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Cuando Mark me descubrió

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Hace casi un año me dieron un puesto en Zaragoza. Está a más de 400 km de donde vivo y lejos de la familia. Pero el trabajo es todo lo que he soñado desde hace mucho tiempo. Como no conocía a nadie en Zaragoza y pensaba aprovechar la estancia para hacer un Master busqué un piso de estudiantes. Encontré uno con otros dos estudiantes ya viviendo y que se conocían de años anteriores. Uno de los residentes era David, hetero y con novia, estudiante de Veterinaria. El otro era Mark, gay, con más de 5.000 seguidores en algunas páginas sociales de fotos, y estudiante a tiempo parcial de Biología.

El hecho de tener tantos seguidores le “obliga” a sacarse fotos diarias delante del espejo. Normalmente recién salido de la ducha o en calzoncillos. Lo cual es motivo de discusión diaria entre David y Mark. Para mí es muy divertido, a veces hasta le saco yo las fotos. Me encanta la fotografía creativa. Mark dice que le pongo el alma. Yo no lo creo, el modelo hace mucho. Mark es joven, apenas 20 años, 1,70 de altura y cincuenta y pocos kilos. Su cuerpo no tiene ni un gramo de grasa y todos los músculos están perfectamente definidos. No tiene casi vello. Y tiene una cara que aún no ha perdido los rasgos de su niñez. Es, en definitiva, todo un efebo. Al contrario que yo, 43 añazos, todo un oso y con una incipiente barriga que cada vez es más difícil de eliminar.

Tres de cada cuatro fines de semana yo volvía a casa para ver a mi hija. Y el 4º le tocaba a mi ex. Así que no me enteraba de lo que Mark hacía en el piso. Pero a veces, me encontraba manchas amarillas en mis sábanas o la cama hecha aprisa y corriendo. En ocasiones aún estaba caliente. Recuerdo que eso me excitaba mucho.

Un viernes de los que me quedaba, después de que se hubiera marchado David con su familia, llegó Mark hecho un mar de lágrimas. Era inconsolable. Su “amigo”, con derecho a roce, lo había dejado por otro. Delante de él. Se pasó la tarde llorando. Yo le abrazaba e intentaba consolarle. Llevaba un rato acostado cuando se presentó en mi cama y me dijo que no podía dormir. Seguía llorando, así que le deje que se quedara. Y así dormimos, abrazaditos, en calzoncillos, toda la noche. Mi primera experiencia homosexual.

Amanecimos muy abrazados. Él estaba de lado con las piernas ligeramente encogidas. Sus brazos cogiendo la almohada y su espalda y culo sobresaliendo hacía el lado contrario en una curva invitadora. Acoplado por detrás estaba yo. Mi tórax, mi abdomen, mis partes, todo estaba pegado a su piel. Y mis brazos lo rodean en un gran abrazo de oso protector. Cuando abrí un ojo creo que llevaba rato despierto, pero no se había movido.

—Me estas clavando la erección por donde no es — me dijo y acto seguido bajo la mano por su espalda, me la cogió y al tiempo que apartaba su cuerpo un poco, la puso delicadamente para que coincidiese con la raja de culo. —Buenos días— creo que dije.

Me devolvió una sonrisa y empezó a moverse sensualmente muy despacio. Jadeaba levemente. Giró la cabeza ligeramente y me preguntó si me molestaba. Sus labios estaban a pocos centímetros de los míos. Estiré ligeramente el cuello y fundí mis labios con los suyos. Se sorprendió un poco, pero en cuanto metí la lengua cerro los ojos y siguió con el contoneo sensual de su cuerpo.

No sabía muy bien como tocar a un hombre, mi inexperiencia era palpable. Lo primero que le acaricié son las tetas, pero no había nada era todo músculo, él se sonrió. Como no parecía haber nada en este lugar bajé la mano y le toqué el culo, duro, prieto y respingón. Esto era más conocido y me desenvolví bien, el jadeaba mientras yo amasaba. Mi polla estaba chorreando y se me ocurrió que él estará igual que yo. Le metí la mano a través del calzoncillo y estaba todo húmedo. El soltó un gemido cuando mi mano tocó su polla. Estaba enorme, nunca había tocado una. Era una sensación extraña. Cada vez que la masajeaba arriba y abajo él se derretía de placer y me besaba con pasión y locura. Como me gustaron esos besos, así que se lo hacía más fuerte. Estaba boca arriba y él parcialmente encima de mí. Me besaba como podía y estaba a mi merced.

De repente, ya no aguantó más. Se incorporó. Me quitó los calzoncillos. También se quitó los suyos. ¡Menuda polla! Le llegaba hasta el ombligo. Se inclinó sobre mi miembro y se lo metió entero en la boca. Succionaba y jugueteaba con la lengua como nadie lo había hecho nunca. Nada de presión o historias, ¡no! Era rápido, firme y sabía dónde tocar. Con razón las mamadas de mi ex nunca me gustaron. Me estaba haciendo la mejor mamada de mi vida.

Mi mano estaba aún húmeda de los fluidos de su polla. Me surgió la curiosidad y me metí los dedos en la boca. Era un sabor diferente, fuerte, pero no era desagradable. Me estaba mirando y la escena pareció excitarle. Se puso hecho un verraco. Se empezó a tocar a mil por hora mientras me la chupaba. La tenía enorme, superaba su ombligo seguro. Lo tumbé a mi lado, suavemente, temía que se me corriera en segundos. Le besé, los besos sabían a mi polla y me gustó. Me incliné ligeramente sobre la suya y empecé a tocarla con la lengua. El sabor era ahora dulzón. Me la metí en la boca e intenté hacer lo mismo que él. No lo conseguí, pero a él pareció no importarle. Se me corrió salvajemente en la boca, no me lo esperaba y me aparté. La segunda me dio en la cara.

¡Coño! me besó y recogía con su lengua los fluidos de mi cara.

—Perdona tío. Nunca me la había chupado un hetero y me ha puesto a cien—.

Yo seguía empalmado. Estaba sentado y él se sentó encima de mí, dándome la cara. Los dos cuerpos unidos. Mi polla estaba lubricando como nunca. Sabía que este agujero estaría seco y no se amilanaba. Él me besaba y con una mano colocó mi polla frente a la entrada de su agujerito. Poco a poco, mojaba el orificio con los fluidos de mi polla y con mucha saliva. Cuando creyó que estaba listo se deja caer poco a poco. Se volvió a incorporar rápidamente.

—Jo que gorda la tienes—

A la segunda intentona estaba preparado y en cuanto encaró mi polla con su ano y se dejó caer le metí una embestida del quince. Se le metió toda entera, hasta los huevos. Soltó un quejido agónico que ahogó con mis besos.

Poco a poco, empezó a moverse arriba y abajo. Mi polla estaba dentro de su culo dándolo todo. Me dolía de lo empalmada que estaba y esto a él parecía excitarle aún más. Se volvió a empalmar. Empecé a pajearlo, me encantaba, ver que se derretía de placer. Cuando eso pasaba me besaba con mucha pasión. Ahora que tenía sus pezones al alcance, empecé a chuparlos mientras le hacía una buena paja. Se me volvió a correr. Nos llenó a los dos el abdomen y el pecho de líquido blanco, y mi mano. La miré y me la llevé a la boca. Su semen sabía diferente al mío. Él suyo era indudablemente más dulce.

Esto pareció volverle loco. Me tumbó y se dio la vuelta. Ahora tenía una magnífica vista de su espalda. Toda fibrada. Tocar su culo era genial. Pero me aburría. Le cogí de los hombros y se quedó tumbado encima de mí, mientras mi polla seguía en su culo. Ahora era yo el que embestía y llevaba el ritmo. Esto me gustó más. Sus besos me indicaban que lo hacía bien. Lo tenía cogido por la cadera con ambas manos. Pero entonces, me rozó su enorme polla. Y pensé que a lo mejor esa maravilla era capaz de soltar su leche otra vez. Se la cogí y esta apostura era bastante estable. Mis embestidas hacían que lo pudiese aguantar y pajear al mismo tiempo. Me quedaba una mano libre, le pellizqué con mucha fuerza los pezones. Él aulló como un lobo y entonces le metí los dedos en la boca.

Se corrió. Sus convulsiones fueron brutales. Su agujero se cerró y estrechó. Casi se me salió, así que embestí con todas las fuerzas. Al hacerlo llegué el éxtasis, me corrí. Al principio dentro. Pero después de la tercera embestida se salió y le solté dos andanadas más en la entrada de su culo. El mundo se detuvo y tardé en volver a respirar. Creo que había chillado de placer, pero no me escuché. Él se había girado y encima de mí me estaba dando besitos cariñosos.

Finalmente, después de 10 minutos o así, nos levantamos y fuímos a la ducha. Me metí en la ducha y no me importó que él se metiera detrás de mí. Me enjabonó un poco, luego se le cayó el jabón. Lo recogió con dulzura mientras su culo rozaba mi polla. Yo lo enjaboné en profundidad, explorando cada centímetro de su cuerpo. No entendía como había podido disfrutar tanto con un hombre y mis manos estaban buscando la respuesta. Antes de que pueda saber cómo pasó, mi polla estaba otra vez dentro de él.

Unas horas más tarde volviendo de la nevera, al entrar en la habitación me lo encontré tirado en la cama. Está boca arriba, desnudo, su polla flácida caía hacia la derecha. Esa pierna estaba ligeramente flexionada. Los dos brazos estaban por encima de la cabeza. Dormía como un angelito. Pero solo pensaba en meterme esa polla en la boca. Me tumbé a su lado y lo abracé. El abrió un ojo, se desperezó y me preguntó como si tal cosa —¿Qué pasa? ¿No me follas más?—

—Claro que sí angelito, claro que sí—.

—Vale— me contestó sonriendo con esos dientes blancos —Pero ahora te corres en mi boca que seguro que no se me escapa ni gota—

—Seguro que lo consigues, y si no, no pasa nada lo vuelves a intentar—

—Qué cabrón— Me dice mientras me besa. Su lengua sabe a pasión y esta dulce. Es una invitación imposible de rechazar.

David acabó el curso y se marchó del piso. No dijo nada, pero creo que lo sabía. No volvimos a coger a nadie. Así que ahora no solo compartimos piso, también compartimos cama todas las noches. Lo cual deja mucho espacio desaprovechado. Intentamos rentabilizarlo al máximo haciéndolo en cuantos sitios podemos. Excepto la antigua cama de David que hemos reservado para mi hija. Cuando viene mi hija es complicado, pero poco a poco.

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