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Mis lindos tíos

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Alguna vez relaté un encuentro apasionado con el tío Bernardo, hombre muy querido en la familia y que se ganó el cariño de todo por su forma de conversar y tratar a la familia. A mí me trató tan bien que me poseyó apasionadamente y me hizo ver estrellas. Ahora, frente a su ataúd yo estaba pensativa y no puedo negar que hubo momentos en que recordé cómo mamé su pito y como llenó mi vagina y culo.

Viajé en avión en ruta Veracruz-México-Oaxaca y pasé muchos problemas para llegar a la casa de la familia. Allí, mientras esperaban a familiares de varios pueblos cercanos, permanecí con mis tíos Eustaquio, casado con mi tía política, Evangelina. Con mi tío Rolando que se casó con una prima lejana, Lucila. Varios de sus hijos viven en el extranjero y casi se quedaron solos en una casa grande que serviría para que allí se efectuara el velorio.

Fui recibida muy bien, no los veía con frecuencia. Había estado en casa del tío Eustaquio y eso había ocurrido cuando era jovencita, muy jovencita y bueno, recibí unos dedazos de un primo que se acercaba a mí en la madrugada. Siempre creía que estaba dormida, pero yo sentía curiosidad y mucho placer cuando me introducía los dedos, haciendo a un lado mi calzón.

Llevé una maleta con poca ropa y juro que traté de ser lo más discreta posible. Casi no tengo faldas largas, pero tenía un buen conjunto de falda corta, blusa blanca y un blazer negro, más mis zapatillas negras. Mis tías me recibieron gustosas y sentí el abrazo fuerte y decidido de mis tíos. Quería pensar que ese era el afecto que prodigaban. Pero noté que mi cuerpo les gustó. Las mujeres sabemos cuando le hemos gustado a algún hombre y más cuando se acercan, casi hierven y quieren comérsela a una.

La mayor parte de mi familia, la que vive en Oaxaca se dedica a la agricultura. Oaxaca es un estado muy pobre, con pocos ricos y mucha corrupción y lo que la salva es el turismo, sin embargo, ha sido complicado por las protestas de maestros que se han extendido a otras zonas del país.

Durante el velorio, entre la poca gente que iba llegando conocí a Brígida, quien durante un tiempo mantuvo relaciones con el tío Bernardo. La pobre mujer era un mar de lágrimas y me fui ganando su confianza para saber cómo había sido el tío con ella.

Unas copitas de mezcal animaron el asunto. Brígida era una mujer bella, de unos 55 años y con una facciones indígenas hermosas. Me platicó que tuvo momentos muy agradables con él pues siempre estaba de buen humor y cuando ya agarró confianza hasta me platicó que había pasado buenos momentos con él en la cama. Yo no pude conversarle que alguna vez él me cogió y de buena forma. Yo avalaba lo que ella conversó pues sentí en carne propia las acometidas de este hombre que me volvieron loca.

El día fue largo y en la casa de mis tíos hubo tamales, antojitos, café y se atendió a los invitados, aunque el grueso de la gente llegaría hasta el otro día, pues algunos municipios quedaban muy lejos y además, estaba el problema de los bloqueos carreteros por las protestas magisteriales.

Por la noche, cuando ya muchos estaban cansados, mi tía Evangelina me condujo a un cuarto pequeño con una cama muy cómoda. Me comentó que no podría atenderme pues estaría ocupada haciendo algunos encargos y preparando distintos platillos para la gente que llegaría al otro día. Le pregunté por mi tío y me dijo que había salido y que llegaría de madrugada.

Creo que faltaba un poco de comunicación porque en realidad mi tío nunca se fue. Pasada la medianoche, alguien tocó a la puerta y yo, con la inocencia de una mujer de más de 40 años, fui a preguntar quiéne era. Era mi tío Eustaquio que llegó con una copa de licor. Se acordó de mí y me dijo que quizá se me antojaría un "traguito". Yo dudé en abrir por completo. Imaginen la escena: Tenía una tanguita, un camisón corto que hacía ver mis piernas torneadas y además, se traslucían mis senos con el camión. Sin embargo, había poca luz y le permití al tío que entrara. Vio que me tomé la copa y se dio cuenta que no había traído la suya. Cruzó hacia otra puerte, entró y volvió a salir. Traía una botella de Torres 10 y otro vaso. No había con qué más. Se sentó en una silla y comenzó a platicar de muchas cosas. En realidad, yo no tenía sueño así que seguí platicando con él. Como todas las mujeres de la casa estaban ocupadas con la preparación de la comida, no había peligro de que alguien llegara pues iban a pensar mal no sólo de mí sino del tío.

Cuando nos dimos cuenta, la botella se había terminado y yo ya estaba un poco ebria, sin embargo, el tío Eustaquio había aguantado y quería seguir, así que sigilosamente fue por otra botella y la trajo al cuarto. Me levanté al baño y fui. Sentí su mirada y realmente me apené. He tenido relaciones con tíos, primos y primas y realmente la he pasado bien. Pero en este caso se trataba de un tío al que casi nunca había visto y que sobrepasaba los 65 años. ¿Qué podría ocurrir entre él y yo? Por supuesto que en algún momento de la noche me tragaría mis palabras.

Le comenté de mi separación y divorcio y también de mi trabajo y ya entrada en plática también le hablé de mis amores y de pretendientes, prospectos y toda la cosa. Hubo un momento muy curioso en que quité una pierna de sobre la otra y él pudo ver entre la poca luz que había mi pantaleta. Estaba excitado y eso provocó que se levantara. Era un tío relativamente alto, quizá 1.75, cabello negro con pronunciadas canas y un rostro con rasgos indígenas. Olía a sudor y supongo que sudaba más teniéndome cerca.

Se acercó hacia mí quizá con intenciones despedirse, pero se quedó allí. Yo, torpemente alcé mi brazo derecho y toqué su pene cubierto por su pantalón. Eso bastó para que dejara su vaso con un poco de brandy en la silla y se acercara casi a suplicarme que lo tocara otra vez. Lo hice y seguí frotando y él estaba más que emocionado. Guió sus manos hacia mis menos y yo terminé por hincarme en el colchón. Sus manos eran grandes y toscas, curtidas por el trabajo pero yo lo estaba disfrutando. Seguía frotándolo y eso lo animaba más a acariciarme de prisa, como si pensara que fuera a escaparme o esfumarme.

Me decidí a bajar el cierre de su pantalón y cuando lo hice metí su mano al calzoncillo. Saqué su pito, no se había erectado pero aún así medía unos 12 centímetros. Comencé a chupárselo y él comenzó a excitarse más. Lo chupé con singular placer y poco a poco se fue poniendo grande. Y duro.

Él se quitó la camisa, su playera interior y dejó caer sus pantalones. Me quitó el pito de la boca y comenzó a acariciarme brazos y senos. Después la cintura, el ombligo y finalmente llegó a mi vagina. A pesar de ser un hombre mayor y con cierta dureza para el trato. Fue delicado conmigo. Por supuesto que mi vulva ya estaba mojada pues me excitó con facilidad. Jugueteó con sus senos en la parte más carnosa de mi vagina y yo lancé un gritito de placer. Me pidió que no hiciera ruido y obedecí. En ese momento mi tío era mi macho y yo estaba dispuesta a gozar con él.

De nuevo le chupé su verga y lamí sus testículos. Estaba encantado. En algún momento dejé de pensar en el tío Bernardo y comencé a gozar del pito de mi tío Eustaquio que vaya que tenía lo suyo. Le seguí chupando y lamiendo su pene hasta que quedó perfectamente duro y listo para la acometida.

Él no me lamió la vagina, pues quería ganar tiempo y se moría por penetrarme. Lo hice y yo sentí un verdadero cañón en mi pucha, me excité rápido y comencé a hacer movimientos con mis caderas y comencé a apretar su verga. Él jadeaba y apretaba mis senos estando encima de mí. Sentía su mirada penetrante, hasta eso era penetrante en mí y yo me sentía una mujer dispuesta a ser sumisa ante él, al grado que le dije: ¡Poséeme tío, soy toda tuya! y ello le excitó hondamente.

Su edad nada tenía qué ver pues es un hombre con una gran condición física y con un pito excelente que hacía ponerme más caliente. Cambiamos de posición y yo me abalancé hacia él y me senté en su pito duro, provocándome tremendas sensaciones. Me volvió loca y yo lanzaba pequeños gemidos pero realmente tenía ganas de gritar. Era curioso, acudí a un velorio y un entierro y al final me la enterraron a mí y yo estaba gozando.

La tercera posición fue la mejor pues me puso de perrito. Jugó con sus dedos en mi ano y escupió en él. Chupó sus dedos y me colocó más saliva. Finalmente metió su pene en mi culo y realmente sentí una macana dentro. Le pedí que lo sacara y eso lo desconcertó un poco, pero he aprendido que para disfrutar un pene te tienen que clavar, permitir que te acomodes y pedir que lo saquen y lo vuelvan a ensartar y allí, cualquiera sentiá la gloria.

Lo hizo y realmente disfruté su palo. El tío duró mucho, pues en poco más de media hora me dio una paliza y cuando estaba a punto de eyacular le pedí que no se saliera y que descargara en mi culo su rica leche. Lo hizo y él casi grita de pasión pero se tuvo que contener. Cuando sacó su pito se lo chupé y lamí hasta la última gota de semen. En ese momento mi culo comenzó a sacar la rica miel que me había arrojado mi tío Eustaquio.

Esa noche apenas pude dormir. Pero reviví esos momentos con mi tío.

Al otro día todo fue normal. Llegó mucha gente y al siguiente día sepultamos a mi tío Bernardo. Yo amo a mi familia y la verdad que la familia también me ha amado a mí y eso es algo que siempre voy a agradecer.

No he vuelto a Oaxaca, pero de verdad les digo que quisiera ir, no sólo por un palo, sino porque cada que voy, aunque sea con tantos años de diferencia, siempre he regresado plena y feliz. 

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