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Te lo haré aunque no quieras

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Después de los 25, ya con suficiente experiencia en la cama y al tope con trabajo y estudios casi no tenía tiempo para ir a casa. Me pasaba todo el día fuera, trabajando y yendo a la escuela por las tardes y era natural que casi siempre tenía alguna salida con algún novio, amigo, compañero e inclusive, alguno de mis maestros para pasarla bien.

Luego que mi madre enviudara, lo cual significó un bálsamo para ella, se dio el lujo de tener varias parejas y casi todos iban a casa. Uno de ellos, Vicente, fue muy insistente y logró cautivar a mi madre durante algún tiempo. Era carnicero y obvio, los mejores filetes llegaban a casa sin costo alguno o al menos eso pensaba. Logró quedarse muchas noches y a mí me daba curiosidad escucharles, pues desde mi cama apenas veía las sombras cuando mi madre se sentaba en su pito y aunque ella era discreta, sí podía escuchar cuando se agitaba su respiración, o algunos gemidos y hasta cuando le hacía sexo oral. Supongo que él terminaba en su boca porque ahí entonces era él quien casi gritaba de placer.

Mi madre tuvo una hija a los 17 años con un hombre que la abandonó después. Posteriormente conoció a mi padre que había enviudado y tenía hijos grandes, tres hombres y dos mujeres. Se adaptaron con el tiempo pero mi padre era un hombre que se alcoholizaba muy seguido y muchas veces mi hermana y yo escuchamos sus discusiones. Murió ya mayor, le llevaba muchos años a mi madre y eso, como les dije, fue un descanso para ella.

A los pocos meses llegó Vicente. Mi madre había tenido dos o tres relaciones fallidas, regularmente con casados pero con Vicente fue distinto. Él, era mayor unos 10 años y cuando nos veía a mi hermana y a mí nos veía con lujuria. Mi madre no tenía ojos más que para él y le consentía en todo, tanto así que siempre guardaba lo mejor de la comida para él.

Mi madre ayudó a una señora durante mucho tiempo. Ya era una adulta mayor y se distinguía por su buen trato. Siempre nos enviaba regalos y le pagaba muy bien a mi mamá. Una noche la señora se sintió mal y mi madre tuvo que quedarse a cuidarla en su casa, supongo que hasta que llegaran sus hijos.

Yo había cogido esa tarde con un chico y me quedé quizá insatisfecha aunque la había pasado bien. Mi hermana vio la oportunidad de correr a casa de su novio y allí, me advirtió, se quedaría un buen rato. Sin embargo, tras haberme cambiado y andar con una blusita y un calzoncito pequeño, mi tranquilidad se vio opacada por la llegada de Vicente. Entró a la casa y no me miró mucho pese a que se dio cuenta que traía yo muy poca ropa. Fui a ponerme un short que no ayudó mucho a cubrir mis curvas.

El tipo se arrojó a ver televisión y se tomó dos cervezas de un six pack que llevó de la tienda. Yo seguí haciendo mis cosas aunque tuve que llevarle al tipo limones, sal y un plato para un queso que llevaba de su carnicería. Aunque le expliqué que mi madre no llegaría pues se quedaría a cuidar a doña Estela, ni me hizo caso y siguió con lo suyo.

Yo aproveché para arreglar la cocina, casi no estábamos en casa y había algo de desorden. Como si nada lavé trastes y acomodé todo. Estaba por terminar y sentí la mirada de Vicente. El tipo casi babeada al ver mis piernas torneadas y mi culo paradito y redondo. Yo había estado excitada y aún me escurría semen de mi pareja tras haber tenido sexo. Estaba lubricada y sólo quería terminar, que se fuera el sujeto y así darme un baño para echarme a descansar.

Me faltaban unos trastos para acomodar en la parte alta de la alacena y subí dos ollas con sus tapas y trastabillé un poco y sentí las manos fuertes de Vicente que me sujetó de las caderas. Iba a decirle algo pero la verdad es que me salvó de que me diera un porrazo y le agradecí. Me bajé y seguí en lo mío y él se quedó a la orilla de la mesa del comedor.

Hacía calor y conmigo pasa algo gracioso pues no sudo, sino que mi piel comienza a verse brillosa. Él sí estaba sudando mucho y lo notaba excitado. Le pregunté si quería algo y sólo me ofreció una cerveza. Me negué  seguí con mis cosas. se marchó hacia la sala y seguí limpiando con un trapo de cocina la alacena y la mesa del comedor. De reojo pude ver que él se acariciaba el pene cubierto por su pantalón. Jamás imaginé que la situación fuera a ponerse candente, pues no le prestaba atención.

Sin querer y lo digo en serio, pensé en los gemidos de mi madre y no puedo negar que me imaginé el pito de Vicente. Era un hombre que utilizaba muchas groserías para dirigirse a las personas y acostumbraba a hablar mal de todos y hasta de sus cliente, mujeres mayormente.

Aunque también, tras sus momentos de pasión con mi madre le conversaba sobre algunas clientes que le ofrecían las nalgas con tal de llevar carne a sus casas y hasta utilizó el congelador de su carnicería para que le hicieran sexo oral.

Seguí sintiendo su mirada y pretexté que iría a la recámara con tal de que ya no me viera con lascivia. Sin embargo, se paró y me pidió más limón. Yo lavé otro limón y estaba lista para partirlo en cuatro cuando volví a sentir sus manos, ahora en mi cintura. Eran grandes, gordas y rasposas y le dije ¡quieto, quieto! y él apenas susurró cerca de mi oreja derecha: "Mamacita, estás bien buena!" y me sujetó fuerte y se repegó a mi y obvio, pude sentir como su pito estaba erecto.

Yo traté de zafarme y también reconozco que no quise hacer escándalo o de oponer más resistencia pues de lo contrario quizá terminaría violándome o golpeándome. Le pedí que se tranquilizara y que me voltearía lentamente, pero el tipo ya estaba hirviendo y llevó una de sus manos hacia mi pecho por debajo de la blusita: ¡Te lo haré aunque no quieras! dijo y ahí sí comenzó a darme miedo. El fanfarrón parecía pulpo, por un lado me acariciaba un pezón y por otro tallaba con su mano sobre mi vulva apenas cubierta por un diminuto short.

Quise zafarme, pero el tipo realmente me tenía arrinconada y no logré quitármelo de encima. No era alto pero sí gordo y con mucha fuerza. Olía mucho a sudor y realmente estaba sudando mucho, supongo que mientras más se agitaba más sudaba.

Pero me repegó de tal manera que al tallarme nuevamente con su pito yo hasta sentí placer, pues se notaba que era un buen tolete el que tenía. Le dije que estaba bien, que lo haría bajo la condición de que no me pegara ni me violara y entonces se tranquilizó. Apagó la luz de la cocina y me llevó de la mano a la cama de mi madre. Igual apagó la luz y apenas una lucecita tenue entraba por la ventana del cuarto. Me aventó con fuerza a la cama y me ordenó que me quitara el short y después que lo hice me arrancó la pantaleta. El se desajustó el cinturón y dejó caer su pantalón quedando en calzoncillo. También se quitó su playera interior pues desde que llegó a la casa se había quitado la camisa. Yo sentía que él olía a carne aún y esa mezcla junto con su sudor me excitó.

Y entonces, se quitó el calzoncillo y le vi su pito. Completamente erecto. Quizá de unos 15 centímetros de largo pero eso sí, gordito y muy duro. Estaba grueso y apenas lo pude meter a mi boca. Él respiraba y transpiraba fuertemente. Yo le chupé su macana como pude, pues apenas entraba a mi boca y me imaginaba que sufriría mucho cuando esa cosa la ensartara en mi vagina. Como un experto jugueteó con sus dedos sobre mi casa. Introducía uno o dos y realmente pude constatar en ese momento que si hubiera habido un campeonato de dedazos él habría ganado, pues me excitó de tal manera que yo estaba a punto de gritar. Lo hacía despacio y luego con gran velocidad. Y me ordenó que se lo siguiera chupando.

No es difícil de imaginar lo que vino. Primero tuve una corrida tremenda. Chorros salían de mi vulva tras haber alcanzado el orgasmo y él se deleitó con mis gemidos. Estaba vuelta loca por ese inmenso placer que me proporcionó.

Luego vino lo mejor. Él se acostó y me ordenó que me sentara en su pito. Lo hice lentamente, sufriendo un poco al sentirlo dentro. Ya después, entendí a mi madre cuando ahogaba sus gemidos. El tipo me volvió loca con sus arremetidas y con la dureza de su macana. Sinceramente ha sido de lo mejor que he tenido en cuanto a sexo porque él si bien no era un adonis, era un experto a la hora de la cogedera. Mientras yo meneaba el culo él con sus manos ásperas me apretaba las nalgas y me empujaba hacia él y de pronto, un orgasmo que me hizo gritar, sí, gritar de placer. Me cambió de posición y me ordenó que me sentara en su pito pero dándole la espalda y entonces volvió a penetrarme y hacerme suya de una manera vibrante. Sujetó sus manos hacia la cabecera de la cama tubular y arremetió con fuerza otra vez hasta que llegó otro orgasmo. Casi cometí la locura de decirle que lo amaba pues cuando me excito tanto digo esas palabras.

Tras unos 15 minutos de arremetidas, me puso en la posición de perrito y volvió a atacarme con fuerza, con un pito que jamás dejó de estar duro. Otros 10 minutos de intenso placer. Llegó otro orgasmo y yo quería más y más. Siguió penetrándome así en varias posiciones.

El tipo no aguantó más y sacó su pito de mi vagina y lanzó una buena descarga de leche caliente sobre mi culo y la espalda. ¡Estaba calientísimo, parecía que me había arrojado cera! Tengo que admitir que lo disfruté y ya estaba demasiado cansada. Él tampoco quiso más, con ese palo se quedó conforme.

Dos días después, volvió a casa y fue recibido por mi madre, que gustosa le dio de cenar y se dispuso a complacerle. No volvimos a estar juntos, pero me deleitaba recordando esa sesión de sexo y escuchando los gemidos de mi madre. Ella era discreta y yo habiendo estado con él grité a más no poder.

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