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La hija de Papi

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Hola a todos, trabajo como chofer escolta en México y esto sucedió hace 3 años.

No diré para que familia trabaje, ni el nombre real de la protagonista.

Graciela. Una chica atractiva de 1.70, pechos chicos, delgada, cadera mediana, tez blanca, cabello largo.

Eso, no se comparaba con su mal genio, algo elitista y muy payasa.

Siempre terminaba por correr a los compañeros que trabajaban con ella.

Tenía que aguantar sus humillaciones, los problemas en los que me metía. Una ocasión entro a un antro y salió por la parte de atrás; solo por fastidiar y hacer que me regañaran.

Ella tenía por costumbre salir de fiesta desde el viernes, saliendo de la universidad.

Se le ocurrió hacer una fiesta en una de las casas de descanso en Cuernavaca.

Como era costumbre siempre esperaba afuera en el auto.

Entrada la madrugada se empezaron a escuchar gritos y mucho ruido, por lo que entre a la casa para ver que sucedía.

Al entrar veo a los chicos besando con su respectiva pareja, otros cantando a gritos y unos cuantos aventándose de cosas.

En uno de los sofás estaba Graciela, totalmente borracha e inconsciente.

Sin pensarlo la lleve a la camioneta, abrí la puerta trasera e intente acomodarla.

En el trayecto, sin querer rosaba sus muslos; pues déjenme decirles que ese día vestía una minifalda de mezclilla, unas medias negras que transparentaban sus hermosas piernas blancas, unos botines, una playera negra, bien ajustada.

Al acomodarla primero la puse agachada, para poder empujarla hacia dentro, pero en eso pensé que tal vez sería hora de un desquite.

Como estábamos en un lugar un poco obscuro y apartado, comencé lo siguiente:

Acaricie su redondo trasero, bajo esa mini, luego mis manos se paseaban por sus piernas. Me agache a la par de ella para poder sentir su cuerpo, oliendo su cabello que tanto cuidaba.

Baje su bóxer negro, para inclinarme y disfrutar con la boca el sabor de su semi depilada vagina, junto con el de su culo.

Ese sabor me excitaba, cada vez. Ahora mi lengua recorría sus bien formadas piernas, al punto de dejarle húmedas las medias.

La acosté boca arriba, le subí su playera junto con un brasier rosa, contemplando sus pezones rosas.

Estruje sus pechos con ansia, con una mano abrí su boca, para que la mía invadiera la suya, su lengua aún tenía ese sabor a tequila.

Casi inconscientemente mi mano jugaba y apretaba su clítoris, un dedo dentro de esa vulva ya mojada.

No paraba de besarla y al mismo tiempo le gritaba al oído lo puta que era y lo mucho que la despreciaba por ser una persona tan arrogante, tan prepotente, tan desconsiderada con los demás, tan caprichosa, por lo importante que es su padre.

Baje mi pantalón, sacándome el miembro, clavándolo en su rica vulva de un solo golpe, besando su cuello, entre mordiendo sus pezones.

Graciela estaba tan inconsciente que no era capaz de sentir mis rudas embestidas; ni siquiera era capaz de contestarme cuando le gritaba lo mucho que la despreciaba, pero también lo mucho que se me antojaba y lo mucho que la pensaba gozar esa noche.

Ahora la coloque como al principio.

Puse mi glande en la entrada de su ano, frotándolo, lo fui metiendo poco a poco, hasta que de un empujón. Pum. Ya estaba adentro.

Esas blancas nalguitas, eran manoteadas, cada vez con más fuerza.

Luego mi mano fue a donde su vagina, apretándole cada vez más fuerte el clítoris, metiéndole ahora los 4 dedos en su tesorito del placer.

No me importaba que alguien me viera, lo único que me importaba era gozarla y castigarla por la porquería de persona que era.

Ahora apretaba con más fuerza sus pechos, subí mi mano a su boca para jalarle los labios, la lengua, abrirle lo más que podía esa boca que era para ofender y humillar tanto a trabajadores, como a personas que no tenían el mismo nivel económico, ni social que ella.

Tiraba de sus cabellos, al grado de llevarme algunos cuantos en ambas manos.

Sentía una gran excitación al poseer ese ano virgen aun; y lo digo por lo estrecho que sentía, a pesar de estarlo penetrando.

Ahora quise ponérselo en la boca para que lo limpiara.

Al penetrar su vagina por segunda vez; al tiempo que me venía un rico orgasmo, cacheteaba a aquella burguesita pendeja.

Al llenarle su vagina de mis fluidos, sentía como una corriente de electricidad recorría todo mi cuerpo, al grado ponerme encima de la chica y morderle los labios hasta sangrarlos y asimismo volverla a besar.

Desde luego que no quedo ahí la cosa.

Volví a penetrarla por el culo, pero esta vez golpeando sus costillas, manoteándole tanto nalgas, como espalda.

Realmente no me importaba el daño que le hacía a Graciela, la reina de Papi; ni si perdía el trabajo por aquella violación, solo quería satisfacerme y desquitarme por lo pasado.

Tome sus dos cachetes traseros, apretándolos para descargarle más leche y así termine.

La limpie y sin que nadie se diera cuenta la lleve a uno de los cuartos.

En la mañana Graciela se quejaba de un resfriado, cosa que me inquieto bastante, jamás dijo nada y no salió en toda la semana.

Vladimir escritor.

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