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Ninguno como Felipe

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Hace ya varios meses que estoy siéndole infiel a Alejandro, mi novio, con Felipe, un muchacho de la facultad. Él es de estatura normal a baja (1.68 aproximadamente), de piel trigueñita, cabello oscuro, contextura delgada. En el aspecto físico, sin duda Alejandro le lleva delantera, y ni hablar de su miembro. A pesar de ello, Felipe es la sensación en la facultad, la mayoría de las mujeres están locas por él y es que seguro ha de ser porque con su miembro de tamaño muy común, en el sexo le da tres vueltas a mi hombre y su brutal pene.

Felipe conocía a varios de mis amigos y nos habíamos visto en repetidas ocasiones, incluso unas semanas antes me había pedido mi número telefónico y habíamos hablado un par de veces por whatsapp. Nuestro primer encuentro fue un viernes, entrando de la universidad, me saludó con entusiasmo y me preguntó si pensaba hacer algo al terminar las clases, a lo que yo le respondí que seguramente Alejandro estaría esperándome para ir a almorzar juntos, como acostumbrábamos a hacer todos los viernes. Más que por ser eso verdad, yo quería evitar cualquier encuentro a solas, porque sabía que yo le gustaba y él no me era indiferente. Con algo de desilusión me dijo que esperaba poder invitarme a salir en otra ocasión.

Las siguientes horas estuve en clases, pensando en Felipe. En lo bien que se le veía su camiseta ajustada al cuerpo, en lo perfecta que era su sonrisa y sin duda en su invitación. En menos de lo que pensé la mañana había acabado. Salí del aula de clases y decidí esperar a Alejandro en la cafetería de la universidad, como era habitual. Le envié un mensaje avisándole que estaba allí y contestó luego de unos 10 minutos, que su auto estaba teniendo fallas y tendría que llevarlo al mecánico. De momento me desanimé, porque me hacía ilusión verlo después de una larga semana. Al instante vi que Felipe se acercaba a donde me encontraba yo, los nervios me jugaban una mala pasada. Se sentó frente a mi y me preguntó si estaba esperando a mi novio. Dudé unos minutos, pero finalmente le conté que Alejandro no podría ir. De inmediato me preguntó a dónde quería ir y yo sólo sonreí. Fuimos camino al auto y cuando estábamos allí la tensión iba aumentando. Hablábamos de cosas comunes, las clases, la familia, las amistades... Pero algo me decía que eso no duraría mucho. En cada semáforo Felipe me clavaba sus hermosos ojos y al voltear estaba allí, con su sonrisa perfecta. De repente, no sé si inesperado o no, me dio un largo beso en mis labios, como descargando todo su deseo. Nos miramos y ésta vez fui yo quién volvió a besarlo, haciéndole sentir que también yo lo estaba deseando. El semáforo nuevamente se puso en verde y Felipe volteó la mirada. En adelante, sólo había silencio y pasados un par de minutos colocó su mano en mi pierna, subiéndola lentamente. Yo le tomé la mano y se la metí en mi vagina, para que sintiera lo mojada que estaba, la retiré dejando sólo su mano y puse la mía en su bulto que se sentía bastante duro. Lo acaricié y él rozó mi clítoris hasta llegar a un motel. Sabía que no había marcha atrás.

Entramos a la habitación ardientes de deseo. Felipe me besaba los labios, el cuello, el pecho. De inmediato nos desnudamos para sentir el calor de nuestros cuerpos y unos minutos después yo estaba tumbándolo en la cama para darle una buena mamada. Me sentía como una diosa. Masturbé su pene con mis dos manos, mientras con mi boca lamía el tronco y le daba chupitos, pasaba mi lengua en círculos por su punta y veía su cara de placer. Se lo chupé, me lo metí hasta el fondo y a él le encantaba. Yo me deleitaba como un niño con su helado favorito y él me veía con una mezcla de asombro, ternura y sobre todo placer. Cuando estaba al tope, se levantó y me besó con fogosidad, apretaba mis tetas y las besaba, lamía mis pezones. Esta vez él me tumbó a la cama y empezó a recorrer mi cuerpo con su lengua. Me daba mordidas y yo daba pequeños saltos de excitación. Finalmente llegó a mi sexo. Besaba, lamía, chupaba y mordía, siempre moviendo su lengua en círculos sobre mi clítoris. ¡Dios! No podía dejar de retorcerme. Se incorporó y apuntó su pene hacia mi vagina. Lo mojó con mis jugos y empezó a frotar mi clítoris con la punta. Cuando sentía que estaba a punto de venirme, apartó su pene de mi clítoris para meter sólo la punta en mi vagina. Hizo varios amagues de penetrarme. Estaba jugando conmigo, quería verme arder de placer y lo estaba logrando. Yo sólo quería sentir su pene adentro de mi. Cuando estaba por suplicarle que me lo metiera todo, como si hubiese leído mis pensamientos, me lo metió. No hubo tiempo para embestidas lentas. Estábamos tan excitados, que Felipe una vez adentro empezó a penetrarme rápido y de inmediato se escucharon mis gemidos. Me volteó, me puso en cuatro y siguió metiéndomelo cada vez más rápido, más rico. No podía ver muy bien su cara, pero estaba segura de que le estaba fascinando escuchar mis gemidos y ver mi gran culo en esa posición. Le avisé que estaba a punto de correrme y fue música para sus oídos. Alcanzamos el orgasmo juntos. Nos tumbamos en la cama, él encima de mí y con su pene todavía adentro.

Cuando habíamos retomado fuerzas, se lavó el pene y me pidió que volviera a chupárselo tan rico como antes. Yo sin pensarlo volví y en cuestión de segundos su pene volvía a estar duro para mí. Él se sentó y yo me puse de espaldas a él, sentándome en su pene. Se sentía delicioso. Subí y bajé, le movía el culo en círculos como actriz porno mientras él me manoseaba las tetas o me tomaba de la cintura. Me volteé, lo besé y tomamos otra posición. Yo seguía arriba, pero ahora él estaba acostado. Yo me dejaba caer sobre su pene una y otra vez y frotaba mis tetas. Podía ver lo mucho que disfrutaba y yo sin duda estaba muerta de placer. Volvió a ponerme en cuatro y minutos después se corrió, esta vez en mi espalda. Sentir el caliente de su semen (a pesar de que hasta ese momento me desagradaba) fue una experiencia increíble.

Felipe se tumbó boca arriba y yo me puse boca abajo sobre su pecho. Debo confesar que tenía una mezcla de sentimientos. Me sentía mal por haber engañado a mi novio, pero me encantaba el sexo con mi nuevo amante. Estuvimos en silencio, incluso él se quedó dormido un largo rato. Al salir fuimos a almorzar (porque esa había sido la invitación) y charlamos gran parte de la tarde. Me divertí mucho con él, y ni hablar del sexo. Después de esa vez, nos hemos seguido viendo sin mucho remordimiento, pues lo deseo más que a mi pareja. Ya les seguiré contando por aquí nuestras fantasías clandestinas...

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