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Ana Julia la mujer que me inició en el sexo. Segunda parte

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Segunda parte

Un día en lugar de asistir a clases acudí la casa de un amigo para pasar el día ya que me disgustaba mucho donde estaba estudiando. Ahí la encontré, me la presentaron, estaba viviendo en casa de mi amigo, había venido a la ciudad en busca de trabajo, en búsqueda de nueva vida. Ana Julia era esmeraldeña. Mulata, del saludo de cortesía no paso más. Luego de algunos días mi amigo me contó que Ana Julia deseaba ser mi amiga. Creo que le gusté a primera vista, ella también me gustó mucho, pero la diferencia de edad hizo que yo tome nuestro encuentro como una simple presentación. Nada más pasó.

Luego de algunos días en lugar de ir a clases ya que me disgustaba mucho el ambiente militar del colegio que mis padres me habían inscrito ya que según ellos mi comportamiento necesitaba control férreo. Decidí no ir al colegio por lo que regresé a la casa de mi amigo donde ella estaba hospeda, rápidamente hicimos amistad. Ella era abierta, alegre. Yo era lo opuesto, pero entablar amistad no fue problema ya que algo hacía hizo que saque de mis adentros la necesidad de entablar amistad porque me gustaba mucho.

A los pocos días ya estábamos intercambiando caricias, besos. Mis anteriores experiencias amatorias negativas, nada espontáneas y hasta traumáticas estaban quedando en el olvido, estaba empezando a conocer el verdadero placer de la caricia deseada, de la caricia buscada, de la caricia compartida y recíproca. Sentí que su excitación era real no fingida. No comprada al mejor postor. Sentí que ella me sentía con ardor, poco a poco fuimos recorriendo más y más nuestros cuerpos, fuimos descubriendo nuestras intimidades, fuimos descubriéndonos a nosotros mismos poco a poco, lenta y constantemente. Subíamos la cuesta del deseo hasta llegar a la cima donde vivía Eros con sus compañeros los orgasmos que feliz nos entraba cuando besaba su cuello, igual cuando acariciaba su espalda, fue hermoso cuando al recorrer su cuerpo descubro su punto débil sus muslos es ahí que ella cerraba sus ojos se ponía a temblar y temblar, no podía articular palabra alguna hasta que se habría de piernas y apenas podía decir: -Ya, ya potrito empotrame, incrustame toda pieza ya- generalmente le daba gusto en otras no continuaba con mis caricias y besos hasta que ella convulsionaba una y otra vez hasta estar completamente satisfecha por supuesto que no siempre fue así ella también con el arte erótico que tenía hacía lo mismo conmigo cuando tomaba con sus manos mi falo se lo llevaba a su boca y me hacía el mejor sexo oral que hasta ahora he tenido o cuando se sentaba sobre mí se introducía mi falo y empezaba un frenético movimiento de sus caderas ahí yo suplicaba que ya no más que no puedo más que me puedo morir del placer pero ella no se detenía hasta sacar todo el abundante semen que yo tenía, lo más hermoso fue cuando me recuesta boca arriba se sienta en mi abdomen dándome la espalda y me dice:-Ya potrito lameme chupame toda- contesté- bueno cariño ella se dejó lamer y mamar su conchita y rabito mientras ella lo hacía con mi falo casi sufrimos un síncope por ello fue mi mejor experiencia que he vivido.

¡Ana Julia!

¡Que hermosa mulata era!

Un día sábado fui a su casa como lo había estado haciendo desde hace algunos días atrás. Ella me esperaba muy linda y coqueta sentada al pie de un árbol. Ana Julia se había arreglado para mí. Su rostro no tenía nada de cosméticos, únicamente sus labios con lápiz labial rojo vivo. Su pecho estaba cubierto por una blusa blanca suelta que apenas dejaba entrever su pecho. Un pantalón corto de color verde aceituna dejaba apreciar sus hermosas piernas. Sus pies calzaban sandalias blancas. Ana Julia estaba hermosa para mí.

En su casa estábamos los dos acompañados por el deseo.

Trilogía erótica.

-Hola, ¿Cómo estás?

-Bien he pensado en ti.

-Yo también, es más te soñé anoche.

- ¿Cómo me soñaste?

-Es un secreto, es personal, es mi sueño.

-Bueno espero que haya sido un lindo sueño.

-Sí lo fue…

Nuestros ímpetus se buscaron, nuestros deseos se encontraron, nuestros cuerpos se acariciaron. El placer se estaba apoderando de nosotros y del espacio en que nos encontrábamos. Hermosa fue la sensación cuando deslicé mis manos entre a su blusa y me encontré con su busto, ávido de deseo lo tome entre mis manos y lo acaricie todo, sus pezones transitados por más de una mano se dejaron asir y coquetos se endurecieron…

-Espera un momento, potrito, tranquilo.

Sí así me llamaba. Potrito, era su potrito, le gustaba cabalgarme y a mí me gustaba ponerme cada vez más brioso, montaraz y que me monte. Se despojó de su blusa, me mostró su busto, estaba todo portentoso. Era la primera vez que una mujer me los entregaba con ganas de entregármelos; con ganas de una excitación excitada por las manos del potrillo montaraz, no por dinero.

- ¿Te gustan?

-Sí mucho

- ¿Los quieres?

-Sí, son lindos. Me atraen sus pedúnculos.

-Tómalos, son tuyos. Llévatelos a tu boca. Préndetelos. Hazlos todo tuyos.

No pude evitar el deseo de acercarme a ellos. La sensación de tenerlos en mi boca fue sublime. Estaban duros más aún sus extremidades. Los succioné, intentando beber su deseo. Los di un rico masaje, los tomé, los hice míos. Ella respondía con caricias completas totales, me despojó de la camisa y me hizo de ella, desde ese momento empezó a adueñarse de mí.

Por ella perdí la cabeza, dejé mis estudios, buscaba pasar todo el día con ella, buscaba hacerla mía a cada instante, sin descanso. Mi erotismo buscaba el suyo; mi perdición buscaba la suya; nuestras perdiciones se conjuntaron, se hicieron una sola; al cabo de tantos años todavía busco en otras mujeres su olor penetrante abarcarme, incluirme, ocuparme. Ana Julia me en rumbó en el camino de “mi perdición”, ella deseó que lo tome, ese camino no lo dejé jamás.

Así continuamos acariciándonos y calentándonos poco a poco, constantemente, totalmente, eternamente.

Así intercambiamos fluidos eróticos, así mis fluidos masculinos cubrieron su cuerpo así las suyas bañaron cada sitio de mi cuerpo. De pronto se incorporó se puso su blusa, hizo que me pusiera la camisa y me dijo:

-Ven, vamos a mi habitación, como corderillo al matadero fui sin poder decir palabra alguna.

Subimos las escaleras con las manos y el deseo entrelazados, mientras nos abrazábamos y besábamos lujuriosamente.

Su habitación era escasa de muebles, pequeña con una angosta cama, un velador, un ropero y nada más, pero cargada de deseo deseado, llena de orgasmos listos a salir cuan saetas incandescentes al infinito. Ahí estábamos frente a frente mirándonos con mucho deseo. -Ven potrito, ven a mí-dice. Me abrazó, me conoció, me recorrió, me besó, me palmó, buscó lo más íntimo de mi ser. Empezó a despojarme de mis vestiduras para encontrar lo que andaba buscando. Mi ser mismo, mi interioridad, luego añade:

-Haz lo mismo, despójame de todo lo mío.

Eso hice y también la abrace, la conocí, la recorrí, la besé, la palmeé, busque lo más íntimo de su ser, si interioridad.

- ¡Que hermosa estas!, me gustas mucho.

-Soy toda tuya, no sé la razón, pero me gustas mucho, potrito.

Tomó mi mano y se la llevó a su nido muy abombado, portentoso, delicioso, continuábamos parados frente a frente. Mi cuerpo estaba ya nuevamente caliente, ella igual, luego tomó mi otra mano se la llevo a sus posaderas, mi perdición.

- ¿Te gustan?

-Síii, mucho son muy lindas y paraditas, asentí candorosamente.

Nos unimos fuertemente. Dejé su nido y acaricié sus posaderas. Acaricie mi perdición. Intente introducir uno de mis inquietos dedos, pero me dijo:

-Luego potrito, tranquilo no te desboques. Quieto, tranquilito, tenemos todo el tiempo del mundo para nosotros estamos solos, espera domínate. Tranquilo no te desboques. Todo mi cuerpo será tuyo, pero despacio con calma, tranquilo amorcito, potrito mío. Me besó acarició mis escasos y bien cortados cabellos, mientras me susurraba al oído:

-Tranquilo mi potrito, tranquilo. Así tranquilo. Quieto.

-Ya, ya...

Poco a poco me fui tranquilizando, poco a poco la domadora tranquilizaba a su potro montaraz. Poco a poco ella se estaba apoderando de todo cuanto podía y deseaba apoderarse.

-Ana Julia, me gustas mucho con delirio

-Lo sé, ven recuéstate.

Me recostó en su litera y se montó sobre su potro. Mi cuerpo la acogió. Sus manos acariciaron mi rostro, las mías se asieron de sus posaderas que salientes pedían a gritos ser poseídas. Su boca comenzó a explorarme todo poco a poco. Beso mi rostro, cuello, mordisqueo mis orejas, continuó con mi pecho, vientre y que más. Sus ojos se fijaron en mi miembro y llevo a su boca a él, lo lamió todo, lo succionó todo, sus manos se asieron a él y lo estimularon rápido, constante y rítmicamente. El potrito sólo relinchaba y relinchaba, brincaba de placer y cuando empezaba a sentir que algo de él iba a salir a luz raudo el potrillo sintió su cuerpo se llenó de luz y energía. Ana Julia se detuvo y dijo:

-Date la vuelta.

-Sí, lo que tú quieras.

- ¡Que ricas nalgas tienes, potrito lindo!

-Sí te gustan, son tuyas.

Se encaramó sobre mí. Comenzó a hacerlas suyas. Me besó la nuca, la espalda, me conoció mis más íntimas intimidades, mi cuerpo se ofreció completo a ser conocido; sus manos se habían atado a mis nalgas.

-Me gustan, las tienes paraditas, duras, ricas tentadoras, apetitosas, listas para ser devoradas. Van a ser mías, ahora mismo. Potrito.

No supe responder ni aceptando ni negándome, únicamente me entregué a ella. Besó mis nalgas. Bajo su golosa boca a lo más profundo de ellas. El potrito relinchaba y brincaba, no sabía qué hacer sino dejarse amar por su domadora, no podía hacer nada, era la primera vez que el potro estaba viviendo esa acción.

El potro sintió las puntas de sus dedos estimular su profundidad. Se excitó mucho, subió y subió raudo la cuesta para llegar a la cima donde viven los orgasmos. Introdujo su intangible falo y explosiono, sus fluidos se desparramaron por aquí y acullá. Ana Julia al sentir la explosión del potrito, asió su miembro y continúo estimulándolo para que erupcione completamente. El falo eructó y regó por en derredor fluidos llenos de orgasmos retenidos.

- ¡Oh! ¡Ana Julia!

-Ven potrito, me acarició el cabello, me abrazó, me besó. Mi lomo fue suyo. Descansa, potrito mío, descansa, me gustas como te dejaste poseer por mí a los machos no les gusta. ¿Te gustó?

-Sí sobre todo sentir en mis nalgas tu pubis y tus dedos en mi rabito, sí me gustó.

Sentí su busto incrustarse en mi espalda, sentí su pubis fijado a mis nalgas, sus brazos me cubrían y me decían:

- ¿Te gusto?

-Si mucho, mucho.

Acarició y rebuscó mi profundidad, la profanó, la corrompió, la mancilló, la desfloró. Comenzó a friccionar su pubis en mis nalgas, frenética y rítmicamente, más y más rápido, su falo inmaterial se materializó en mí mismo y me baño de agua erótica.

Fin de fines, orgasmos de orgasmos, penetración de su falo inmaterial.

-Eres mío, yo te monto macho poseído incrustado, únicamente yo, solo yo te tomo, te someto a mi gusto me dijo.

-Incrustame, hazme tuyo como te guste.

-Lo que quieras potrito lindo.

Sentí su intangible falo dentro de mi ser, grueso, grande, poderoso, llegó hasta a mi fondo mismo.

Mis nalgas estaban bañadas de su abundante fluido, espeso, oloroso, fuerte. Una de sus manos se embebió de él.

-Pruébalo, es tuyo. ¿Te gusta?

-Todo lo tuyo me gusta y lo bebí.

Nos abrazamos y acariciamos tiernamente luego de algún rato de estar así caímos en profundo sueño, luego de un buen descanso el potrillo cerril estaba nuevamente brioso con la gran lección que había tenido y con el deseo retenido de no haber podido tomar para si el nido de su jinete, se tornó y empezó a besar y acariciar a su ama. Ella se despertó sorprendida, luego sonrió, dijo:

-Potrito, potrito mío lujurioso, ¿quieres más? Ven pues.

-Ana Julia, quiero más y quiero introducírtela toda como tú lo hiciste.

- ¿Verdad, eso deseas?

-Sí eso quiero.

El potrito y la amazona empezaron nuevamente sus recorridos y exploraciones de los lugares que ansiaban recorrer y explorar. La excitación y la lujuria eran las dueñas de la situación.

-Potrito, ven lame.

Me tomó de la cabeza y me introdujo en su nido.

-Lame, chupa succiona, mama, introduce tu lengua en mí, juguetea en mí ser mismo, no pares, yo también deseo ser toda tuya…

Eso hice, lamí, chupé, succioné, mamé e introduje mi lengua en ella, jugueteé con su ser mismo. Mis dedos decidieron participar de la introducción y se introdujeron una y otra vez, constante y frenéticamente. Frenético de lujuria el potrillo con su poderoso miembro erguido se encaramó sobre su jinete e introdujo su ser en el nido, abrió sus puertitas golpeteó sin parar, sin pedir permiso se fue hasta lo más profundo de él, empujo y sacó, una y otra vez. Él solo deseaba satisfacerse nada más. El nido que estaba conociendo era indescriptible, la sensación del acto más aún, únicamente quería hacerlo y hacerlo, hasta sentir la sensación deliciosa de llegar a la cima donde se encontraba el orgasmo, deseaba culminar esa cuesta deliciosa de subir y subir.

La poseída, la gozada, la conseguida, sabía lo que hacía. Siempre supo lo que hacía desde el primer día que lo conoció, se movía rápido y cadenciosamente. Apretaba y soltaba lo que tenía dentro de su nido. Apretó y soltó al intruso hasta hacerlo escupir todo lo que tenía represado, y escupió dentro de ella todo lo que tuvo, y lleno su pozo erótico con su fluido montaraz. Para el potrillo silvestre, una vez, dos veces eran pocas él quería más y más. El potrillo había conocido la lujuria; él quería continuar hasta dejar completamente fatigada a su jinete, para la amazona exaltada, una vez, dos veces eran pocas ella quería más. Ella quería continuar hasta dejar completamente fatigado y domado a su potro cerril.

Se buscaba ver quien fatiga a quien. Quien se rinde, Quien dice: Ya no más. Ninguno se rindió ya que estaban hechos a medida justa para satisfacer a su compañero y a el mismo.

Nunca pudieron dominarse, nunca pudieron fatigarse, únicamente desenfrenarse apasionadamente dándose todo entregándose completamente. 

Ese encuentro sería uno más de una larga cadena de juegos eróticos donde se luchaba para dominar al otro

¡Ana Julia!

¡Que hermosa mulata era!

(9,00)