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Un Viudo Joven - Reyna, la mamá de los compañeros de mis hijos

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Todo inicio el día en que mis hijos ingresaron a la misma escuela en México, mientras estábamos formados para la inscripción, empezaron a jugar con una niña y un niño casi de su edad. Pasaron varias horas antes de terminar el proceso y mientras mis hijos platicaban y jugaban, yo admiraba a varias de las madres presentes.

La mamá de los nuevos amigos de mis hijos, sería un poco menor que yo, aproximadamente 35 o 36 años, vestía un vestido floreado en  tonos pastel, que le cubría hasta las rodillas y un saquito corto encima, que mostraba un cuerpo llenito pero atractivo, lo que aquí conocemos como gordibuena, de pechos abundantes y un culo de campeonato. En todo el tiempo que estuvimos esperando, pocas veces volteo para buscar a su hija e hijo y en esas ocasiones buscaba su mirada, para establecer algún tipo de contacto, pero ella no mostro signos de desear entablar amistad con nadie.

Cuando nos retirábamos de la escuela, nuestros hijos nos presentaron, Reyna era su nombre y muy amablemente me dio la mano en forma de saludo, un saludo largo y firme, como pidiendo algo a cambio. Caminamos los seis hacia el estacionamiento y al darme la mano nuevamente para despedirse, creí sentir una caricia tras ese apretón.

Dos semanas después de iniciadas las clases, llamaron a los padres de familia, para presentarnos el calendario de actividades y a los maestros que estarían a cargo de nuestros hijos.

Ahí la volví a ver, vestía muy formal y se veía esplendida, el habernos presentado anteriormente, me dio la confianza para sentarme junto a ella, su saludo inmediato fue con un beso en la mejilla y una caricia descarada al estrecharnos las manos. Mientras iniciaba la junta, empezamos a platicar y rápidamente entramos en confianza, platicando, me comento, que sus hijos ya le habían dicho, que mis hijos les habían contado que su mamá había fallecido y que recién habíamos llegado de Guadalajara, que eso le daba una pena enorme, que también ella vivía sola con su madre y sus dos hijos menores, así supe que tenía poco más de un año divorciada y que el mayor de sus hijos, un muchacho de 15 años, vivía con su padre. Terminamos bromeando antes de poner atención a lo que en la junta se trataba. Al terminar esta, yo pensaba más en continuar la plática con mi nueva amiga que en regresar a mi oficina, por lo que me atreví a preguntarle, si deseaba ir a tomar algo mientras salían nuestros hijos de clases, a fin de cuentas, faltaban poco más de cuatro horas para eso. Ella acepto, pidiéndome un momento para avisar en su trabajo que no iba a llegar hasta la tarde, al preguntarle a donde quería ir, sin ninguna duda de su parte, me dijo que si habría algún problema en que la invitara a mi casa a tomar una copa.

Vaya, la señora no era nada mojigata, por lo que abordamos mi auto y nos dirigimos directamente a mi casa, ahí saque un vinito blanco que tenía en el refrigerador y empezamos a beber y a conversar en un matiz eminentemente sugerente, comenzamos a bromear y entre broma y broma nos fuimos desinhibiendo cada vez más, al poco rato, se acercó a mí provocativamente y acercamos nuestros labios para besamos suavemente. La suavidad del beso no disminuyó el mensaje del mismo: esta no iba a ser una mañana más para ninguno de los dos.

Con cada beso nos calentábamos más y más, por lo que decidimos subir a mi cuarto a terminar lo empezado.

Una vez en la habitación me empujó a la cama y procedió a hacerme un striptease, Reyna, vestía con un conjunto de pantalón de vestir y saco en color azul marino, una blusa de seda gris plomo y unas zapatillas de tacón alto de aguja. Era una gordita de ensueño, ojos claros, pelo marrón claro el cual llevaba largo a media espalda y suelto, de más o menos 1.70 de estatura, a medida que contoneaba su cuerpo seductoramente, se quitó la chaqueta con lo cual dos enormes puntos se marcaron en su blusa, como si fueran botones. Siguió el pantalón, que cubría un enorme y precioso culo redondo, para terminar al final por quitarse la blusa, lo que dejo a la vista unos magníficos y protuberantes senos como jamás había visto en mi vida, que al botar su brassiere, saltaron libremente de la prisión que los maniataba, mostrándose abundantes ante la vista, y rematados cada uno por una aureola enorme y obscura, pero que se revelaban erectas ante la fogosidad de su dueña. A medida que se desvestía, el sueño parecía aún más irreal, un cuerpo llenito pero sumamente atractivo (104-86-110), ya solo cubierto por unas bragas azules propias para que una mujer madura y gordita usara con el tipo de ropa que traía, que dejaban entrever que su chocho estaba cubierto por una fina capa de vello púbico.

Comenzamos a besarnos apasionadamente acariciándonos mutuamente, tocar sus senos era toda una experiencia, comencé a morderle el cuello mientras ella gemía como gata en celo, poco a poco fui llegando hasta sus senos para comérmelos, eran todo un manjar, tan grandes que desafiaban la gravedad, eran dos enormes melocotones exigiendo ser comidos a mordidas. Entre besos, mordiscos y chupetones le fui lamiendo sus pezones.

Reyna no escondía su excitación, mientras fui bajando por su cuerpo poco a poco, aproveche para retirar la única prenda que la cubría, mordiendo suavemente una barriguita y así llegar hasta su pubis, donde comencé a jugar con sus sensaciones, vertía un poco de vino frio y sorbía con mi caliente lengua sobre su excitado clítoris, ella se estremecía cada vez que pasaba e introducía mi lengua por sus rosados labios o le mordía la entrepierna emitía un gemido más  intenso que el anterior hasta llegar finalmente a un potente orgasmo que la dejó temblando.

Una vez recuperada, me dijo:

"Gracias..."

"¿Porque me das las gracias?, yo también lo he disfrutado."

"Es solo que rara vez consigues a un hombre que no sea totalmente egoísta y solo piense en él" comentó

"Es uno de los mejores orgasmos que he tenido, pero ahora te toca a ti disfrutar" me dijo dándome un húmedo beso con sus carnosos labios rojos

Bailando nuevamente en forma muy sensual comenzó a desnudarme quitándome la corbata, sobándome con sus nalgas mi erecto miembro a través de mi pantalón que parecía una carpa. Luego siguió la camisa mientras me acariciaba con sus senos la espalda. Sus manos ya dentro de mi pantalón comenzaron a acariciar mi duro miembro mientras mordía el lóbulo de mi oreja diciéndome:

"Creo que a alguien le gusta que lo atiendan bien..."

Y procedió a soltar la hebilla de mi cinturón y quitarme los pantalones. Ya sin más ropa que mis interiores y mis calcetines, me comenzó a mordisquear mi cuello y lamer la espalda. Me dio vuelta y comenzó a sobarme mis tetillas, y acercando su boca comenzó a morderlas. Tomo su copa de vino y lo vertió sobre las mismas, creando una sensación intensa. Poco a poco lamiendo los restos del vino de mi cuerpo, me quitó el interior y comenzó a besar mi miembro totalmente erecto de la excitación.

Con una mano, Reyna masajeaba mi miembro, haciéndome una paja maravillosa y con la otra me acariciaba los testículos. Comenzó a besar la punta, lamiéndome el capullo y pasándole la lengua al agujero. Luego pasó la lengua desde los testículos por todo el tronco y comenzó a meterse la cabeza en su boca chupándola suavemente. Con una presión constante comenzó un sube y baja con su boca.

"Mejor ponte cómodo, mi amor". Me dijo

Nos movimos entonces al borde de la cama, donde volvió hacer lo que maravillosamente estaba haciendo. La tomé por su cabeza para guiar la mamada (como si eso fuese necesario) y a medida que pasaba el tiempo, chupaba más fuerte, notándose las hendiduras en sus cachetes. Era como una aspiradora. Pero además, su lengua no se quedaba quieta mientras succionaba, haciendo más intensas las sensaciones. Mi orgasmo no estaba lejos. Reyna se dio cuenta de ello y de golpe tomó el vino, vertiéndolo sobre mi glande, lo cual hizo que el frío me creara nuevas sensaciones, retardando mi eyaculación. Comenzó de nuevo la magistral mamada, acariciando más fuertemente mis testículos. Y nuevamente ante la inminente llegada de mi orgasmo repitió el proceso del vino, haciendo esto varias veces. Hasta que me dejó llegar en el mayor orgasmo de mi vida. Mi leche salía por borbotones y ella no desperdició ni una sola gota.

"Donde aprendiste a hacer eso", le dije una vez que pude recobrar el aliento.

"Cuando tú me hiciste lo del vino, recordé que había leído en alguna parte lo del efecto retardador del frío en los orgasmos y como sentí que estabas a punto quise probar a retardar tu orgasmo" me dijo

"Bueno, te puedo decir que es el orgasmo más intenso que he tenido en mi vida"

"Eso significa que te gustó!" sonriéndose pícaramente.

La tomé en mis brazos y la acerqué para besarla. Ella parecía extrañada. Le di uno de los besos más intensos durante el cual sentí el sabor de mi propio semen en su boca. El sabor era distinto, pero no me desagradó.

"Tú eres bien distinto..." me dijo "... otros con los que he estado no se les ocurriría besarme después de acabar en mi boca".

Serví de nuevo vino en las copas y ya sobre la cama nos relajamos y disfrutamos el momento conversando más sobre nuestras vidas. Reyna a su edad, era una mujer soñadora a la que había maltratado mucho su esposo. Ahora había decidido tomar ella el rumbo de su vida.

Al verla ahí, desnuda, al lado mío en la cama, y faltando poco menos de dos horas para que tuviéramos que regresar a la escuela por nuestros hijos, mi miembro se fue recuperando. Comenzaron las caricias mutuas, los besos y nos colocamos en posición para hacer un 69, yo debajo, ella arriba. Comencé a besar, y mordisquear suavemente su entrepierna. Con mis dedos comencé a explorar sus labios y a masajearle su prominente clítoris. Al mismo tiempo, ella se metió en su boca uno de mis testículos mordisqueándolo ligeramente estimulándolo además con su lengua, y con su mano comenzó a masajear mi pene.

Comenzó a lamerme los testículos poco a poco siguió hacia atrás, y con un dedo humedecido comenzó a masajearme el ano sin tratar de introducírmelo. Visto su interés en el tema anal, comencé a lamerle los labios hacia el ano y comencé a hacerle un beso negro, lo que ella aceptó e igualó. Mientras lamía su ano, fui introduciendo un dedo en su húmeda vagina, y la estimulé con un mete-saca. Poco a poco fui añadiendo el segundo dedo y después un tercer dedo. Mi miembro ya estaba totalmente erecto y listo para ser enfundado.

Me voltee colocándome en la cama boca arriba con mi miembro perfectamente parado y listo. Ella se montó frente a mí de cuclillas y fue introduciéndose mi miembro suavemente. Comenzó entonces un movimiento de sube y baja lento pero continuo, mientras yo le masajeaba sus pezones y sus senos. Al rato cambió de posición y comenzó a cabalgarme un poco más rápido, y más rápido y después a galoparme. Tuvo al menos dos orgasmos seguidos. Cambiamos de posición: la puse en cuatro y me acerqué por detrás. Con un poco de aprehensión exclamó:

"Por favor, no por el culo que aun soy virgen por allí"

"No vamos a hacer nada que tu no quieras..." le dije "pero no te molestó que te hiciera un beso negro"

"Al principio tuve miedo pero no quería que te decepcionaras. Además sabía que si te lo pedía te detendrías."

"No te preocupes, pero yo sé que cuando lo hagas te volverás adicta a ello."

Le introduje mi pene en su vagina y comencé a darle con suavidad al principio, masajeándole primero las nalgas y luego acercándome al ojete. En esta posición con cada embestida llegaba más profundo. Sus gemidos ya comenzaban a ser alaridos. Las embestidas eras fuertes y profundas. Reyna y yo llegamos juntos a un potente orgasmo, drenando mi leche en su interior y sintiendo como se estremecía su cuerpo, tras del cual al ver su cara pude constatar lágrimas saliendo de sus ojos.

Sin sacar mi pene de su vagina, ella se acostó sobre la cama. Los dos acostados y ella presionando intermitentemente mi falo con su vagina, al cabo de media hora, creo y entonces mi pene comenzó a revivir ante los masajes que recibía de su vagina. Sabía que el juego no había terminado. Volvimos a hacerlo, esta vez en posición de misionero. Después nos vestimos apresuradamente y salimos hacia la escuela de nuestros hijos.

Desde ese día, Reyna se convirtió en mi mejor apoyo, para estar al pendiente de mis hijos y una placentera compañía, que no exigía nada a cambio de tener sexo en cuanta ocasión se presentara para ello.

Un viernes, en que pase a recoger a mis hijos después de un día pesado instalando equipos en alguna empresa y completamente sucio y sudado, toque a la puerta de la casa de Reyna. Ella me abrió y me pidió pasar al interior, Hacia poco que ella había llegado y me informo que mis hijos y sus hijos se habían tenido que ir a una biblioteca y que luego se habían pasado al cine, que estaban acompañados por su madre (una señora de unos 75 años) y que todavía tardarían en llegar. Cinco años habían pasado desde que nos habíamos conocido, sabía que tanto ella como su madre pintaban, además de atender una galería. Ese día ella vestía un poco más informal, pero elegante, era una gordita bastante guapa, unos pantalones de mezclilla elásticos obscuros, con una blusa larga que cubría hasta poco debajo de su enorme culo, con un pronunciado escote que dejaba ver sus generosos senos. No pude dejar de admirarla desde el momento que entre y era muy seguro que ella se hubiera dado cuenta. Al verme y percibirme cansado y sudoroso, me invito a tomarnos un baño en el jacussi que tenía en su recamara, en lo que la tina se llenaba, nosotros aprovechamos para quitarnos nuestras ropas, para después pasar al jacussi para relajarnos en el agua caliente y las sales de baño. Hacerlo en el agua siempre ha sido muy excitante. Ella sentada de espalda a mí sobre mi miembro en un suave y lento sube y baja. Mientras tanto mis manos masajeaban sus grandes senos mientras mordía suavemente el lóbulo de su oreja y le comentaba lo rico que se sentía mi pene siendo masajeado por sus músculos vaginales. Ella simultáneamente acariciaba su clítoris e introducía uno o dos dedos conjuntamente con mi pene entre sus labios. Ambos llegamos a un gran orgasmo conjunto, que hizo estremecer nuestros cuerpos quedando abrazados relajándonos en el agua ya templada. Descansamos un poco y terminado el baño, nos vestimos nuevamente y posteriormente me invito a conocer su taller de pintura, que tenía en el sótano de su casa. Al encender la luz del sótano, pude contemplar toda la habitación, en la parte más iluminada, estaba el área donde seguramente pintaba y donde estaban todas las herramientas para ello, en otra parte, la más al fondo, estaban sus obras terminadas, cada una con una luz dirigida para su mejor apreciación, y del otro lado, con luz muy tenue, casi en sombras, un estudio lleno de libros, varios sillones y un sofá-cama, además de una pequeñísima cocineta, el ambiente emanaba romanticismo, y Reyna lo sabía, pensé en cuantas veces habría utilizado ese cuarto para sus románticas citas y cuantas cosas habrían pasado entre esas cuatro paredes.

Me invito a sentarme y un vaso de vino, me platico que la casa era de su mama y que en esa habitación ella había sido concebida por un padre que jamás conoció. Nos sentamos en el sofá-cama se acercó a mí y comenzó a acariciarme mi cabello mientras tomábamos los primeros sorbos de aquel vinito, puso sus labios tentadoramente junto a los míos y un suave beso encendió nuevamente el ambiente. Y los besos siguieron subiendo de tono, a medida que nuestras lenguas se volvían a conocer como animales en celo. Su mano poco a poco fue acariciando mis pantalones y con sus rojas y largas uñas esgrimía el contorno de mi pene y mis bolas. Yo por mi parte comencé a jugar con sus voluptuosos senos, cubiertos únicamente por la bata de baño que se había puesto. Ella procedió a abrirme el pantalón con la punta de los dedos. Se hinco delante de mí y comenzó a soplar su caliente aliento sobre la cabeza de mi pene, el cual deseaba salir a través de la tela de mi ropa interior. Lentamente me termino de bajar los pantalones y los boxers y comenzó a acariciarme desde los sacos de los testículos hasta la punta del glande, pajeándome lentamente. La extrema excitación que sentía me hacía implorarle que me hiciera llegar, pero ella me indicó que quería que me aguantara lo más posible. A pesar que estuve cerca de llegar varias veces, Reyna se encargó de detener a tiempo cada orgasmo a su voluntad. Finalmente comenzó a succionar con fuerza mientras me estimulaba el glande con su lengua. Poco a poco un orgasmo comenzaba a gestarse en mi próstata. Una vez que el primer gran chorro comenzó a salir, Reyna me hizo eyacular los próximos chorros directamente en su cuerpo. Cuando ya los chorros comenzaban a espaciarse en tiempo, comenzó a aplicar la misma succión anterior drenándome  por completo. Me volvió a vestir y nos pusimos a esperar la llegada de nuestros hijos.

Le mando un mensaje a su madre, para saber dónde estaban, y con mucha alegría me comunico que todavía tardarían una hora en llegar,  por lo que teníamos tiempo para seguir amándonos, Reyna era una mujer insaciable, y rápidamente empezó a excitarme, contándome lo que tenía pensado podríamos hacer en ese tiempo, nos recostamos en el sofá y reiniciamos a comernos a besos y se acomodó dándome la espalda, mientras frotaba su culo contra mi pene, tomó mis manos con las suyas y las colocó sobre sus senos. Sus pezones estaban duros y erectos, mientras yo masajeaba sus tetas ella comenzó a sobarme mis caderas. Le comencé a besar el lóbulo de una oreja, luego el cuello, los hombros para luego darle la vuelta y ponerla de frente a mí. Entre besos y chupetones, ella comenzó a desvestirme.

Al estar levantados, me cruzó su pierna derecha con mis piernas y comenzó a ronronear como una gata. Mis manos recorrieron todo su cuerpo, La tomé en mis brazos y la llevé al sofá y de rodillas fui acariciándole las piernas, procedí entonces a besarle y lamerle los pies. Poco a poco fui subiendo con mis atenciones por la pantorrilla, la pierna, los muslos, su entrepierna hasta llegar a su sexo. Le levanté las piernas, poniéndolas en mis hombros, y comencé usando mi lengua a juguetear con su clítoris, con su vagina y su ano, masajeando sus carnosas nalgas. Un orgasmo se acercaba, así que comencé a estimularle su ano, introduciéndole primero un dedo y luego a medida que el ojete cedía introduje otro dedo.

"Parece que hoy vas a darme tu virginidad" le dije

"Mi amor, se muy delicado, que he escuchado que duele mucho por ahí..."

"Convéncete que sólo te haré gozar como nunca los haz hecho. Y en cuanto, al dolor, el mismo no lo vas a sentir si te relajas y logramos que tu hoyito se relaje"

Para este momento ya tenía tres dedos en su culo y con la lengua no dejaba de estimularle el clítoris. Orgasmo tras orgasmo le facilitaron relajarse y disfrutar el proceso.

Me senté en uno de los sillones y le pedí que se sentara sobre mi pene, el cual no podía estar más duro sabiendo lo que le esperaba a continuación. Reyna estaba nerviosa pero confiaba en mí y el hecho que ella misma se ensartaría le permitiría controlar la situación en caso que el dolor fuera mayor al tolerable. Poco a poco fue tratando de introducir el glande, lo cual le creó cierta aprehensión, pero una vez que el mismo había entrado ella sintió que lo lograría y se metió el resto de un solo tirón. No lo podía creer, mi pene en el culo de esta diosa. Y comenzó entonces un mete y saca con unas contracciones del ojete, lo cual masajeó en una forma única mi pene. Mientras ambos masajeábamos al unísono su clítoris, llegamos simultáneamente al orgasmo, el de ella intenso y húmedo que cubrió todas mis piernas, el mío no tan intenso  por la demanda a la cual ya había sido objeto, pero totalmente descargado dentro de su culo. Ella recostó su cabeza sobre mi hombro, la abracé masajeándole sus deliciosos senos sin desconectarnos. Mientras la llevaba a otro orgasmo metiéndole mis dedos a su chocho.

"Creo que te ha gustado esta nueva experiencia"

"Si... nunca pensé que pudiera sentir algo tan intenso" comentó

"Hay un dicho que aplica muy bien aquí: ‘el sexo mientras más asqueroso, más rico’..."

"Si, eso he escuchado, pero no sé si te atreverías a otras cosas?..."

 “Que me quieres proponer? “

"¿Te gustaría tener un trío?

 “Con otro hombre? … NO”

 “No había pensado eso, más bien con otra mujer … pero mayor de edad … con mi madre”

Y sus ojos se iluminaron con la sugerencia, pero no le pude contestar. Aunque había visto fotos de la señora, y en ella se veía una mujer atractiva, pensar en la edad me ofuscaba. Reyna, tomó mi pene y comenzó a besarlo, metiéndoselo en la boca, comenzando una de sus famosas mamadas.

“Piensa que esta es una de las mejores enseñanzas que tuve de mi madre”

Después de toda esa pasión los dos descansamos un poco, nos tranquilizamos y vestimos, para subir de nuevo a la casa. Ahí encontramos a su madre, sonriente y picara, imaginando lo sucedido en el sótano, recordando momentos vividos anteriormente por ella, pidiendo con la mirada, formar parte de la siguiente aventura en ese cuarto de placer. Y vaya que la señora bien lo merecía.

Al día siguiente, le hable a Reyna por teléfono, y le dije mi decisión de aceptar el trio con ella y su mamá, solamente tendríamos que esperar una oportunidad, para no tener problemas ni con nuestros hijos ni con nuestros trabajos… ella se oía, radiante y contenta y se despidió agradeciéndome la respuesta.

Y la oportunidad se dio como a los tres meses, sabía que la exigencia iba a ser mucha, por lo que había evitado cualquier otro encuentro sexual con quien fuera, estaba listo y preparado.

Pasaría todo un fin de semana con esa extraña pareja, mi cabeza no dejaba de pensar, en lo que me iba a encontrar, y así me presente en su casa.

Nuevamente la que me abrió fue Reyna, me invito a pasar a su cocina y ahí me invito un café y una rebanada de pastel, platicamos sobre nuestros trabajos y yo evitaba preguntar o platicar cualquier tema referente a su madre, dentro de mí, había la esperanza de que todo quedara entre nosotros dos.

Pasamos a su recamara, inmensa y de buen gusto, una enorme cama King Size, era la pieza que más sobresalía en ella, nos besamos apasionadamente y rápidamente nuestras ropas fueron retiradas de nuestros cuerpos. Reyna se recogió aquella hermosa cabellera y empezó a mamarme el pene con suavidad. Yo estaba sentado contra la cabecera de la cama y veía mi pene desaparecer en su boca una y otra vez mientras sentía como me lo chupaba y lamía, mientras acariciaba su cabello y su cuello. Una vez duro, le pedí que se acostara sobre la cama y comencé a jugar con mi pene sobre su vagina, acariciando primero sus labios con mi glande y luego su clítoris. Luego comencé a lamerle sus labios y su clítoris y comencé a cogerla con mi lengua introduciéndosela en su vagina. Ella no dejaba de gemir de placer mientras me pedía "penétrame ya!". Acomode la cabeza de mi verga sobre la entrada de su excitada cueva  y dejándome caer en vilo, le ensarte mi miembro como una espada en su caliente y tersa cueva de placer y comenzó el sube y baja mientras sus músculos vaginales me masajeaban. No tardamos mucho en acabar. Reyna no deseaba desconectarse de mi pene y me recostó sobre su enorme pecho mientras descansábamos. Sobresaltado, de pronto escuche que alguien abría la puerta. No sé cuánto tiempo habría pasado atrás de ella, era su madre, que había entrado a la habitación.

Como una reacción natural, busque taparme un poco con la sábana, mientras la señora sin ningún tipo de recelo o pena se acercó a la cama diciendo:

"Tú debes ser Fernando, el hombre que ha vuelto loco a mi hija! Yo soy Claudia, su mamá."

"Hola!..." conteste un poco extrañado...

"Es un verdadero placer conocer a quien ha podido hacer que Reyna deje de pensar solo en el trabajo y disfrute de la vida"

La señora, se sentó en la cama con nosotros con la mayor naturalidad. Ambos estábamos desnudos, y cubiertos únicamente por la sábana. Y ella vestía elegantemente con una bata de seda color perla.

“Mi hija me ha dicho que has aceptado que comparta la cama con Ustedes”

“Alguna vez has tenido sexo con una persona tan grande como yo? .. Como me imaginas desnuda?”

Sin darme tiempo a responder, la señora se levantó y se quitó la bata, no había ningún otra prenda en su cuerpo, y lo que vi me dejo impresionado, su cuerpo totalmente blanco como leche, sus pechos que alguna vez debían haber sido firmes y grandes, hoy eran dos cuerpos caídos sobre su pecho, sus aureolas rosadas pero sus pezones todavía firmes, no se si de frio o de excitación, el resto de su cuerpo, el propio para una mujer de esa edad.

Claudia se acercó a nosotros y comenzó a acariciarnos suavemente, sus manos eran tersas, sus dedos jugaban con la cabellera de su hija, mientras la besaba en la boca. Poco a poco haló mi cabeza hacia ellas, levanto su cara y permitió que Reyna me besara, cuando nota que el tono de nuestro beso aumentaba, acerco su boca a las nuestras y nos dimos un beso entre los tres. El sabor de su boca y de su aliento era dulce, con los ojos cerrados y tratando de no pensar en ella como una mujer mayor, empecé a aceptar bien esta situación. Claudia sabía cómo envolver a un hombre en su juego. Momentos después, mis manos empezaron a buscar el cuerpo de ambas para acariciar. Acostado boca arriba sobre la cama ambas se recostaron a mi lado dándome la espalda, mis manos no dejaban de jugar con sus senos y sus caderas, mientras besaba sus cuellos. La señora comenzó entonces a moverse y a acomodarse, para que mi mano y mis dedos llegaran a la zona de su vientre y más abajo. Reyna, al oír los gemidos de su madre, se levantó para aplicarle gel a su madre y así permitiera lubricar su vagina. Mientras yo iniciaba a sobar su clítoris, Reyna, besaba su boca apasionadamente. Todo el cuerpo de Claudia se estremecía sobre el mío. La hija fue masajeando poco a poco a la madre subiendo por sus piernas hasta llegar a su pubis. En ese momento le separó completamente las piernas, obteniendo acceso a su sexo. Reyna tomó mi pene con su mano y comenzó a frotarlo entre las nalgas y los labios vaginales de su mamá, mientras yo le acariciaba los senos. Un orgasmo se gestaba intensamente en su interior mientras gemía como una gata en celo. Reyna mientras le daba lametazos a los labios vaginales de su madre, comenzó a chuparle el clítoris como solo una mujer sabe hacerlo. Claudia acabó intensamente en una sucesión de orgasmos. Cuando cambiamos de posición y vi su cara, noté como lágrimas brotaban de sus ojos en señal de la intensidad del placer que había sentido.

Claudia quería mostrarle a su hija, como hacerme gozar. Hizo que me diera vuelta quedando boca abajo en el borde de la cama y comenzó a sobarme mis nalgas poco a poco abriéndolas y acercando sus manos a mi ojete. Se situó detrás de mí y comenzó a darme el mejor beso negro que me habían dado hasta entonces. Claudia le fue explicando como todos gozamos del placer anal. Tomándola de la mano, hizo que tomara su lugar mientras ella la dirigía. De pronto nos dejó solos en la habitación, mientras cambiábamos de posición y era yo quien le besaba el culo a Reyna, al regresar la señora, venía con un pene de plástico pegado de sus pantaletas. Reyna se sorprendió un poco al igual que yo, ¿Qué tramaría aquella señora? Claudia se acercó a mí, me pidió que me acostara boca arriba para que su hija se ensartara en mí, al tiempo que recostó a su hija sobre mi pecho y procedió a centrar aquel falo en el culo de ella penetrándola suavemente. Una vez que comenzamos a bombearnos a Reyna, mi pene se endureció aún más, sintiendo el falo de plástico que entraba y salía por el otro agujero de la hija, la señora estaba como en trance, arremetía con todas sus fuerzas a la hija postrada bajo ella, Reyna bramaba como perra en celo al sentirse penetrada por dos enormes pollas, y a los pocos minutos tanto Reyna como yo explotamos en sendos orgasmos.

Todavía la señora tuvo el descaro de preguntarme si no quería sentir, lo que era ser penetrado por el culo con esa enorme polla, cosa que naturalmente rechace y le dije que eso era solo para ella y su hija si así lo deseaba.

Los tres nos recostamos en la enorme cama, todavía Reyna y yo nos besamos y nos acariciamos un rato más, mientras su madre se dormía junto a ella, más el cansancio se apodero de ambos y así nos quedamos dormidos.

Habrían pasado unas tres horas, cuando entre sueños sentí que mi verga volvía a ponerse en pie de guerra, mientras sentía una boca que la mamaba tiernamente, al tomar conciencia, pude ver a Claudia, totalmente concentrada en la labor que divinamente hacía, bien me había comentado Reyna, que su madre la había enseñado en esa bella arte de amar. Sin moverme ni dar muestra de que sabía lo que ocurría, deje que la señora terminara la labor, recibiendo gustosa el fruto de sus caricias y tragándose todo lo recibido, para después acostarse junto a mí, y dormirse abrazada de mi cuerpo.

Al día siguiente al despertarme, pude ver como Claudia ‘culeaba’ a su hija con aquel falo de plástico. La hija estaba en éxtasis total a cuatro patas, la señora al darse cuenta que estaba despertando, me pidió acercarme para comenzar a mamarme el pene para provocarme una erección. Una vez logrado esto me dijo:

"Cógeme, mientras yo me culeo a Reyna"

Como podía rechazar tal invitación... Me coloqué detrás de Claudia, comencé a frotarle la cabeza de mi pene sobre su clítoris. Estaba totalmente mojada. Penetrarla fue como cortar mantequilla con un cuchillo caliente. Cuando mi pene se había introducido totalmente en su vagina, solamente fue tomar ritmo, mientras Claudia clavaba el pene en el culo de su hija, yo sacaba el mío de su vagina, y viceversa. Los tres encontramos el ritmo necesario en nuestros movimientos de vaivén, Claudia y Reyna gemían cada vez más fuerte, mientras yo sentía que pronto llegaría al término. La primera en vaciarse fue Reyna, seguida por Claudia y yo al final, dejando a la madre totalmente extasiada y llena de mis mocos. Acabamos intensamente yo y mis dos mujeres.

Claudia había obtenido lo que quería y mucho más, con cara de satisfacción, se despidió de nosotros agradeciendo todas las experiencia vividas nuevamente, se acercó a mí, y me dio un último beso en la boca,

 “No me olvides, porque yo nunca olvidare al hombre que después de 10 años, me volvió a llenar de leche”.

 

Al retirarse, Reyna y yo nos levantamos a duchar y a desayunar algo revitalizante. Sabíamos que todavía quedaba todo el día para nosotros dos. Y la gordita tenía hambre de sexo.

(9,60)