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El suplente de mi mejor amigo

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Vuelvo a publicar un escrito que me ha remitido mi amigo, que me pedía que le corrigiera. Apenas lo he tocado, lo genuinamente bueno no necesita maquillaje.

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Cuando tenía 18 me encontraba en pleno despertar sexual. A veces, en retrospectiva pienso que no disfruté como quería, aunque aprendí lo necesario. El 17 de mayo de ese año conocí a una de las personas más importantes en mi vida y que, desde ese entonces y por tres años más, sería mi mejor amigo.

David buscó todos los medios para acercarse a mí y ser mi amigo, algo que entonces me pareció extraño, sin embargo no me lo cuestioné. Con él hice muchas cosas por primera vez, otras tantas por segunda y fuimos ambos cómplices de varios deslices del otro.

Pasó algo inevitable para mí en un momento de necesidad afectiva y comencé a enamorarme de él y él lo supo. Son cosas que nunca he podido ocultar y tampoco me he molestado en hacerlo. Mi carácter es el de una persona directa, que dice lo que piensa y lo que quiere sin remilgos.

Muchos de nuestros amigos, de hecho, ya creían que éramos pareja porque nos comportábamos como tal. Eso nunca fue así, pero a él no le molestaba que la gente lo creyera y..., bueno, yo feliz porque al menos era mío para el público.

David siempre me quiso. Eso lo entendí. No como yo llegué a quererlo a él. Creo que lo hizo de una forma menos interesada. Entendí que le dolía mi situación. El decía que no podía darme lo que yo quería porque, aunque me quería y me aceptaba como yo era, él no era como yo. Pero no estaba dispuesto a dejar que las cosas siguieran como iban y..., eso le aportó a mi vida gran parte de mis experiencias y de mi seguridad en el campo sexual.

Pasaban meses desde la primera vez que hablamos de mi fijación por él. Se notaba como yo me sumía en la soledad y una expresaba indiferencia total por las demás personas. No quería a nadie más, nadie más me gustaba. Para mí sólo era David y nada más, el resto..., la selva.

Así que su cabeza calculadora le anunció que había que tomar medidas o eso podía terminar mal. De pronto comenzamos a salir con gente diferente, amigos suyos o amigos de amigos que acababa de conocer. Frecuentábamos bares de ambiente, fiestas de amigos muy gay entre otros. Yo era un bobazo, así que no entendía nada y no sabía lo que pasaba.

Mi instinto todo el tiempo me jugaba malas pasadas y, siempre que alguien se le acercaba a David, ahí aparecía yo para reclamar mi derecho. Porque si David no era para mí, no era para ningún otro hombre.

Nunca tuve inconveniente por sus conquistas femeninas. Al principio me dolía pero luego entendí que no había nada que hacer así que las acepté. Comencé a llevar una buena relación con ellas y, en determinados casos, a ser su paño de lágrimas cuando el dejaba asomar ese carácter egoísta que yo le conocía pero nunca sufrí en carne propia.

Luego me fui dando cuenta que, en nuestras salidas, David optó por no separarse de mí, excepto cuando ya notaba que, de pronto, había interés de mi parte en alguien y allí me dejaba solo mientras él buscaba una señorita que le hiciera compañía o un amigo nuestro con quien hablar; siempre consciente de mi vigilancia constante y cuidando de no disparar mis alarmas, no fuera y perdiera la concentración.

Así ocurrió varias veces hasta que, un día, decidió llevar el plan más allá.

El chico con el que hablaba esa noche era un conocido de David, estudiante de otra universidad de nuestra ciudad y botaba plumas como un ganso alopécico - si funciona la comparación -.

Aunque fuera atractivo, Jason no era mi tipo. No... A mí me gustan los hombres. ¡Hombres hombres! Insisto. Jason no era eso..., además hasta me había contado que un par de veces había actuado como drag queen en el bar de un amigo, algo que me gustó menos. Amo los shows de las drag queen, pero..., creo que no son el tipo de hombre que me llevaría a la cama.

Sin embargo ese día estaba a tope. No sólo había consumido una cantidad considerable de alcohol (suministrado amable y generosamente por David), sino que también estaba al borde de la locura con ese celibato autoimpuesto por cuenta de mi amor y veneración casi religiosa por ese ejemplar de hombre que es David.

Ya cuando estábamos algo colocados por las bebidas, David se acercó a nosotros para tantear el ambiente y, resaltando que yo siempre decía que salir cuando cerraban un antro era de mal gusto, sugirió que era una hora prudente para retirarnos y que, si así lo queríamos, podíamos continuar la fiesta en su apartamento.

Yo dije que no había problema y Jason tampoco quería quedarse en ese lugar, así que nos levantamos, salimos a la calle, abordamos un taxi y en menos de 10 minutos estábamos en el apartamento.

David sacó una botella de ron que estaba por la mitad, pusimos algo de música y bebimos hasta el amanecer. El primero en desfallecer fue David, quien se fue para su habitación mientras nosotros seguíamos hablando no sé qué cosas. Pero cuando ya sentimos cansancio, lo guié hasta el estudio donde había un sofá-cama que desplegué, extendí una sábana y un par de cobijas y a dormir.

 Juntos.

Ebrios.

El frio nos hizo juntarnos más, el contacto hizo que tanto Jason como yo nos empalmáramos y la cercanía dejó al descubierto nuestra excitación. Empezamos a preguntarnos el uno al otro cómo íbamos a resolver eso y comenzamos a tantear cada uno el bulto del contrario para saber, sólo por información, que tan grave era el asunto. Y era grave.

Mucho.

Así que comenzamos a acariciarnos ya sin mucha prevención mientras yo, algo más descarado y afirmando mi papel dominante en esa situación, decidí comenzar a masturbar su verga con una mano mientras con la otra busca su agujero.

Sin contemplaciones, le sugerí que se diera la vuelta y posicioné mi miembro ya crecido entre sus piernas y comencé a hacer amague de follarlo mientras mi mano izquierda seguía masturbándole. Le dije sin dar lugar a discusiones que se lo iba a meter.

Pregunté si teníamos condones y la respuesta fue negativa. Ya entrados en gastos no me importaba en qué condiciones iba a suceder eso, pero esa madrugada iba a suceder. Así que con un hábil movimiento retiré mi verga de entre sus piernas y la dirigí hacia su culo.

¡Ah! maravillas de la juventud... esa noche tenía mi verga expulsando liquido pre seminal como nunca, de manera que había abierto un cómodo camino entre sus piernas y no iba a ser diferente con el ano de Jason, que estaba seguro de que alguien mas había ya estrenado.

El alcohol y la excitación de Jason ayudaron a dilatar y, con la paciencia y precisión de un relojero, fui introduciéndome en su interior muy despacio, poco a poco. Quería que el dolor fuera el mínimo posible y lo estaba logrando. Una vez adentro, me quedé quieto por casi un minuto que aproveché para cerciorarme de que la verga de Jason siguiera erecta y le masturbé.

Cuando ya percibí una extrema comodidad, comencé a moverme. Se sentía maravilloso. Aunque Jason no me gustara una pizca si era atractivo y tenía un cuerpo bien proporcionado. Más acuerpado que yo, que siempre he sido delgado (con unas nalguitas paraditas que son mi tercer orgullo) él tenía eso que por aquí llamamos "de donde agarrar".

Me estaba proporcionando un placer del que llevaba casi dos veranos privándome. Mi lubricación, y seguro la suya, hicieron que no demoráramos mucho en alcanzar el clímax. Así que le puse en cuatro y comencé a penetrarlo con un ritmo frenético mientras el apagaba sus gemidos en la almohada.

No pedí permiso, no consulté, no avisé..., solté en su interior 18 meses de abstinencia y casi un mes sin masturbarme..., tampoco pensaba retirarme de allí tan pronto. Seguía erecto y quise continuar. El me pidió que parara, me exigió reciprocidad y..., yo, que aparento ser justo y generoso, accedí. Así que me acosté de lado y expuse mi virginal ano a su merced.

El que sabe, sabe, y el que no se jodió.

Mis esfínteres no iban a ceder con facilidad y Jason parecía no darse cuenta de eso. Así que, eventualmente, su pene, algo menos voluminoso que el mío, se alojó entre mis piernas. Sentí un viso de alegría a mis espaldas y una pregunta indebida: "¿ya entró?". Empleé mis dotes actorales y le dije con voz entrecortada y dolorida: "Si, ya está adentro". Así que él comenzó su metisaca que no duró 3 minutos.

 ¡Yo feliz!

Nunca he tenido problema en aceptar que en el sexo soy extremadamente egoísta cuando no hay amor o admiración de mi parte y..., creo que ese cinismo viene de ahí.

Una vez Jason eyaculó, me dijo que le gustaría hacérmelo otra vez.

¿Qué?

¡Hombre!

¡Si ni siquiera me encontraste el culo!

Mi respuesta fue..., como siempre, aparentemente justa: "Es mi turno, entonces, y después vas tú".

Así que me di la vuelta, le di la vuelta a él y esta vez, sin ninguna precaución, le introduje mi verga y comencé un frenético movimiento. Durante casi 40 minutos le di, y le di y le di y le seguí dando..., mantuve el ritmo variando ligeramente la postura, siempre le tuve de espaldas, y eyaculé en su interior 5 veces más.

¡Ah! Lo que uno hace a los 19..., maravilloso ¿verdad?

Cuando ya me harté de darle por el culo a Jason, le dije que si él quería repetíamos la parte suya a lo que respondió con una negativa: "No, ya tuve suficiente. Nunca antes lo había hecho así con alguien y jamás había sentido el cuerpo de esta manera..., como electrizado".

No solo me sentí el más cabrón de la tierra, porque el pobre Jason estaba convencido de habérmela metido aunque hubiera sido una vez, en relación con las 6 que yo había gozado dentro de él; también me sentí todo un semental.

Nunca le di un beso a Jason, tampoco recuerdo si él lo buscó. Al medio día, ya en mis cabales, consciente de mi comportamiento desconsiderado, no fui capaz de mirarle a los ojos y me despedí con frialdad cuando anunció su retirada.

David ya había salido de su cuarto y se encargó dar una cortés despedida a Jason, asegurando que saldríamos en otra ocasión. Eso nunca pasó, por más que intentó que volviéramos a coincidir Jason y yo.

Esa vez con Jason fue la segunda vez en mi vida que yo tenía sexo con alguien, con un hombre. Y la primera de muchas otras ocasiones que serían iguales: sexo egoísta, placer mezquino, sin cariño, sin amor, totalmente vacías.

Eso pasó hace 6 años. A los dos años, después de muchos acostones buscados por mí y/o propiciados por David, conocí a la persona que sería capaz de desterrarlo de mis pensamientos más lujuriosos y le desplazaría como el objeto de mis pasiones. Y no era un hombre.

Margarita fue la única que pudo. La que me enamoró y me trató como yo había tratado a la decena y media de hombres que habían pasado por mi cama durante el lapso entre la vez con Jason y el día que la conocí. La que me usó..., aunque no niego que me divertí como nunca.

David..., lleva 3 años casado. Hoy tiene una hija preciosa con una bella mujer, inteligente y trabajadora. Somos buenos amigos. No como antes. Pero al menos el cariño que sentimos el uno por el otro hoy es igual para ambos.

Yo..., al cabo de dos años corté con Margarita. O, más bien dicho, ella cortó conmigo. 

Hace rato lo dije en la historia que Albany publicó titulada: "Muchacho tímido esperando": Mi fantasía es que un grandote me haga el amor con esa mezcla de adoración y lascivia que lo hace Bruno con Luis.

Quiero probar de pasivo, pero quiero que no sea una experiencia vacía como las tenidas con Jason, Michael (en Latinoamérica nos encantan los nombres gringos), Alejandro, Diego, Esteban, por mencionar aquellos cuyo nombre recuerdo.

Quiero que el hombre que me empotre contra una pared, me meta la verga en el ano y marque con su ser todo mi interior, que despierte en mí un sentimiento al menos similar en intensidad al que despertaba David en mi corazón y una admiración que él despertaba en mi cerebro.

Fin

(9,50)