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De cómo me convirtieron en una putita (5)

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Don Natalio y el veterinario me hicieron pasar un fin de semana muy agitado. Mi dueño me llamó el sábado por la mañana para ordenarme que estuviera en su casa a las seis de la tarde y entonces les dije a mis padres que me iba a estudiar a casa de un compañero y mamá me pregunto si volvería para la cena. Le contesté que no sabía y que en todo caso la llamaba y me presenté ante don Natalio a la hora indicada. Me dijo que el señor Álvaro estaba por llegar y se puso a hablarme de doña Lola: -¿Seguís pensando que no hay ningún riesgo con ella?

-No, don Natalio, lo único que ella quiere es tenerme como su… como su sirvienta y… y si contara lo nuestro se armaría un escándalo y la cosa terminaría.

-Tenés razón, perrita, me quedo tranquilo. Ahora desnudate.

-Sí, don Natalio… -y me saqué la ropa mientras él iba a en busca del collar. Me lo puso y le conté que doña Lola me estaba haciendo trabajar desnudo.

-¡¿Desnudo?! –se asombró mi dueño.

-Sí… y no sé por qué…

-A lo mejor es medio perversa la vieja…

-¿Usted cree que yo le… le intereso para… para algo sexual, don Natalio?

-Y mirá, putita, muy normal no es que te esté chantajeando para usarte como sirvienta, así que puedo creer cualquier cosa.

-Sí, es cierto –y en ese momento sonó el timbre.

-Ahí llegó Álvaro. Andá preparando el culo. –dijo don Natalio y soltó una carcajada mientras iba hacia la puerta.

Cuando los dos entraron en el dormitorio yo los esperaba de rodillas, con la cabeza gacha y las manos atrás, siguiendo un impulso de sumiso.

-Parate, nene. –me ordenó el veterinario y una vez de pie me hizo poner de espaldas.

-Quiero ese culo ya mismo, Natalio. ¡Estoy muy caliente!

-Me parece muy bien, amigo. Vos, perrita, sacá la vaselina de la mesita de noche.

-Sí, señor… -dije y con el pote en la mano vi cómo los dos hombres se desvestían y ya desnudos el señor Álvaro hizo que le envaselinara el pene. Jadeando de excitación comencé a aplicarle esa crema y pronto el pene se le fue poniendo duro bajo mis dedos.

-A la cama, putita. Me ordenó mi dueño y el señor Álvaro dispuso que me acostara de espaldas con la cintura sobre la almohada doblada en dos. Me agarró los tobillos y dobló mis piernas con las rodillas en dirección a la cabeza.

-Mantenelas así. –me ordenó para después comenzar a penetrarme.

-Quiero verte la cara, putita… -dijo y yo sentí ese dolor inicial cuando él me la iba metiendo.

-Buena idea, Álvaro… -aprobó don Natalio y se acomodó a mi lado para jugar con mis tetillas, cosa que me hizo olvidar del dolor en el culo que, por otra parte y como siempre ocurría, desapareció rápidamente para dar lugar al placer.

Entre los dos me llevaron a las cumbres más altas del goce sexual.

-Mire, Natalio, mire la cara de putita gozando que tiene… -dijo en un momento el señor Álvaro mientras su pene iba y venía dentro de mí.

-Sí, es que es una putita; es una perra muy putita que me va a chupar la pija en cuanto usted se corra, Álvaro.

-Ya… ya me… ya me corro… ¡Aaaahhhhhhhhhhhhhhhh! –gritó el veterinario y yo sentí sus chorros de leche caliente en el fondo de mi culo mientras los dedos de don Natalio me retorcían los pezoncitos haciéndome gemir de dolor y placer al mismo tiempo.

Enseguida me hicieron poner de rodillas con don Natalio de pie ante mí.

-A chupar, putita… -me ordenó mi dueño y se lo chupé y me volví loco de placer al sentir su pene durísimo en mi boca mientras a mi espalda el señor Álvaro me trabajaba el culo, creo que primero con un dedo y después con dos y yo movía las caderas de adelante hacia atrás y de atrás hacia adelante para acompañar el ritmo de esos dedos.

No pasó mucho tiempo hasta que tuve la boca llena de semen que tragué ávidamente. Ya incapaz de aguantar la calentura pedí permiso para masturbarme. Me lo concedieron y cuando sentado en el retrete mi pene largó varios chorros de leche hice que fueran a dar en la palma de mi mano izquierda y los bebí, porque seguía teniendo sed.

Me retuvieron varias horas dándome por la boca y por el culo con intervalos que les permitían recuperarse y volver a la carga. Yo estaba asombrado de semejante vigor sexual, hasta que el veterinario develó el misterio contándome que habían tomado viagra.

Me liberaron a las once de la noche, con el culo ardiéndome y la orden de don Natalio de volver al otro día a la misma hora, las seis de la tarde.

Papá y mamá dormían y después de comer un sándwich en la cocina me fui a la cama agotado y feliz.

El domingo desperté con muchas ganas de volver a comerme esos dos penes, pero el culo seguía ardiéndome bastante.

Almuerzo en familia, después una siesta y a las seis de la tarde, puntualmente, en la casa de mi dueño, donde ya estaba el señor Álvaro

-El culo me arde, don Natalio… -le dije ya desnudo y con mi collar puesto.

-A ver subí a la cama y ponete en cuatro patas, quiero mirar eso. –me dijo él.

Abrió mis nalgas y dijo: -Mmmmhhhhh, sí, está poco colorado el agujero. Mire, Álvaro. –y el veterinario miró: -Sí, está un poco irritado. –coincidió.

-Vamos a darle descanso a tu culo, putita. –dispuso don Natalio. -Por hoy Te vamos a usar solamente por la boca y varias veces, porque volvimos a tomar viagra.

-¡Vas a tomar mucha leche,putita! –agregó el señor Álvaro y ambos rieron. Me encanta mamar y que me llenaran de leche la boca me sonaba muy prometedor.

Así fue nomás. Durante un tiempo que no puedo calcular, por el estado de calentura que yo tenía, fui alojando en mi boca, con pausas no demasiado largas, los penes duros de don Natalio y del señor Álvaro, que escupían su leche una y otra vez y yo tragaba y tragaba.

Cuando todo terminó corrí al baño a masturbarme sentado en el retrete con el permiso de mi dueño y bebí mi propio semen. Pensé en enjuagarme la boca pero deseché la idea, porque quería seguir sintiendo el sabor de toda la leche que había tragado.

Cuando volví al dormitorio los dos hombres se estaban vistiendo.

-Esto ha sido glorioso, Natalio. –decía el señor Álvaro.

-Ya lo creo que sí, mi amigo. Esta putita es tan apetecible por el culo como por la boca. –coincidió mi dueño. Después me quitó el collar y me ordenó que me vistiera mientras él acompañaba hasta la puerta al señor Álvaro, que antes de irse me dijo: -Ponete en el culo alguna crema que tenga tu mamá, para que esa irritación vaya cediendo.

-Sí, señor Álvaro, gracias…

Me vestí y esperé a don Natalio de pie con las piernas juntas, la cabeza gacha y las manos atrás.

-¿Cuándo tenés que ir a casa de la vieja? –quiso saber mi dueño.

-Mañana, don Natalio…

-Bueno, andá contándome todo lo que vaya pasando. Me calienta que doña Lola quiera tenerte desnudo…

-Sí, don Natalio, le voy a ir contando… -dije mientras ya en la puerta él me despedía con una palmada en las nalgas.

(continuará)

(9,20)