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Cogiendo con mi tía Violeta

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Un relato producto de la imaginación...

Lo que les voy a contar, ocurrió en el verano de mis 18 años, por aquel entonces, yo me encontraba de vacaciones, habiendo ya terminado mis estudios.

Las relaciones de mi madre con su cuñada, mi tía, no eran del todo buenas, para su pesar, ambas eran vecinas, ambas se encontraban a una cuadra de distancia.

Mi padre era ajeno a todo ello, porque cuando las dos estaban frente a él disimulaban, pero era obvio que mi tía le tenía envidia, por su situación familiar, por su físico a mi madre y viceversa, porque lejos de las cargas familiares, mi tía Violeta, era independiente, trabajaba, se divertía y era bien bonita, no aparentaba la edad y es más, se negaba a aparentar su edad a juzgar por los atuendos que vestía.

Pese a la enemistad encubierta y en ocasiones manifiesta dc las dos mujeres, mi madre se veía forzada a hacerle determinados favores, pero el punto de partida de toda esta historia está en que al trabajar mi tía, mi madre se veía obligada a recibir al panadero y comprarle pan para ella, puesto que de mañana Violeta se iba a trabajar, siendo al mediodía cuando pasaba pro casa a recoger el pan y pagarlo.

Mi madre aprovechando que yo me encontraba de vacaciones y a fin de evitar toparse lo menos posible con mi tía, me encargó la tarea de adelantarme a la hora de llegada de mi tía e ir a su casa a llevar el pan, yo al principio lo hacía a regañadientes, pero luego deseaba que llegase el momento, porque poco a poco me fui fijando más y más en mi tía, su forma de ser, su aspecto juvenil y para que trato de engañar!, sobre todo por el partido que sabía sacarse, luciendo trajes de ejecutiva, tacos negros, maquillaje, no era alta, al contrario, era más bien bajita y rellenita, pero muy apetecible a los ojos de cualquier hombre, mucho más para los ojos de un joven virgen que ya estaba cansado de pelársela.

Cada día esperaba que llegase el momento de llevarle el pan, mi verano era muy aburrido, pues los escasos amigos que tenía no estaban en la ciudad, así que me la pasaba en mi casa. No sé si por estar sólo y no hacer nada, pero lo cierto es que todos mis pensamientos acababan con la imagen de mi tía e inconscientemente mi mano se dirigía a mi verga.

Creo que mi tía comenzó a darse cuenta y jugaba conmigo, me recibía y me decía que pasase que se había olvidado algo en la cocina, yo pasaba, me hacía sentar en el sofá y se sentaba a mi lado, yo me sentía cortado, tímido, pero mis pantalones comenzaban a apretarme ante las provocaciones encubiertas de mi tía, jugando con sus zapatos, con sus dedos en su pelo rubio tintado, etc.

Pese a que mi tía se daba cuenta de lo que provocaba en mí, no fue hasta aquel día, en el que la escena tal y como la describí tiene la siguiente continuación:

Mi tía, se acerca más a mí de lo normal y eso me corta, me pongo nervioso, pero mis nervios se cortan por completo cuando pone la palma de su mano sobre mi pantalón, justamente encima de mi verga y comienza a moverla en círculos.

Yo me sobresalto y la miro, pero apenas puedo aguantar su mirada firme, no dice nada, sigue, mirándome con malicia y sonriendo, siendo totalmente la dueña de la situación.

Yo no podía más, me estaba muy caliente, pero al mismo tiempo, la situación me aterrorizaba, era mi tía, y para colmo yo nunca había estado con una mujer.

Ella comenzó a desabrocharse la blusa y continuaba con su mano en mi entrepierna, yo volví en mí y pese a lo excitado hice por salir de aquel sofá, pero enseguida se subió la falda y se sentó sobre mí, contoneando sus caderas y frotando su húmedo sexo a través de las pantaletas sobre mí.

Eso me hizo perder la razón, lo de tenerla encima mío y comencé a buscar sus tetas de forma apresurada, suplí mi inexperiencia con el deseo que ya no controlaba, besándolas incluso dentro del brasier, forzando con mi boca el que saltaran de ahí, para mordisquear sus pezones.

Ella seguía contoneándose, yo no podía parar de gemir, quería que mi verga se liberase de la ropa, pero al mismo tiempo, me encantaba como se frotaba y culeaba.

Tanto frotamiento me iba a venir encima, ella se dio cuenta por mis bufidos, mis gemidos de placer y se detuvo, acercándose y susurrándome al oído:

-Aún no papi...

Se levantó e inconscientemente mi mano desabrocho mi pantalón, buscando liberar mi verga y sacudírmela, pero ella me lo impidió, tomo mi mano y se la paso por su coñito, restregándose.

Ella, viendo mi pija al aire, se arrodilló y comenzó a lamerla, lentamente, una sola vez y apartándose, mirándome a los ojos, viendo como con mi mirada le pedía que no parase. Ella lo sabía y continuaba su mortificación, dándole lamiditas suaves a la punta, sonreía malévolamente y no pude por más que sacudírmela.

Ella me miraba, sin hacer nada, para entonces, ella comenzó a masturbarse, a frotar las yemas de sus dedos contra sus labios, buscando su pepita, hasta que comenzó a gemir más fuerte, supuse que le vendría un orgasmo. En realidad hasta aquel momento yo era virgen, nunca había estado con una mujer, por mi timidez, pero había visto las suficientes películas porno para conocer sus reacciones, aunque estas fuesen fingidas.

Ella se iba a venir y e n ese momento se vino sobre mí y metió mi pija en su boca, lamiéndola, comiéndosela ferozmente, mientras se corría, sentía mi verga en su boca, tocando las paredes de esta, sintiendo como su lengua golpeaba y lamía mi glande.

Yo no podía más y me corrí, antes que ella incluso, tragándose toda la leche que pudo, y recogiendo con su lengua toda la que sobraba, yo no podía más del place que me estaba haciendo sentir.

Ella me miró, y sonreía al tiempo que un resto de mi lecho se la caí de los labios, la cual relamió con su lengua, para saborearla:

-Que rica leche tienes negro, pero esto no ha quedado así, ahora me vas a llenar de leche cabrón.

Se quitó su falda, su tanga y a horcajadas se sentó sobre mí, yo parecía su muñeco, no me había movido de esa posición y ella lo hacía todo, pero yo estaba en la gloria.

Con su mano derecho masajeo mi verga, la cual volvía a estar muy dura con sus lengüetazos, y dirigió la punta a la entrada de su cueva, entonces quita me miro, yo la miré y se dejó caer, haciéndome soltar un leve gemido de placer y dolor. Entonces comenzó a cabalgarme violentamente, tan violentamente, que a veces mi pija se salía, teniendo que volver a meterla.

-Cógeme cabrón! Clávamela hijo de puta! Me estoy cogiendo a un hijo de puta, clávamela hasta las entrañas, mamón, así, así! Sigue!

Me gritaba y gemía, yo casi no podía aguantar más, me di cuenta de que mi tía Violeta, se estaba cogiendo a su sobrino, no sé si por lujuria por hacerle ese feo a mi madre, pero a mí me daba igual, podría hacer conmigo lo que quiera, porque yo ya sentía las ganas de estallar dentro de ella y así lo hice, corriéndome una vez más.

Ella no había terminado e hizo caso omiso a mis expulsiones de leche, ella siguió cabalgándome y sacudiéndose de adelante a atrás, sin importarle, hasta que llegó su orgasmo.

Yo casi inmóvil, de la reacción, apenas pude besarla, fue ella la que introdujo su lengua en mi boca, al tiempo que se salía de mí, susurrándome, que descansase, porque mañana haría estallar mi verga en su culo...

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