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La guapa novia de mi tío

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Karen es la mujer más guapa que conozco. Ella y mi tío Pablo son asiduos jugadores al Póquer y se conocieron una noche en que se jugaba una partida en la casa de un amigo que tenían en común. Mi tío Pablo me contó después que aquella noche, terminó apostando sus prendas contra las de ella hasta que terminaron desnudos cogiendo encerrados en el baño.

Los ojos grises de Karen y su cabello rubio, además de su impronunciable apellido, hacen notar su ascendencia rusa. Yo la conocí un sábado que Pablo la invitó a una comida familiar en casa de mis papás; esa tarde, todos los presentes parecíamos hipnotizados por el encanto de esa rubia poseedora de un cuerpo suculentamente proporcionado, de una risa estruendosa y de la cara más jodidamente perfecta que yo haya visto.

En algún momento de la comida, mi tío Pablo nos anunció que Karen se venía a vivir con él ese mismo fin de semana y luego de recibir las felicitaciones de todos, me propuso acompañarlos a la casa (ex casa) de Karen y ayudarla a empacar sus cosas. Voltee a ver a Karen que al otro lado de la mesa me dedicaba una sonrisa y luego de guiñarme un ojo, me dijo que confiaba en que solo una chica podría tener cuidado con sus objetos más preciados, y que además tenía ganas de conocer aún más a la sobrina consentida de Pablo "me ha platicado mucho de ti, Candy".

Y vaya que mi tío le había hablado de mí. En el recorrido en el auto, viajando en el asiento trasero, atestigüé atónita que Karen conocía los detalles más recónditos de mi vida. Y tuve la sospecha de que mi tío Pablo se había ido de la lengua con su novia y le había contado lo que habíamos hecho él y yo hacía unos meses en el sofá de su casa, cierta tarde en que el semen de mi tío había terminado en mi boca.

Karen ocupaba un reducido departamento en una colonia cerca del centro de la ciudad. El orden casi monástico que Karen conservaba en la sala contrastaba de forma estridente con el revoltijo de ropa y objetos que hacían de su recámara un campo minado. Ahora que la conozco mejor, supongo que su espacio replicaba a la propia Karen, ordenada y pulcra a la vista de todos, pero con una mente siempre en ebullición, con el equilibrio de un malabarista en un monociclo, veloz y emocionante como el peligro.

-Bueno, guapo. Aquí es donde tú sales de la escena. Candy se queda en buenas manos- Le dijo Karen a mi tío Pablo frotando sus tetas contra el torso de mi tío, como una gata.

-Bien, chicas, entonces nos vemos mañana a medio día. Te llamo antes de venir con la mudanza- le respondió mi tío y se despidió de Karen con un beso cachondo en la boca.

Despedimos juntas a mi tío Pablo por una ventana que da a la calle y cuando se perdió de vista su auto al doblar la esquina, Karen me pasó un brazo por el hombro y me acercó a ella -Vas a contármelo todo, niña. Porque Pablo me lo cuenta con la emoción con la que daría las condiciones del clima para hoy-. Y sonriendo, me indicó que me sentara junto a ella en el único sillón de su sala.

-No se, Karen. Mira, primero quiero saber a qué te refieres con "contártelo todo".

-Vamos, guapa, ¿pensaste que me lo iba a tomar mal? Pues nada de eso, me gusta mucho que seas la amante de Pablo. Mejor tú que cualquier peladita de su oficina. Aunque sospecho que nos pone el cuerno con más de una de esas.

Yo me quedé perpleja ante la sinceridad de su explicación y obviamente todas mis dudas se disiparon... Pablo le había contado todo, todo.

-Si no te sientes lista para contarme, toma tu tiempo, Candy. Pero tengo la impresión de que terminaremos platicando de eso y de otro montón de cosas interesantes. ¿Tomas algo? Tal vez te ayude a sentirte más cómoda y menos tímida. Espera, te traigo algo rico.

-Gracias, sí quiero tomar lo mismo que te sirvas tú. Y disculpa mi torpeza. No sabía que mi tío te había hablado de eso. ¡Qué vergüenza! jaja

-Conmigo, nada de vergüenzas, Candy. Quiero que seamos amigas y que sepas que estoy contigo en todo lo que quieras. Ya se que a penas nos vamos conociendo, pero te lo digo en serio, me encantaría ser tu amiga.

Karen regresó con las bebidas, se acomodó a mi lado en el sillón y luego estiro el brazo para acariciarme el cabello mientras hablábamos y reíamos, haciéndome sentir más cómoda y libre. No sé cuántos vasos de whisky me había tomado, pero cuando se hizo de noche, ya me sentía considerablemente mareada y alegre; lo mismo que Karen, que además mostraba en las mejillas unas manchitas rojas que la hacían ver aún más hermosa.

-Creo que es hora de ponernos a trabajar, Candy. No quiero que mañana estemos muy apuradas. Ven conmigo-. Me propuso Karen poniéndose de pie y llevándome a su recámara. -Bueno, se supone que este bodrio es mi santuario, bienvenida-. Me dijo haciendo un ademán con el brazo que abarcaba su cuarto.

Comenzamos a guardar todo en cajas de cartón. A mí me encargó la tarea de guardar su ropa; cada prenda tenía impregnado el dulce olor de su cuerpo. Cada vez que Karen no me veía, hundía mi cara en su ropa antes de meterla a una caja; su olor me excitaba, era delicioso. Durante el tiempo que pasé doblando y oliendo a escondidas su ropa, Karen se encargó de que mi vaso estuviera siempre lleno, mezcló el whisky con todo cuanto fue posible sacar de su alacena, con el pretexto de no dejar nada que se pudiera derramar en la mudanza. Para cuando terminamos de empacarlo todo, yo estaba bastante borracha y excitada, casi drogada por el aroma de la ropa de Karen y sobre todo por su presencia, y su plática, que brincaba de un tema a otro sin control.

-¿Te casaste, Candy?- Me preguntó luego de tumbarse en el colchón, en un gesto de agotamiento, y yo quise responderle que no estaba lo suficientemente cansada como para no querer quitarle la ropa y olerle todo el cuerpo, pero sólo le dije que no, que estaba más ebria que cansada. Ella entre risas me dijo que también se sentía borracha, que lo mejor sería que nos fuéramos a dormir. Se levantó del colchón y sacó de una caja dos juegos de ropa de noche. -Ponte esto, seguro te queda; una ventaja más de que tu tío tenga muy bien definido el tipo de chica que le gusta-. Me dijo extendiendo hacia mi uno de los dos bonitos y sensuales pijamas de seda que tenía en las manos y me sentí halagada por una comparación que me pareció muy favorable para mí; tomé las prendas que me ofrecía y pensé en lo difícil que me sería conciliar el sueño con el olor de Karen pegado a mi cuerpo toda la noche. -¿Puedes prestarme unas sábanas?- Le pregunté, pues yo daba por hecho que me asignaría el sillón para pasar la noche en su casa y yo estaba ansiosa por quedarme a solas y masturbarme mientras su olor y el whisky terminaban de embriagarme.

-¿Sábanas? ¿es que las que tiene la cama no te gustan?

-No, yo hablaba de sábanas para cubrir el sofá y dormir más cómoda

-Ay, muñequita. Te vas a quedar conmigo, si no te importa. Y te aseguro que mi colchón es como una nube, mañana no querrás levantarte. A menos que no quieras y...

-No, no, para nada, por mi encantada-. Le dije, mientras pensaba "Ay Karen, si supieras que tenía pensado rendirte honores con mis dedos en mi vagina en cuanto me dejaras sola en tu sala".

-Bien, pues, voy a bañarme rapidísimo. Tú puedes hacer lo mismo si gustas. Piénsalo mientras yo salgo-. Sentí el impulso de proponerle que nos bañáramos juntas, pero me contuve. Lo que no pude aguantar fueron las ganas de espiarla mientras se bañaba, así que en cuanto abrió la regadera, corrí a la puerta del baño y la abrí con mucho cuidado de no hacer ruido, pensando en que si me preguntaba qué rayos hacía ahí, le respondería que no aguantaba las ganas de hacer pipí. Así que ahí estaba, con media cara asomada por la puerta a penas abierta, disfrutando de ver su cuerpo húmedo y su cabello pegado a su espalda dibujando una gruesa mancha dorada que le llegaba hasta la cintura. Metí casi inconscientemente mi mano bajo mis jeans y mi tanga y comencé a acariciarme el coño, hasta que estaba casi tan mojada como las hermosas tetas de Karen bajo la regadera. En un momento pensé que no podría más y tendría que entrar al baño y lamer el agua que le bajaba por las nalgas y los muslos. Hasta ese momento, nunca me había sentido atraída por una mujer. Bueno, había visto mucho porno en esos días, y aunque vi muchas tipas muy bonitas o muy buenas, siempre me concentraba más en el cuerpo y la verga del protagonista que se cogía a la actriz mientras yo me imaginaba en el lugar de ella. Mi ensueño terminó cuando Karen cerró la regadera y yo me alejé de mi puesto de espía sin poder cerrar la puerta del baño a tiempo. Pero cuando Karen salió, ni siquiera mencionó que la puerta estaba abierta; sonriente y fresca, aún con algunas gotas de agua en sus hombros, envuelta en una toalla que sujetaba debajo de sus axilas, me dijo que podía tardarme lo que quisiera si me iba a bañar.

Bajo el agua tibia, no pude evitar ponerme más cachonda e intenté proveerme de un buen orgasmo recordando el cuerpo desnudo y perfecto de la novia de mi tío; pero no me pude concentrar lo suficiente y fracasé, consiguiendo únicamente que al salir de la regadera mi vagina estuviera más mojada que mi cabello. Me puse el pijama que Karen me había prestado, un bonito camisón de seda color gris que apenas me tapaba las nalgas y un diminuto short que ni en un millón de años me cubriría más allá de las ingles. Cuando salí del baño, Karen ya estaba en la cama y reía bajito mientras platicaba por teléfono con mi tío. -Sí, la tengo justo en frente, más guapa de lo que me dijiste que era... Sí, mi amor, sí, mañana te la entrego en una sola pieza... Hasta mañana, guapo, tú también descansa y piensa en alguna de nosotras dos si se te pone dura. Adiós.

Yo estaba segura de que mi tío no sería el único que pensaría en una nosotras para masturbarse, porque así como estaba de cachonda, solo esperaba el momento en que Karen apagara las luces para poder terminar lo que había empezado en el baño con mis dedos. -¿Platicamos en lo que se nos seca el pelo?- Propuso ella. "Sí, Karen, o puedes dejarme lamer ese delicioso coño que tienes, mientras esperamos, da igual" pero solo lo pensé. -Sí, cuéntame cómo fue la primera vez que cogiste con Pablo.

-Uy, niña, ya veo que me vas tomando confianza jaja. Y me gusta. Ven siéntate aquí conmigo.

El resumen que me hizo Karen de cómo había sido su primer encuentro sexual con mi tío, fue mi perdición. Escuchar de su boca la forma en que mi tío la había penetrado accidentalmente por el ano cuando ella se inclinó para que él le metiera la verga desde atrás, además de darme risa, humedeció aún más mi cavidad, que a esas alturas estaba a punto de hacer que mis jugos se escurrieran por mis muslos. Luego, fue mi turno y Karen me escuchaba pidiéndome más detalles de cómo me había entregado a mi tío, primero en un arranque de celos y luego siendo sometida por él para ensartarme su miembro a sentones.

Esa noche, la última que Karen dormía en su departamento, dormiría conmigo. No supe en qué momento me venció el sueño; pero cuando me quedé dormida estaba tan caliente y embriagada, que comencé a soñar que mi tío Pablo me tenía empalada por el culo mientras me nalgueaba como castigo por espiar a Karen en la ducha, quien frente a mi, en mi sueño, me ofrecía su vagina abriendo con sus dedos los labios de su coño mientras me pedía que le metiera la lengua. -¿te gustó oler mi ropa? prueba a lamerme aquí, Candy, pero mete bien tu lengua, quiero sentirla bien adentro- Yo gemía por el placer de sentir la gruesa polla de mi tío perforando mi culo y por el dulce sabor del coñito rubio de Karen.

Cuando desperté era de día, abrí los ojos y noté que estaba tan excitada que estaba jadeando como una puta hambrienta de verga; y descubrí también que no era la mano de mi tío la que me masturbaba, ni tampoco era su verga la que entraba y salía de mi ano. Era Karen la que me estaba dando placer con sus manos, me tenía abrazada por la espalda y acariciaba en círculos mi clítoris con una mano mientras hundía el pulgar de su otra mano en mi esfínter posterior. -¿Qué haces, Karen? No, no, detente... Pero de repente no pude pensar por que al escuchar mis peticiones de piedad, Karen en vez de ceder, introdujo su pulgar aún más en mi ano y su otra mano pasó de acariciar mi botoncito, a meter dos dedos en mi cavidad, para después moverlos dentro de mi, con una habilidad increíble, haciéndome gemir muy fuerte. -¿Te gustó oler mi ropa, putita? ¿Pensaste que no te veía? Eres una puta sucia-. Comenzó a decirme Karen que seguía dedeándome por el culo y por la vagina; y frotaba sus senos en mi espalda, como una gata -Y no me digas que me detenga, Candy, que no me voy a detener hasta que te vengas-. Me excitó mucho saber que me había descubierto oliendo su ropa y un par de minutos después, cumplió su amenaza, haciendo que me viniera con mi cavidad invadida por tres de sus finos dedos y con su pulgar hurgando profundamente en mi intestino. Y aunque sujeté a Karen por las muñecas, pidiéndole por última vez que se detuviera; pero no me escuchó, continuó masturbándome hasta hacer que me viniera.

Cuando pasaron los espasmos de mi orgasmo, me giré hasta quedar frente a ella. Karen me miraba con una sonrisa traviesa dibujada en su boca. -¿Te gustó, Candy? Se ve que te encantó, eres una putita muy golosa- Me dijo clavando en mis ojos el hermoso gris de los suyos. -¿Quieres más de mi, putita?- Agregó mientras guiaba mis manos a sus senos.

Mi boca le respondió, no con palabras, si no introduciendo mi lengua en su boca y comenzando a lamer su cara, luego bajando por el cuello, mientras le quitaba la parte de abajo del pijama para encontrarme con su vagina cubierta por una discreta mata de vellos dorados, que comencé a lamer una vez que bajé mi cara hasta ponerla entre sus piernas. Mis manos se introdujeron bajo su camisón y al sentir los hemisferios perfectos de sus tetas, me sentí muy mojada otra vez. -Apriétalos fuerte, Candy- Me dijo Karen en un dulce gemido mientras rodeaba mis manos con las suyas sobre sus senos y arqueaba la espalda para ofrecer su vagina a mi boca. Sorbí el delicioso flujo de su coño mientras la miraba a los ojos y ella se retorcía gimiendo y pidiendo más, soltando mis manos para luego ponerlas sobre mi cabeza y empujarme hacia su rubia panochita.

Subí de nuevo por su cuerpo, hasta tener a Karen acostada debajo de mi, frente a frente mientras contemplaba su hermosa cara con la boquita abierta gimiendo al sentir que mi muslo rosaba con fuerza su vulva, invitándola a hacerme lo mismo con su pierna. Entonces, Karen me dijo-¿Ves la cajita que está sobre el tocador, Candy? Toma lo que hay ahí adentro, es mi forma de agradecerte por ayudarme hoy-. Me levanté y fui a buscar en el lugar que señalaba Karen y dentro de la caja, envuelto en papel de regalo estaba un consolador de plástico color lila. Giré el control y la cosa comenzó a zumbar en mi mano, mientras la punta giraba en un eje inclinado, haciéndola describir una elipse imaginaria. -Ven, te diré cómo usarlo. Además, tiene un truco sorpresa, mira- Karen dijo lo último como una niña expresa sorprendida que ha encontrado una nueva función en su muñeca parlante; y sacó de debajo de su colchón un vibrador idéntico al que me había regalado. Me senté junto a ella y le dí mi nuevo consolador cuando me extendió la mano para pedírmelo. -Si quitas este clip de aquí y embonas los dos por la base "voilà" polla sintética para ti y para mi- Me explicó Karen, mostrándome ambos dildos unidos por sus bases y con cada punta señalando a extremos contrarios.

Me recosté sobre Karen, y comencé a besarla y a disfrutar el roce de mis senos contra los suyos mientras nuestras manos se internaban debajo de las ligeras prendas que usamos esa noche para dormir. Nos ayudamos a deshacernos de la ropa entre besos y lamidas; tomé los consoladores, que ahora formaban uno solo e introduje un extremo en la cavidad de Karen, quien soltó un gemidito delicioso mientras movía muy despacio la cabeza afirmativamente. Estuve taladrando su vagina durante un rato, disfrutando de las convulsiones que el placer producía en su hermoso cuerpo. Luego, con una sutil maestría de puta experimentada, Karen se colocó con las piernas entre cruzadas a las mías, de forma tal, que nuestros cuerpos recostados en el colchón, quedaban unidos por el coño de cada una; luego, colocando los dildos ensamblados, metió un extremo del aparato en su cavidad y acercó su panocha empalada a la mía, hasta que el otro extremo del dildo estuvo bien adentro de mi; cuando estuvimos ensartadas las dos, me tomó de la cadera y comenzó a cogerme duro, mientras el falo sintético también la penetraba a ella con la misma fuerza que lo hacía en mi. -Así, Candy, oh, mi putita- Me decía la primera mujer con la que compartía una experiencia sexual, azuzándome a mover la cadera con más fuerza, a empalarla tanto como me empalaba a mi al mismo tiempo. Cuando los gemidos de Karen y sus movimientos se vovieron más frenéticos, yo estaba también por alcanzar el clímax y puse mis dedos en su clítoris y lo froté como si fuera el mío hasta hacer que el coño de Karen explotara lanzando un chorro de líquido transparente que surgía como por obra de magia de entre mis dedos con los que acariciaba su botoncito, empapándo también mi coño, que estaba muy cerca del suyo y provocando que yo dejara de reprimir una sensación parecida a las ganas de orinar, solo que mucho más placentera una vez desvocada y haciendo que de mi vagina también saliera un fuerte chorro cristalino que fue a morir junto a los jugos de Karen en una densa mancha de humedad en el colchón.

-Candy, sácanos esto y déjame sentirte, frota tu vulva contra la mía, vamos nena, quiero sentirte- Me dijo con la voz casi entre sollozos y con los ojos firmemente cerrados. Y una vez que nuestros labios vaginales se besaban resbalando deliciosamente a causa del exceso de lubricación, Karen sujetó con fuerza las sábanas cerrando los puños y su coño volvía a empaparnos con su delicioso líquido, mientras Karen me gritaba -¡Eres una puta sucia! ¡¿No ves que seré tu tía, puta golosa?! Te amo, Candy, te amo-   

Ambas quedamos exhaustas por lo sucedido en la última noche de Karen en su depratamento, así que nos tomó un rato recuperar las fuerzas para levantarnos y asegurarnos que cuando mi tío Pablo llegara con el equipo para la mudanza, nos encontraran en condiciones presentables. Karen fue la primera en levantarse, salió desnuda de la cama y fue en busca de un par de toallas que sirvieran para secar nuestro pequeño accidente.

Mi tío Pablo llegó puntualmente al medio día. Karen lo recibió con un beso más bien corto y luego ella se fue a la cocina para preparar café. Pablo se sentó junto a mi en el sofá y me acercó su mejilla mientras me daba los buenos días. Yo le respondí sacando mi lengua y lamiendo desvergonzadamente su boca mientras con una mano le agarraba el paquete bajo su pantalón -Esta me la vas a pagar, soplón. No te guardaste ni un detalle-.

Karen dejó su departamento esa tarde y vivió los siguientes meses en la casa de mi tío, de manera que fuimos vecinas durante ese tiempo y aprovechando la cortísima distancia que nos separaba, la hermosa novia de mi tío se fue convirtiendo en la mejor maestra del sexo que pude tener, fuimos dos discretas y fieles amantes que de vez en cuando compartían la deliciosa verga de mi tío Pablo. Casi un año después de comenzar a vivir con mi tío, Karen fue promovida en su trabajo y le asignaron una gerencia en Cancún, muy lejos de aquí. Tristemente así llegó a su fin una época que disfruté muchísimo. Hoy ambos viven en aquél hermoso lugar del Caribe y justo ayer me han invitado a pasar este fin de semana largo con ellos; estoy ansiosa de ver a mis dos amantes.

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