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Las otras historias – Rosario, La chica de provincia 2da parte.

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Ya había pasado algo de tiempo desde que nos habíamos revolcado en su cuarto. Y aunque ambos buscábamos la oportunidad para intimar nuevamente, había que cuidar muy bien las apariencias. Yo estaba a mitad de mi carrera, tenía muchas actividades fuera de casa y muchas amigas con quienes pasaba momentos muy agradables. No podía darme el lujo de echar todo eso a perder, por la calentura de volver a echarme un polvo con Rosario. Eso sí, aprovechábamos cada oportunidad para platicar, juguetear y tocarnos furtivamente.

Rosario iba cada dos meses a su pueblo, por unos cinco días, ahí aprovechaba para ver a su hijo, quien había quedado al cuidado de su mamá y llevarles dinero a sus papás. Al volver,  y gracias a que después de ese primer encuentro que tuvimos, nuestra relación volvió a ser de buenos amigos, siempre me platicaba de todo lo que ocurría por allá y la tristeza que le daba al tener que dejar nuevamente a su hijo.

Fue así como le sugerí, que tenía que cambiar su forma de vestir y arreglar su cuerpo, para verse más atractiva. Le comente sobre la mala imagen que causaba el exceso de bellos en su cuerpo. Por lo que planeamos ir un domingo de compras al centro de la ciudad, para que comprara todo tipo de ropa, mucha de la cual yo le ayudaría a escoger. Aprovechamos para pasar a una farmacia y mientras ella compraba una crema depilatoria, un rastrillo y una crema,  yo aproveche para comprar una buena dotación de preservativos, pues la idea era pasar después de las compras a un hotel y echarnos un buen polvo.

Buscamos uno pequeño y barato (pues sería ella quien financiara la aventura), lo primero que haríamos seria depilarla, por lo que al llegar, nos metimos inmediatamente a bañar y ahí empezamos con la sesión, primero sus piernas y luego sus axilas, lógicamente por estar desnudos y tocándonos constantemente, las caricias empezaron entre ambos, yo aprovechaba cualquier momento para sobar sus bubíes y todo su cuerpo al tiempo que le pasaba mi verga sobre su culito cada vez que se agachaba, ella respondía con leves gemidos y besos provocativos.  Ya para ese momento, estábamos los dos en punto de ebullición, pero todavía quedaba por depilar su zona erógena, primeramente cortamos el largo de sus bellos, había que cortar en toda su área, el contacto continuo de mis hirvientes dedos (que aprovechaban toda oportunidad para oprimir o entrar a sus áreas más sensibles) y con el frio de las tijeras, provocaba en ella una serie de espasmos que casi la llevaban al éxtasis. El resto fue terminar el trabajo de depilado lo más rápido posible, pues ambos estábamos que reventábamos.

Ahí mismo en la ducha, Rosario, se arrodillo para propiciarme una mamada deliciosa ayudándose con sus manos y sus afiladas uñas. Me acariciaba con sus uñas en toda la superficie de mi pene, desde mis testículos hasta el sensitivo glande. La sensación era indescriptible: era una mezcla de placer y dolor cada vez que sus uñas pasaban por la cabeza de mi falo. Mojándolo con su lengua comenzó a mordisquearlo mientras me apretaba los testículos y comenzaba a explorarme el culo con su otra mano. Con sus labios besaba y lamia suavemente todo el borde y jugueteando llegó al centro del mismo. Poco a poco fue bajando lamiéndome todo el tronco mientras me apretaba las bolas con sus manos y luego se metió un testículo en la boca mordiéndolo suavemente. Mientras hacía esto y tomándome por sorpresa, empezó a masajear el ojete del mi culo intentando penetrarlo. Su boca comenzó a mamarme la cabeza, tragando la mayor parte de mi pene mientras me estimulaba analmente. No pude aguantar mucho este delicioso suplicio: terminé en su boca, justo cuando ella me inserto de golpe uno de sus dedos, sin desaprovechar gota alguna de mi leche.

Me había dejado sorprendido, le pregunte el porqué de su atrevimiento y solo me contesto, que era la forma en la que se le había ocurrido, pedirme hiciera lo mismo con ella.

Salimos del baño y la recosté en la cama. Sus senos eran hermosos, pequeños pero firmes, de un tono moreno claro con unos erectos pezones que parecían el borrador de un lápiz y una aureola obscura coronándolos. El solo verlos era una invitación a mamarlos.

Sus piernas eran macizas y bien definidas. Su pubis recién depilada y recortada, mostraba únicamente el pequeño triángulo oscuro de pelos que habíamos dejado y que coronaba el clítoris.

Empecé a pasar la lengua suavecito por su nueva identidad púbica, mientras con una mano la acariciaba y en momentos le soplaba. Rosario se dejaba hacer mientras se mojaba todavía más su vagina. Mientras la veía como se perdía en su éxtasis, acariciaba con mi lengua su tangente clítoris. Yo le preguntaba si eso le gustaba y ella me contestaba casi sin aliento que la estaba mamando muy rico.

Rosario empezó a temblar bajo las caricias de mi lengua en su vagina, sus gemidos se volvían gritos de placer, dejándose llevar a un primer orgasmo, vaciando todos sus jugos en mi boca, por lo que en vez de lamer, inicie una intensa absorción en su vagina, para extraerle toda la leche que pudiera. Esto la provoco de tal forma, que simplemente aflojo su cuerpo y empezó a orinarse sobre mi cara, la cual retire y con mis manos en forma de pocillo, tome todos esos líquidos para humedecer el pequeño ojete de su culo y empezar a darle un beso negro.

Acto seguido, y con Rosario entregada totalmente, volví a atacar sus genitales con mi lengua mientras clavaba un primer dedo en su ano. Con la mano que tenía libre, empecé a abrirle sus labios vaginales recién depilados, la sensación de los bellos recién recortados era increíble, mi lengua atacaba nuevamente su clítoris que para ese momento se sentía durísimo y de gran tamaño, yo lo succionaba como si fuera un pezón. Las piernas de mi amante empezaron a temblar y a tratar de cerrarse por los nuevos espasmos, mas sus manos pedían totalmente otra cosa, pues con toda su fuerza metía mi cabeza entre ellas. Cuando ella me grito que no aguantaba más y que estaba a punto de volverse a venir, yo ya tenía dos dedos dentro de su agujero trasero.

Rosario grito de placer al sentir dos cosas, un tercer dedo que le penetraba su culo y un larguísimo y liquido orgasmo que vació en mi boca.

Mi verga estaba nuevamente a 1000, y había que aprovechar el momento, rápidamente saque mis dedos de su ojete y acomodándola en cuatro patas, puse la cabeza de mi erguida verga en su dilatado ano, y sin esperar nada, empecé a metérsela toda, Rosario gemía y gemía de placer y de dolor, pero empujaba hacia atrás mientras con sus manos trataba de abrir más su culo y facilitar el acceso del sable que la estaba rompiendo en dos.

Únicamente al sentir mis huevos sobre su culo, nos detuvimos unos instantes, mientras su cuerpo se acostumbraba a su nuevo invitado, para después iniciar un mete y saca primeramente despacio para continuar cada vez con mayor fuerza y rapidez hasta alcanzar un orgasmo por parte de los dos. Yo le llenaba con una enorme cantidad de semen el interior de sus tripas, mientras ella seguía sobándose su sexo febrilmente.

Cansados y adoloridos, nos acomodamos en la cama para descansar y Rosario empezó a llorar de felicidad, ese día paso por experiencias totalmente inéditas para ella, Desde comprar ropa nueva y totalmente diferente a la que estaba acostumbrada, hasta recibir su primer anal, pasando por entrar a un hotel a coger y depilarse por primera vez entre otras.

Pasamos un rato más platicando de nosotros. Pero pasaba el tiempo y había que regresar a casa, estábamos por levantarnos, cuando vimos la caja de preservativos, coquetamente me dijo que ella nunca lo había hecho con alguien que usara eso, y que si ya los habíamos comprado, había que utilizarlos… y quien era yo para negarme.

Empezamos por acariciarnos enteramente, recorriendo y apretando cada rincón de nuestros cuerpos mientras nuestras bocas se unían y nuestras lenguas se buscaban. Rosario arañaba mi espalda y apretaba al mismo tiempo, buscando que nuestros cuerpos se calentaran.

Al buscar su pecho con mi boca, pude constatar el bello efecto del placer en ellos, notar como su obscura aureola tomaba un tono cada vez más obscuro y sus pezones brincaban de su lugar, mostrándose esplendorosos y tangentes, succionando fuertemente logre que de ellos emanara el dulce líquido de vida.

Y así fui bajando hasta el nido formado en su barriguita por el ombligo casi perfecto, mi lengua también se detuvo a escudriñar en sus profundidades proporcionándole placer y exigiendo con sus manos, que mi cabeza siguiera bajando hasta el lugar exacto donde ya la esperaba un ardiente clítoris y una húmeda vagina. Mi verga apenas y mostraba señales de querer volver a la vida, en cambio su sexo ya estaba listo para ser poseído.

Baje hasta sus piernas y mordiéndolas y besándolas, la gire para que me presentara ese culo divino, que movía sensualmente mientras me lo comía. Al intentar llegar a ese agujero negro que había sido poseído anteriormente, su reacción fue de dolor, todavía mostraba las huellas de la violación que había sufrido, totalmente irritado y dilatado. Por lo que continúe mi viaje por su espalda hasta llegar al cuello. Ahí la sujete por atrás y vagaron mis manos por sus pechos, pellizcaba sus pezones mientras Rosario subía y bajaba refregando su cuerpo en el mío y moviendo sus nalgas sobre mi cada vez más erecto miembro.

Mis manos empezaron a buscar su cueva, y al hallarla un dedo empezó a explorarla internamente mientras otro sobaba su clítoris y sus labios. Al tiempo que mi lengua se insertaba en su oído un segundo dedo ingresaba a su chocho totalmente húmedo y caliente.

Rosario ya pedía a gritos que me la cogiera, no soporta más el éxtasis, además sentía en su culo la presión de mi verga, que para ese momento está completamente erecta, pero yo deseaba mucho más que solamente un pedido, quería me rogara. Por lo que volví a girarla boca arriba, abrí sus piernas y puse la punta de mi palo en la mismísima entrada de su sexo.

Para hacer más grande su tortura, movía mi lengua en forma circular sobre sus senos, solamente rozándolos, provocando que los gemidos de Rosario aumentaran de volumen y tono. Por un lado levantaba el pecho buscando que mi boca mordiera sus pechos y por otro lado, movía su pelvis, tratando de lograr que ingresara el enemigo que la acechaba.

Yo controlaba la situación y solamente rozaba con la cabeza de mi miembro, sus labios y su clítoris para hacerla enloquecer. Así, la mantuve, hasta que su cuerpo entero empezó a temblar, provocado por otro de sus múltiples orgasmos.

 “Ya por favor, ya métela, por favor, cógeme duro, desde hoy seré tu esclavas si así lo quieres, pero métela por favor”

Al oír lo esperado, solamente me puse el condón en su lugar y de un solo golpe, intentando lastimar, tratando de violar, sintiéndome poderoso, enterré hasta los huevos dentro de ella. Rosario solo gimió al sentir el ataque y ante cada embestida se oía un gemido de pasión,

“Métela hasta el fondo, métela hasta el fondo, castígame si quieres, pero métela lo más que puedas”

Rosario se abría completa, yo sacaba por completo mi polla y dejándome caer sobre ella, enterraba nuevamente hasta el fondo, así una y otra vez hasta que el cansancio nos hizo cambiar de posición.

Me acosté boca arriba y entonces fue ella quien se dejó caer en mí, para clavarse la estaca, y teniéndola adentro empezar a mover sus caderas y su culo, para satisfacer sus zonas más sensibles. Estaba en la locura total, dentro de su paroxismo, me empezó a gritar mil cosas, sobre mí, sobre mi verga, sobre ella, sobre su sexo, sobre todo. Incontablemente llegaba al éxtasis y nuestros cuerpos ya brillaban de tanto líquido emanado de su sexo. Así continuamos hasta que me vacié de forma prolongada dentro de ella, dejando el condón lleno de líquido seminal.

Hasta ese momento, fue el mejor sexo que yo hubiese tenido en la vida.

Rosario, continuo a lado de mi madre por 20 años, después, trabajo en mi casa, y cuido a mis hijos por 10 años más. Hasta que por la muerte de su madre, opto por regresar a su rancho y hacerse cargo de su casa y familia.

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