. –dijo la mujerona y adelantándose entre dos de los vejetes tomó a Diego del pelo, tiró brutalmente y así, pese a la resistencia del jovencito, lo sacó del camastro y mientras lo mantenía de pie le ordenó a Alex:

-Sujetameló con los brazos en la espalda. –y el chico saltó hacia delante, excitadísimo.

Sí, señora, sí. Yo se lo tengo. –dijo con voz algo enronquecida por la calentura que lo abrasaba entero.

-¡No me toques, puto! ¡no me toques! –gritó Diego mientras Alex lo sujetaba según la orden de Ligia y las vergas de los Amos lucían ya bien erectas, duras y palpitantes.

Ligia sujetó entre sus dedos pulgar e índice de su mano izquierda la barbilla del aterrorizado Diego y tras acercar su rostro al del jovencito le dijo mordiendo las palabras:

-Prestame atención, mocoso de mierda. Quieras o no vas a tragar estas vergas por el culo y por la boca. Vas a tomar mucha leche te guste o no. Pero antes, por haberte hecho el loquito vas a saber lo pesada que tengo la mano. –y enseguida se dirigió a Alex.

-Vos, nene. Agarralo del pelo y mantenele la cabeza derecha.

Alex sujetó los brazos de Diego con uno de sus brazos y ocupó su mano izquierda en el cumplimiento de la orden recibida.

Ligia, entonces, con el pobre chico a su merced comenzó a abofetearlo. Le daba con el dorso y con la palma de su mano derecha mientras una sádica excitación hacía que respirara por la boca, entre jadeos mientras Diego lloraba de dolor con sus mejillas enrojecidas y sentía en sus nalgas la dureza de la pija de Alex, que lo desesperaba aún más.

Después de abofetearlo un rato y de solazarse con los gemidos, lloriqueos y súplicas inútiles del jovencito, Ligia cambió el castigo. Reemplazo las bofetadas por puñetazos en el estómago y poco después Alex sintió que Diego se aflojaba.

-Soltalo, nene. –le ordenó la mujerona y cuando el chico lo hizo Diego cayó al piso desmadejado y sollozante, incapaz de sostenerse sobre sus piernas.

-Ahí lo tienen, señores. –anunció Ligia, triunfante y orgullosa.

-Usted y Alex ponganlò en cuatro patas en el piso, señora, y sujétenlo. –dispuso el ingeniero. La orden se cumplió de inmediato mientras el desventurado Diego sentía que los golpes de esa matrona habían derrumbado su resistencia. Ya no podría aguantar una reiteración de ese suplicio, el dolor de las bofetadas y los puñetazos en el estómago. Ignoraba cuánto dolería la penetración de esas vergas, pero la incógnita era preferible a los impiadosos golpes que acababa de padecer.

Mientras tanto Alex ardía con su pene bien erecto sobresaliendo bajo el ruedo de la túnica. La violencia que se ejercía sobre Diego lo calentaba más de lo que había imaginado. Incluso estaba sintiendo algo nuevo, algo asombroso y era el deseo de cogerlo.

La angustia y la tremenda tensión habían agotado al pobre Diego, cuyas protestas se limitaban ahora a débiles quejidos y esporádicos sollozos. Lo tenían en el piso en cuatro patas. Ligia le rodeaba el cuello con su brazo derecho mientras Alex lo sujetaba de la misma forma por la cintura. De esa manera la boca y el culo de la víctima quedaban expuestos al apetito sexual de los vejetes, que tenían sus pijas ya listas, bien paradas y duras.

“Está bueno, está lindo…” pensaba Alex mientras, arrodillado, aprovechaba para refregarle el pene contra la cadera.

“Nunca me había calentado con un chico… y menos había sentido ganas de cogerlo”… se asombraba Alex en tanto los Amos resolvían quién sería el primero en violar a Diego.

Rápidamente decidieron que el doctor le usaría el culo y el ingeniero la boca, para después dejarlo a merced del escribano, que no dejaba de sobarse la verga.

El doctor se fue acercando despacio, con el pote de vaselina en la mano derecha. Se arrodilló tras la tentadora grupa de Diego, se untó la verga y luego la empuñó con su mano derecha para dirigirla hacia el objetivo bajo la mirada ardiente de Alex, que sentía, a la vez, el deseo de comerse esa pija y de enterrar la suya en el culo de Diego. La calentura lo tenía temblando y se le escapó un largo suspiro cuando la verga del vejete comenzó a entrar en el estrecho sendero arrancándole al chico un alarido de dolor que retumbó en la celda, estremecedor y excitante al mismo tiempo.

-¿Duele, nene? –se burló Ligia para después agregar: -Te va a terminar gustando, ya vas a ver.

La verga ya estaba enterrada por completo en el tierno culito y Diego sintió que el dolor inicial se había reducido bastante, aunque continuaba la muy desagradable sensación de tener algo adentro que lo humillaba en su condición masculina. Y pronto fue peor aún, porque el ingeniero estaba ante él y le ordenaba que abriera la boca mientras lo sujetaba por el cabello y le mantenía la cabeza derecha. El pobrecito se estremeció al ver esa pija erecta que apuntaba hacia su rostro.

-No, no, por favor no… -atinó a rogar pero inmediatamente sintió una fuerte bofetada que le llenó los ojos de lágrimas.

¡Abrí la boca, carajo! –volvió a ordenarle el ingeniero mientras le frotaba la verga por la cara y el ariete del doctor seguía yendo y viniendo dentro de su culo. Supo que no tenía otra opción y entonces obedeció. Con la pija de ese viejo dentro de su boca y la otra verga en su culo Diego comenzó a sentir que toda su resistencia se había derrumbado como un castillo de naipes y que nada podía hacer para evitar el escarnio al que esos pervertidos lo sometían. El culo no le dolía tanto ahora y esa pija que iba y venía dentro de su boca le era mucho más soportable que los golpes.

-¡Chupá, mocoso, chupá! –fue la orden que de pronto le dio el ingeniero y él chupó lo mejor que pudo, esmerándose para no arriesgarse a sufrir más castigos. Súbitamente sintió en el interior de su culo los chorros de semen caliente lanzados por la pija del doctor y muy poco después otros chorros en su boca.

-¡Aaaaaahhhhhhhhhhhhh!... –gritó el ingeniero al acabar e inmediatamente ordenó con la voz entrecortada y algo ronca: -Tragá, mocoso… Tra… tragá todo… to... ¡todo!... Y tragó todo ese semen, a pesar de su sabor agrio que estuvo a punto de provocarle arcadas.

Ligia y Alex lo liberaron, aunque a éste le costó renunciar al contacto de su pija erecta con la cadera de su compañero de escuela, contra la cual había estado a punto de eyacular.

Diego cayó al suelo de costado y el ingeniero le dijo a Ligia mientras procuraba normalizar su respiración: -Fijesé si tragó todo, señora.

La mujerona puso al chico de espaldas tomándolo como si fuera un muñeco inanimado, le abrió brutalmente la boca y dijo complacida: -Hasta la última gota, ingeniero.

-Muy bien, ahora pónganlo en posición otra vez que le toca al escribano,

-Con todo gusto, ingeniero. –dijo Ligia y agregó dirigiéndose a Alex.

-Ayudame.

-Sí, señora. –y entre los dos volvieron a poner a Diego en cuatro patas y a sujetarlo por el cuello y la cintura. Alex contuvo el deseo de volver a frotarle su pija contra la cadera, porque estaba seguro de que un nuevo contacto lo haría eyacular y quería hacerlo como corresponde, dentro de alguno de los dos agujeros de su ex compañero. En ese momento el escribano le alcanzó el pote de vaselina y le ordenó: -Embadurnale el ano.

-¿Lo suelto, señor?...

-Claro, idiota.

Alex asumió el insulto como lógico ante su pregunta tan tonta y se aplicó a poner un poco de vaselina en el orificio anal de Diego.

“Mmmmhhhhh, qué lindo lo tiene… tan rosadito y sin pelos…” se dijo cada vez más caliente, con la verga que asomaba dura y erecta bajo el ruedo de su túnica.

Diego se estremeció al sentir los dedos de Alex y en un vestigio de resistencia y orgullo masculino dijo con un hilo de voz: -Dejame, no me toques… dejame…

El escribano lo oyó, se acercó a él, lo tomó del pelo para enderezarle la cabeza y le dijo con tono duro: -Como vuelvas a protestar te hago dar una buena paliza por la señora. ¿Me oíste?

Diego sintió que un temblor lo agitaba entero al imaginarse otra vez víctima de esa mujer tan cruel y murmuró:

-Sí…

-Eso está mejor. –dijo el viejo cuando Alex hubo terminado de lubricar el ano de Diego. Notó la erección del jovencito y entonces agregó dirigiéndose a él: -Estás calentito, ¿eh, nene? Mirá cómo tenés la pija…

-Sí, señor... estoy… muy caliente…

Al oír el diálogo el ingeniero y el doctor se sumaron y el primero dijo: -Oigan, amigos, no estaría mal volver a darle pija a este chico. El viagra nos tiene en condiciones de comernos a los dos. ¿Qué opinan?

Al escuchar la propuesta Alex rogó que los otros la aceptaran y él entonces vivir momentos sexuales gloriosos violando a Diego y siendo tomado por los tres vejetes. Tuvo que disimular su entusiasmo cuando escuchó al doctor y al escribano mostrarse totalmente de acuerdo con lo sugerido por el ingeniero. Los tres tenían las vergas erectas y Alex iba con su mirada de una a otra y al culo de Diego, en medio de una excitación tal que ya brotaban de su pija algunas gotas de líquido preseminal.

A su vez, Ligia estaba también caliente ante lo que venía escuchando y cuando se acercaba a Diego para volver a sujetarlo ayudada por Alex escuchó que éste le decía: -¿Puedo… puedo pedirle algo, señora?...

-Hablá. -Lo autorizó y entonces escuchó de Alex el sorprendente pedido: -Me gustaría… me gustaría cogerlo a Diego… ¿Usted me… me daría permiso?...

El chico había hablado con la cabeza gacha y las manos atrás, como le había sido enseñado cuando su educación como sumiso y luego de una breve pausa, la mujerona y los tres Amos prorrumpieron en carcajadas y comentarios soeces que hicieron enrojecer de vergüenza a Alex.

-Usted es la dueña de este putito, señora. –dijo el escribano. –Así que decida, pero sería fantástico verlo cogerse a éste otro nene.

La mujerona no dudó y con sus labios curvados en una sonrisa lasciva dijo: -Claro que te autorizo a que le des verga a tu ex compañerito… Dale por la boca y por el culo…

-Gracias, señora Ligia… Gracias… -murmuró Alex en medio de un esfuerzo por controlar su entusiasmo.

Diego había escuchado el diálogo con el ánimo perturbado ante la inminencia de ser violado por quien había sido uno de sus compañeros de escuela y de ser usado por el tercero de esos viejos, pero a la vez consciente de que ya no tenía posibilidad alguna de impedir nada de lo que ese grupo de degenerados quisiese hacerle. Sabía que no tenía posibilidades materiales de evitar el escarnio sexual, sino que además no encontraba en él la fuerza imprescindible para intentarlo.

“Me destruyeron… -se dijo- me hiceron mierda”... y junto con la definitiva toma de conciencia se le escapó un sollozo.

-Bueno, acción. –dijo el escribano y empuñando su pija con la mano derecha les indicó a Ligia y a Alex que mantuvieran bien sujeto a Diego, cuya boca iba a usar antes de metérsela en el culo.

Ya ante el pobrecito le ordenó: -Abrí el hocico bien grande. La tengo gorda, jejeje…

Diego obedeció con los ojos cerrados y de inmediato sintió que la pija comenzaba a entrarle en la cavidad bucal, pero con dificultad, dado su grosor.

-¡Abrí más grande el hocico, carajo! –exigió el escribano mientras con un movimiento de caderas procuraba que su verga se introdujera lo más posible en la boca del jovencito. Por fin, entre sus embates y los esfuerzos de Diego para abrir su boca lo más posible logró meter la mitad de su pija, y esto lo dejó conforme.

-Bien, putito, ahora chupá… ¡chupá! –y Diego chupó lo mejor que pudo, que no era mucho, ya que esa pija le llenaba a tal punto la boca que le resultaba casi imposible la succión.

Alex, entretanto, contemplaba fijamente las deliciosas nalguitas de su ex compañero de escuela mientras lo mantenía firmemente sujeto por la cintura.

Al cabo de un rato el viejo sacó su pija de la boca de Diego, se desplazó hacia la grupa de su víctima y una vez allí se hizo envaselinar la pija por Alex, que realizó la tarea con manos temblorosas de calentura y reprimiendo dolorosamente el deseo de llevarse esa verga a la boca. Luego volvió a sujetar a Diego por la cintura y el doctor dijo dirigiéndose a su compañero de perversiones: -Te ayudo. –y mantuvo las nalgas de Diego abiertas para facilitar la penetración.

Cuando la pija comenzó a entrar en el tierno culito de Diego éste lanzó un prolongado y agudo grito de dolor que excitó a todos. “Quiero oírlo gritar cuando le meta la mía”, se dijo Alex mientras acentuaba la fuerza de su brazo en torno de la cintura del chico para controlar sus corcovos. Un momento después el escribano comenzó a respirar fuerte por la boca, a jadear, a resoplar y finalmente alcanzó el orgasmo en medio de un rugido animal mientras lanzaba chorros de semen en el interior del culo del chico.

El ambiente estaba cargado de un alto voltaje erótico que se percibía en las respiraciones fuertes y agitadas, en ciertos gemidos y gestos nerviosos. Tras una pausa fue Ligia quien pasó a comandar la situación.

-Bueno, señores –dijo. - ¿van a seguir dándole a éste (y señaló a Diego, que estaba echado boca abajo en el piso) o prefieren ocuparse de Alex?

Los tres Amos se consultaron y luego de una corta deliberación el escribano dijo: -Con el nene nuevo seguiremos en un par de días, señora, y usted ocúpese de enseñarle a chupar una verga, porque lo hace mal. Ahora vamos a darle pija a nuestro querido Alex después de que se coja a este otro mocoso.

-Perfecto, escribano, no se preocupen, voy a hacer de él un buen mamoncito.

-Muy bien, señora y ahora queremos ver cómo Alex se hace chupar la pija y se lo coge.

-Lo verán ahora mismo, señores. –dijo la mujerona y agregó dirigiéndose a Alex, que tenía la mirada fija en Diego. –Ya oíste, putito.

-Sí, señora… Sí… ¿Cómo lo uso primero? ¿por la boca o por la cola? –quiso saber.

-¿Señores? –consultó a su vez Ligia.

-Que se la dé por el culo y después la saque para acabarle en la boca. –dijo el doctor y sus compañeros aprobaron la propuesta.

A Alex le costaba dominar la ansiedad que lo embargaba y lo tenía temblando de pies a cabeza. Eso de coger como activo era inédito para él, que hasta ese día sólo se había excitado con viejos que le daban verga. Pero de pronto le había ocurrido de calentarse con Diego y sentir ese intenso deseo de penetrarlo, de hacerle tragar su pija por el culo y por la boca.

Ligia y los tres Amos miraban expectantes el desplazarse de Alex hacia Diego, que permanecía echado en el piso. Alex le dijo que se pusiera en cuatro patas, pero lo suyo no era mandar, su tono no era imperioso y su ex compañero siguió inmóvil. Entonces intervino Ligia:

-¿Te volviste sordo, mocoso? ¡En cuatro patas, carajo! –y esta vez sí Diego obedeció para no volver a padecer la crueldad de la mujerona.

Ya con su presa en posición Alex comenzó a sobarse la verga mientras contemplaba esas nalgas redondas, carnosas, firmes; esas caderas ensanchadas por la postura, esa cintura fina. Su calentura había alcanzado su nivel máximo. Ya estaba a centímetros de su víctima y fue entonces que Ligia entreabrió las nalgas de Diego y pudo ver que el orificio anal estaba bastante dilatado luego de las penetraciones sufridas.

-No hace falta la vaselina. –dictaminó para después dirigirse a Alex:

-Dale, empezá por el culo pero no acabes ahí. Cuando yo te lo ordene la sacás y se la metés en la boca.

-Sí… Sí, señora…

-Abrile esas nalgas de nena que tiene. –le ordenó Ligia y cuando Alex lo hizo le tomó la pija con su mano derecha.

-Mmmmmmhhhhhhhh… la tenés dura como piedra, nene… Estas hirviendo, ¿eh?

-Sí… sí, señora Ligia, tengo… tengo muchas ganas…

-Pero esperá, eso no querrá decir que ya no querés ser cogido por viejos, ¿no?

-¡No, señora!... sigo… sigo con muchas ganas de eso…

-Ah, me alegro… -dijo Ligia, aliviada. –Bueno, clavalo. –ordenó y Alex dirigió su verga hacia la codiciada entradita. Diego se estremeció al sentir el glande que presionaba y que, dada la dilatación del orificio, se introdujo sin demasiada dificultad. Diego gimió de dolor cuando tras al glande le entró una buena porción de pija y su gemido se convirtió en grito, un grito que excitó aún más a su violador.

Por su parte Alex estaba como embriagado del placer que sentía por el contacto de la sensibilidad de su glande con la concavidad del estrecho sendero anal que recorría una y otra vez. “Esto es glorioso… ¡glorioso!”, pensaba sin dejar de mover las caderas.

Ligia observaba la escena con una expresión morbosa en su rostro y respirando por la boca mientras los tres vejetes formaban un círculo en torno de los dos chicos y se los veía tan excitados como la mujerona.

Alex movía sus caderas de atrás hacia delante, de adelante hacia atrás y así su pija avanzaba y retrocedía una y otra vez adentro del tierno culito de Diego. La verga que ahora lo penetraba era de menores dimensiones que la de esos viejos que lo habían violado antes y por eso, luego del sufrimiento inicial, casi no dolía. Por el contrario, se encontró gozando del ir y venir de ese ariete por dentro de su culo. Era un goce inesperado e intenso que lo angustió aunque se le imponía por sobre su espanto ante semejante descubrimiento. ¡Estaba gozando de ser cogido por su ex compañero de escuela! Su tensión era dolorosa en extremo. No podía negar el goce que le estaba proporcionado esa pija en su culo, pero tampoco podía ignorar que ese goce era un goce de putos. En medio de su angustiante placer escuchó a uno de los Amos ordenarle a Alex que sacara la pija del culo y se la metiera en la boca.

“Sí… me lo merezco… merezco que me humille… lo merezco por haber gozado como un puto con esa pija en mi culo... Me merezco tener que chuparla… Me merezco que estos degenerados me hagan de todo…” se dijo Diego con la extraña esperanza de que el castigo de chuparle la pija a Alex lo expurgara de la culpa que sentía por haber gozado como un puto. Ya su ex compañero se encontraba de pie ante él, con la pija bien erecta y palpitante.

-De rodillas, Dieguito. –le ordenó Ligia afectando un tono cordial manifiestamente falso. –Agarrá la verga de Alex, metetelá en la boquita y empezá a chuparla…

Lo hizo sin protestar y pudo empezar a chupar mucho mejor y cómodamente que con los viejos, dado el menor tamaño de la verga de su ex compañero.

Alex gemía de placer, con los ojos cerrados que cada tanto abría para contemplar la tarea de Diego y solazarse morbosamente. A todo esto, su ex compañero sentía, horrorizado, que al fin de cuentas no le era tan desagradable chupar esa pija. Tenía un buen sabor y tuvo que aceptar que le gustaba sentirla bien dura. Ésas sensaciones convivían en él con la torturante conciencia de que estaba sintiendo como un puto y cuando en un último y desesperado esfuerzo por negar esa realidad estaba a punto de quitarse esa pija de la boca sintió los varios chorros del orgasmo de Alex, que explotó en un grito largo, casi interminable y retiró su verga. de la boca.

-¡Tragá todo! ¡Traga toda esa leche! –ordenó Ligia tapándole la boca con una mano y por más que el chico trató de improvisar alguna resistencia tuvo que tragar ese abundante semen que advirtió menos agrió que el de los viejos. Después se echó a llorar ante la evidente comprobación de que había gozado de la pija de Alex.

“Gocé como… como un puto… me… me convirtieron en un puto…” se decía desconsolado y presa de una angustia profunda como jamás había sentido.

Ya los Amos habían empezado a ocuparse de Alex y él yacía en el piso, sollozante, vencido.

-Venga, señora, vamos arriba con este putito al que le vamos a dar verga después de tanto tiempo y queremos que usted lo vea. –invitó el ingeniero.

-Con gusto. Pero esperen que quiero arreglar un asunto con este otro. –dijo y se inclinó hacia Diego: -Te gustó… -le dijo. -Tanto lío que armaste, tanto resistirte y al final te gustó… Te escuché cómo gemías y jadeabas con la pija de Alex en el culo, te vi cómo movías las caderas… Vi cómo te esmeraste cuando se la chupabas… A lo mejor querés negarlo, pero ya sos un putito y ahora me va a tocar adiestrarte, enseñarte a ser un muy buen putito y un sumiso total… Te voy a enseñar a chupar la pija de los tres viejos tan bien como se la chupaste a Alex y también a obedecer cada orden sin chistar… Todo es cuestión de entrenamiento, lindo… Hasta prontito… -se despidió Ligia mientras Diego seguía sollozando quedamente y salió de la celda para alcanzar a los Amos, que presurosos ya llevaban a Alex escaleras arriba entre toqueteos y frases obscenas.

Fin

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