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Dos vergas para mi solita, que no se entere mi novio

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Siempre que me reúno con Ricardo, quien era mi novio en la escuela hace algunos años, terminamos en su casa, o en algún hotel y cogemos como si fuera la última vez que lo fuéramos a hacer en esta vida. A veces pareciera que no ha pasado el tiempo y que seguimos siendo la parejita de adolescentes que busca la oportunidad de desatar las mariposas sexuales que aletean en nuestros genitales recién estrenados. Nunca he creído en la fidelidad, y aunque Ricardo tampoco, él finge que sí, y lo entiendo, por que no estoy segura de lo que pensaría su novia en turno si se enterara de que nuestras reuniones terminan siempre entre fluídos y gemidos.

Ricardo fue mi primer novio y todo fue de maravilla entre nosotros. Pero todo termina algún día y nuestra relación vino en declive cuando comenzamos a estudiar cada uno la carrera que había elegido y aunque fuimos admitidos en la misma universidad, nuestras respectivas facultades se ubican en extremos geográficamente opuestos en uno de los campus más grandes del mundo. Mi primer semestre en la universidad trajo consigo la posibilidad de conocer un montón de tipos guapos y chicas bastante atractivas y claro que para Ricardo la posibilidad de conocer más mujeres también se abrió; fue entonces que comenzamos a distanciarnos primero físicamente y después sentimentalmente. Supongo que tal como ocurrieron las cosas no fue culpa de nadie, pero esto que voy a contarte, sin duda fue la gota que derramó el vaso para dar por terminado nuestro noviazgo.

Invité a Ricardo para que me acompañara en un viaje de grupo que había organizado uno de mis profesores; en dicho viaje visitaríamos una comunidad indígena enclavada en la sierra del estado de Puebla para, según las palabras de mi profesor, "hacernos consientes de la realidad nacional". Y aunque resultó un evento muy ilustrativo de las condiciones de pobreza en las que viven las poblaciones más desprotegidas de México, no puedes pedir a un grupo de 30 chicos y chicas que se concentren en esas cuestiones, cuando para muchos de ellos es la primera vez que salen de casa sin la supervisión de sus padres. Así que una vez que terminamos los quehaceres sociales y se hizo de noche, los alumnos más adelantados en cuestiones de vicios, hicieron aparecer mágicamente una hielera muy bien provista de cerveza y un par de garrafas llenas de mezcal, cortesía de Andrés, quien era el hijo del presidente municipal de aquél lugar y que nos había servido de guía en el recorrido por la comunidad. El muchacho era un tipo simpático, alto y con la piel morena y los músculos tonificados por el trabajo en el campo. Y claro que llamó mi atención y la de mis compañeras; siempre que era posible, me acercaba a él y discretamente le coqueteaba, pero sin poder ir más allá, pues a cada intento que yo hacía para aproximarme a Andrés, mi novio respondía alejándome de la situación, llevado por su instinto de marcar su territorio, como buen macho en defensa de su hembra.

Dadas las condiciones del pueblo, no existe ahí ningún hotel ni nada semejante para que un visitante pueda pasar la noche, por este motivo, el profesor nos había prevenido para que lleváramos tiendas de campaña y bolsas para dormir, pues el regreso a la ciudad lo haríamos hasta el día siguiente de nuestra llegada; así que quienes no pudieran conseguir algún artilugio para protegerse durante la noche, tenía como única opción irse a dormir al autobús que nos llevó hasta ese lugar.

Cuando se hizo de noche, los miembros de la clase nos reunimos en el kiosko del pueblo y en compañía de Andrés y mi profesor, fuimos vaciando entre todos, los botes de cerveza y de mezcal. Luego de unas horas de estar en la improvisada fiesta, algunos de mis compañeros se fueron para acomodar las casas de acampar en la superficie de la cancha de básquetbol municipal, contigua al kiosko donde otros más seguíamos en el desmadre, bailando y bebiendo. El organismo de Ricardo no aguantó el paso de un experimentado Andrés en la ingesta de mezcal y cuando yo regresaba de bailar un poco con mis amigas, para que se me "bajara" lo borracha, vi que Ricardo yacía dormido sentado en el piso, sosteniendo entre sus manos un vaso desechable vacío. -Pues este "vato" ya fue- Dijo Andrés que se encargaba de cuidar de que Ricardo no azotara la cabeza contra el piso. -¿Me ayudas a llevarlo a la casa de campaña? Yo todavía no quiero irme, pero mira, ya se quedó dormido, hoy no va a cenar rico jaja- Le dije insinuándome al guapo Andrés, quien un instante después, estaba cargando el cuerpo inerte de mi novio y bajando las escaleras del kiosko hasta la cancha en donde ya estaba instalada la casa de campaña que habíamos conseguido Ricardo y yo para pasar la noche. Cuando me incliné para hacer a un lado la lona que cubría el acceso a la casita, giré sobre mis talones hasta que mi culo levantadito tocó a Andrés en una pierna, detuve mi jugueteo cuando miré hacia el interior de la carpa y vi que uno de los dos lugares para los que estaba hecha ya había sido ocupado por uno de mis compañeros. -¡Hum! parece que me ganaron el lugar, pero no importa, todavía cabe Ricardo ¿lo puedes acostar ahí, por favor?- Le dije a Andrés que al sentir mis nalgas contra él, se había quedado como petrificado y tardó un par de segundos en reaccionar. -Sí claro, nada más hay que tener cuidado de dejarlo boca abajo, por que seguro va a vomitar en un rato.

Con Ricardo fuera de escena, pude acercarme más a Andrés y en le camino de regreso al kiosko me sujeté a él, fingiendo estar más ebria de lo que me sentía en realidad, terminé de subir las escaleras casi abrazada al bien torneado cuerpo de Andrés, quien me rodeaba por la cintura con uno de sus brazos. Una vez de regreso en el kiosko, la música siguió hasta que el teléfono celular de quien se encargaba de poner las canciones se quedó sin batería y nadie más se ofreció a ser nuestro DJ esa noche. Entonces Andrés me dijo -Oiga señorita, si no le ofende, puede quedarse en mi casa para que duerma mejor que en el camión, con todo respeto-. Su cortesía me tentó a acceder a su invitación, pero no quise ir a meterme a quién sabe en dónde, con un tipo que aunque guapo, hasta antes de ese día, yo ni si quiera sabía de su existencia, así que le respondí -No gracias, Andrés, y nada de señorita, me llamo Dulce y háblame de tú, por que me siento muy rara si me hablas de usted, si quieres, me acompañas hasta el camión y de ahí te vas para tu casa- Así que tenía poco tiempo para pensar en una manera para disfrutar aún más de mi acompañante, tenía que darle un buen beso de despedida, aunque fuera.

Luego de tocar con los nudillos en la portezuela del autobús, un adormilado chófer nos abrió -Pásenle rápido, jóvenes, que hace frío-. Miré a los ojos a Andrés antes de despedirnos y cuando inclinó la cara para darnos el rutinario beso de despedida en la mejilla, yo voltee la cara de manera que mis labios terminaron en su boca y no su mejilla. -Perdón, Andrés, es que me gustas mucho, perdón- Me apuré a decirle cuando hubo terminado nuestro breve pero muy rico beso. Cuando él iba a responderme algo, el chófer lo interrumpió -¿Van a entrar o qué? Ya son los últimos, bueno, casi los últimos, ahí viene el último de la fiesta, así que pasen o dejen pasar al chavo, que voy a cerrar la puerta-. Detrás de nosotros venía caminando, más bien, tambaleándose de borracho el tipo más matado de mi clase, Gustavo, quien antes de llegar al autobús, se detuvo para arrojar una asquerosa vomitada y luego de limpiarse la boca con la manga de su abrigo, subió al camión pasando por un lado de nosotros, entonces tomé la cara de Andrés entre mis manos y le pedí con una voz dulce que se quedara conmigo esa noche.

Ocupamos un par de asientos en la penúltima fila de los lugares del autobús. No pudimos ocupar las últimas filas por que, de un lado, una de mis compañeras estaba acostada disfrutando de un profundo sueño y del otro lado, Gustavo, el chico que acababa de vomitar frente a nosotros, ya se había acomodado y nos dijo que estábamos locos si creíamos que nos iba a cambiar el lugar. Así que tomamos la penúltima fila y Andrés se sentó en el asiento del pasillo. Estuvimos platicando durante algún rato, cada quién sentado en su lugar, reduciendo el contacto a estar tomados de la mano, hasta que le pedí a Andrés que me dejara tocar sus brazos -¿Puedo? Es que se ven muy fuertes y me gustan- Él accedió y extendió el brazo que tenía de mi lado de tal forma que su mano terminó sobre mi pierna. -Oh, vaya, sí son fuertes, se siente muy rico ¿tú no quieres tocarme?- Le pregunté mientras hacía bajar mi abrigo hasta mis hombros y desabrochaba los dos primeros botones de mi blusa, descubriendo la parte alta de mis tetas y después conduje su mano de mi pierna hasta el interior de mi blusa. El calor de la rasposa mano de Andrés acariciando mi busto, contrastaba deliciosamente con el frío que hacía aquella noche.

Cuando el tímido y respetuoso Andrés se animó a poner sus dos manos sobre mis tetas, yo me sentí cachondísima y dejé de reprimir el impulso que sentía desde hacía horas de saltarle encima, así que me monté sobre sus piernas, de frente a él con mis piernas abiertas a los costados y envolví su boca con mis labios, a lo que Andrés respondió acariciándome las nalgas sobre el pantalón. Mientras nos besábamos, terminé de desabotonar mi blusa y me quité el sujetador; Andrés se agachó para que su lengua jugara en mis pezones, mientras, desabroché difícilmente el botón de mi ajustado pantalón; cuando finalmente lo logré, me recosté de lado para quitármelo y Andrés aprovechó para eludir mis braguitas e introducir su dedo medio en mi cavidad, que a esas alturas estaba muy húmeda y hambrienta. -No quiero tus dedos, quiero esto-. Le dije a mi amante acercando mi mano a su entrepierna para sentir su pene erecto bajo la ropa. -Quiero que me des verga-. Dicho esto, me incorporé hasta quedar sentada al lado de Andrés y mientras lo volvía a besar y él me dedeaba, mis manos liberaron su miembro del encierro de su pantalón.

Luego, me monté de nuevo con las piernas bien abiertas a cada costado de Andrés, y en ese momento maldije para mis adentros, pues recordé que Ricardo había guardado en su cartera los condones que llevábamos para usarlos aquella noche, y casi al mismo tiempo Andrés separaba su boca de la mía para decirme que me detuviera, que no traía condones, pero que si yo quería, podía ir por unos a su casa. -Pero vas a tardar mucho, mi amor, y quién sabe si el chófer te deje subir otra vez, déjame pensar en algo- Le respondí, repasando mentalmente a toda velocidad cada opción que imaginaba para conseguir un condón lo antes posible. Pero tener ese delicioso miembro latiendo enardecido entre mis manos, solo me dejaba pensar en lo rico que sería tenerlo bien adentro, cogiéndome duro. Andrés continuaba acariciándome las tetas bajo la blusa abierta y volviéndome loca cada vez que una de sus manos bajaba a mi vagina para introducir un par de dedos en mi coño. Definitivamente no podía pensar en ese momento, solo quería que Andrés me cogiera, así que acomodé su glande en mi entradita y sentí que mi vagina estaba casi escurriendo sus jugos -No importa, mi amor, ya no aguanto, métemelo así, entiérrame tu verga... aquí- Y bajé mi cadera despacio y me ensarté entero el miembro de aquél muchacho hasta sentir sus testículos chocando contra mi.

Hacía unos meses desde que alguien me había penetrado sin usar condón; la última vez que me habían cogido sin protección había sido un profesor de mi preparatoria, cuando me citó junto con otros compañeros en su casa para estudiar química antes de presentar nuestro último examen de su materia y cuando al final de aquella tarde, nos quedamos solos él y yo, terminé siendo sometida, con la verga de mi profesor profanando mi cavidad vaginal y luego, dándome mi primera experiencia anal. Así que sentir de nuevo el roce de la piel desnuda de una verga taladrando mi panochita, fue algo que disfruté mucho y me hacía sentir muy cachonda y muy puta, pues mientras cabalgaba la verga de un hombre al que a penas conocía, mi único deseo era sentir su tibia lechita inundándome las entrañas. Yo estaba por alcanzar un orgasmo, cuando dirigí mi vista sobre el asiento en que Andrés disfrutaba de los senoncitos tan ricos que me estaba dando en su verga; y en la casi penumbra del asiento de atrás, vi que estaba el borracho vomitón de mi compañero Gustavo, quien con los ojos enrojecidos por el alcohol me miraba mientras se masturbaba, excitado sin duda por lo que la parejita del asiento de adelante estaba haciendo. Me llevé el índice a los labios, para indicarle que se quedara callado, mientras sentía cómo se desvanecía mi conato de orgasmo. Para mi sorpresa, Gustavo se acercó a donde mi cabeza se asomaba sobre el respaldo del asiento y casi en secreto me dijo que le iba a decir a mi novio que le estaba poniendo el cuerno, luego, detuvo su labor masturbatoria y se guardó la polla en el pantalón, para después amagar con levantarse.

-¡N0! No le digas, por favor, Gustavo, no sabes en qué bronca me metes con mi novio-. Pero él ya no solo amagó, si no que se puso en pie y comenzaba a salir de la fila de asientos, así que lo detuve. -Mira, te puedo dar mil pesos, es todo lo que traigo, pero por favor no le digas-. Andrés notando que algo sucedía, se detuvo debajo de mi e inmediatamente sentí cómo su miembro perdía rigidez dentro de mi vagina.

-¿Y si no quiero tu dinero? ¿Qué vas a hacer, Dulce? Estás bien jodida- Y rió estúpidamente de su chiste.

-No se ¿Qué diablos quieres, pinche Gustavo culero? No le digas, por favor, neta, te doy mil pesos y otros mil cuando lleguemos a la facultad, pero no le digas.

-Bueno, dame mil pesos ahorita, pero dame el dinero de una vez, si no quieres que baje y vaya por tu novio-. Levanté mi pantalón del asiento de al lado y busqué desesperadamente  los billetes que tenía en los bolsillos, cuando los encontré se los extendí a Gustavo, quien los tomó y se los guardó en el abrigo. -Así me gusta, buena niña-. Me dijo riendo y sentándose de nuevo en su ligar. Yo sentí un gran alivio y aunque en la mañana no tendría dinero para comprarme algo de desayunar, mi secreto estaba a salvo... O al menos eso esperaba.

Una vez superada la situación del chantajista, quise reanudar la rica cogida que me estaba dando Andrés, pero su pene ahora estaba flácido recostado sobre uno de sus muslos. Tomé esa verga dormida con mi mano y comencé a frotarla en mis labios vaginales mientras le ofrecía mis tetas a la boca de Andrés para que terminara de animarse de nuevo. Luego de un rato, la dureza de la deliciosa verga de ese muchacho guapo, fue suficiente para entrar en mi cavidad, y una vez ahí, mi abundante flujo y los movimientos lentos con los que subía y bajaba mi cadera para ensartarme con cuidado de mantener su verga dentro de mi, terminaron de endurecer de nuevo el miembro de Andrés.

Gustavo había aceptado no decir nada, pero en ningún lado de nuestro acuerdo incluí una cláusula que le impidiera seguir viendo cómo me montaba sobre la verga de Andrés. Así que en cuanto mi amante y yo conseguimos reanudar nuestra actividad, Gustavo, en el asiento de atrás, continuó masturbándose, con la mirada puesta en mi cara. Y entonces, mi compañero de clases se incorporó de nuevo para decirme algo tan estúpido que me hizo reír -Ya lo pensé y no van a ser mil, ni dos mil, me vas a dar un millón de pesos para que no diga nada. Así que elige, me pagas o hablo- Andrés escuchó la ridícula petición y se sobresaltó enojado, amenazando a Gustavo con darle una madriza si no me dejaba en paz. Gustavo se rió y le contestó a Andrés -Si quieres mátame, pendejo, quiero ver cómo le explicas a todos cuando empiece a gritar que te metiste en el camión para violar a Dulce. Además, el trato no es contigo, animal, es con ella. Así que me pagas un millón de pesos o lo van a saber todos, no solo tu novio-.

-Mira Gustavo, déjate de pendejadas y jálate la verga a gusto, no me molesta que nos veas, pero déjanos en paz y deja de pedirme estupideces ¿de dónde quieres que saque un millón de pesos? No mames.

-Bueno, tú misma te has respondido, Dulce, yo no mamo, pero si no quieres que diga nada, y como no quieres pagarme lo que te pido, entonces la que va a mamar aquí eres tú. Me la vas a chupar mientras este güey te coge y te prometo que no diré nada, además no me conviene hablar, por que también me meto en una bronca si se sabe lo que pasó aquí. Así que tú decides.

-Eres un puto chantajista, Gustavo-. Cuando dije eso, él inexplicablemente comenzó a zarandear a mi compañera que dormía en los asientos de la fila de al lado con la intención de despertarla. -No, no, está bien, ven, lo voy a hacer, pero te juro que te corto los huevos si dices algo, cabrón. Andrés, inclina el asiento, por favor, y tú, pinche puerco, párate más cerca, para que te la pueda chupar.

Andrés se negó a seguir, pero luego de que lo persuadí, se quedó sentado debajo de mi e inclinó el respaldo del asiento, haciendo que mi cabeza quedara a una buena altura para comenzar a darle placer oral al chantajista de Gustavo mientras Andrés me seguía penetrando. -Si te vienes en mi cabello te mato, pendejo- Amenazó Andrés al sentir la cercanía de la verga de Gustavo sobre su cabeza.

Aunque yo estaba muy nerviosa y enojada, en cuanto Andrés me penetró, me puse muy caliente, entonces tomé con algo de repulsión el pito erecto de Gustavo para metérmelo en la boca y comencé a succionarlo y a pasarle mi lengua por todos lados sin abrir los labios, cosa que encendió a mi compañero de clases, pues comenzó a resoplar muy fuerte y a empujarme la cabeza hacia su cuerpo. El miembro de Andrés era deliciosamente ancho y llenaba por completo mi cavidad, abriendo tanto mi canal que me producía un dolor riquísimo cada vez que me metía todo su fierro. Empecé a disfrutar de la situación, me sentía increíblemente cachonda con dos vergas invadiendo mi cuerpo al mismo tiempo. Tuve que controlar mis gemidos para no despertar a ninguno de los que dormían en el autobús. Cuando sentí que Andrés sujetó mis nalgas y las abría con fuerza mientras me pedía que me ensartara más duro, supe que él estaba por eyacular y en vez de acelerar el ritmo con el que sus manos me jalaban hacia su verga, me dí unos sentones muy lentos y con el culo bien levantadito, arqueando mi espalda y haciendo que la punta de su verga rosara con fuerza la pared posterior de mi vagina cada vez que entraba y salía de mi, unos minutos después, sentí cómo Andrés descargaba un fuerte chorro de semen llenando mi puchita estrecha; luego esparcí la leche por toda la longitud de su verga por que no dejé de moverme hasta después de que el semen comenzara a escurrirse entre su miembro y las paredes de mi cavidad, haciendo un riquísimo ruido de chasquidos cada vez que me ensartaba y me sacaba su verga. Aunque yo estaba ardiendo de placer, todavía estaba lejos de lograr mi orgasmo y para mi mala suerte, luego de eyacular, el grueso palo de Andrés comenzó a perder tamaño hasta salir de mi vagina, seguido de un hilito blanquecino de esperma.

Mientras tanto, Gustavo seguía penetrándome por la boca, haciéndome tragar su verga entera por ratos, para después, dejarme respirar mientras él  disfrutaba de escuchar mis gemiditos ahogados por la punta de su verga obstruyendo mi boca. Debajo de mí, Andrés trataba de reanimar su miembro, pero era muy pronto para que se le pusiera duro después de expulsar su leche dentro de mi, así que se concentró en masturbarme introduciéndome sus dedos y yo decidí ayudarle, frotando mi clítoris con su glande en estado de flacidez. Mi cavidad estaba hecha una laguna con mis jugos mezclados con el semen de Andrés y eso me puso muy mal, estaba deseosa de venirme, pero sabía que no lo iba a lograr mágicamente con la verga de Gustavo en mi boca y los dedos de Andrés masturbándome. -Bueno- pensé, -será para la otra, pero qué rico estar mamando una y ensartándome otra verga al mismo tiempo- Gustavo interrumpió mis pensamientos cuando me dijo que me pasara para su lugar, por que ya se había cansado de estar de pie -Y como veo que ya no te está cogiendo, no veo por qué no vienes a cumplir tu parte del trato aquí atrás- Resignada como estaba a no alcanzar mi clímax esa noche, ni aún teniendo dos vergas para mi solita, accedí a la petición de Gustavo -Ahorita regreso, mi amor-, le dije a Andrés -voy a terminar con Gustavo para que no diga nada ¿está bien?- Andrés asintió de forma casi triste y con la mirada absorta en mi cuerpo que solo estaba cubierto por mi blusa desabotonada.

Cuando me puse de pie en el pasillo para pasarme a la otra fila de asientos, Gustavo también avanzó hasta el pasillo. Yo supuse que se había levantado para dejarme pasar a ocupar el asiento de la ventanilla, pero cuando nos encontramos de pie, me dijo en voz baja -Voy a ayudarte a terminar lo que este idiota dejó a medias. Ya vi que te quedaste con ganas de verga, Dulce, así que ponte en cuatro patas y empina tu culo hacia acá, que te voy a coger hasta que te vengas- Cuando estaba por negarme, Gustavo me tomó de tal forma que me hizo perder el equilibrio y terminé empinada con la cara clavada en el asiento del autobús y el culo levantado al aire. -Pero Andrés se acaba de veni....- No terminé de alegarle a Gstavo que tenía el coño lleno del semen de Andrés, por que en ese momento, Gustavo refundía su verga hasta el fondo de mi vagina, que empapada con mis jugos y los de Andrés no opuso ninguna resistencia ante la nueva invasión que sufría. -Ya lo se, Dulce, pero así me gustas, eres una puta- Me respondió Gustavo y yo ya no pude decir nada, me tapé la boca con una mano por que estaba soltando unos grititos ya muy fuertes al ser penetrada de nuevo esa noche. Gustavo me sujetó de las nalgas y las abría para hundirme su miembro que se resbalaba deliciosamente, como nunca antes lo había experimentado. -Ay qué rico-. Alcancé a decir luego de controlarme un poco y destaparme la boca. Ya más dueña de mi, comencé a moverme hacia adelante y hacia atrás, satisfaciendo mi panocha hambrienta de verga y haciendo que Gustavo me cogiera muy duro como resultado de sus movimientos sumados a los míos.

Unas metidas más de su verga en mi coño resbaloso y estrecho y yo estaba lista para empezar a ver las estrellas. -Ay, qué rico, Gus, vente tú también, relléname con tu lechita, vamos- Le dije gimiendo a mi segundo amante de la noche, poco antes de comenzar a sentir cómo perdía el control de mis músculos y mi cuerpo entero se contraía hasta bloquear mi cerebro, en una intensa sensación de placer que se enfocaba en el interior de mi vagina, que era inseminada por una segunda verga en cosa de minutos. El semen de Gustavo se mezcló en mi cavidad con el de Andrés y se fue resbalando por la cara interna de mis muslos hasta llegar a mis rodillas dejando una tibia estela a su paso.

Amaneció una fría mañana. Cuando desperté, tenía la vagina y las ingles adoloridas. Busqué a Andrés en el asiento de al lado, pero ya no estaba. Miré sobre mi respaldo hacia los asientos de atrás y vi a Gustavo durmiendo sentado con la cabeza colgando hacia abajo y entonces decidí dejar el autobús para ir a buscar a mi novio. El chófer me abrió la puerta sin decir una palabra, ni aún cuando lo salude con un "buenos días", solo asintió con la cabeza a modo de respuesta. Afuera, el viento cortaba como un cuchillo y la neblina hacía invisible todo lo que estaba más allá de mi nariz, así que llegué a tientas hasta la casa de campaña donde aún dormía Ricardo, que, cuando se percató de mi presencia, abrió los ojos y me preguntó -¿A dónde vas, Candy?- Increíblemente mi novio pensaba que habíamos pasado la noche juntos y que yo acababa de levantarme -Voy al baño-. Y lo dejé pensar eso el resto de nuestro noviazgo y todo el tiempo después hasta el día de hoy, cuando le confesé dónde y con quién había estado en realidad la noche del viaje. A Andrés nunca lo volví a ver y Gustavo se convirtió en uno de mis mejores amigos a lo largo de la carrera. El lunes siguiente al viaje, en la facultad, Gustavo se acercó hasta mi lugar y extendiéndome un sobrecito blanco, me dijo -Dulce, te devuelvo tu dinero, lo que hicimos vale mucho más que esto y nuestro secreto está a salvo; estuve preguntando por ahí y nadie en el autobús se enteró de nada-. Cuando se retiró de mi lugar abrí el sobre que me había dejado y junto a los billetes que le había dado a Gustavo como pago por su silencio, había una nota que decía "Eres una delicia, me encanta que seas tan puta".

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