Nuevos relatos publicados: 13

Sábado de tarde en tu casa - Segunda y última parte

  • 7
  • 11.824
  • 8,63 (16 Val.)
  • 2

Mi querido Primo-amor, recuerdo….

…que aquel sábado de tarde en tu casa, luego de besarnos apasionadamente con mi leche en mi boca, tironeaste de mis tobillos hacia fuera de la cama y me dijiste:

--“Date vuelta, putito mío… date vuelta”, y yo quedé arrodillado al costado de los pies de la cama y mi pene contra ésta, es decir, más claramente, mi cola mirando hacia tu pene…

…entonces empezaste a untarme el culito con la manteca que habías traído, y mientras lo hacías, me metiste un dedo en el culito, lo dejaste adentro un ratito, lo sacaste, me seguiste untando los pliegues del culito, y luego me metiste otra vez un dedo, pero de inmediato, me introdujiste otro dedo, los cuales primero los dejaste un ratito adentro, y de a poco, empezaste a “cogerme” con dichos dedos. Siempre digo lo mismo, pero es que fue ( y es) así: ¡¡qué placer, por favorrr!!

--“Aayy… así mi amor… así… seguí por favor…no pares…metelos más adentro… me enloquecés…”, te dije.

--“¿Te gusta? – me preguntaste -- ¿Te duele? ¡Qué lindo culito que tenés, C.!”.

--“Sí… me encanta lo que me hacés, aunque me duela un poquito por ahora… ¿te gusta mi culito? Es todo tuyo, mi amor.”

Ahí apoyaste tu pecho contra mi espalda, me abrazaste con tu brazo izquierdo, porque tus dedos del derecho seguían cogiéndome, y empezaste a besarme el cuello, una oreja, luego la otra, hasta que no aguanté más, y mientras oscilaba mis caderas de un lado para otro y para adelante y para atrás, incliné mi cabeza para que nos pudiéramos dar un hermoso beso, lleno de calidez y amor.

Luego de este beso, me seguiste besando el cuello, y mientras bajabas besándome la espalda, fuiste sacando los dedos del culito, y tu lengua seguía bajando y bajando hasta que llegaste a abrir mis nalgas y empezaste a besarme el culito. Yo deliraba, y gemía con más y más placer. El sentir tu lengua alrededor de mi ano, y luego sentirla dentro del mismo, me llenó más de placer y mis gemidos fueron aún más fuertes. Mis caderas no paraban de moverse de tantísimo placer.

Finalmente, sacaste la lengua del culito, y dijiste:

--“Mi vida… abrite una de tus nalgas, y con la otra mano, agarrame mi pene y llevátelo hasta las puertas de nuestro placer”.

--“Sí, mi amor, a ver…”, -- y con la izquierda abrí mi nalga del mismo lado, y con la derecha agarré tu hermoso, cálido, grueso y largo pene, y lo llevé, como me dijiste, a las puertas de nuestro placer – “dale, F., ya está apoyado en la entrada de mi puertita para que me hagas gozar como loco, y vos también”.

Entonces empezaste a rellenar mi canal del placer con tu cálido y enorme pene. No puedo negar que cuando lo ibas introduciendo, me dolía un poco, pero mientras me ibas penetrando, el dolor como se iba yendo, cada vez dolía menos y me resultaba mucho más placentero.

--“¿Te está gustando?”, preguntaste.

--“¡Sí, mi amor, incrustámelo de una vez…por favor!!!”, mientras me quedaba quieto, muy quieto.

--“Bueno… ahí voy, entonces... “.

Y de repente siento que me clavaste hasta el fondo del canal del placer:

--“¿Así mi amor?”, me preguntaste.

--“Síííí… assssíí… aayy… fabuloso”, te contesté con un dejo a dolor pero placer total.

--“¿Querés mi lechita?”

--“No me preguntes más nada… por favor…. seguí y dame todo lo que vos quieras”, y allí empezaste a cogerme muy suavemente, --“eso… así… mi vida… así”.

Y yo sentía tu pene dentro mío y comencé a mover mis caderas y a oscilarlas para que tu pene tuviera otros movimientos sin que vos lo hicieras y que te hiciera gozar al movértelo para un lado y para otro.

Estos movimientos los gocé como loco.

Y vos seguías y seguías cogiéndome, aumentando la velocidad y la profundidad de tus embestidas dentro mío, y más y más rápido. Nuestros jadeos de placer se entremezclaban, y vos me pedías que me siguiera moviéndome y yo te pedía que no pararas de cogerme, aunque en un momento cuando tu pene estaba totalmente insertado dentro mío, te paraste, te quedaste quieto un momento (qué deleite), y empezaste a moverte para un costado, para el otro, para arriba, para abajo, que te juro, que fue tanta la satisfacción que me diste, que me salió sin pensarlo:

--“Asssssssíííííí… guacho…. por favor… ayyy… cogeme… dame toda tu leche… dale”

Me besaste el cuello, buscando mi boca a lo que accedí de inmediato para darnos el mejor beso de lengua que hice alguna vez, y empezaste nuevamente a cogerme, más y más fuerte, y con más y más vehemencia.

Y cada arremetida tuya era un placer para mí, esperando que me dijeras que estabas por acabar.

Pero otra vez paraste.

--“¿Qué hacés, mi amor? ¿Por qué parás?”

--“Todavía no quiero acabarte…quiero seguir gozando…quiero que sientas todo mi pene, y no pares de gozar tampoco vos”.

Entonces yo empecé a mover más mi cintura, para adelante, para atrás, para un costado para el otro, acompañado con gemidos de placer y deseo de que me acabaras. De hacerte feliz, y que vos ya me estabas haciendo feliz a mí. Pero no podía dejar de moverme, por lo que recomenzaste a cogerme, despacio, despacio, despacio, y de a poco, más y más rápido, hasta que en un momento me dijiste:

--“Ahí voy mi amor… está por salir toda mi lechita… ahí voy… ¿la querés?... ahí… ahí… vvv… oo… yyy… ahhhh… aahh… aahhhggg…”

Y sentí cada eyaculación tuya dentro mío. Sentí cada contracción rítmica tuya, apretándome con tus brazos contra tu pecho. Y mientras apretabas nuestros torsos, de tu cintura para abajo te contraías y me eyaculabas, y si no me equivoco, deben de haber sido como 7 a 8 eyaculaciones hasta que te quedaste quieto, continuando apretándome contra tu pecho y apoyando tu cabeza sobre mi hombro derecho. Di vuelta mi cara y te fui besando la frente, los ojos, a lo que vos levantaste un poco la cara y nos dimos otro hermoso beso lleno de amor y placer.

Mientras, empezaste a sacar tu pene, y con él, salió bastante lechita tuya por lo que corrí al baño, tapándome la cola con la mano para no chorrear en el piso, sintiendo cómo resbalaba por mis piernas tu semen, para mí, EL elixir, y me senté en el wáter, donde sentí, cómo resbalaba todavía tu semen de mi ano.

En eso entraste vos a lavarte tu precioso pene.

--“Ay, mi amor, me encantó todo lo que me diste. ¡¡Qué cantidad de lechita… me encantó”, te dije.

--“Te pasaste vos, mi putito, hoy te pasaste. Me hiciste ver las estrellas. Me encantó cómo te moviste todo el tiempo. Te adoro primito.”

Y cuando te ibas a secar el pene, te dije:

--“No… no te lo seques. Vení. Yo te lo seco. Alcanzame la toalla”.

Y allí, yo sentado en el wáter, te acercaste con la toalla en la mano, yo agarré tu enorme pedazo, lo besé, me lo puse dentro de mi boca, le agradecí con mi lengua por toda la lechita que me había dado, y luego se lo comencé a secar.

No queríamos separarnos, pero tenía que devolver el auto a mi padre.

Ésta fue la última vez que lo hicimos de solteros, ya que a mitad de ese año, se casó él, y al año siguiente, me tocó a mí.

Pero nunca dejamos de amarnos. Nunca. Hasta que pasados los años nos reencontramos sexualmente.

Pero ésta es otra historia. Mejor dicho, otra confesión, la cual está en el primer cuento que subí a esta página: “Recordando a mi primo”.

(8,63)