Nuevos relatos publicados: 16

Nora – Me encantan los hombres maduros

  • 7
  • 22.256
  • 9,35 (55 Val.)
  • 10

Déjenme me presento, mi nombre es Nora, tengo actualmente 28 años, soy enfermera asistente en el consultorio de un médico internista. No soy una mujer espectacular, más bien soy una chica comun que usa lentes, mido 1.65, de cuerpo normal, con unas nalguitas bien puestas y talla 34B de busto. Cuando no estoy trabajando, visto ropa muy normal, mezclilla y blusas, y en mi trabajo, uso ropa de enfermera, procurando que me quede entallada para verme más llamativa. Desde hace cinco años, me he apasionado por tener sexo con hombres maduros y mi trabajo me ha ayudado para conocerlos.

Cuando era más joven, mis gustos eran diferentes, andaba con chavos de mi edad o poquito más grandes, pero cuando empecé a trabajar en el consultorio y al conocer hombres mayores de 40 años, me di cuenta que muchos de ellos no solamente se mantienen en buena condición, sino que son sumamente sexys. Mi trabajo consiste en pesar, medir, realizar exámenes, tomar la presión y prepararlos para hacerles electros. Esta parte es la mejor, pues tengo que descubrirles el torso hasta por debajo de su ombligo, y una descubre cada cosa, que GGGUUUAAAUUUU.

Al principio cuando alguno me parecia atractivo y llamaba mi atención, no sabía cómo hacerselos saber sin tener problemas con ellos o con el doctor. Pero fue un paciente de unos 50 años, el que me dio la idea para abordarlos, yo había notado que este paciente siempre llegaba muy limpio y perfumado a la consulta y que me miraba de forma muy insinuante (me desvestia con la mirada), era un hombre atractivo y me ruborizaba ese flirteo. Cuando en una de sus citas, le pedí, se arremangara su camisa para tomarle la presion, de la bolsa de esta, saco una tarjeta de presentación y con señales me pidió le hablara. Al principio lo dude un poco, pero el tipo bien merecía la pena y más por curiosidad que otra cosa, le marque dos días después. Fue mi primera experiencia con un hombre mayor y fue sumamente agradable.

Lo siguiente que hice, fue ir a una imprenta y mande a hacer mis propias tarjetas, solamente con mi nombre y mi teléfono personal.

Desde esa fecha, cada vez que algún paciente me es atractivo y noto que también para él le resulto simpática, discretamente les entrego mi tarjeta y con una señal coqueta, les pido se comuniquen conmigo. Con ellos no busco sexo duro, más bien sexo tierno, a lo mejor no tan duradero, pero si con mucha experiencia y creatividad. Me llevan poco a poco al éxtasis y lo más importante, es sexo sin ninguna complicación, simplemente nadie le exige nada a nadie.

Este relato es sobre mi historia con uno de ellos, yo lo conocía y lo trataba como el señor Memo, tendría unos 48 años, cuando empezó a ir a consulta, siempre en compañía de su esposa, durante los siguientes cuatro meses, estuvo en consulta unas 8 veces.

El señor Memo, es un hombre robusto mas no gordo, guapo de cara y con una personalidad sumamente atractiva, siempre fue muy amable, pero se mostraba muy distante en su trato. Al paso de las consultas, cada vez me atraia mas y mas, yo me mostraba más atrevida y él, con el paso de los dias, me correspondía con sonrisas y miradas cada vez más picaras. Les tengo que comentar, que el consultorio cuenta con un pequeño anexo, donde se hace pasar a los pacientes para que yo les realizara sus pruebas. En una ocasión le comente sobre el olor de su perfume y aproveche para acercarme a su cuello para olerlo más profundamente, a la siguiente consulta, volví a comentarle sobre su loción, pero esta vez, cuando me acerque a olerlo, el también acerco su nariz a mi cuello para olerme y piropearme sobre mi perfume, además de forma descarada, cuando lo preparaba para tomarle un electro, dirigió su vista bajo mi filipina, para observar mis pechos y con su brazo tocarme descaradamente los mismos y más aún, al voltearme, aprovecho para estirar su brazo y poner su mano sobre mis nalgas, yo había empezado el juego erótico y no podía quejarme por la iniciativa que él había tomado, más bien me agrado de sobremanera su atrevimiento. Cuando se estaba vistiendo, y habíamos quedado nuevamente solos en la habitación, aproveche para entregarle mi tarjeta y pedirle que me hablara. El la vio, la leyó y dándole un beso me hizo saber que así lo haría.

Esa misma noche, me hablo a mi teléfono, le explique el motivo por el que le habia entregado mi tarjeta y mis deseos de conocerlo a fondo. Quedamos de vernos dos días después a la hora que salía de mi trabajo. Me espero a una cuadra de la clínica e tal como se lo pedi, me llevo directamente a un a un hotel para tener sexo.

Los dos nos habíamos preparado para eso, yo me había puesto bajo mis jeans ropa interior muy coqueta y el también iba vestido muy sexy.

Me llevo a un hotel muy romántico, en donde ya tenía una reservación preparada, por lo que la habitación ya contaba con un par de copas de cristal y una botella de champagne, con lo que empezamos con un brindis y unos lindos y tiernos besos. Siempre cariñoso, mientras nuestras lenguas se entrelazaban, sus manos fueron acariciando mi espalda y mis nalgas, con mucha ternura fue retirando mi ropa poco a poco hasta dejarme solamente con mis braguitas de hilo dental. Al mismo tiempo, fui quitando su ropa hasta dejarlo también solamente con su trusa blanca que ya dejaba ver su miembro totalmente excitado.

En ese momento, nos metimos bajo las sabanas e iniciamos con besos más cachondos y caricias más lascivas sobre nuestros cuerpos, cuando retiro mis bragas yo ya estaba totalmente húmeda de mi chochito, después de besarme y lamerme mis pezones, bajo para posesionarse de mi sexo, vaya que sabía mamar, su experta lengua, sobaba cada rincón de mi vagina, mi clítoris y mis labios poniendo en estas zonas más esmero en el trabajo que me estaba haciendo, después de llevarme a un delicioso orgasmo, se enderezo para quitarse su calzón, y por primera vez pude observar en vivo, una deliciosa verga de unos 15 o 16 centímetros de largo pero de un ancho bastante más grueso que otra que hubiese visto anteriormente. Me acomodo en posición  de misionero poniendo mis piernas sobre sus hombros, para de una manera lenta pero constante irme penetrando. Cuando sus huevos chocaron contra mis nalgas, inicio con una bellísimas arremetidas, lentas y profundas, sin prisas, se notaba que el disfrutaba más de esa manera, que dejándose ir arrebatadoramente, como cualquier muchacho. Fue un polvo de campeonato, mientras me daba, sus manos seguían acariciando mi cuerpo y su boca jugaba entre mis labios y mi pecho. Así continúo hasta venirse largamente dentro de mí, su semen caliente y espeso, cubrían las paredes de mi vagina, yo sentía cada uno de sus chisguetes hasta llenarme por completo de su leche. Sin sacar su miembro de mi interior, nos recostamos de lado, para continuar con nuestros besos y nuestras caricias. Me dijo que por lo menos unos 45 minutos le tomaría volver a levantar su miembro, pero que mientras podía regalarme un delicioso sexo oral y una dedeada en mi ano si es que me gustaba.

Yo le deje hacer lo que él quisiera conmigo, me culeo con uno y con dos dedos, pero le mencione que era virgen por ese agujero y que no me apetecía más de lo que me daba con sus dedos. Me regalo otra tremenda mamada en todo mi sexo, para después regalarme unos besos negros en mi ojete posterior, después de poco más de media hora, me pidió hacer un 69, para terminar de llevar su falo a una erección total. Respetando mi deseo de no hacer un anal, tiernamente me acomodo en cuatro patas para cogerme de a perrito y después de un rato, acostarse boca arriba para que me clavara yo misma, moviendo cachondonamente la pelvis, hasta lograr su segunda eyaculación en mi interior.

Al tranquilizarnos, nos metimos a bañar, nos vestimos y abandonamos el hotel.

Como buen caballero, me llevo hasta mi casa prometiéndome jamás molestarme en ella, y comprometiéndose a llamarme en otra ocasión si así yo lo deseaba.

En su siguiente cita, solamente fue hacerle nuevamente la señal, de que esperaba su llamada.

(9,35)