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Una pendeja especial

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Amigos:

Estoy gozando una historia, súper prohibida, elegí al lector como confidente de estas vivencias tan especiales que no puedo compartir con nadie más, pero tengo unas ganas locas de gritarlas a los cuatro vientos, este es el sitio más idóneo y donde casi todos somos inimputables.

Un viejo aforismo dice: “la conquista puede ser un hecho casual, pero solo se les concreta a quienes la hacen un hecho causal”, también se cumplió en este caso. La historia fue así:

La prima de mi amigo, mujer de bien ver, siempre había sido objetivo de mis dardos de conquista, que hasta ese momento eludió con suerte dispar, en leguaje taurino diría que estoy en el segundo tercio, pero cercano el momento de salir con el estoque, ¡a matar! Una tarde como tantas otras que se dio de encontrarnos socialmente, me ofrecí acercarla hasta la casa, pero en esta ocasión estaba con su hija, a quien no conocía personalmente y me pidió si podía acercarla hasta el cole porque se le hacía tarde.

Manuela, llamaré a la muchacha, trigueña y bien desarrollada, tiene a quien salir bonita; por lo que sugiere, cursa el último año de la secundaria y el uniforme escolar le da ese aspecto de inocentona aniñada a pesar de haber cumplido los dieciocho, y que ahora lamento no haber podido asistir a la fiestota de su cumple. Muy parecida a su progenitora me enganchó su físico y gracejo para hablar, avispada y lanzada como pocas.

Se prendió enseguida de la charla, imponiendo ella el doble sentido con forzada frecuencia sobre temas del erotismo; el beso de despedida, en la mejilla, con labios abiertos dejó el rastro de la humedad de su boca y una sonrisa al decir:

—Salgo a las cinco y media... ¡Chau!, si te queda de paso… no te vas a arrepentir

Me dejó pensando la pendeja, con más dudas que certezas, pero cuando la calentura se instala se pierde la pasión puede sobre la razón, y si pensamos con la cabeza de abajo… De este modo llegué sin una decisión a la hora señalada, dejé de escuchar al angelito para escuchar al diablito y… me decidí a pasar por el lugar indicado. Tampoco iba con todas las certezas de su asistencia, diría que más bien… me tiré un lance para ver si decía verdad.

Estaba esperando y casi una protesta, pensando que había desdeñado la invitación. La invité a dar un paseo y a tomarnos un helado.

Puso en práctica el sutil arte de la seducción, seguí el juego para ver hasta donde llegaba. Movía la lengua sobre el helado con total sensualidad, exhibiendo todas sus habilidades en usar la lengua, lo acaricia simulando que es el glande, sus ojazos simulan e invitan al placer supremo de ser acariciados por esa boca que debió haber sido hecha solo para dar el placer del beso y la mamada.

De soslayo observa cómo me crece el bulto, sonríe del efecto seductor, deja el helado y me estampa un beso con delicioso sabor a frutilla. Compartimos el gusto de la crema que tiene su lengua, nos frotamos como espadas en duelo a muerte. Nos excitamos de tal modo que las reservas morales se mudaron al asiento trasero, no me alcanzaban las manos para recorrer el interior de la blusa y reptar bajo la mini, que a esa altura del manoteo estaba arrollada en su cintura.

Con la lengua recorría el cuello, mientras la mano entraba en la vulva, dos dedos hacían el recorrido por el vestíbulo hasta entrar en ella y hacerla gemir como gata en celo. Por causalidad había estacionado en lugar poco transitado de la plaza, que nos sustraían de ojos indiscretos.

Manuela se abrazó para ahogar sus gemidos contra mi pecho, estalló en efusivo orgasmo. Cuando dejó de temblar me besó, agradecida, su mano acarició el bulto, abrí la bragueta para facilitarle el acceso y darme los primeros mimos. Recliné el respaldo para favorecerle el manoseo, que pronto se convirtió en agitarla a pleno. La calentura aumenta al contacto con sus manos que maneja con la habilidad de consumada experta en masturbación.

—¡Por favor! Hacé algo!..., no me dejes así. – forcé levemente su cuello, hacia la erección.

Se resiste, tampoco demasiado, a chuparla, sin dejar de sacudir, y con la nariz tapada solo podía respirar por la boca, y… tan pronto la abrió, se la puse entre los labios.

—¡No!, no… me saques de tu boca, chupa, chupa… un poco… un poco más… ¡Porfa!

Mientras sostengo su cabeza con los dedos enredados en sus cabellos, comienzo el movimiento pélvico. En la medida que no intenta retirarse aflojo la presión y aumento el movimiento.

—¡Ah...! ¡Así! ¡Seguí! ¡Sí! ¡Sí...!

Dejó de resistirse, comenzó a mamarme con fervor, demasiado para poder resistir por más tiempo, quería demorar el placer, pero su manera tan fervorosa de mamar me lo impedía, de ese modo..., no pude contenerme, menos aún avisarle la inminencia de la eyaculación.

El gemido que brotó desde lo profundo de mi pecho puso música al poderoso chorro le leche tibia que buscó refugio en su boca.

Aguantó la eyaculación, hasta que le produjo arcada, tosió buena parte, el faldón de la camisa recogió el “provechito”.

Oportunos pañuelos de papel resolvieron el pastiche de leche sobre mi vientre.

—Papito ¡qué bruto polvo!, –mohines de Lolita con el índice en la boca.

Durante varios días esa mamada quedó rondando en mi cabeza, circulando por mis hormonas el deseo de poseer a esta pendeja. El conflicto interno era feroz, las ganas de sexo decían Sí y el seso decía No: Ganó el Sí, nuevamente el diablito del pecado triunfa sobre el angelito de la virtud.

Esa tarde esperé en la cercanía del cole, se alegró con la sorpresa y acordamos tener un encuentro como el anterior un par de días después, cuando pensaba hacer la rabona (faltar al cole) y tener un tiempo para “nosotros”, esa palabra avivó en mí el fuego del deseo.

Tenía todo “fríamente calculado, entramos al hotel, para ella era todo novedad y asombro, favorecía la táctica pergeñada en calentura.

El hidromasaje y los mimos la pusieron cachonda, fogosos revolcones predispusieron a la caricia. Lamí cada rincón, cada pliegue, exploré el potencial erótico en la cueva joven. Con fervoroso orgasmo pagó tributo a todas las atenciones bucales.

Mimos y caricias velaron el delicioso orgasmo, en el regreso a la vida, recibí con renovadas lamidas, el gesto que respondió al contacto, agradeció más que mil palabras.

La guie hasta acomodarnos para su primer 69, su segundo orgasmo fue consecuente con la eyaculación dentro de la boca de Manuela.

Esta vez no hubo sorpresa, los movimientos anticiparon el final feliz, se tragó todo, quedó con el miembro entre sus manos, pasando la lengua por el delicioso glande que obediente a tales mimos no decreció casi nada su erección.

—¡Papito, esta no se quiere bajar! – besó el glande. – Quieres más ¿no?

—Y... necesito... más para calmarme…

¿Por la chocha?... soy virgen, ¡la tenés muy grandota! Pero... – breve pausa – ¿Querés... por atrás? - tímido ofrecimiento - Ya me lo hicieron..., duele pero... ¡Dale!, ¿Sé bueno eh?

La opción incitante y tentadora, arrodillada sobre la cama, espléndido panorama, lubriqué dedos e y verga en la jugosa almeja. Mientras frotaba el pene en la vulva con los dedos abría el camino a la sodomización. Ayudó en la penetración abriéndose las cachas con sus manos, despacio sin entrar muy a fondo concreté el deseo de vaciarme dentro de la pendeja.

Repetimos el acto, esta vez sí, la ensarté a fondo, montada como para domarla, agarrado de los pechitos, bien duritos, se veían agitar en espejo en cada embestida, Manuela gustaba verse en el espejo como este macho la posee. La crudeza de la imagen la excita, sacude las caderas ayudando al rítmico vaivén de la feroz culeada. Entraba tan afondo como permitía el contacto de los cuerpos, sentía llegarle hasta el esófago, el placer no tenía parangón con otro polvo anterior.

El placer incomparable de la eyaculación marcó el final del acto, lo gozamos de maravilla. Quedó con el culito bien empinado, pujando para que pudiera disfrutar viendo como mi semen buscaba el exterior en medio de un lechazo espumoso acompañado de las obvias flatulencias producto del bombeo. El espectáculo de ver nuestro esperma dejar el canal es doblemente grato.

En el regreso diría que siente los latidos del ano por la intensa cogida, pero satisfecha porque esos latidos serán como el recordatorio de un momento feliz y con ganas de repetirlo en la semana próxima.

Seguimos teniendo sexo, la desfloración se produjo poco tiempo después, pero merece relatar toda la esencia y química de ese momento que la hice mujer plena.

Este relato fue una parte memorable de mi historia personal, necesito tu opinión, que recibiré con sumo agrado y responderé a todas tus preguntas, atrévete: [email protected]

 

Lobo Feroz

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