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Malena 11

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RELACIÓN CON JENNY

Jenny no buscaba poseerla, dominarla o pervertirla con su sabiduría en cuestiones sexuales -que ya le había demostrado fehacientemente- de mujer corrida en cien plazas… solo buscaba comprarla, tenerla… asegurarla, para obtener de ella la delicia del sexo que le daba y que le exaltaba su sensualidad de mujer madura.

Para Malena, que captaba el argumento mercantil de su posesión como objeto precioso; que también había sido el de Macarena; el sexo con Jenny no satisfacía su necesidad, ni la llevaba más allá de algunos portentosos orgasmos mediante su veteranía -pero eso no sucedía todas las veces.

Lo que sí satisfacía, era su necesidad de protección. Mucho más que la que le pudiera dar un hombre, por más poderoso que fuera. Porque la posesión por parte de una mujer madura tenía mucho de amor maternal… y ella estaba signada por ese drama de su existencia.

Jenny era rica y trataba de llenar el vacío de la falta de amor que notaba en la muchacha, con regalos y maravillas.

Desde que la volvió a ver, se le metió en el corazón. Quería que la amara, que la necesitara. Estaba enamorándose de la chica. Como dice el Gabo… “cayó en la trampa de la nostalgia…”

Jenny resultó una mujer sabia, interesante, culta, buena maestra, amable y provista de una especial capacidad para comprenderla y para instruirla y adiestrarla en las cosas del amor y de la vida. Con ella se sentía a gusto y en confianza era de las pocas personas en las que depositaba su confianza.

Jenny estaba ya cerca de los sesenta años y Malena no se sentía especialmente atraída desde el punto de vista sexual hacia ella -no por el asunto de su edad ni por su físico- sino porque no poseía esa actitud dominante e imperativa que requería para, al ser completamente subyugada, entregarse al placer que eso le producía. Necesitaba que la hiciese sentir dominada… que la convirtiera en objeto de una pasión arrebatadora -con celos incluidos- que le transmitiera su dominación y su fuerza… eso era lo que la ponía aguadita, mansita,  abierta y entregada. Pero Jenny no era eso.

Esa actitud fue la que la sedujo la noche de su matrimonio con Macarena. Ese día Jenny la había conquistado por la fuerza de su carácter agresivo, atrevido y conquistador.

Ese día, al llegar a la fiesta en la que se comprometería formalmente con Macarena, las señales de que había otra que la quería robar para ella –“aquí y ahora”, y aunque fuera contra su voluntad- en pleno apogeo de la  celebración y pocos pasos de otras personas, logró que ese deseo perverso que veía en la otra, tomara un cariz alevoso, traidor y dramático, que la mantuvo en estado de excitación continua desde que lo notó.

Cuando con una excusa pueril se la arrancó a la posesión de Macarena y la arrastró a la cocina   tomada de un brazo, Malena sintió que con toda seguridad algo importante iba a pasar.

Apenas llegar a la cocina la había tomado abruptamente por el brazo, la atrajo hacia sí y la besó delante de todos los que allí se encontraban… demarcándola como un territorio de su pertenencia, a pesar de lo que la celebración y la amistad con Macarena indicara: era una conquista con testigos.

Al empujarla de un empellón dentro del aledaño cuarto de la lavandería -en el cual tendrían, apenas, un poco más de privacidad- terminó de sellar la adjudicación a su propiedad de la bella pieza indisputada… todos lo entendieron así, pues sabían que el sello de la declaración de que esa cosa ahora le pertenecía: era poseerla. Las hembras que presenciaron el suceso se excitaron al sentir el latigazo de la apropiación a las malas que Jenny había hecho al bien más preciado por su mejor amiga.

Malena, a pesar de lo rápido de la acción para raptarla en las narices de su  Macarena, siguió todos los pasos por los que había pasado la declaración de que ella ahora le pertenecía a la otra, incluyendo el “si hay alguien que se oponga, que lo diga ahora: para que nos matemos”. Como nadie se opuso… y Jenny le hizo sentir, en pocos minutos, más que lo que nunca había sentido con Macarena.

Al entrar en el -apenas iluminado- cuartucho, cuyo espacio era casi completamente ocupado por una lavadora y una secadora, le había apretado sus labios con los dientes para que no se atreviera a quejarse o gritar. Le subió la bata con premura de violación, le levantó bruscamente una pierna que sostuvo en esa posición apoyándola en una esquina de la secadora, y mientras sus dedos sonaban la canción favorita de sus pezones, sintió una gruesa vagina que mordía la suya al mismo tiempo que se frotaba contra ella.

Fueron pocos frotes los que necesitaron para irse de farra orgásmica.

Una vez terminado el acto, temblorosa aún de deseo y de deleite, había abandonado el lugar… la había abandonado, despreocupándose de sus sentimientos contradictorios y mientras Malena se acomodaba la ropa y recogía los cabellos que se habían salido de su crineja: no pudo aguantar las lágrimas… el problema era que lloraba por la que le había abandonado y no por la traición a la otra.

Sin una palabra y con su cara de “yo no fui” salió del caluroso lugar y se reincorporó a la celebración. Se volvieron a ver muchas veces en el transcurso de la noche y cada vez que la otra la miraba una arcada de placer conmovía sus entrañas.

Quedó marcada.

BÁRBARA

Así se llamaba, era amiga de Lobe y la conoció unos días después de su reaparición en la vida de Jenny.

Ella y Jenny, habían decidido hacer una pequeña reunión íntima para agradecer a Lobelín su intervención en favor de su relación amorosa que había tenido su exitoso y desquiciante colofón la misma noche que se reencontraron.

Bárbara era una muchacha contemporánea de Malena, pero tenía cuerpo y cara de una muchacha de quince; era pequeña, no llegaba a los ciento sesenta centímetros, delgada, fibrosa y de piernas y nalgas bien talladas. Era no muy agraciada de rostro y tenía el cabello corto con un corte de varón. Vestía siempre elegantemente ropa de primera y perfumes sedosos que avasallaron desde el primer momento los sentidos de la catira.

Su inteligencia y encanto eran superiores. Avispada, atrevida, sexi, rebelde y buena contadora de historias picantes. Durante toda la noche se dedicó a Lobelín en cuerpo y alma… pero sus miradas, se las dedicaba a Malena en sexo y ganas, y, sin que nadie pudiera notarlo, le hacía morisquetas, le sacaba la lengua y le lanzaba besos llenos de saliva con los dedos…

A Malena le caía en gracia su comportamiento, pero a medida que pasaba la fiesta y la música y el licor había su efecto, determinó que lo mejor era no acercársele mucho porque se la podía comer.

No se apartó ni un instante de Jenny, pero nadie notó sus prevenciones, ni se dio cuenta de la actitud de Bárbara, era un asunto privado entre ellas… un cortejo maquiavélico que la hizo humedecerse contra su voluntad.

Esa noche hizo el amor con Jenny pensando en Bárbara.

Lobelín, no le preguntó nada, al otro día ni en los siguientes, sobre su amiga.

Pero el demonio siempre trabaja… nunca descansa: es un trabajo muy cansador ese, de ser demonio…

Unos días después, antes de la salida del trabajo -que las mantenía atadas debido al entrenamiento intensivo del que Malena era objeto-  Jenny las llamó para que se reunieran con ella en su apartamento, estaba aún regocijada con la llegada de Malé a su vida y quería seguir celebrando.

Lobelín llamó a Bárbara para que se les uniera -Malena tembló- les informó que estaba en las cercanías y que la recogieran para irse en un solo vehículo. Así lo hicieron.

Las tres iban en el carro de Lobe, Malena entre las dos, con su cuerpo opulento, no le quedaba más remedio que frotarse contra Bárbara. No la miraba –temía hacerlo- a pesar de que iban conversando animadamente y se reían de sus maliciosas y divertidas salidas, al contar -no sin cierta ternura depravada- lo que en la última noche de amor le había hecho a Lobelín.

A Malena se le ocurría que lo que decía -a pesar de sus visos de verdad por las reacciones apenadas de Lobelín- no fuera otra cosa que inventos para entretenerlas y darle significado de advertencia al roce de sus muslos, que ya era exagerado.

Se detuvieron a reponer gasolina. Bárbara descendió del carro para encargarse del asunto:

_ ¿no es bella? Le preguntó Lobe a Malena.

_ ¿te gusta…la quieres? preguntó Malena a su vez, interesada en saber hasta qué grado la afectaría una infidelidad.

_ Sí. Me complace, mientras regresa la mía… cumple bien su propósito… ¿la quieres probar?

Malena se sorprendió por la oferta:

_ creo que ella me quiere probar a mí- declaró de lo más sinceramente.

_ es buena… te la recomiendo, la podemos compartir… pero ten cuidado, porque Jenny es muy sensible la harías sufrir.

Malena sintió que le quería advertir algo:

_ no creo que Jenny esté enamorada de mí… para ella sólo soy un lujo… una alhaja… le gusto, pero más nada, en cualquier momento me dejará… y yo… no me enamoro de mujeres, ya se lo advertí.

_ entonces… cómete a Bárbara… tienes permiso.

_ Estoy segura de que es ella quien me va a  comer… estoy segura que, con tu permiso o sin él, lo intentará, por lo menos… pero es mejor saber que no te afecta tanto…

_ ¡mami! - Dijo Bárbara asomándose por la ventanilla de Lobelín e interrumpiendo la conversación-cómprate una o dos botellas en la licorería de la estación de servicio, para llevarle algo a Jenny, mientras yo termino aquí.

_ es verdad... vente Malena, vamos a escoger qué le llevamos…a tu mujercita...

Malena quien no quería quedarse a solas con Bárbara,  se disponía a salir del carro cuando observó la mirada vehemente de la muchacha a través de la ventanilla, ordenándole que no saliera.

Fue tanta su turbación, por la ansiedad que vio en la mirada, que hizo un mal movimiento y metió uno de los tacones de sus zapatos en un recoveco del piso del automóvil y tratando de sacarlo por fuerza, lo quebró…

Lobe, se interesó por saber si no le había pasado nada a su pie y Malena le respondió un poco turbada que no.

_quédate… ya regreso. A Bárbara le gritó: -¡metió la pata…ayúdala con eso!

Bárbara afirmó con la cabeza y un ¡ujúm! De #que fastidio con estas mujercitas”.

_ no te vayas a estar allí toda la tarde, le gritó mientras la veía alejarse, es sólo comprar dos botellas y ya… ¿no?

Lobelín se volteó y le sacó la lengua.

Malena había sacado el pie del zapato y, a este, trataba de sacarlo del lugar en el que lo había incrustado. Lobelín había entrado en el local.

Bárbara, abrió su puerta, tomó su pie entre sus manos y se lo besó. Sintió un ramalazo de placer que se le incrustó en el perineo: -¡deja, chica! Dijo.  Pero su expresión no apoyaba su pedido, su expresión pedía más caricias.

Bárbara la miró seria:

_ perdiste un par de bellos zapatos por desobediente, te ordené que no te bajaras… quiero estar un ratico contigo… a solas… para decirte lo que te va a pasar…

Malena la miraba con los ojos muy abiertos y expresión expectante. Bárbara de un solo jalón sacó el zapato con su tacón fracturado que pendía de un pedazo de cuero. Se lo entregó con mirada burlona.

Rodeó el auto y ocupó el sitio del chofer, movió el carro hasta estacionarlo frente a la vidriera de la licorería a través de la que se veía a Lobelín escogiendo la bebida.

-¡eres atrevida! le dijo Malena, mientras con una sonrisa saludaba a Lobe que cada cierto tiempo volteaba  hacia ellas para mostrarles una botella: ellas la saludaban y denegaban o afirmaban.

Bárbara le hacía señas de que se apresurara. Lobe no tenía interés en ello, quería darles su tiempo para que entraran en la fase de traición en la que Malena seguro caería arrastrada por la voluntad de Bárbara.

Ellas, simulaban estar hablando de cosas banales para pasar el tiempo, pero no era eso lo que sucedía… Bárbara realmente le daba instrucciones y le vaticinaba que esa noche delante de ellas… la poseería. Le describía vívidamente lo que le haría y lo que ella le exigiría que le hiciera. 

Malena oía y callaba. Reía para Lobe y estaba húmeda y frágil para Bárbara.

La mano de Bárbara entraba y salía de entre sus muslos y se la llevaba a la nariz para aspirar su aroma, como calibrando lo que estaba sembrando en la sensualidad de esa catira tan bella cuya intimidad olía a flores.

Una angustiante efervescencia sensual la hizo estremecerse mientras Bárbara le hablaba y tocaba sus labios mayores con salacidad. Se volteó hacia su ventanilla y cerró los ojos para que la sabrosa sensación se disipara sin que Lobelín -en el caso de que mirara atentamente-  notara el descalabro de su voluntad.

Bárbara ya acariciaba su gata ronroneadora cuando Lobe regresó.

Llegaron al apartamento.

Jenny le mostró el regalo que le había comprado: un bello conjunto pijama de dos piezas transparente y sedoso.

Le obligó a que se lo probara y lo modelara entre las rechiflas y risas de todas. Le pidieron que se lo dejara, que estaban en confianza, que le quedaba bello, pero ella insistía en irse a cambiar hasta que la mirada de Bárbara se cruzó con la suya… desde ese momento desistió de su intención: todas lo celebraron.

La reunión estaba divertida especialmente por las curiosas intervenciones de Bárbara, una mezcla de vulgaridad, salacidad y perfidia, que a todas entretenía, hipnotizaba y excitaba.

Especialmente Malena se sentía quebrantada. Su entrepierna, sin pantaleticas, estaba  húmeda y lubricada en su parte interior.

Jenny la besaba un poco y la tocaba otro poco y así podía pretender que su calentura se debía a la fuente de perversión que manaba de las caricias de Jenny y no de la que fluía de los ojos y la boca de Bárbara.

Lobe observaba el acontecimiento atentamente: Jenny estaba muy borracha y cansada como para estar fijándose en detalles.

El momento llegó.

Tantos días de farra eran demasiados días de farra consecutivos para Jenny  y se quedó dormida al lado de Malena rodeándola con su brazo por los hombros.

Bárbara la miraba con desesperación erótica, contaminándola, pervirtiéndola: ya Jenny no era problema.

Lobe estaba un poco borracha, seguía bailando con Bárbara, frotándose con ella y buscando su redención antes de que se le acabara el tiempo.

Malena permanecía sentada al lado de Jenny dormida, observando lo que su amiga y su novia hacían, oyendo la música y sin beber demasiado.

De repente las cosas se desbocaron.

Lobelín se dejó llevar por su calentura y su borrachera y se ofreció sin tapujos a Bárbara.

-con permiso, le dijo a Malena antes de acostarse de espaldas sobre la mesita baja del centro.

Encogió sus piernas y colocó sus talones sobre el borde. Le indicó a Bárbara con una seña que estaba lista.

Bárbara le subió la falda y le bajó las pantaletas sin dejar de mirar a Malena. Lobelín también la miraba con su cara ladeada hacia ella. El espectáculo parecía que iba a ser en su honor.

Encima de la mesita de centro de la sala, a menos de un metro de Malena, Bárbara la poseyó con su boca mordiéndola y lamiendo todo lo que pudo alcanzar. Se oía el perverso sonido de su lengua y de su boca mientras la acariciaba y metía sus dedos entre su raja hambrienta. Sus manos estregaban sus senos. Lobelín seguía mirando a Malena con faz desencajada por el placer y ojos llenos de lágrimas.

Malena la miraba extasiada sin mover ni un músculo pero su clítoris acusaba, a control remoto, el placer que la otra le transmitía con sus ojos y su silencio.

El sonido de la música había parado y ya no se confundía con los murmullos de angustioso placer de Bárbara. Estos ahora tenían vida propia.

Bárbara le hacía el amor mirando a Malena, lo estaba haciendo para ella, el espectáculo era en su honor. Malena estaba sintiendo que un gran placer se modulaba entre sus ninfas.

Bárbara en un último empujón arrancó el grito del placer final a Lobe quien quedó allí rendida, aplanada contra la fría piedra de mármol de la mesita... logró mirar a Malena y sonreírle antes de caer rendida de cansancio... parecía decirle: “ahora es tu turno”

Bárbara se levantó y se fue desvistiendo delante de Malena sin dejar de mirarla ardorosamente.

Malena pasó su lengua entre sus labios resecos para humedecerlos y aprestarse. Le indicó con mímica, articulando las palabras en silencio: “cu-i-da-do”.

Jenny la continuaba abrazando dormida. Malena estaba inmovilizada y Bárbara con su pequeño cuerpo musculoso avanzaba hacia ella.

Comenzó por desenredarla del abrazo de Jenny, cuidadosamente para no despertarla. Pronto quedó liberada. 

Mientras ejecutaban la maniobra, ambas estaban que no aguantaban la risa porque el tipo de acción alevosa que se aprestaban a realizar en desmedro de la fidelidad que, por lo menos nominalmente, debían a sus parejas: les parecía risible a la par que excitante.

Malena fue deslizando lentamente su trasero, sin causar mucha conmoción en el asiento con sus  movimientos, para abandonar el mueble.

Bárbara aprovechaba su posición para despojarla de la parte inferior de su nueva bella pijama, mientras se movía hacia ella.

Por fin ambas estuvieron de pie, echaron una última mirada a sus parejas dormidas. Estaban a punto de reventar de las contenidas ganas de reír. Tomadas de la mano comenzaron a alejarse en silencio.

Se encerraron en el balcón que había sido el lugar elegido por Bárbara para amarla a la luz de las estrellas, al mismo tiempo que podían vigilar a sus novias dormidas a través de las puertas de vidrio y en caso de un despertar inoportuno, simular que simplemente estaban conversando mientras miraban los luceros y que habían salido para no molestarlas con sus voces.

Para una mejor puesta en escena, Malé se dejó puesta la camisa de su pijama y Bárbara su franela.

Todo sucedió en silencio. Ya no hubo más risas.

Con un gesto le ordenó que se tendiera en el suelo. Estaba frio, veía el cielo estrellado sin nubes ni luna.

Le pasó la lengua repetidas veces por su vulva, se la embadurnó de saliva y seguidamente colocó con lentitud pavorosa su vulva sobre la suya.

Sus surcos se besaron apasionadamente, ninfas sobre ninfas, clítoris sobre clítoris. Cachapitas o tijeritas… era lo mismo, estaban unidas por un beso de coñitos que se deseaban.

Malena no quiso cerrar los ojos.

Se miraban. Querían calibrar la sensación que se producían mutuamente. Bárbara articulaba, muy quedamente, palabras licenciosas mediante las que la amenazaba con hacerla suya y no devolverla. Malena se estremecía y le rogaba que lo hiciera.

Ya los flujos hacían muy resbaladizas la superficie. Bárbara sucumbió primero.

Malena la atrajo hacia su pecho. Se trabaron en un beso profundo y básico. De él, emergieron por el orgasmo de Malena que casi se ahoga con la lengua de Bárbara.

Esta, recuperó su autocontrol con prontitud, controló a su pareja con su lengua y mordisqueó los pezones que tan cerca tenía. Malena soltó un chorro de meados con el orgasmo que no acababa. Estaba liberada de ese peso: desde que estaba con Jenny no se había orinado.

Se quedaron quietas pero acezantes, una sobre otra con los ojos cerrados.

Un leve rasguño sobre el vidrio de la puerta llamó su atención. Miraron.

Lobelín apoyada contra el vidrio de la puerta del balcón las miraba. Estaba llorando.

El respingo de Bárbara la hizo desmontar a Malena.

Ambas la miraban sorprendidas -más por el llanto, que por su presencia- Bárbara se puso de pie sin dejar de mirarla y abriendo la puerta, le cedió el paso.

Lobe no quería entrar. Bárbara la tomó a la fuerza por la cintura y la obligó a pasar al balcón. No quería que Jenny se despertara. Aún no era tiempo de descubrirse.

La abrazó y la besó. Malena tirada en el suelo, enredada entre cuatro piernas que sobre ella sostenían dos cuerpos unidos por un voluptuoso abrazo, no hacía más que mirar con sus manos tras la nuca…

-¿qué pretende Lobelín con ese teatro de llanto y tristeza?

De repente creyó entender que había una trama tras todo ese espectáculo: quizá, Lobe, necesitaba una excusa para poseerla… ¡falta de confianza! Se dijo Malena pues aunque Lobelín no era su tipo sexual, tenía un bello rabito que siempre le había llamado la atención.

Quien primero reaccionó fue Lobelín…

Lentamente se fue agachando sin dejar de mirar a Malena con una sonrisa como pidiéndole comprensión… Malena la miraba sonriente, dándosela.

Cuando estuvo en cuclillas al lado de Malena, movió su mano suavemente hasta que la colocó sobre su monte de venus y allí la posó. Se miraban con confianza. Malena le indicó sin gestos que podía entrar.

Lobe, tomó por la mano a Bárbara y le ordenó por señas que se agachara a su lado.

Cuando Bárbara estuvo acuclillada a su lado, Lobelín indicó con la mirada en dirección de la intimidad de Malena -quien estaba estupefacta observando el espectáculo del que ella formaba parte protagónica… pero del que, a la vez, se sentía extrañamente despegada- y Bárbara había asntido.

Bárbara como si sólo esperara esa orden, hundió su cara en el boquete de Malena y la mordió fuertemente al mismo tiempo que le hundía su lengua en su gata.

Malena gritó y trató de apartarla pero su cara fue de gozo cuando lo hizo. Eso era lo que buscaba Bárbara al morderla: constatar lo que pensaba: a la catira le gustaba el dolor… buen punto.

Lobelín no había perdido tiempo y sorpresivamente había colocado su bello rabito sobre la cara de Malena.

Malena quedó dominada e inmovilizada, sin pensar en quitárselas de encima y sin entender perfectamente la razón de todo este rito de violencia.

Solo sabía que habían adivinado cómo satisfacerla… o, no era adivinación, sino observación… rodeó la cabeza de Bárbara con sus muslos y los muslos de Lobe con sus brazos y les gritó, como pudo, que la mataran.

Bárbara sostenía sus muslos lo más abiertos posible con sus fuertes brazos para impedirle que la ahogara y al mismo tiempo estaba haciendo barbaridades con su gata que maullaba enloquecida más por la violenta situación, que se asemejaba mucho a una violación, que por el propio placer que la boca de Bárbara le ocasionaba.

Malena, por su parte, al verse privada de la capacidad de respirar por la asfixiante postura de Lobelín, que con su desesperación por echar fuera el desesperado orgasmo que acosaba su acosado útero, le restregaba con fuerza, inconsciente, su raja totalmente húmeda, con crueldad salvaje, sobre su nariz, que por momentos perdía el aire.

Lobelín sentía que su deseo cumplido la hacía más feliz de lo que había pensado. Esa catira, mamando era portentosa: iba a ser muy difícil trabajar a su lado sin correrse al recordar.

Malena estaba tan angustiada por no morir asfixiada, que estaba  impedida de concentrarse en lo que le hacían.

Finalmente,  Lobe comprendió que se estaba excediendo y  aflojó la opresión de su raja sobre la cara de Malena… además, Malena la estaba mordiendo con saña para defenderse y el dolor la hizo reaccionar.

El efecto de la estimulación de Bárbara se hizo patente y sumada a la sensación de estar siendo violada, la llevó de pronto, sin que pudiera prevenirlo, al máximo de su capacidad placentera: ¡coño, soy masoquista! Gritó en su cabeza antes de soltar el inmenso placer que la atrapaba entre sus fauces.

Hundió su lengua en la alhaja de Lobelín, le mordió con sus labios pulposos sus escuálidas ninfas, le rodeó la espalda de Bárbara con sus piernas, elevó su cadera involuntariamente mientras un rugido surgía de su esfínter y soltó su orgasmo… empapado con chorros de orines a presión en la propia boca de Bárbara.

Lobelín, en ese momento, estaba echando sus flujos orgásmicos sobre su boca: tenían cierto sabor a whisky. Se la lamió como un cachorrito hasta que dejó limpia a su amiga.

Todas, tardaron unos momentos en recuperarse.

Lobe se levantó y le sonrió.

Malena la miraba con ademán interrogativo de “¿qué fue todo esto?”

Bárbara al fin quedó liberada del tremendo agarre de sus macizas piernas, tenía la cara enrojecida y llena de flujos y meados.

Malena rompió a carcajearse por la expresión compungida de Bárbara. Cuando volvió a la realidad recordó a Jenny.

Miró a través del vidrio… seguía dormida. Pero no había que abusar.

Se levantó y fue al baño.

Lobe y Bárbara se estaban terminando de vestir, de lo más tranquilas, como quien acaba de terminar un trabajo, cuando ella salió vestida nuevamente con su bello pijama.

En son de burla y para demostrar su alegría dio una vueltecita como para modelarles la elegante prenda.

_ Vístete que nos vamos, le ordenó Bárbara.

_no. Me quedo.

Se despidieron en la puerta. Bárbara le mordió los labios cuando se besaron, Malena le dio una cachetada: -¡deja, no te pases!

Bárbara la miró sorprendida. Lobelín reía.

_estoy enamorada de ti, le dijo Bárbara mientras se sobaba la mejilla.

_a mí también me gustas, respondió Malena.

-¡vámonos! Dijo Lobe.

_ ¿qué quieres? preguntó Bárbara.

-que esperes…que tengas paciencia –respondió Malena mientras cerraba la puerta.

Totalmente complacida se acurrucó en el regazo de Jenny y se quedó dormida soñando con Bárbara.

Fin del 181.

(9,00)