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El Puticlub

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Iba siempre al mismo garito donde había unas cuantas milfs y maduritas, pero ya había jodido con casi todas y creo que necesitaba una renovación de personal. Después de no encontrar ninguna guarrona con quien follar y ver que había unas cuantas golfas necesitadas de rabo y a mí no me apetecía nada ser su "boy toy" y no me gustaban, porque parecían querer babear por mí, decidí ir esa noche a tiro fijo y adentrarme en ese lupanar por el que pasaba cerca cada vez que iba a ese garito antes mencionado. Me había pasado toda la semana machacándome a tope en el gimnasio y deseaba dejar fluir toda la testosterona que había almacenado en mis gordos cojones de macho semental en celo y petar y entaponar a la primera guarra que se me pusiera a tiro, así que dicho y hecho, esa noche me preparé a tope para fornicar a una guarra depravada. Me relajé un rato en la ducha y mientras me afeitaba el pubis, para que la fulana sexy en cuestión se deleitara y cautivara comerme el rabo. Me afeité la cara más todavía y un poco el pecho, aunque nunca fui muy peludo, me "entoligué" uno de mis más sexys y concupiscentes tangas, para que, al tocarlo, se pusiera rijosa y muy libidinosa. Me "apreté" unos jeans que me marcaban a tope el rabo y que al mínimo movimiento, ella notara que estaba salido por petarla y una camisa de manga corta a juego con los vaqueros. Así como unos zapatos que fueran bien con el descarado atuendo de chulo perdonavidas que llevaba en ese concupiscente momento y como broche de oro, un sicalíptico y sensual perfume que me había regalado una de mis últimas conquistas después de un obsceno e impúdico coito anal. Después de darme los toques finales, me dirigí al punto-club y a pesar de que ya había avanzado un poco la noche, apenas había chicas y solo estaba el camarero bien vestido y con pajarita. Pedí un pelotazo de whisky solo con tres piedras y empecé a hablar con él. A los quince minutos, aparecieron las zorras y al haber un solo cliente me observaban con vicio, desenfreno e impudicia, pues se las veía con libidinosas e impúdicas ganas de rabo. Había tres golfas, dos sucias sudacas con pintas de guarronas manoseadas y una española con una cara de vicio libertino que quitaba el hipo y hacía que me ardiera el rabo dentro del tanga. Ella se dio cuenta de que la prefería a ella antes que a las otras dos fulanas y la hice una señal para que se acercara a mí.  Empezamos por presentarnos y le comenté donde trabajaba y esas nimiedades y ligerezas. Me apuntó que se llamaba Adriana y yo Marcelo. Pronto, ella llevó la conversación a terreno sexual y advertí su mano que lascivamente acariciaba mi jeans a la altura del rabo y se me estaba poniendo duro como una piedra. Empezó a abrir los botones del jeans y comprobó y sintió que yo llevaba un sicalíptico y lúbrico tanga, y eso hizo que le brillara lujuriosa y muy concupiscentemente la mirada. Se puso salaz y rijosa y ya babeaba por meterme mano más a fondo y me llevo a un aparte para que estuviéramos más cómodos e íntimos. Allí nos sentamos, para que esta zorra libidinosa de Adriana, me metiera mano al obsceno y lúbrico tanga que tanto le traía loca. Nos pegamos tres salaces morreos con lengua, mientras Adriana me magreaba y manoseaba el tanga y ya tenía atrapada y agarrada fuertemente en su mano mi enhiesta, pero dura verga de macho lujurioso en celo. Echó unos opacos cortinones que llegaban hasta el suelo y empezó lenta y libidinosamente a desnudarme. Empezó a expresar un vulgar y arrabalero lenguaje soez y chabacano que me estaba poniendo cachondo y muy salido y me estaba seduciendo y fascinando y empujaba y estimulaba a desearla más y más con lujuria y libidinosidad. Adriana se quedó solo con un tanga rojo puta y unos taconazos de igual color dejando al aire sus gordos melones, perfectos y magníficos para hacerme una cubana. Mientras me iba desnudando, yo cada vez estaba más y más salido e impúdico y con unas apetencias sexuales muy voraces que se me notaban en la mirada. Adriana a su vez, miraba y deseaba meter su viciosa bocaza de fulana libidinosa en mi depravado y lujurioso tanga de actor porno. Empezó por soltarme unas provocadoras y procaces guarradas que me ponían rijoso e impúdico — cabrón, que bueno estás — dijo Adriana. Me ponía muy burro que me largase eso y no me quedé corto — me gustan tus voluptuosas tetazas, putona — aprecié yo. La fulana Adriana me dejó solo con mi sexy tanga y eso me puso más libidinoso y vicioso y me hacía sentir como algo suyo entre sus manos. Me echaba unas furibundas miradas sexuales que me excitaban y encendían sexualmente. Yo no podía parar de mirar con lujuria a las tetas y al sicalíptico tanga de Adriana que me estimulaba y acaloraba sexualmente.

— Siéntate, ábrete de patas, cabrón — exigió Adriana. Yo estaba supere citado y deseando que me hiciera lo que le viniera en ganas y Adriana abrió su lasciva boca de guarra depravada dispuesta a lamerme lujuriosa y concupiscentemente el tanga. — esta va a ser la mejor mamada que te hayan hecho, cabrón — anunció Adriana. Se puso de rodillas frente a mí y como una loca obsesa y viciosamente poseída por la lasciva visión de mi obsceno y sexy tanga, principió a lamerlo lenta y lujuriosamente y yo me hallaba con los ojos en blanco de puro vicio lascivo y yo aparentaba ser una libidinosa máquina de resollar, resoplar y dar vagidos y gemidos de deleite y goce sexual.

Me percataba de que iba teniendo una lenta y brutal erección, cosa que me cautivaba y complacía y que, de un momento a otro, tendría mi enhiesta pero dura verga, dentro de la golosa boca de la fulana Adriana. Me ardía la lefa dentro de los huevos y notaba como me corría la sangre por todo mi lascivo cuerpo a una gran velocidad. Cuando ya la tuve bien dura, para apetencia de Adriana, inició a lamer de arriba a abajo todo mi duro rabo y yo estaba muerto de lujuria, lascivia y lubricidad y seguía exhalando y emanando berridos, gañidos, gemidos y mil quejidos sexuales.

— ¡cabrón, ¿qué dura se te ha puesto!  — manifestó Adriana. — me gusta que esté siempre así — declaré yo. Adriana empezó a quitarme el obsceno y depravado tanga que yo llevaba para hacerme mejor la mamada. — ese sexy e impúdico tanga que tan loca y libidinosa me ha puesto, te lo voy a quitar, cariño. Quiero disfrutar de tu rabo en mi bocaza — apuntó Adriana. La cabeza de Adriana subía y bajaba con mi duro rabo dentro de su lasciva bocaza y yo experimentaba maravillosa y gloriosamente la lujuriosa fricción de sus dulces belfos en mi masculina dureza. — soy tu esclava sexual, pídeme que continúe mamando tu rabo, cabrón — exigió Adriana.

La muy golfa me daba un placer estupendo y formidable y yo proseguía con mis ojos en blanco y emitiendo mil bufidos, graznidos y jadeos sexuales a la par que la insultaba sexualmente del perfecto trabajo que esta puta puerca me estaba haciendo — ¡pero que zorra eres, cariño! ¡cómo me gusta cómo me la comes, uta!  —bramé yo todo lujurioso.

Adriana no paraba de mamar impúdicamente como un bebé mi pollón y yo estaba más y más emocionado y le pedí que me mordiera el rabo y después los cojones porque eso me excitaba, enardecía y estimulaba sexualmente aún más.

Ella fue clavando sus dientes lentamente en mi rabo y yo le iba diciendo hasta donde debería llegar para no hacerme daño y me apasionaba y encendía y me hacía aparecer un poco masoquista ante ella. Llegó al punto que más me excitaba y ahí tenía clavados eróticamente sus dientes y yo estaba más muerto de lascivia, impudicia y obscenidad expeliendo jadeos, vagidos, gruñidos y mil mugidos sexuales muy obscenos. Frenó de morderme el rabo, para ir a trabajarme los cojones y repetir la experiencia, yo la dejaba que me trabajase a placer, pues ahí podía aguantar más sus mordeduras, eso me volvía más loco y ya estaba fuera de mí, porque eso me encantaba y me ponía más y más cachondo y aumentaba mis lascivas ganas por follar a esta pelandusca que me estaba poniendo salaz.

— vamos zorra, muérdeme más — exigí excitado. Adriana me mordía lúbrica y muy lujuriosamente el escroto y eso me encendía y enardecía sexualmente mucho más y me empujaba a desear con avaricia darle todo el rabo que ella me pidiera con urgencia lúbrica y hasta hacerle un traje de lefa si ella me lo pidiera.

— ¡Ay!,cómo me gusta!,ufff!,¡muerde mas, puta! —

Adriana mordía y mordisqueaba mi escroto y eso me satisfacía y seducía y me hacía estar en un paroxismo masoquista que me agradaba.

— Ahora quiero que te metas uno de mis cojones en tu bocaza y que parezca un caramelo — ordené.

Adriana cumplió y acató sin rechistar mi orden y apreció y comprobó que yo estaba con mis ojos en blanco y que ella me trabajaba con su boca a la perfección y me estaba matando de gusto con su labor bucal en mis pelotas. Yo figuraba ser una máquina de dar vagidos, gañidos, graznidos y mil berridos sexuales con este perfecto trabajo bucal que me hacía esta libidinosa fulana depravada de Adriana

Yo advertía que mi rabo estaba más duro que de costumbre en estos lascivos y obscenos momentos, pues el trabajo bucal que me había hecho esta guarra depravada de Adriana me había complacido sobremanera.

— ¿quieres que te coma el culo? — interrogó Adriana.

Me quedé muy sorprendido pues no esperaba este tipo de preguntas, aunque no me extrañó nada, pues hay hombres que esto le gusta.

— Bueno, por mi perfecto — confesé.

La golfa de mi partenaire sexual se tiró y lanzó a lamerme el ojete como una puta demoníaca posesa y yo volvía a representar ser una libidinosa máquina sexual de emitir y expeler mugidos, quejidos y mil jadeos, momento que aprovechó esta fulana obscena de Adriana para petarme viciosamente el ojete con un dedo al ver que mi ano ya estaba bien babeado.

— ¿te gusta, cabrón? —  interrogó Adriana

La ramera percibió que yo estaba muerto de lubricidad, lujuria y obscenidad por el placer que me estaba dando al petar está sucia zorra con su dedo barrenando mi ojete.

— ¡estás muerto de lujuria, hijo de puta!  —  afirmó categórica Adriana.

Yo seguía emitiendo vagidos, gemidos, jadeos y mil bufidos sexuales porque esta guarra depravada me estaba matando de placer con su dedo, haciéndome llegar a un alto paroxismo sexual y mientras me pajeaba mi rabo que cada vez estaba más y más duro y mis pelotas estaban más y más cargadas de lefa.

— ¡Ahora vamos a gozar los dos, canalla! — ordenó Adriana.

Adriana, al ver que yo, ya estaba con el rabo más duro que nunca, por su perfecto y determinante trabajo bucal se sentó sobre mi enhiesta, pero dura verga con cuidado para clavarse todo mi erecto pollón.

— Ahora vas a hacer que se corra esta puta zorra — mandó Adriana.

La muy cerda, ya estaba dispuesta y montada sobre mi rabo y me sujetaba las manos que estaban enganchadas a sus duras tetazas de golfón libidinoso.

— ¡que gusto me estás dando, guarra!   — exclamé lujuriosamente

Ambos dábamos unos vagidos y gemidos muy lascivos y libidinosos porque estábamos presos de una lujuria concupiscente sin igual.

— ¡cerdo, que gorda la tienes, cabrón!   —  largó Adriana obscenamente entre vagidos.

— ¡eres una zorra me está matando de gusto, uta!   —  gemí

— ¡mátame a polvos !, clávamela cabrón!   — graznó Adriana libidinosamente

— ¡muévete más, zorra!, ¡sigue, guarra!   — evidencié procazmente

— ¡ dame más polla,hijo de puta !   — proclamó Adriana lascivamente entre rugidos sexuales.

Adriana,estaba mas salida que yo y veía como botaban sus tetazas de zorrón depravado y eso me ponía mas cachondo y lascivo y advertía como Adriana como un cerda en celo.

— ¡ así,cabrón,así !, ¡ clavamela !  — rugía sexualmente Adriana.

— ¡ toma rabo,puta !, ¡ toma polla,guarra !  — resollaba mientras la encasquetaba polla y más polla sin parar.

Yo comprobaba y distinguía como me ardía la cremosa lefa dentro de mis cojones y como estaba a punto de explotar todo mi caliente machismo dentro del hirviente coño de esta puta cerda de Adriana

¡dame tu puta lefa, hijo de puta!

— ¡ ya te la daré, uta ! , ¡ bota sobre mi polla,guarra ! — rezongué depravadamente

Adriana seguía y continuaba botando como una cow-girl de rodeo con mi enhiesta pero dura verga dentro de su muy bullente y burbujeante coñargón de fulana depravada, al tiempo que me insultaba sexualmente y eso me excitaba sobre manera y yo le agarraba sus duros tetones con fuerza

¡ venga,córrete,cabrón

— ¡ ya me correré,puta guarra ! — manifesté entre bufidos

Empecé a notar que me iba a salir de un momento a otro la lefa y así se lo chillé entre vagidos sexuales a Adriana, mientras la asestaba mil pollazos en su agitado y ardoroso coño

 — ¡ que me corro,guarra ! — clamé entre mil jadeos sexuales

— ¡ vamos, córrete, cabrón !, ¡ explótame tu puta lefa dentro del coño ! —chilló Adriana apasionadamente

Exploté toda mi cremosa lefa y le eché los mil cuajarones de pringosa y cremosa lefa que de mi rabo salían y nos corrimos al unísono pegando unos fuertes alaridos. Cuando desmontó de mi rabo, esta sucia fulana de Adriana, tenía bien pringosas las corvas de las piernas.

— ¡ eres un hijo de puta,me han pringado bien el chocho ! — reveló Adriana

— ¡ y tu me has dado mucho placer , guarra ! — aduje

Mientras yo tenía todavía duro el rabo, manaban y afloraban mas cuajarones de lefa del chocho de Adriana

— ¡ que buenas estas !, ¡que gusto me ha dado follarte, puta ! — observé

— ¡ y tu me has follado bien,cabrón !,¡hacía tiempo que nadie me follaba bien — testimonió Adriana La había dado rabo sin parar a esta puta golfa de Adriana, que parecía salirle humo del coñargón del gusto que le había dado con mi duro rabo. Se levantó para limpiarme el rabo con papel higiénico, pero me ilmpió el rabo con su bocón de zorra ninfomaníaca y me lo dejó bien limpito. Me ajusté otra vez el depravado y sexy tanga, me vestí y luego ella. Me acompaño a la salida y me dió dos lascivos besos con lengua que me dejaron patidifuso y encantado. Me dejó su tarjeta de presentación con la dirección de su casa y su teléfono particular por si quería volver a follarla y me dirigí al garito de todos los sábados mas contento que unas pascuas.

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