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El encuentro (5ª parte)

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Pasaron dos meses antes de que averiguara, muy sutilmente, que la tía que me toco en suerte en el reservado no fue contratada por ninguna de ellas. Me quede muda, cuando me entere. No sabia que pensar, de todo aquello. ¿Quién me la había mandado?. ¿Quién conocía tan bien mis gustos?. ¡Solo Luisa... pero ella estaba muerta!. ¿Y sí no habían sido ellas?. ¿Se había aprovechado de mí... Así como así?. ¿Pero debía conocerme de algo... Si no como?. Pero por mucho que pensase no podía dar con la respuesta.

Nada no daba con quien podía ser ella o quien la había mandado. El ring del teléfono me saco de mis pensamientos. Era del hospital, querían que bajara a urgencias, necesitaban mi presencia. ¡Sois unos inútiles... Inútiles!. Dije saliendo por la puerta. La secretaría me dio unos informes, que baje a la recepción. Era mi primer día tras una semanas de trabajos fuera de la oficina, para la administración del hospital.

En esos momentos era realmente feliz, sin horarios, sin prisas, a nadie daba explicaciones de donde estaba. Me costaba cada vez más bajar a las prisas de urgencias. Necesitaba paz y tranquilidad. Todavía me obligaban a bajar algunos días, por falta de personal capacitado. Mientras Ernesto, el actual jefe, se habituaba y sé hacia con el puesto. ¡Yo no tarde tanto... pero bueno... hay ineptos en todas partes!. Pensé mientras, dentro del ascensor, miraba a la bata blanca del cirujano, que probablemente, también tenía que bajar. Cuando me iba acercando los corros se iban separando y corrían en todas direcciones.

Pero no me fue del todo mal... Unos gritos, unas amenazas... listo y todo rodaba a la perfección de nuevo. Ernesto Domines, era muy blando para mi gusto con el personal, aunque ellos lo adoraban y a mí me odiaban. Me llamaban la Dra. Mengele, entre ellos naturalmente. Ellos no sabían que me habían llegado los rumores de manos del gracioso de turno, Mark Domínguez, que hablando con una enfermera, sobre mí, lo oí. Seguí haciéndome la sueca e increpándolos de igual manera. Pero hoy me sentía benévola. Me levante de muy buen humor. Y quizás seria buena con ellos. Fui directamente al tablón, donde encontré a Marisa, la enfermera jefe, que me puso al corriente. Cuando mire a la sala de espera, alguien que me era familiar, pero no sabía de donde. Leía un tocho de informe, de tapas verdes, escrito a mano, por lo menos su portada. Llevaba un pañuelo en la mano ensangrentado, que sujetaba con el puño cerrado, mientras daba vueltas a las paginas con su mano buena. Un portátil descansaba a sus pies y su bolso hacía de mesa.

Los gritos de los paramédicos, contando el estado de un accidentado, estirando una camilla, hicieron que fuera corriendo hacia ellos y me olvidara de la posible conocida. Entramos en trauma uno. Un nos seguía un adjunto. Al oír tanto ruido, la lectora levanto la cabeza, pero ya había pasado todo y solo pudo ver las batas blancas entrando y desapareciendo en uno de los cuartos. La volvió a turbar de su concentración un residente nervioso. Ayudándola con todo el equipo la hizo pasar a suturas. Sonrío cuando se levanto y él se la queda mirando extrañado por su altura, le pasaba dos palmos.

La producía risa, las caras que ponían los tíos, no parecía tan alta, por estar siempre que se sentaba medio enroscada en sí misma y al ver que se desenroscaba crecía, como sí fuera de goma. Se sentó tras una mesita, él miro la herida y le dijo que esperara un momento que tendría que venir alguien con más experiencia, que cortes tan profundos no había suturado nunca y que solo llevaba unos meses como medico. Ella le dijo que vale y siguió con su papeleo. Cuando tras una media hora, de idas y venidas de otros colectivos sanitarios, sacando material. Ya ni se preocupaba de la puerta, que se volvió a abrir, ni siguiera levanto la cabeza. ¡Dra. Alexa Tejandro... Vamos a ver que tiene!. Al levantar la vista. ¡Mucho gusto... Dra. Natal Caroldett... Vera me corte con un cristal, más concretamente un vaso de whisky... Intentando secarlo, me corte!. Al levantar la vista y mirábamos, quedamos paradas. No podíamos ni hablar por la sorpresa. ¡Vaya... vaya... De todos los hospitales que existen en Chicago y de todos los miles de médicos que existen... Me has tocado tu!.

Dijo Natal, sonriendo. Alexa tuvo que hacer un gran esfuerzo para dejar de temblar, por los nervios. ¡Si... es curioso... Tiene su gracia!. Alexa empezó a retirarla el pañuelo para ver el corte. ¡No esta mal... Tendré que darte unos puntos... Pero no hay infección!. ¡Me parece bien... Pero antes deberías tranquilizarte... un poco!. Volvió a esbozar una de sus sonrisas limpias y sanas. Cerró la carpeta, la tiro sobre la silla de a lado y miro a su alrededor.

Se levanto un poco y con la mano libre, sujeto la nuca de Alexa y la beso. Al soltarla, estaba colorada como un tomate. ¿Qué hacer?. ¡Nos pueden ver... harán conjeturas!. Grite, por los nervios. ¡Necesitaba besarte!. ¡Hace tanto tiempo que... te busco... No realmente te busco... Digamos que te echaba de menos y ahora que te tengo delante... Compréndelo... Necesitaba besarte!. Cada vez estaba más nerviosa. ¡Creo que lo mejor es que... venga otro médico... ha curarte!. ¿Otra vez quieres huir de mí?. ¡No... no... Es mejor... para las dos!. ¡Acepto con una condición... Que cenes conmigo hoy!. ¡No puede ser... Tengo... tengo pareja!. ¡Lo dudo, pero no quiero, separarte de ella... Solo ir a cenar!. ¿Acepta... Por favor?. ¡No puede ser... No insistas!. Dije levantándome. ¡Sabes que puedo ser muy persuasiva... pero no sabes cuanto!. ¡No te atreverás!. ¡Oh... si que me atreveré... Ya veras!.

¡No volvería a hablar contigo... nunca más!. ¡Es lo que pretendes... Alejarme de ti!. ¡No... no!. ¡Sí... sí!. Tras quedarnos unos minutos calladas. ¡Vale... pero solo hoy!. Dije intentando no dar un escándalo. ¡Bien... entonces esta noche a las 8!. ¿Dónde quedamos?. ¡Cómo invito yo... te iré a recoger a tu casa!. ¡Mejor dime donde vamos a ir e iré yo misma!. Volví a sentarme, mientras la daba una inyección y los puntos, mientras íbamos encontrar un sitio donde ir a cenar hoy. ¡No quieres que sepa donde vives!. ¡Mejor que no!. ¡Puedo averiguarlo en menos de una hora... pero si lo quieres así... así se hará!. ¡Lo prefiero!. ¡Déjame pensar... En mi casa... Es donde tengo la mejor cocina tailandesa y el mejor borgoña!. ¿Quieres que vaya a tu casa?.

¡Sí... habrá más de diez personas de servicio!. ¿No tendrás miedo, con tanta gente?. ¡No... esta bien... Dime donde tengo que ir!. Levanto las cejas, tirandome un beso al aire. ¡Si yo te voy a enseñar mi casa... Dime donde debo mandar al chofer... Escríbemelo en un papel y sin mirarlo se lo daré al chofer!. ¡Bien... Esto ya esta... Debes volver en unos días!. Natal asintió con la cabeza. Cuando las dos salimos de suturas, Mark se nos quedo mirando. ¡La espero en tres días!. ¡Vale... Ah perdone, me podría dar la receta que me prometió... para los dolores de corazón!.

¡Si... venga... le daré unas pocas!. Ambas, subimos con el ascensor, en el cual Natal aprovecha para besarme, al salir, hablo con la recepcionista y entramos en su despacho. Alexa, saco un block de notas de un cajón bajo su mesa. ¡Compórtate... seguimos estando en un lugar publico!. ¡Me importa un rábano... Desde el primer día que te vi por primera vez... Me provocas calenturas!. ¡Aquí tienes... Lárgate!. Sentada sobre su mesa, la mira desde las alturas. ¿No quieres que lo mire?. ¡No!. ¡Lo haré si... me das un beso... pero uno de esos... en... Washington!. ¿Estas loca... eh... Y si nos ven?. ¡Sí... por tus carnes blancas y ese mechón rojizo!. Nos echamos a reír. ¡Vale... no quiero importunarte más... me voy... Hasta la noche!. ¡Adiós!. Contesto. ¡Adiós!. Conteste. Se podía decir que fue un turno de los tranquilos, aunque si que tuvo su sobresalto... Natal.

Tras dos horas de arreglar papeles en mi despacho, por fin salí en dirección al coche que me llevaría a mi casa. En el contestador un mensaje de Marta. La llame, pero no estaba en casa y la deje otro mensaje. Subí a mi habitación a dar el agua para darme un buen baño, quería oler bien. Puse un cd, de Grace Jones.

La instalación hecha por Luisa, me daba la oportunidad de tener música en toda la casa, a diferentes volúmenes. Mientras se iba calentando la cera depiladora en el microondas, esperándola en la cocina, me senté en un taburete pegado a un mármol que hacia de mesa, bebía una copita de vino. Fui cantando sus letras a pleno pulmón, era una de sus mayores fan, mientras daba tragos, a la copa. No pensaba, bajo ningún concepto tener sexo con ella nunca más. Eso lo tenía muy claro.

Al subir con la cera y otra copa, entre en el baño, pero todavía no estaba del todo llena. Sobre un taburete bajo, cerca del lavabo. Primero una y luego la otra, fui dándome pequeñas tiras en las piernas. Me repase mi pubis y las axilas, también con la cera. Di otro sorbo, mire el nivel del agua. La cerré y volví a la habitación, más concretamente al armario, buscaba algo que ponerme. No quería que fuera muy exagerado, sino terminaría en su cama. Escogí un traje violeta oscuro, con camisa y zapatos más claros. ¡Esto es discreto!. ¿Qué me pongo de ropa interior?. Opte por lo más sencillo que tenía, un conjunto también violeta, de encaje y rejilla. Uyyyy que puta te has vuelto... No quieres follar con ella, ¿y te vas a vestir como para provocarla?. No te entiendo... Me dije, sonriendo.

Mire al reloj de la mesilla... las 6,30. ¡Buena hora!. Entre de nuevo en el baño y me metí en la bañera. Tenía media hora de tranquilidad. Casi me duermo, si no hubiera escuchado el claxon de un coche de la calle. Salí y cuando volví a bajar envuelta en una toalla, que se me cayo en la cocina, cuando rellenaba de nuevo otra copa, me la volvía a colocar. Pensé que estaría haciendo mi amante salvaje, al ver una propaganda recibida en el correo hoy, era de una preciosidad latina anunciando una nueva variedad de alcohol. Las 7,15. ¡Tienes que darte prisa!. Dije, subiendo rápidamente a la habitación. Sobre la cama todo.

Empecé a vestirme, cuando termine, entre en el baño para maquillaje un poco. 7,45. ¡A tiempo... Vas a llegar a tiempo!. Mientras bajaba tocaron al timbre. ¡Vaya el chofer!. Me puse el abrigo sobre los hombros y abrí la puerta. Quede parada al ver el pedazo de hombre, en uniforme, que me esperaba tras la puerta. Cerré y me ofreció su brazo para bajar las escaleras y llevarme hasta la parte trasera de la limusina blanca. Al abrir la puertezuela pase a manos de otra, mientras pasaba una de mis piernas, ella me estampa un beso que me dejo helada. Pase y me senté en la otra parte. ¿No lo pudiste aguantar... eh?. Sonrío ¡La verdad es que no!. Sonrió de nuevo. ¡La verdad, es que pensé que te ibas a rajar!. ¡Pues ya ves que soy de palabra!. Me vino su perfume, que lo invadía todo. ¡Que bien olía la condenada... Vaya condena, la mía!. Pensé. Como me iba a resistir a sus encantos, si era irresistible. La miraba disimuladamente. Iba toda de blanco. Medias de encaje, con una falda, cortísima. Camisa transparente, que se le traslucía su sujetador y un bronceado de las Bermudas.

En una palabra imponente. Los zapatos de salón, tirados por la alfombrilla. Sin mucho esfuerzo paso a mi lado, muy pegada a mí, cuando el coche se puso en marcha. Subió la mampara de separación. Me puse muy nerviosa y colorada. ¡Cómo siempre sonreirá al verte!. Efectivamente sonrío, al verme sonrojarme. Me beso, mientras metía una de sus manos dentro de mi traje y me apretaba el pecho. ¡Tenia tantas ganas de volverte a tocar... Que no puedo esperar al postre!. Desabrochaba los botones de mi camisa e introducía la mano, por dentro del sujetador. Mis pezones a su contacto se endurecieron. ¿Cómo te puedes resistir a ella?. Pensaba mientras ella se daba el festín e yo quería calmar a ese ser salvaje.

Cada contacto con sus labios me ponía más y más cachonda. Mi entrepierna iba a estallar, me dolía dentro de las corduras, pero ella lo resolvió con presteza, mientras me bajaba los pantalones hasta las rodillas y solos cayeron al suelo. Era capaz de hacer conmigo lo que la daba la gana. Me sentó de rodillas sobre ella y desabrocho del todo mi camisa, desabrocho mi sujetador y me chupaba las tetas, dando mordisquitos en los pezones.

Que placer era capaz de darte en un mínimo de tiempo. Movía la cabeza de lado a lado, pensando en como no era yo capaz de pararla. Mi braguita iba recibiendo las primeras oleadas. Fue alzando mi torso con sus manos, a base de besos. Quedando todo mi cuerpo estirado y sujetándome en la tela del techo. Con el elástico de mis braguitas entre sus dientes, la estiraba y soltaba, mientras sus manos se metían por detrás y me pellizcaban las nalgas. Luego con su nariz, la fue arrastrando a través de ella, mientras olía mi sexo sobre el encaje. Paso su lengua por dentro de mi entrepierna, acariciando la tela y apretándola con mi sexo húmedo.

Ya solo deseaba que me lo acariciara, pero no se daba la suficiente prisa. Me baje las braguitas, abrí lo que pude las rodillas, con y cogí su cabeza, apretándola sobre mi pubis caliente. Doblándome, hasta hacer palanca con sus rodillas, una de mis manos, dándola así más espacio para maniobrar dentro de mí. A su vez ella apretaba mis nalgas, subiendo así más mi pubis y atacando con fiereza mis labios. Me comió literalmente el coño, cosa que la gritaba. Fue meter su lengua en él y arrancarme un orgasmo de tales magnitudes que solo podía gritar y gemía, ya, sin dejar de apretarla con una mano.

Habiendo perdido toda noción de decencia o pudor. Cuando me tumbo sobre el asiento. Sin poder respirar, se apoyo en el asiento. ¿Lo has pasado bien?. ¡Sí... mucho!. Conteste entrecortadamente. Me acerque a ella para besarla e intentarla, aunque fuera la mitad de placer que me había proporcionado ella, pero no me dejo.

¡Más tarde... Deberías vestirte... Estamos llegando!. ¿No querrás que te vean así... con las bragas en la cabeza?. La mire y levante una ceja, como dándole la razón. ¿Quieres que te ayuda?. ¡Sí!. Cogió, primero, el teléfono interno y dio ordenes al chofer para que diera una vuelta a la casa. Viaje que nos dio tiempo a que me vistiera. Cuando por fin paro el coche, el chofer me ofreció su mano, para salir, pero desde dentro ella me agarra de los cachetes para ayudarme a salir y luego la ayudo a ella.

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