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El sacrificio 3

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Luego de la última vez, la vida en la estancia transcurrió muy normal y apacible. Hasta un día en que mi padre se fue. Garmendia le había encomendado unos trabajos en una estancia vecina. Lo que lo llevó a ausentarse por unas semanas. En una de esas semanas el viejo nos invitó a mí y a mi madre a que pasáramos unos días en su mansión, mientras hacía algunas remodelaciones en nuestra casa.

La primera noche, el sr. Garmendia organizó una fiesta con algunos empresarios amigos suyos. Mi madre y yo cenamos con ellos. Después de cenar fui a mi habitación, la cual quedaba junto a la de mi madre. Había bebido muchas gaseosas, así que a mitad de la madrugada me cruce al baño que estaba en frente. Al salir, me entró la curiosidad y comencé a recorrer los salones. Caminé por un largo pasillo, y luego al girar a la derecha, me encontré con otro más extenso, y a mitad de este una puerta abierta. Al entrar en ese salón alcancé a ver en el fondo unos pequeños destellos de luz. Caminé unos pasos y escuché un murmullo. Observando más detenidamente note que en la pared había una especie de hendijas por donde entraba la luz. Al acercarme y espiar a través de ellas descubrí que daban a uno de los baños privados de la mansión y pude ver allí a mi madre, sentada en el inodoro, con sus grandes pechos descubiertos, gimiendo y masturbándose mientras el señor Garmendia orinaba sobre ella.

Una vez que este dejara de orinar, empezó a cogérsela por la boca, sujetándola por la cabeza. El duro miembro del viejo se abría paso frenéticamente entre los carnosos y húmedos labios de mi madre, que gemía y no dejaba de mirar fijamente el rostro arrugado de Garmendia, que se contraía en un gesto de intenso placer. Este no tardó en venirse. Comenzó a acelerar sus embestidas. De la pera de mi madre pendían largas gotas de saliva, que se iban derramando sobre sus grandes y duros pezones. El patrón de mi padre comenzó a gritar: ”Si si, puta ahí vengoo, siii. Aaah! toma, toma mi lechitaa! Aaaahhh!! Aaaaaahhh!! Putaaa!! Toma tomaaa”. Mi madre bebió hasta la última gota de su esperma, incluso siguió succionando el miembro del viejo, aun cuando este ya había perdido su erección. Lo recorrió todo, desde abajo hacia arriba con su lengua, hasta dejarlo limpió por completo.  

Yo salí del salón y me dirigí de regreso hacia mi habitación, y luego escuche que en el pasillo el sr. Garmendia dijo: ”ey! ¡Ustedes tres! ¡Ahí se las dejé amansadita en el baño! ¡Llévenla a la habitación que está en frente! Estas son las llaves. Mientras estén con ella aten una corbata en el picaporte, del lado de afuera, y cuando terminen desátenla y sáquenla así mando a la mucama a que haga limpieza.”

A la mañana siguiente al pasar por afuera de la pieza de mi madre, vi que la corbata aún seguía atada en la manija de la puerta. Yo desayune y después pase toda la tarde andando a caballo.

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