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Mi yerno y yo acabamos juntos

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Todo empieza hace un año. Mi hija, Abigail, comienza a salir con un chico un año mayor que ella. Salen de vez en cuando y parecen ser felices. Un día llegó mi hija a casa y me confesó de su embarazo. Mi nena de 18 años estaba embarazada. Le pregunté acerca del padre y supo responderme: Caleb. Por lo menos no andaba de pene en pene. Después de hablar durante hora y media me enteré de que mi hija fue la que pidió el acto sexual, de que mi yerno estaba dispuesto a hacerse responsable y que mi hija y él querían formar una vida juntos. Al día siguiente ella trajo a Caleb a la casa, me gustó lo que vi, piel morena, algo rellenito, musculoso y de cabello negro. Se parecía a mi marido en sus buenos tiempos. Hablé con él y me pareció un muchacho agradable, lo separé de mi hija y le hice las mismas preguntas que le había hecho a mi hija, las respuestas coincidían. Nunca esperé nada como aquello, pero la verdad es que me se tía feliz en cierto modo. El dinero nos sobraba, trabajé en petroleras durante veinte años y mi pensión era cuantiosa, la de mi marido también, pero con la mía bastaba y sobraba para todos los gastos de la casa. Invité a Caleb a vivir con nosotros y le ofrecí a mi hija la habitación más grande para que los dos vivieran juntos. 

Dos meses después Abigail y su pareja vivían juntos en mi casa, los dos parecían amarse de verdad y Caleb siempre ayudaba en las cuestiones de la casa. Una noche mi marido y yo salimos a una reunión de exalumnos de la Uni, me regresé temprano ya que odiaba a mi esposo borracho y aún más a esos perdedores que habían sido mis compañeros. Cuando pasé al lado de la habitación de mi hija escuché un grito reprimido y como ella lloraba y gemía. Me imaginé que Caleb la golpeaba o la estaba insultando, abrí la puerta de golpe y los vi follando, mi hija estaba mordiendo una almohada y tenía las caderas levantadas y su novio estaba echando las caderas suyas hacia delante y atrás con mucha fuerza y muy rápido. Cuando me vio sacó el pene del coño de mi hija, Abigail no pudo evitar eyacular y se tapó la desnudez con las sabanas llenas de fluidos, Caleb se tapó el pene con la almohada que mi hija estaba mordiendo. Salí rápido mientras les pedía a gritos que me perdonaran. 

Ya habían pasado unos diez minutos cuando comencé a ver en retrospectiva, el pene de mi yerno era una puta anaconda. Cada vez que veía la imagen de él con mi hija se me venía a la mente que tenía el pene más sorprendente que he visto. No me lo creía, pensaba que era mi imaginación. 

Habían pasado dos días cuando mi hija y mi marido fueron a visitar a su abuela al otro estado. Ni mi yerno ni yo fuimos, no seríamos bien recibidos por esa bruja seca que es mi suegra. 

No me podía sacar la imagen del pene de Caleb de mi mente, si lo veía pasar me lo imaginaba desnudo con ese monstruo entre las piernas. 

Un día estaba acostada, descansando, cuando escuché la regadera del baño principal abrirse, Caleb tocó a mi puerta y me dijo: 

—Si necesita algo avíseme, me voy a bañar.

—Está bien, cualquier cosa yo te aviso.

Cerró la puerta y se fue al baño. Yo comencé a pensar en si meterme con él o no. Inventé una excusa tonta pero algo creíble. De todas formas dudaba mucho de que mi yerno me corriese del baño o algo así, además si quería decir algo de eso le diría a mi esposo y a mi hija que fue él el que intentó meterse a bañar conmigo. Me desnudé desde mi cuarto y recorrí el pasillo desnuda, me metí al baño y lo vi echándose shampoo en el cabello, ni siquiera me podía ver. Me acerqué más y más y corrí la puerta de la ducha, entonces él preguntó: ¿suegra? No le respondí nada y me metí con él, tenía un pene bestial. No tenía una erección pero aún así ya era casi tres veces más grande que el de mi marido en erección. Entonces le susurré.

—¿Está bien si te lavo la espalda?

—No sé... ¿qué hace aquí, señora?

—Me estoy duchando contigo, tonto.

—Pero, eso no es normal, digo, las suegras no se meten a bañar con los novios de sus hijas.

—Es para conocernos mejor, Caleb, no hay nada más íntimo que el baño, mi madre hizo lo mismo con Edgar, no es nada malo a como yo lo veo. 

—Si usted lo dice— Seguía quitándose shampoo del cabello.

—¿Te lavo la espalda?

—Si quiere, pero no sé...

—Relájate, por cierto, dime Lisa.

—Está bien, señora Lisa.

—Sólo Lisa.

—Está bien, Lisa.

Comencé a cepillar su espalda con un estropajo y él ya se había quitado todo el shampoo y aún así no se daba la vuelta para verme, estaba muy tímido. Sé que soy una mujer mayor, a los cuarenta y cuatro ya nadie es una jovencita, pero me sé atractiva para los hombres. 

—Ahora, dime la verdad, ¿quieres a Abigail?

—Mucho.

—¿Y a mí también me quieres? 

—Sí, pero no de la misma forma.

—¿Qué forma entonces?

—Es algo complicado de explicar, está raro.

—Yo a ti te quiero como quiero a mi marido.

—¿En serio?

—Sí, puede que un poco más porque siempre anda amargado.

—O sea que si no tuviera esposo yo le gustaría.

—Sí, pero ya sé que no es recíproco, estás muy joven para mí.

—No, usted también me gusta, perdón, me gustaría si no estuviera con Abi.

Me di la vuelta y le pedí que me lavara él la espalda.

—Untame el jabón con las manos, así es más... rico. 

—Como usted quiera, tiene una piel muy suave.

—No sabía que te podía gustar una mujer como yo.

—No diga eso, usted está hermosa.

—Pero soy algo vieja.

—Usted no está vieja— Dejó de untarme el jabón y se puso un poco más.

—Eres un amor, Caleb.

—Estás perfecta.

Sentí sus labios en mi cuello y sus manos llenas de jabón líquido en mis tetas. Me estaba excitando bastante. Doble un poco el cuello para mirarlo y él me besó en la boca y metió su lengua. Me comencé a dar la vuelta y entonces dejó de besarme, se agachó y metió su cara entre mis piernas.

—Te huele igual que el de Abi.

Yo me reí un poco por eso y entonces metió su lengua en mi vagina y de vez en cuando rozaba mi ano con ella. Era buenísimo en el sexo oral, me encantaba sentirlo, nunca nadie me había hecho algo así. Comencé a temblar y mis piernas flaquearon, él me abrazó las caderas y me abrió las nalgas y apretó su cara contra mi vagina. Me corrí y él tenía en su boca mis fluidos, lo vi a la cara y entonces tragó todo mi fluido vaginal, le levantó me agarró el cabello y me lo acomodó hacia atrás. Entonces me arrodillo frente a él y comienzo a chupar su pene. Si antes parecía grande ahora era un monstruo, era como la distancia de mi como a mi mano y muy grueso. Empezaba algo angosto y en el centro de ensanchaba y ya acercándose al glande se volvía más angosto otra vez. Él me agarró el cabello con fuerza y empujó mi cara contra su pene. Lo mordí por accidente y el me jaló del cabello para sacar su pene de mi boca. “Perdón, es que no sé hacer esas cosas y esta es la primera...” Él me levanto de manera delicada y comenzó a besarme otra vez, podía sentir el olor de mis fluidos vaginales en su boca, me hizo sentir genial. 

—Acomódate, Lisa, quiero meterlo.

—Sé delicado, por favor.

—No te preocupes.

Me besó una vez más después de decir aquello. Me sorprendía lo raro que era. Pasaba de la brusquedad a la ternura, y parecía que de verdad me quería mientras me hacía todas esas cosas. Me agaché un poco, pegué mis manos a la pared y él se acercó desde atrás y empujó su glande dentro de mi vagina. Me dolió mucho, grité de dolor y entonces él comenzó a empujar más despacio, se me salían las lágrimas y entonces me preguntó.

“¿Nunca has estado con uno más o menos grande?” Me sentí avergonzada y no respondí pero le pedí con un ademán que le siguiera. Entonces me agarró del mentón y me obligó a verlo mientras me lo metía. Veía mi cara de dolor y mis lágrimas y escuchaba mis gritos.

Iba por la mitad cuando me dijo: Tú también aguantas namás la mitad. Se refería a mi Abigail, me sentí algo inferior al saber que mi hija y yo aguantábamos la misma cantidad de verga, yo era más alta, más caderona y más mujer en todos los sentido. Me puse recta y él me abrazó y yo lo agarré de sus nalgas, que por cierto eran grandes y buenísimas, y las empuje hacia mí. Sentí como su pene me rasgaba algo dentro de mi. Después me deje ir y me corrí, él me agarró de los brazos para que jo me cayera. Entonces me cargó y me llevó a mi cama. Ya ahí me acostó y le pedí que no parara. Entonces se puso encima de mí, busco el agujero y de nuevo tenía su pene dentro, no me dolía tanto como antes, pero me seguía doliendo. Ahora cada vez que me embestía con las caderas se tía como estaba al borde del orgasmo. Me agarró del cabello mojado y me besó, mientras hacía eso lo rodee con mis brazos. Sentí su pene palpitando dentro de mí y entonces sentí su corrida caliente en mi interior. 

—Lisa, eres una puta maestra en esto...

—¿Tú crees?

—Eres mejor que tu hija. Es el mejor sexo que he tenido en mi vida.

Estaba recuperando el aliento cuando se paró y se acostó de nuevo, pero su pene estaba frente a mi cara y él estaba de costado. Me abrió las piernas y me dijo: desbordas, nunca había llenado tanto a una mujer. Entonces sentí su lengua en mi ano y metió un dedo también movía muy rápido la lengua y el dedo también. Movió la cadera haciendo que el pene tocara mi cara y comprendía que debía chuparlo. Lo metí en mi boca y esta vez no hubo nada de dientes, le di una buena mamada, pero para cuando yo tuve dos orgasmos él se corrió una vez. No era bueno en eso de chupar pene. Cuando se corrió se acostó de nuevo a mi lado y puse mi cabeza sobre su pecho, él comenzó a acariciar mi cabello y me dijo:

—Lisa, me gustas más de lo que me gusta Abigail...

—Tú me gustas más de lo que me gusta Edgar— Le respondí con una risa y un beso en la mejilla.

—No, no es lo mismo, quiero que tú seas mi mujer...

Olvidamos el tema hasta dentro de unos meses, cuando mi hija tuvo su bebé. No pudo con la presión de ser madre y se fue a vivir con su tía a otra ciudad, me divorcié de Edgar ya que siempre me culpaba por lo que había pasado. Ahora Caleb y yo criamos a nuestra hija juntos, como marido y mujer. 

Esta cuenta está dedicada a la recopilación de anécdotas de mujeres, si quieres confesar una tuya manda un correo a: [email protected]

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