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Esto no está bien, papi. Pero quiero que me penetres

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Hola, guapo. Hasta hoy te he contado cómo fue mi despertar sexual y cómo descubrí encantada, que todos los hombres cercanos a mi se sentían atraídos por mi cuerpo y que a mi me fascinaba despertar en ellos el deseo de poseerme. Cuando recuerdo esa época, pienso en cómo incluso mi papá buscaba la manera de tocarme y lo mucho que a mi me gustaba provocar su hombría, tentarlo con mi cuerpo y comenzar así un juego de toqueteos y caricias furtivas que se prolongó durante unos meses antes de que su verga estuviera dentro de mi y aún más después de haber saciado su intenso deseo de fornicar con su hija.

En casa de mis papás, las mañanas comenzaban con el ritual de prepararnos para nuestras actividades. Mi hermano, fastidiado de esperar a que yo saliera de bañarme, optó por tomar su ducha diaria antes que lo hiciera yo, para evitar retrasarse. Una vez que yo desocupaba el baño, invariablemente era mi papá el que seguía en el desfile del baño matutino, que era clausurado por mi mamá, quien era la única que no tenía prisa, pues había montado un pequeño despacho de interiorismo y era su política nunca agendar una cita antes del medio día.

En esa época, comencé a "olvidar" en el baño mis bragas usadas. Me las quitaba antes de entrar a la regadera y las dejaba expuestas sobre la tapa del sanitario como parte del juego sexual que sostenía con mi papá, quien luego de bañarse, abría y cerraba velozmente la puerta de mi cuarto para lanzarme de vuelta mi slip marcado con la humedad de su semen por todas partes. La idea de dejarle a mi papá mi ropita como regalo secreto, la saqué de la confesión que me hizo mi hermano de que se masturbaba en mi cama envolviendo su verga con mi ropa interior; actividad que dejó de hacer luego de que me desvirgara la noche de mi cumpleaños, y sobre todo, por que con cierta frecuencia, cuando coincidíamos solos en la casa, dábamos rienda suelta a nuestra calentura y le dejaba hacerme cosas con las que él fantaseaba.

En poco tiempo, mi papá empezó a regalarme lencería, prendas que eran muy bonitas y por las que mi mamá un día me preguntó que de cuándo a acá estaba gastándome mi mesada en esos trapitos -¿Qué andas haciendo Dulce? y ¿con quién?- me cuestionó un sábado que desayunábamos acompañadas por mi hermano y mi papá en la cocina. -Ay mamá, no puede ser que hasta eso me cuestiones-. Le respondí enojada, mientras por debajo de la mesa, elevaba mi pierna hasta colocar mi pie en la entrepierna de mi papá que estaba sentado frente a mi, para pedir refuerzos y salir bien parada del interrogatorio materno. -Ya supéralo, Carolina. Candy es una mujercita ahora y tiene sus gustos, mejor déjala en paz-. Arguyó en mi defensa mi papá, cosa que le agradecí acariciando su miembro suavemente con mi pie durante el resto del desayuno.

A los pocos días, llegué a casa una tarde, luego de clases y encontré en mi cuarto un juego de lencería completo y muy sexy que consistía en una tanga muy pequeñita, un corsette negro con encaje en las copas, un liguero con sus respectivos suspensores y un par de medias de red con un bonito borde para ajustarse a mis muslos, en la cajita de regalo estaba también un paquete de 9 condondes y una nota escrita a máquina que decía "Estoy seguro de que me encantará cómo se te ve". El regalo, de parte de mi papá, era para que lo usara el siguiente fin de semana, en que habíamos planeado una treta para quedarnos solos en la casa cuando mi mamá acompañara a mi hermano a no se qué exposición de un artista gráfico en el sur de la ciudad.

El domingo, mi madre y mi hermano, que compartían el gusto por las cosas artísticas, salieron de casa a eso de las 10 de la mañana. En cuanto el auto de mi madre se alejó, abrí el envoltorio de mi nuevo jueguito de lencería y pieza por pieza lo fui acomodando sobre mi cuerpo. El resultado final lo contemplé en el espejo de mi tocador, que me regresaba una imagen tan sensual que me sentí excitada al instante. Abrí el paquete de condones y me coloqué un tanto detrás de cada muslo en el borde de las medias; salí de mi cuarto y busqué con la vista a mi papá, la espera me estaba poniendo más nerviosa y excitada. Regresé a mi cuarto para ponerme los zapatos rojos de aguja que estrené en mi cumpleaños y bajé las escaleras con paso lento. En la sala, mi papá me esperaba sentado en un sofá, muy guapo y perfumado usando una camisa blanca y un elegante pantalón beige.

-¿te gusta cómo me queda tu regalo?- Le pregunté acercándome a mi papá, que sentado en su lugar prácticamente tuvo que regresar sus ojos a las cuencas cuando me vio de pie frente a él.

-Te ves increíble, nena- Me respondió mientras estiraba los brazos hacia mis senos que lucían más provocativos que nunca enfundados en las copas del corsette que dejaba adivinar mis pezones bajo la superficie del encaje.

-Tú también quedaste muy guapo, papá, me gustas mucho-. Cuando terminé mi frase, me di media vuelta y las manos de mi papá me acariciaban ahora las nalgas y los muslos. Metió sus dedos por debajo del borde de las medias y sacó los condones que yo había puesto ahí momentos antes de comenzar nuestro primer encuentro a solas. -Todavía no, papi, hay algunas cosas que quisiera antes de que me penetres, no hay prisa, seguro regresarán hasta pasado el medio día-. Entonces me incliné de espaldas a él, con las piernas rectas, levantando el culo y haciendo que mis nalgas se abrieran ofreciendo mi ano a la vista de mi papá. Sentí entonces sus dedos que se deslizaban despacio pero con fuerza por la superficie de mi piel, hasta colocarse en el interior de mis muslos, en donde mi papá empezó a acariciar mi vulva sobre la tela de la tanga. -Oh, Candy, no sabes cuánto he esperado este momento- Dijo mi papá antes de tomarme por la cadera y ponerse de pie detrás de mi y comenzar a frotar su verga entre mis nalgas mientras yo permanecía empinada con el culo levantado. -Siéntate y disfrútame, soy toda tuya, papi- Le dije empujando su pelvis con mis nalgas. Él volvió a sentarse y yo de espaldas me senté en sus piernas, como la noche de mi cumpleaños.

Luego, me levanté y me puse de frente a él, me incliné otra vez, pero ahora ofreciendo a su vista y su tacto mis bonitas tetas que parecían desbordar el escote del corsette, a donde guié las manos de mi papá, para que tocara mis senos y acariciara mis pezones sobre la tela de las copas, lo hizo de una manera tan rica que me empecé a mojar en serio. Tenía el rostro de mi padre cerca de mi, con su vista clavada en mis tetas y tomé su cabeza con ambas manos, hundiendo su cara en medio de mis senos y entonces comenzó a lamer la raya que se dibujaba entre mis tetas apretadas. Bajó sus manos hasta mi cintura y me atrajo aún más a su cuerpo; en ese momento, me monté de frente a él sobre sus piernas y acariciaba su pelo mientras su lengua se paseaba por mi busto. -Tengo muchas ganas de besarte, papi- Le dije muy bajito y dándole a mi voz el tono más sensual del que era capaz.  Mi papá recorrió con su boca el camino de mis senos hacia mi boca, lamiendo mi cuello a su paso, hasta colocar su lengua en mi boca, que yo abrí lo suficiente para dejar pasar su lengua y succionarla hacia el interior de mis labios. El beso continuó entre el jugueteo de nuestras lenguas, mientras mis manos desabrochaban el pantalón de mi papá y comenzaban a buscar su miembro para liberarlo de su ropa interior. Cuando saqué su verga atrapándola con mi mano al rededor, noté que era casi idéntica en proporciones a la de mi tío Pablo, y supuse que ese día también sería masacrada mi estrecha vagina de jovencita.

-Se cuánto te gusta sentir mis nalgas en tu pene, papá ¿quieres probar qué se siente sin ropa?- Le pregunté mientras mis manos comenzaban a provocar una gran erección en su miembro.

-Sí, Candy, déjame sentirte- Me dijo y nos levantamos del sofá. Estando de pie frente a frente no pude evitar las ganas de besarlo de nuevo mientras acariciaba su polla y él me tomaba de las nalgas, así que lo hice y luego de un momento me dijo -Date vuelta, nena, quiero sentirte-

Antes de darme vuelta para ofrecerle mis nalgas, me agaché y lamí con ternura la punta de su pene provocando que alcanzara el máximo de su dureza. Dejé salir un poco de mi saliva y la esparcí con la lengua por todo el largo del miembro de mi papá. Luego, me dí media vuelta y con las piernas juntas, puse mis nalgas paraditas, que quedaban a la altura del miembro de mi papá gracias al largo tacón de mis zapatos. Mi papá me abrazó por atrás y sus manos envolvían y apretaban mis tetas; mientras yo, con mis manos abrí mis nalgas y mi papá colocó su verga en el espacio que abrí para ello, luego las solté y apreté los músculos de mis glúteos, y su verga quedó firmemente atrapada entre mis nalgas; él comenzó a frotar su ensalivado pito rosando mi ano, que estaba cubierto por el delgado hilo de la tanga que se encajaba entre mis nalgas. -Oh, Candy, Qué rico- Me dijo en un suspiro mientras bajaba una de sus manos hasta meterla debajo de la tanga encontrando mi vagina.

Bajé la cabeza y pude ver el bulto de su mano bajo mi tanga, estimulando mi clítoris con los dedos, provocando una gran excitación en mi cuerpo. -Vamos a mi cuarto, para que no nos vean si se regresan por algo-. Le propuse y él aceptó. Tomó los condones del sofá y subimos las escaleras tomados de la mano, yendo yo delante de él y moviendo el culo más de la cuenta a cada escalón que subíamos. Ya en mi habitación, mi papá cerró y aseguró la puerta. -Siéntate- Le pedí indicando mi cama -Quiero chupar tu verga-. Mi padre tomó asiento en el borde de mi cama, abrió las piernas luego de quitarse el pantalón y el bóxer, y yo me hinqué frente a él poniendo mi cuerpo entre sus piernas y bajando la cabeza hasta que mi boca le dió un besito a la punta de su miembro. Por el orificio que yo acababa de lamer, salió una gotita transparente, que recogí con mi lengua, comenzando a esparcirla mezclada con mi saliba por todo el contorno del glande de mi papá. Luego, abriendo la boca un poco más, introduje el falo de mi padre más allá de la mitad de su longitud, mientras colocaba mis manos sobre sus piernas. Mi papá me tomó del pelo que yo había recogido en una coleta detrás de mi cabeza para la ocasión, y me sujetaba con fuerza disfrutando el movimiento que describía mi cabeza cada vez que su miembro penetraba y salía de mi boca.

Dejé de chupársela y me encaramé con las piernas abiertas sobre las piernas de mi papá, que se recostó en mi cama, con las rodillas dobladas en el borde del colchón. Luego, sacó un condón de su envoltura y me lo dió; mis manos todavía inexpertas, lo pusieron en la verga parada de mi papá mientras sus manos me acariciaban las piernas sobre la red de las medias. Me acomodé con las rodillas sobre el colchón y acomodé la verga de mi papá de manera que su falo quedaba inclinado hacia su abdomen, luego comencé a frotar mi vulva contra todo lo largo de la parte interior de su miembro, haciendo un movimiento con mi cadera hacia el frente y hacia atrás, que me hizo disfrutar de su verga erecta sin aún quitarme la tanga. Luego de algunas caricias más de mi vulva, tomé el fierro envuelto en el condón y lo puse apuntando hacia el techo, puse mi coño directamente sobre él e hice a un lado la parte de la tanga que cubría mi vagina. Cuando estaba por sentarme con las piernas abiertas sobre la pelvis de mi padre para guiar su verga a mi interior, mi papá se incorporó de nuevo hasta quedar sentado debajo de mi y me miró a los ojos -Esto no está bien, Candy, hay que parar ahora, esto no está bien- Me dijo con un poco de miedo impreso en su voz. -Ya lo se, papá, esto no está bien- Le respondí y acercando su cara con mi mano en su nuca, le dí un profundo beso, mientras ayudada por mi otra mano, puse su miembro en mi entradita y dejé caer mi cadera sobre él, ensartando su verga en mi cavidad de un solo movimiento, haciendo que mi papá metiera más su lengua en mi boca y me abrazara. -Esto no está bien, papá, pero métemelo todo- Y mi excitación me llevó a usar todo el peso de mi cuerpo para hacer más profunda la penetración y comencé a mover mi cadera en todas las direcciones posibles, sintiendo cómo llenaba mi cavidad la gruesa y larga verga que me había procreado.

Estuve cabalgando sobre el miembro de mi papá por un rato, luego, acomodé mis piernas al rededor de su cadera, y me aferré a mi padre con brazos y piernas mientras su verga me llegaba hasta el fondo en cada movimiento que hacía con mi cadera; levanté la vista y nos vi reflejados en el espejo de mi tocador, yo montada sobre sus piernas, con la cara roja de placer jadeando con fuerza y gimiendo dulcemente mientras la polla de mi papá se abría paso entre las estrechas paredes de mi vagina. Un poco después, mi papá, que me tenía abrazada mientras disfrutaba de mi, me giró sin sacar su verga de mi coño, hasta dejarme recostada sobre mi espalda en la cama y colocarse sobre mi apoyando sus rodillas en el borde de la cama, para luego, separar su torso de mi busto. Subí las piernas hasta tener mis rodillas flexionadas a cada lado de mi cintura; luego mi papá me tomó por los tobillos y me hizo abrir el compás de mi cadera haciendo que mis piernas quedaran bien estiradas, para después comenzar a cogerme con toda su fuerza, dándome mucho placer al meterme su verga bien hasta el fondo de mi cavidad en cada penetración. Volteamos al espejo y nos contemplamos ahí, mi papá hincado en la cama, masacrando mi vagina mientras mis piernas, que lucían deliciosas en las medias negras de red estaban bien estiradas a cada costado. La imagen me excitó mucho más y mis manos reaccionaron a mi calentura dirigiéndose hacia mi vagina para con una mano sentir el enorme pito de mi papá entrando y saliendo de mi húmeda vagina, y con la otra, estimular mi muy sensible clítoris. En esa posición solo sentía la verga de mi papá mientras me cogía y mis dedos en mi clítoris y concentrada en esas riquísimas percepciones, empecé a sentir cómo me acercaba al clímax y luego de unas cuantas embestidas del fierro de mi papá en mi estrecha cavidad, mis ojos se giraron involuntariamente hacia arriba y me vine entre gemiditos y fortísimos espasmos que me hacían temblar las piernas y levantar la cadera para recibir más verga en mi interior. Cuando recobré la conciencia sobre mi cuerpo, noté que mi papá estaba por venirse también, así que apreté con fuerza las paredes de mi canal vaginal, desatando el placer de mi papá, que me penetraba frenéticamente, haciendo que me doliera riquísimo el coño -Me duele, papi, la tienes muy dura- Le dije gimiendo. -Me vengo, Candy, apriétame rico, que vas a hacer que me venga-. Yo obedecí y estreché mi vagina para satisfacer a mi papá. Un instante después, sentí su tibio semen llenando el condón dentro de mi y cómo los movimientos de su cadera comenzaban a ceder poco a poco hasta detenerse.

Fue una experiencia riquísima satisfacer el deseo de mi papá, y claro, también el deseo que yo sentía por él. Cuando terminamos nuestro primer encuentro, nos recostamos juntos en mi cama. Mi papá estaba sin pantalón acostado boca arriba, expresándome lo delicioso que había sido para él tenerme y penetrarme. Yo estaba descansando acostada de lado de frente a él, mientras con una mano acariciaba su verga en reposo, escuchando las palabras de mi padre y disfrutando del sensual reflejo que me devolvía el espejo de mi tocador, que estaba a lado de mi cama. El corsette se ceñía a mi cuerpo resaltando la curva de mi cintura y haciendo que mi cadera se viera aún más apetecible, la pierna que había puesto sobre las piernas de mi papá, lucía deliciosamente cubierta por la media negra que enmarcaba sensualmente mi muslo con su borde grueso de encaje.

Luego de un rato, el miembro de mi papá, estimulado por mis caricias comenzó a ponerse duro otra vez. Entonces mi papá se acostó también de lado, quedando frente a mi y bajó su cabeza hasta mis senos, que seguían descubiertos y levantaditos por el corsette y comenzó a besarlos mientras sus manos se apoderaban de mis nalgas. -Quítame la tanga, papi, está muy mojada-. Le pedí; él metió sus dedos debajo del elástico que rodeaba mi cintura y deslizó la diminuta tanga hacia abajo, hasta quitármela por completo. Luego me incorporé, tomé la tanga que estaba a un lado de mi y la acomodé en el semi erecto pene de mi papá, envolviendo con mi prenda la base de su verga y comencé a masturbarlo mientras él chupaba uno de mis pezones. Luego con un movimiento indiqué a mi padre que quería que se acostara boca arriba y así lo hizo; continué masturbándolo usando mi tanga húmeda hasta que su verga estaba otra vez totalmente erecta y me subí sobre su cadera acomodando una rodilla a cada lado de su cuerpo. Entonces desenvolví la tanga de la verga de mi papá y acercando mi vagina hasta su pito, lo oprimí entre mi vulva y el abdomen de mi papá y comencé a moverme, frotando mis labios interiores en su verga enardecida; mi papá protestó diciéndome -No, no, Candy, así no, ponme el condón- Y le contesté -No vas a penetrarme, no te preocupes, papi ¿no te gusta cómo se siente lo que hago? a mi me encanta- Mientras seguía moviendo lentamente mi cadera haciendo que su verga se frotara entre mis abiertos labios vaginales y se fuera cubriendo de una brillante capa de mis jugos sexuales. Papá no objetó nada más y se concentró en acariciarme los senos mientras yo seguía provocándolo ante el peligro de que en cualquier momento su verga se desviara hacia mi entradita y terminara penetrándome sin condón.

Los movimientos con que mi vulva abierta se frotaba contra el largo pito de mi papá se aceleraron como resultado de nuestra excitación, haciendo que la punta de su inflamado glande chocara cada vez con más frecuencia contra mi botoncito, brindándome unas deliciosas oleadas de placentero calor que recorrían mi vagina hasta su interior. Debajo de mi, el miembro de mi papá empezó a eyacular, dejando un charquito de semen sobre su abdómen que yo, en medio de mi cachondísimo estado, me incliné a recoger con la lengua para luego tragármelo hasta no dejar ningún rastro. -Haz que me venga, papi, estoy muy caliente- Le pedí cuando terminé de lamer el semen de su abdomen y poniéndome a gatas sobre mi cama, con el culo levantado. Mi papá se incorporó y se colocó detrás de mi, atrayendo mi cadera hacia una orilla de la cama, para después hundir su cara entre mis nalgas y calmar mi calentura con su lengua en mi coño mientras yo le ayudaba frotando mi clítoris hasta que tuve otro orgasmo.

Mi papá me cogió riquísimo dos veces más en mi cama, antes que se acercara el momento en que mi mamá y mi hermano regresaran a la casa. Cuando habíamos comenzado de nuevo a calentarnos, yo estaba sentada en la silla que normalmente usaba para maquillarme frente a mi tocador, masturbándome con las piernas abiertas y los pies apoyados en la orilla del mueble, para deleitar la vista de mi papá que estaba parado detrás de mi, acariciando mis senos mientras nos veíamos a la cara usando el reflejo del espejo. Entonces, mi papá hizo girar la silla y se acomodó frente a mi, de manera que el espejo quedaba a nuestro costado. Acercó su verga erecta a mi cara y comencé a mamársela muy despacito, entonces, mi papá tomó mis manos que yo había acomodado al rededor de la base su miembro y las puso detrás de mi espalda, sujetándolas con fuerza por las muñecas con una mano y colocando su otra mano en mi cabeza, empujándome hacia él haciendo que me tragara completo su miembro, luego tiraba de mi coleta hacia atrás, dejándome respirar, para inmediatamente después obligarme a tragar de nuevo su pene completo. Me estuvo haciendo eso durante un rato, haciendo que me excitara la manera en que me sometía. Luego me soltó y me dijo -Hazlo con tus tetas, Candy-. A través de mis ojos llorosos me vi un instante en el espejo mientras mi papá se acercaba a mi para acomodar su verga entre mis senos y darme instrucciones para que lo masturbara usando mis tetas. Hice lo que me pedía y sujeté mis senos con las manos hasta que su miembro quedó atrapado en la deliciosa carne de mi busto. -Escupe un poco, para que resbale, nena- me indicó mi papá con la voz temblorosa por el placer de cumplir al fin la fantasía que desde hacía meses tenía de satisfacerse entre mis tetas. Eché un poco de saliva sobre el glande de mi papá que sobresalía por la línea de mi escote y comencé a frotarme contra su verga. Luego, me vi otra vez en el espejo, con los ojos llorosos luego de mamar profundamente la verga de mi padre y vestida con mi corsette negro, sentada sobre la silla y con la espalda arqueada para hacer sobresalir mis senos, que sujetaba con mis manos por la base, apretando el miembro enorme que tenía entre las tetas. Mi papá también alternaba la vista entre lo que yo le estaba haciendo y el espejo y luego de vuelta a mis senos, hasta que no pudo resistir más y me aventó su lechita sobre las tetas; yo no paré de moverlas de arriba a abajo hasta que la eyaculación terminó.

Esa fue la primera vez que satisfice a un hombre usando mis senos para masturbarlo. La experiencia me encantó, pues me hizo sentir como una puta sometida y desde entonces, he disfrutado de darle placer a varios de mis amantes haciendo que se vengan en mis tetas.

Todavía tuvimos un poco de tiempo para relajarnos antes de que mi madre y mi hermano volvieran de su paseo. Mi papá se quedó en mi cuarto mientras yo me quitaba el bonito conjunto de lencería que él había comprado para mi y me vestía con algo más habitual. Abrí la ventana de mi cuarto para que se ventilaran los olores de nuestro sexo y nos pusimos a ver televisión en mi cama, como un domingo cualquiera. Al poco rato la voz de mi mamá anunciaba desde la planta baja de la casa que ya estaban de vuelta y que habían traído comida para todos.

Pasarían varias semanas antes de que tuviera otro encuentro sexual con mi papá. En ese lapso de tiempo, continuamos aprovechando cualquier oportunidad para toquetearnos en la casa, o en cualquier lugar en donde nos sintiéramos a salvo de la vista de todos. Seguramente mi papá desahogaba su calentura cogiéndose a mi mamá, que a pesar de su edad y de haber tenido dos hijos, sigue teniendo un cuerpo delgado y atractivo. Mientras, yo, entre mis sesiones nocturnas de masturbación y mis citas sexuales con mi hermano o mi novio, mantenía tranquila mi vagina, que hasta hoy siempre está con ganas de verga.

Dulce F.

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